Por andar de ocioso, me vestí de mujer en una casa que debía cuidar mientras sus dueños estaban de viaje, y un vecino me….
Un joven es contratado para cuidar una casa mientras sus dueños están de viaje, estando solo, se pone de ocioso a vestirse con las ropas de las mujeres de la casa, se va a pasear al pueblo y termina siendo penetrado por un vecino de los dueños de la casa..
Cuando llegue a la casa en la que me contrataron para darle vigilancia, jamás pensé que algo así me sucedería.
La idea era ganarme algo de dinero, y como mis jefes me ofrecieron una habitación, mientras cuidaba la casa en acepté gustoso.
La cosa es que ya a los pocos días de estar cuidando esa propiedad, una tarde me dio por curiosear, y lo que me encontré fue un sin número de vestidos, y de prendas íntimas de la señora de la casa.
Esa noche no hice otra cosa que masturbarme viendo videos porno, al día siguiente como era sábado tal como me acosté o sea completamente desnudo, volví a seguir curioseando, fue cuando en una de esas me dio por ver cómo me quedaban algunas de esas prendas de la señora o de sus hijas.
El resto del día me lo pasé, midiéndome todas las prendas íntimas y vestidos de pude, mirándome en un gran espejo, y hasta poniéndome en ocasiones algunas de sus pelucas, además, de maquillarme.
En fin, al tiempo que yo me miraba las nalgas, también me dio por volverme a masturbar, y al rato por estar de ocioso comencé a ir penetrando mi culo, al principio con mis dedos, pero al rato agarré algunos objetos que tenía la señora en su mesa de noche, con los que también me penetraba, al tiempo que no dejaba de masturbarme como un loco.
Durante varios días apenas se ocultaba el sol, me cambiaba de ropa, y también me dio por ponerme a beber.
Pero al llegar el viernes en la noche, quizás por lo mucho que había bebido, me reté a mí mismo a salir a caminar, vestido así.
Es verdad que ya era bien tarde, y no había un alma, pero el hacer eso me excitó como no tienen idea, al punto que en lugar de quedarme caminando cerca de la casa, me provocó llegar hasta el pueblo, donde realmente si había ambiente, es decir autos, gente caminando, locales abiertos.
A mí lo que me hacía bien feliz, era que nadie se deba cuenta de que yo era un chico.
Hubo uno que otro tipo, que me dijo algo cuando yo pasé a su lado, moviendo las caderas como toda una chica.
Pero de regreso a la casa, me topé con un vecino, un señor algo mayor, con el que en ocasiones de día había charlado, de cosas sin importancia.
En ese instante él se me quedó observando, se me acercó, y me dijo. “Me gustaría que tomásemos unas cervezas juntos.”
En ese momento yo como que me olvidé de que estaba vestido de chica, y acepté sin más ni más.
Fuimos a un bar cercano, y ya estando en la mesa me ha preguntado. “¿Y desde cuando te gusta vestirte de mujer?”
No supe ni que responderle, a pesar de lo que ya había bebido en la casa, sentí que me moría de vergüenza, no sé en qué estaba pensado yo, cuando acepté su invitación.
Fue cuando él, me dijo. “No te asustes, te ves de lo más linda, lo que sucede es que cuando te vi salir de la casa no me fue difícil el reconocerte. Pero si lo prefieres en lugar de seguir bebiendo te acompaño a la casa que estas cuidando.”
Yo en ese momento como que bajé la guardia, y le dije que no se fuera a reír de mí, y le expliqué que estando solo en la casa me dio curiosidad por ver cómo me vía vestido de mujer.
Él me dijo que me comprendía, ya que es algo que también se ha preguntado, pero que nunca había llegado más haya de pensarlo.
La cosa es que seguimos bebiendo, hasta que, en cierto momento, simplemente de manera caballerosa, me sacó a bailar, y yo en lugar de decirle que no, acepté como toda una estúpida.
A medida que fuimos bailando, él me fue abrazando, y poco a poco acariciando todo mi cuerpo, yo no sé si sería lo mucho que yo había bebido hasta esos momentos, que cuando me besó en lugar de rechazarlo, lo dejé que continuase, sentí su lengua dentro de mi boca, mientras me apretaba contra su cuerpo.
Cuando terminamos de bailar, él pagó la cuenta, y regresamos a la casa que yo debía estar cuidando.
Durante todo el trayecto me fue acariciando las nalgas, y besándome de igual forma.
La cosa es que apenas llegamos a la casa, lo invité a entrar, ya dentro nos seguimos besando, y acariciando en la sala, cuando de momento veo que él extrae su parado miembro del pantalón.
Al tiempo que colocó una de sus manos sobre mi nuca, y sin mucho esfuerzo de su parte hizo que yo me pusiera a mamar su parada verga.
En cierto momento me preguntaba, a mí mismo, como era posible que estuviera haciendo eso, pero al levantar la mirada, y ver su cara de felicidad, seguía con muchas ganas, mama que mama.
Hasta que él retiró mi cara de su parada y ensalivada verga, diciéndome. “Ahora lo que deseo es que me des ese apretado culito”.
En lugar de negarme, lo que hice fue levantar la corta falda que tenía puesta, bajar los pantis y reclinándome sobre el sofá le ofrecí mis nalgas, como si fuera la cosa más normal del mundo.
Sentí su caliente glande, contra mi esfínter, al tiempo que lo escuché decirme tiernamente, que me relajara, para que no me fuera a doler.
No sé si fue que un par de horas antes, yo había estado disfrutando de un grueso consolador propiedad de la dueña de la casa, mientras me duchaba, introduciéndomelo por el culo una y otra vez, mientras me masturbaba.
Desde luego que, si me dolió un poco, al principio, pero a medida que me fue enterrando todo su sabroso miembro, yo comencé a mover mis caderas, como nunca lo había hecho.
Sentía como su verga entraba y salía una y otra vez divinamente de mi culo, su boca me mordisqueaba la nuca, y el lóbulo de mi oreja, cuando no era que me decía que yo estaba bien rica.
Esa noche el vecino, me puso como le dio la gana, cabeza abajo, y mi culo para arriba.
También me hizo que me recostase boca arriba, y que separase mis piernas, mientras me sujetaba por los tobillos, enterrándome toda su verga, por entre mis nalgas.
En fin, hasta perdí la cuenta de las veces que se lo volví a mamar, lo último que recuerdo de esa noche fue que acabó en mi cara.
Cuando me levanté al siguiente día, aparte del dolor de cabeza, por lo mucho que bebí, no me acordaba de nada, por lo menos al principio, pero al verme en el espejo, comencé a recordar todo lo sucedido.
En parte quise echarle la culpa a él por haberse aprovechado de mí, por lo borracho que yo me encontraba, pero a medida que comencé a ducharme, reconocí que yo bien pude evitar que todo eso me sucediera, y a medida que me duchaba, fui recordado como disfruté de todo lo que él me hizo.
Cuando vine saliendo de la casa para dar una ronda por los alrededores, me lo encontré a él, y sentí que me moría de vergüenza.
Él actuó como si nada, me saludo como si nada hubiera pasado entre nosotros, y hasta me dijo algo acerca de una de las matas del jardín, luego se despidió, no sin antes decirme que le agradaría volver a pasar la noche conmigo.
Yo me quedé sin saber que decirle, me despedí, y regresé a seguir dando la ronda por los terrenos de la casa.
De regreso a casa, me dije mil veces que no volvería dejarme hacer todo lo que él me hizo.
Pero apenas entré a la casa, y al verlo por la ventana, no sé qué me dio, que de inmediato lo invité a pasar, y una vez dentro le pedí que por favor esperase a que me duchara, la verdad es que lo de la ducha fue una excusa, de inmediato me volví a vestir de nena, para atenderlo.
Lo mejor de todo fue que no me hizo falta tomar tanto, para que él y yo nos volviéramos a divertir.
Eventualmente limpié y organicé toda la ropa y los juguetes íntimos de la señora de la casa.
Cuando los propietarios de la casa regresaron de su viaje, yo seguí viendo al vecino de ellos, pero en la casa de él.
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