Por vengarme de mi esposo comencé a ser puta, y me gustó.
Una esposa molesta con su marido, siguiendo los consejos de un viejo, decide probar vengarse siéndole infiel comportándose como una puta. .
Por vengarme de mi esposo comencé a ser puta, y me gustó.
Si, aunque suene raro, lo cierto es que me hice puta, pero por vengarme del tacaño de mí esposo.
Primero por una noche y lo cierto es que me gustó tanto que todavía lo sigo siendo, sin que mi marido se entere.
Sobre todo, cuando el responsable de todo lo que hice esa noche, fue el tacaño de mi esposo.
Mi esposo, y yo llevamos varios años de casados, la mayor parte de ellos, evitando tener hijos, porque según mi marido, apenas y podemos mantenernos nosotros, mucho menos podemos criar un hijo, lo que para mí es toda una exageración, ya que ambos trabajamos y ganamos buen dinero.
Fuimos invitados a una fiesta que dio la compañía para la que él trabaja, a la que a mi esposo le convenía mucho asistir, por aquello de relacionarse con el presidente y la junta de socios de la empresa.
Lo malo de todo eso que yo no tenía un traje que me gustase con que asistir a la fiesta, por lo que le pedí dinero para comprarme uno, y su respuesta fue. “Eres una despilfarradora, tienes un sin número de vestidos que te quedan de maravilla, pero lo que tú quieres es gastar, gastar, y gastar.”
Entenderán que, con esa visión de mi marido, no pude comprar nada, así que de la rabia que me dio, pensé en ponerme lo primero que agarrase.
Además de la rabia que sentía, por el sin número de veces que él se satisfacía rápidamente, y me dejaba viendo el techo de nuestro cuarto, sin alcanzar un mísero orgasmo, contando los adornos, y eslabones, de la lámpara que cuelga del techo.
No tuve que buscar mucho, lo primero que saqué fue una vieja minifalda en patente roja bien llamativa, que de paso me quedaba bien ajustada.
Como blusa tomé una bastante viejita, casi transparente, la que decidí usar sin sostén alguno.
Un par de zapatos, de punta y tacones súper altos en patente negro, y desde luego que un par de medias de maya del mismo color.
Nada más de caminar se me subía la falda, así que daba dos pasos y me detenía a jalarla ligeramente hacía abajo, ya que se me veía las nalgas fácilmente.
Encima de todo si me puse un abrigo sencillo, para que él no se diera cuenta hasta que ya fuera muy tarde, o sea apenas llegásemos a la fiesta.
Aparte de una mini cartera de juguete, imitación barata de piel de leopardo, hecha en plástico, que dejó una sobrinita mía en casa.
Para joder más a mi marido, me maquillé de manera algo exagerada, la idea era hacer que mi esposo se sintiera mal, por mi manera de vestir, y cuando me fuera a reclamar decirle, que era lo único que tenía para asistir a su fiesta tan importante.
Apenas llegamos, cuando dentro del ascensor me quité el abrigo, mi esposo vio como andaba vestida, por poco que le da un ataque cardiaco, se puso rojo como un tomate, seguramente la presión le debió haber subido, bien molesto me dijo. “Anda vete a casa, que pareces una verdadera puta así vestida.”
Desde luego que no me quedé callada, y le respondí. “Si yo parezco una puta, entonces tu eres un cabrón, que esto es lo más decente que encontré en mi closet.”
Mi esposo se metió la mano dentro del bolsillo de su pantalón y sacando unos cuantos billetes me los entregó muy enojado diciéndome. “Toma un taxi y regresa a casa, y no me esperes despierta, que mañana hablamos sobre tu ropa.”
De paso yo tampoco tenía muchas ganas de estar en esa aburrida fiesta, así que le arranqué el dinero de la mano, y me quedé dentro del ascensor, después que él salió echando pestes y maldiciones.
Apenas él salió y yo me quedé llorando, sin darme cuenta el ascensor siguió subiendo, y cuando volvió abrirse la puerta, entró un señor muy mayor vestido de manera bien elegante, y perfumado, que de seguro se me quedó viendo, y apenas se cerró la puerta del ascensor me preguntó en un tono bien preocupado. “Jovencita le pasa algo malo, yo estaba que no podía contener mis lágrimas, pero de la rabia que tenía con mi esposo.”
Por lo que seguí llora que llora, nuevamente ese señor me volvió a preguntar que me sucedía, en un tono de voz tan amable y comprensivo, que de inmediato sin conocerlo comencé a decirle que mi esposo me había dicho que parezco una puta, aun sollozando continué diciéndole que yo bien molesta le había dicho a mi marido, bien si yo parezco una puta tú eres un cabrón.
El anciano no pudo evitar que se le escapase una pequeña sonrisa, para decirme que se había sonreído de mi rápida ocurrencia.
Ya más tranquila, apenas llegamos a la planta baja del edificio, le escuché decirme. “En las condiciones en que se encuentra ahora, lo que más le conviene es que alguien como yo que no la conoce, la escuche, y no la juzgue, sin importar lo que diga o haga, así que le ofrezco que suba a mi apartamento y me siga contando todo lo que le ha sucedido con su esposo.”
Yo de momento dudé, en aceptar su amable propuesta, pero de inmediato continuó diciéndome. “No tenga miedo, que lo único que hará es descargar toda esa rabia que lleva dentro de sí y que le puede hacer mucho daño, mientras que yo como le dije no la voy a juzgar, a lo sumo le puedo dar algún consejo o consuelo, ¿qué dice, acepta mi ayuda?”
Realmente el viejito tenía razón, el quedarme con eso dentro de mí, ya me estaba haciendo daño, así que acepté su invitación y en el mismo ascensor subimos a su apartamento un piso más arriba de donde se estaba realizando la fiesta.
Apenas llegamos me di cuenta de que su apartamento era tremendamente lujoso, me ofreció asiento en un gran sofá rojo.
De inmediato me preguntó si deseaba tomar algo, a lo que le respondí que sí, cuando finalmente tomó asiento, como todo un buen anfitrión, aparte de que me trajo un Cuba Libre, diciéndome. “Esta es la mejor bebida para que se sienta más relajada, ya que me doy cuenta de que está muy tensa.”
También me sirvió galletitas acompañadas de un delicioso queso, y caviar del verdadero.
A medida que me fui sirviendo y probando el queso con el caviar, comencé a contarle todo y el cordialmente me estuvo escuchando por un largo rato, lo que yo le decía sobre lo tacaño que es mi esposo.
El viejo me pareció tan confiable que sin ningún tipo de vergüenza también le conté, sobre la rabia que me daba cuando mi marido me dejaba tirada en la cama mirando el techo, sin que yo disfrutase, aunque fuera de un miserable orgasmo.
Cuando finalicé, le dije, todavía llorando de la rabia, que aún tenía mucha rabia contra mi esposo.
Fue cuando el viejito me dijo. “Hija tienes varias opciones, pero solo te nombraré las más lógicas. Una es que hables con tu esposo y ambos lleguen a un acuerdo.”
De inmediato le dije. “Ya estoy cansada de hablarle, al fin y al cabo, él no me hace el menor caso.”
“La segunda opción es que, no haces nada y te quedas con esa rabia por dentro, y te fastidias, porque tarde o temprano te afectará física y emocionalmente.”
“Otra es que perdones de corazón, todo lo que tú entiendes que tu marido te ha hecho, y olvides todo.”
De inmediato dije. “Si eso suena, como si fuera muy fácil hacerlo.” Fue cuando el viejo me comentó que había una cuarta opción, diciéndome. “Si la primera, la segunda, y la tercera, no te convencen, es que tomes venganza, donde tú sabes que seguro a él más le dolería.”
Rápidamente sin pensarlo mucho, le dije. “Quemaría la cartera de mi esposo, con todo y su dinero.”
Pero el señor me comentó. “De seguro eso le molestaría, pero que ganarías tú, aparte del corto placer de verlo bien bravo contigo, y que seguramente después te exija que le pagues el dinero que hayas quemado.”
Ya en esos momentos el anciano me ofreció otro Cuba Libre, que sin perder tiempo me lo tomé.
De inmediato me preguntó. “¿De qué te acusó tu esposo?” Algo avergonzada le dije, de puta, y nuevamente continuó preguntando. “¿Y cuándo le dijiste cabrón, como te sentiste?”
Lo cierto es que no me había detenido a pensar en ello, pero creo que me sentí bien, le respondí. “Ahí está tu venganza, solo que no debes decírselo a él, bastará nada más con que tú lo sepas, y le puedas ver el día de mañana la cara de cabrón.”
Al principio no comprendí, hasta que de golpe entendí lo que el vejete quería hacerme entender.
Pero eso de parecer una puta por como andaba vestida era una cosa, y otra era salir a caminar por la calle, levantar un cliente, tener sexo con ese desconocido, y finalmente cobrarle, aparte de serle infiel a mi esposo, le dije yo algo confundida.
A lo que él con toda la calma me respondió, bueno imaginemos que estas en la calle, y llegó yo, que me dirías si trato de abordarte, preguntándote. “¿Cuánto cobras?”
Le respondí que sinceramente, ni idea tenía de cuanto cobraba una puta, fue el viejito que diciéndome. “Continuemos con el juego, y supongamos que yo saco unos cuantos billetes y te los muestro.”
Acto seguido sacó su cartera, y extrajo un grueso fajo de billetes todos de alta denominación, del cual separó unos cuantos, guardándose el resto, y aun así lo que dejó en su mano era mucho, más de lo que pagamos en el apartamento.
“¿Si fueras una puta que dirías?” Que si, si es por todo ese dinero, respondí de inmediato, el viejo se sonrió preguntándome, y que estaría dispuesta hacer por esta cantidad.
Nuevamente me quedé en blanco, y él sonriéndose nuevamente me dijo. “A tu futuro cliente o sea yo, debes decirle que, de todo, y de todo es de todo, ¿entiendes?”
Pensé por unos instantes y le respondí, o sea sexo normal o sea vaginal, anal, y oral, y terminó él diciendo. “Y también manual.”
Cosa que no entendí hasta que, moviendo su mano derecha, con el puño, de arriba abajo repetidas veces, que avergonzada comprendí que significaba eso de manual.
Si todo eso suena muy bien, y mientras yo seguí hablando él me volvió a servir otro Cuba Libre, diciéndome de inmediato, para después decirme. “Lo que pasa es que tienes miedo, primero de que alguien en la calle te fuera a reconocer, verdad, y segundo, pero no menos importante, que tu marido te encontrase caminando, haciendo la calle como dicen.
Ciertamente me di cuenta de que también tenía miedo de eso, cuando él me dijo, pero aquí estas bien segura, los únicos que estamos somos tú y yo, y no voy a irle con el cuento a tu esposo al que no conozco, para decirle que me acosté con su mujer.
Así que te parece si realmente quieres vengarte de tu esposo, tan solo por esta noche, la haces de puta conmigo.
Yo me quedé sin saber que decir por unos instantes, hasta que el viejo mostrándome el dinero me dijo. “Después que te decidas es algo bien fácil, y te aseguro que no la pasaras tan mal como me has contado que la pasas con tu marido.”
Entregándome todo ese dinero en mis manos, me dijo. “Anímate, y de manera automática, guardé todo el dinero en la pequeña cartera.”
Pero cuando levanté la vista y vi su rostro comprendí, que desde que él me vio dentro del ascensor, vestida como toda una puta, y llorando, su intención era acostarse conmigo.
Lo que me causó gracia, en medio de todo, fue la manera tan astuta, en que me fue convenciendo para que me convirtiera en puta.
Bien pude decirle que no y devolverle todo su dinero para después marcharme indignada y sintiéndome ofendida.
Pero me di cuenta de que, en cierta forma o manera, al acostarme con él, por dinero, me vengaba en parte de mi esposo, y como viejo bien me recomendó, no pensaba contarle nada a mi esposo.
Así que apenas el viejo me tomó entre sus brazos, decidí que procuraría disfrutar tan especial venganza.
Por lo que cuando me comenzó a besar y a manosear todo mi cuerpo, yo le respondí de igual manera, dejando que acariciara toda, sin mucho esfuerzo, ya que la ropa que tenía puesta, en cosa de pocos minutos, ya se encontraba sobre la alfombra de la sala.
Mientras que él continuaba besándome por todas partes, e introduciendo sus manos entre mis piernas.
Al tiempo que me comenzó a decir lo buena que yo estaba, que desde que me vio con esa facha de puta, se le metió entre ceja y ceja acostarse conmigo.
Sus palabras en alguno que otro momento me hicieron sentir, algo ofendida la verdad sea dicha, pero en otros momentos me hicieron sentir sumamente excitada.
Quizás por la cantidad de tragos que había bebido, comencé a actuar como si realmente fuera una puta cualquiera.
Al punto que cuando colocó sus manos sobre mis hombros, sin demora alguna, al tiempo en que me agachaba frente a él, también me quité mis pantis, las sostuve entre mis dedos dándole vueltas sobre mí cabeza, y después las tiré al piso riéndome.
No había terminado yo de extraer su miembro del pantalón que, con mi otra mano, abriendo mis piernas comencé a acariciar con fuerza mi clítoris ante sus ojos.
Al terminar de sacar su miembro bastante erecto, comencé de manera seductora a pasar mi lengua lentamente por sobre la cabeza de verga, para al tiempo que yo seguí toqueteándome mi coño, luego comencé a mamar su verga.
Cosa que, en más de una ocasión, me había causado hasta nauseas, cuando el cabrón de mi marido, prácticamente me obligaba a que se lo mamase.
Quizás por lo morbosa de la situación, por lo bebida que estaba y por ser la primera vez en mi vida, que yo recuerde, disfruté de un tremendo orgasmo, por estar acariciando yo misma mi coño.
Pero lo que más me sorprendió fue que el viejo, a pesar de lo mucho que me esmeré al mamárselo, no llegó a venirse.
Sino que en cierto momento me indicó, que me acostase sobre el sofá, donde apenas me recosté, él separó mis piernas, y nuevamente me sorprendí cuando en lugar de bajarse los pantalones, dirigió su boca directamente sobre mi coño.
Con sus dedos separó algunos de los vellos de mi peluda vulva y con gran seguridad, sin arrugar la cara se dedicó salvajemente a mamar todo mi coño, no únicamente mi clítoris, sino que chupo y hasta mordisqueó de manera tan sabrosa los labios de mi vagina.
Que en cosa de poco tiempo relativamente, disfruté de otro frenético orgasmo, ya que como se imaginaran, mi esposo nunca me ha hecho algo ni tan siquiera remotamente parecido.
No bien el viejo, terminó por dejarme sabrosamente agotada después de esa tremenda mamada, que cuando me insinuó que me acostase sobre su sofá boca abajo.
Sin pensarlo dos veces le obedecí, de inmediato sabiendo lo que me esperaba, pero a diferencia de mi esposo, sus dedos exploraron mis nalgas, y al poco rato sentí la caliente cabeza de su verga, como se hundía dentro de mi apretado culito.
Casi al tiempo que nuevamente con algunos de sus dedos me agarraba mi coño, apretándomelo de manera tal, que al mismo tiempo en que sabrosamente me daba por el culo, disfruté de otro colosal orgasmo.
El viejo continuó clavándome su miembro, mientras que yo movía mis caderas, como me dijo él en más de una ocasión, como toda una puta.
No fue hasta que pasó un largo rato de sentir como entraba y salía su verga de mi culo, una y otra vez, que finalmente él se vino dentro de mí, apretándome con fuerza, y dando fuertes empellones, contra mis nalgas.
Mientras que yo sin abrir la boca le decía mentalmente a mi esposos. “Toma cabrón, esto es por ser un hijo de la gran puta conmigo, esto por desconsiderado.”
Así estuve como diría alguien, vengándome mentalmente, al tiempo que el viejo sobre mí terminaba de sacar hasta su última gota de semen.
A pesar de lo mareada que estaba, y quedé bien molida, pero soberanamente satisfecha, pensé que ya el viejito había dado el máximo.
Pero justo cuando pensé en entrar al baño, me tomó por la mano, y me condujo a su habitación, y en la tremenda cama que había, acostándose con todo y ropa, me dijo. “Por ahora ponte un rato a jugar dados.”
Yo como que no entendí nada, hasta que con una de sus manos me hizo la seña de que le hiciera la paja.
Una cosa que hice mal, fue que cometí el error de pensar que el viejito ya no soplaba, cuando comencé a pajearlo, y voluntariamente lamiendo y chupando su verga.
Vi hasta con cierto grado de asombro, que su miembro se volvía a tonificar, realmente no demoró mucho en clavarme su buen pedazo de carne entre mis piernas, hasta el mismísimo fondo de mi mojado coño.
El viejo me terminó de arrancar mi sostén, y de inmediato se dedicó a mamar mis parados senos, mientras que si mucho esfuerzo continuaba clavándome toda su verga.
Hasta que nuevamente después de un largo rato de yo estar moviendo mi cuerpo, bajo él, se vino dentro de mi coño.
Yo me quedé molida, y por espacio casi una hora, creo que hasta me dormí en su cama, de no haber sido por él que me despertó diciéndome que tenía un compromiso y debía marcharse, fue que a pesar de lo medio borracha que me encontraba, aproveché y me di un reparador baño, lavando mi culo y mi coño hasta quedar como nueva.
Mucho más despierta vestí, luego me acompaño hasta la puerta del edificio donde me esperaba un taxi.
En casa conté todo el dinero que me dio el viejo, y resultó ser mucho más de lo que yo había calculado, lo escondí entre mis cosas y bien agotada, pero enormemente satisfecha, me dormí, sin el menor remordimiento.
Al día siguiente cuando me desperté encontré a mi marido acostado a mi lado, después de que se levantó me preguntó que había hecho, y me dieron ganas de decirle que me puse a putear, pero me aguanté.
Pero desde aquella noche, cada vez que me siento molesta con mi esposo, salgo a putear.
Excelente relato, muy buena narrativa, me encantó
Muy bueno, excelente, excitante y muy morboso, esperando una posible continuación.