Primero puta que desempleada.
Una esposa ante la posibilidad de quedar desempleada, entra en pánico cuando su jefe la llama por unos errores cometidos por ella, diciéndole a su jefe que ella estaba dispuesta a hacer todo lo que él quisiera, y de ese momento en adelante se convirtió en la puta de su jefe y sus socios.. .
Primero puta que desempleada.
Soy secretaria ejecutiva de una afamada firma de préstamos hipotecarios, debido a la amarga experiencia de mi esposo, al quedarse desempleado, porque a los gobernantes de turno, no se les ocurrió otra cosa que recortar la nómina de los empleados, mientras que ellos se aumentaron el sueldo.
No hay cosa a la que yo más le tema en el mundo, que la posibilidad de quedarme desempleada.
Por esa razón, es que soy capaz de hacer lo que sea, para que no perder mi empleo, y a pesar de lo mucho que amo a mi esposo, si para que no me vayan a botar debo acostarme con mis jefes, lo hago.
Todo comenzó justo después de que despidieron a mi esposo, me entró un pánico de que también me fueran a botar a mí.
Por lo que me puse sumamente nerviosa en el trabajo, y constantemente cometía errores estúpidos, al grado que mi jefe, me llamó a su oficina para darme un ultimátum, me dijo simplemente. “Si vuelve a cometer otro error, la despido.”
Yo que andaba de lo más turbada en ese instante, me puse a llorar, como una Magdalena.
En medio de mi llanto, me arrodillé frente a él, al tiempo que, agarrándome de sus piernas, no sé cómo se me zafó decirle. Que por lo que él más quisiera, no me fuera a botar, que yo estaba dispuesta a hacer todo lo que él quisiera que yo hiciera.
Mi jefe se me quedó viendo a los ojos, y sin vergüenza alguna se bajó la cremallera de su pantalón, y tras meter su mano dentro, extrajo su miembro, preguntándome. “¿Lo que yo quiera?”
Al abrir mis ojos desmesuradamente, vi su casi erecta verga sujeta entre sus dedos, comprendí de inmediato lo que él deseaba.
Aunque les confesaré, que al ver eso tan cerca de mi cara, hasta me causó cierto grado de repulsión, de inmediato me visualicé en las filas del desempleo, además que a mi esposo y a mí, nos botaban de nuestro apartamento, por haber dejado de pagar, y un sinfín de cosas más.
De inmediato, para mí era mucho peor todo eso que lo que mi jefe quería que yo le hiciera, por lo que levanté lentamente mi mano derecha, y agarré su verga entre mis dedos, y tras manosearla por unos pocos segundos, me la llevé a la boca.
A pesar de todo el asco que pude haber sentido en ese instante, comencé a mamársela.
Ocasionalmente levantaba la vista y veía en su rostro, el placer que yo le estaba provocando, después de un corto rato, colocó ambas manos sobre mi cabellera, y comenzó a mover mi cabeza hacia adelante y hacía atrás.
Al principio de manera lenta, pero después de un buen rato, que yo me esforcé por no vomitar, aceleró los movimientos.
Lo único que evitaba que lo hiciera era el pensar que nos pasaría a mi marido y a mí, si me llegaban a botar del trabajo.
Eso permitió que yo siguiera mama que mama, hasta el momento en que mi jefe, soltó un gran chorro de leche dentro de mi boca y parte de mi garganta.
Lo cierto es que terminé, tragándome gran parte de su semen, tras lo cual él sacó su verga de mi boca, y tras sacar su pañuelo secó toda mi saliva de su verga, al tiempo que la volvía a guardar me dijo. “Ya sabes, sigue portándote bien conmigo, que nada malo te va a pasar.”
Yo me levanté del piso de la oficina, y mostrando una forzada sonrisa, salí, de inmediato me dirigí al baño, con toda la intención de vomitar de ser posible, y a pesar de lo mucho que lo intenté no pude hacerlo.
Me enjuagué mi boca un sin número de veces, con pasta de dientes, con limpiador bucal, y aun así sentí su sabor.
Esa tarde al regresar a casa, no tuve el valor de darle un beso a mi esposo, pero me enteré que él finalmente, había conseguido un puesto de medio tiempo en un restaurante de comida rápida.
Esos primeros días estuve a punto de contarle todo lo sucedido, pero no me atrevía, pero en lugar de eso, como para descargar mi conciencia.
A la primera ocasión que me volvió a insinuar, que lo dejase meterme su verga por el culo, a diferencia de otras muchas ocasiones en que yo me negaba, y hasta lo amenazaba con irme a dormir al otro cuarto si continuaba con eso.
Como me encontraba saliendo del baño, sumisamente me quité los pantis, y de manera disimulada me unté un poco de vaselina sobre mi esfínter.
Luego me acosté a su lado, dándole la espalda, dejando mis nalgas completamente descubiertas y a su disposición, sin decirle nada.
Él al ver mi manera de actuar, inmediatamente dirigió su colorado glande al centro de mi s nalgas, y a pesar de que me causó algo de dolor, gracias a la vaselina su verga prácticamente se deslizó del todo dentro de mi cuerpo.
Durante los siguientes días mi jefe, no me volvió a decir nada que no estuviese relacionado con mis verdaderas funciones de trabajo.
Hasta pensé que quizás eso no se volviera a repetir, pero como a las dos semanas, para ser más específica un día viernes en la tarde, después de que la mayoría sino la totalidad de los empleados ya se habían marchado para sus respectivas casas, mi jefe me llamó a su oficina.
Me preguntó si ya todo el personal se había marchado, y yo inocentemente le respondí que sí. Fue cuando, en un tono de voz malicioso, me dijo. “Vete quitando toda la ropa.”
Yo me quedé congelada, no esperaba que mi jefe me fuera a salir con eso, hasta estuve tentada a mandarlo pal carajo, con todas mis ganas, y hasta hacer un espectáculo para que se enterase todo el mundo.
Pero de inmediato me asaltó la idea de que de no hacer lo que él quería que yo hiciera, me botaría como si fuera una bolsa de colostomía (una bolsa llena de mierda) usada.
Así que, sin decir una sola palabra, dócilmente me comencé a desnudar frente a él, y a medida que lo iba haciendo lo escuché decirme. “Tienes un buen cuerpo, pero ahora se me antoja que me lo vuelvas a mamar por un corto rato, para después darte una buena clavada.”
Me quedé del todo desnuda, y caminé hasta un lado de su gran escritorio, de inmediato me arrodillé frente a él, al tiempo que él mismo volvía a extraer su verga de su pantalón.
Resignada a mi suerte, la tomé entre mis dedos, y me la llevé dentro de mi boca, para de inmediato dedicarme a mamar su verga.
Por un corto rato estuve chupa que chupa, y sentí como la verga de mi jefe fue tomando más cuerpo dentro de mi boca, hasta que él mismo la retiró diciéndome. “Ahora quiero metértelo.”
Yo que aún permanecía arrodillada frente a él a un lado de su gran escritorio, apenas mi jefe, retiró de manera salvaje casi todos los papeles y objetos, aun hasta las foto de su esposa e hijos, que tenía frente a él, me dijo en un tono autoritario. “Recuéstate aquí,” señalando su escritorio.
Simplemente lo obedecí, y recostándome boca arriba, según él me lo había indicado, separé mis piernas.
Vi como él sujetando su verga la dirigió directamente a mi coño, la verdad es que en esos momentos me sentía la puta más baja del mundo, engañar así a mi esposo, además de serle infiel por el temor a ser despedida.
Todas esas cosas me hicieron sentir muy mal, hasta que, de momento, comencé a sentir como su tremenda y parada verga, comenzaba a penetrar mi coño.
Yo me encontraba con todas mis piernas bien abiertas, completamente desnuda, de pies a cabeza disfrutando lo que él me estaba haciendo.
Algo distinto y muy diferente sentí, en ese instante, mentalmente lo comparé con la manera en que mi marido me hacía el amor, pero eso que me estaba haciendo sentir mi jefe, a pesar de que en el fondo lo odiaba, por obligarme a que me acostase con él.
Era muy distinto y como ya dije diferente, no lo amaba, pero definitivamente algo de todo eso me causaba un gran placer, yo comencé a mover mis caderas al tiempo que él se concentraba en meter y sacar su dura verga de mí lubricado coño.
Los gemidos, y risas que él me provocaba con su verga, era algo nuevo para mí, mi coño lo trataba de restregar contra su cuerpo, para sentirlo más y más adentro de mí.
Hasta que por primera vez en mi vida disfruté de un salvaje y brutal orgasmo, al grado que casi le dejo mis uñas marcadas en su espalda.
Cuando él también se vino dentro de mi coño, sentí como su caliente semen invadía gran parte de mi vagina.
Me quedé espatarrada sobre su escritorio, mientras que él se dirigió al baño, y al salir entregándome sus llaves me dijo simplemente. “No vemos el lunes, pero antes de marcharte ordena mi escritorio, cierra al salir, y no dejes regueros en el baño.
Desde luego que me lavé lo más que pude, y después de eso no dejé de llamarme y decirme puta a mí misma, no tan solo haber dejado que mi jefe me lo metiera, sino más que todo porque lo había disfrutado tremendamente.
Cuando regresé el lunes a la oficina, mi jefe me llamó, y me dijo. “La convención de la banca hipotecaria este año será en un hotel fuera de la ciudad, así que reserva cuatro habitaciones, para mis socios, nuestras esposas y yo desde luego.”
Yo sabía que los socios eran tres, mi jefe y los otros dos socios, así que por curiosidad le pregunté para quien era la cuarta habitación, acercándose a mi lado e introduciendo una de sus manos bajo mi falda, y agarrándome el coño por sobre mis pantis, me dijo. “Adivina, pero asegúrate que tu habitación quede en otro piso.”
Luego me dijo. “De paso ya no eres más mi secretaria, si seguirás siendo mi secretaria, pero con el título de jefa de información, además con un mucho mejor sueldo.
Desde luego que le tuve que decir a mi esposo que tenía que ir a la convención, y aunque a él la idea no le agradó, cuando le dije que eso era parte de mis nuevas responsabilidades como jefa de información, él quedó encantado.
Desde luego que, durante la convención, gran parte del tiempo mi jefe y yo lo compartimos en mi habitación.
Además, en cierto momento me dijo. “Mis socios y yo compartimos, las ganancias, las responsabilidades, las perdidas, y todo aquello que a nosotros tres se nos antoje, así que prepárate que ya viene ellos dos en camino.”
Yo que estaba en ese momento, únicamente cubierta con una bata de dormir transparente tipo negligé, me sorprendí por lo que mi jefe me había dicho.
A los pocos segundos sentí que tocaron la puerta, eran los otros dos socios, esa tarde entre los tres hicieron conmigo lo que les dio gusto y gana.
Aunque reconozco que estando recién casada me llegué a preguntar a mí misma como sería hacerlo con más de un hombre a la vez, esa tarde, mientras mi jefe me daba sabrosamente por el culo, uno de sus socios, me tenía bien clavada por el coño, mientras que al tercero yo le mamaba la verga.
La verdad es que mi imaginación se quedó corta, ya que llegó la noche y ellos continuaron haciéndome de todo, en ocasiones uno a la vez y en otra dos, y hasta incluso los tres a la vez.
Esa noche como muchas otras que vinieron después quedé sumamente agotada, pero extremadamente satisfecha.
Ha sí, a mi esposo lo nombraron empleado de la semana, en el restaurante de comida rápida donde trabaja.
Quiero un jefe que me use así