Primeros pasos
Llegando a casa mi hijo me da por fin su virilidad .
Status básico:
26 años
madre sumisa
propiedad de mi hijo
pervertidora sexual
—-
Llegamos a la casa y mí hijo me ayudó a bajar las cosas diligentemente.
Sin duda será un hombre caballeroso cuando sea lo necesario.
Ahora falta que sea tan depravado como su propia madre. Pensé yo.
Entramos en la casa y apenas y cerré la puerta mi niño se me abalanzó encima.
Sus manitas recorrían todo mi cuerpo poseído del deseo que había implantado en su ser.
Era una de esas épicas manoseadas bien desvergonzadas y calientes que te dan cuando se supone que no deben pero eso es lo que las hace más morbosas y deliciosas.
Yo me dejaba hacer porque mi único motivo para ser madre fué convertirme en la puta de mi hijo.
Siiii…si…ssiihh. Le decía cada que nuestras lenguas dejaban de restregarse como si fueran a fusionarse de tanto entrelazarse lujuriosas.
El contraste entre el tamaño de las manos infantiles de mi hijo y mis melones era tan descomunal como el placer que me daba pervertir a mí pequeño crío en tan infames y lascivos actos sexuales.
-Muy bien Mamá…desnúdate -. Me ordenó mi niño mientras me daba espacio para hacerlo.
Rápidamente me quité mi mal puesta blusa dejando mis tetas al aire y listas a balancearse apenas y me empecé a quitar la pequeña minifalda por abajo.
Quedando solo en tanga y mis plataformas transparentes.
¿Así está bien tigre? Le pregunté a mí dueño/hijo.
(En mi relato de «El día después» me ordena que mi atuendo frente a el deberá ser lencería y zapatillas, nada más.
A menos que él me ordene otra cosa, por supuesto.)
-Muy bien zorra-. me dijo mí hijo mientras me evaluaba con su mirada, también aprovechó para manosear cada una de mis partes y darles un pequeño golpe. Testando la carne que ahora le pertenecía.
Debo de admitir que cuando alguien me dice algo, incluído el ahora llamado acoso sexual, para mí es un halago que confirma mí femineidad. Especialmente cuando es algún desconocido que se toma la libertad de hacerlo.
Me encanta sentirme morboseada en la calle.
-Ni creas que se me olvida -. me dijo mi bebé. Sacándome de mis meditaciones, jeje.
-Asi como estás vas a lavar la lencería de puta que te escogí y te la vas a poner apenas y salga de la secadora.- Me ordenó.
( Y es que con ésto de las semanas en cuarentena nos hicimos la costumbre de lavar y desinfectar todo, jiji… más vale prevenir).
Bajé la vista, en aceptación de su orden y asentí con la cabeza.
Si mi Rey.
-Después vas a preparar unos bocadillos sencillos y llevas todo a la sala de estar.-
Me dijo como su instrucción final.
-¿Qué esperas?…Empieza.
Me dijo mientras golpeaba mis nalgas con la fuerza necesaria para saber que él estaba al mando.
Aah… sí mi amor. Contesté sumisa.
Tan duro fué su golpe que me dolía el culo, jamás pensé que un niño de diez años tuviera esa fuerza, pero yo la verdad estaba urgida de castigo y aunque aprecio mucho cuando es un tierno bebé conmigo, la verdad ya necesitaba que despertara su lado brusco y varonil en él.
Apresuré mis pasos, haciendo retumbar en la casa mis zapatillas de teibolera que me había puesto únicamente con el fin de excitar a mi propio hijo. Mis nalgas se sacudían con cada paso y movimiento que hacía, recordándome cuan puta puedo llegar a ser sí me motivan a ello.
Rápidamente metí la ropa a la lavadora y en lo que estaba eso preparé unos sandwiches que llevé a la sala donde mi hijo ya había puesto unos videos de reguetón en la pantalla y se regodeaba viendo a alguna muñeca mover el culo a cámara.
Mi pequeño bebé, aún siendo mí dueño. Hizo una parte, llevó servilletas, vació las papitas en un platón y trajo un cenicero junto a los cigarros y mi fiel encendedor a la mesita de centro que está entre el tv y el sillón donde entendí que empezaría la fiesta.
-En cuanto vayas a venir saco las cervezas para que estén tan frías como te gustan, Má.- me dijo mientras me guiñaba un ojo.
Oí que la lavadora terminaba su trabajo y corrí a pasar la ropa a la secadora.
Cuando regresé mi niño ya estaba en el sillón y me hizo señas de que me sentara en sus piernas.
Que mi hijo me tratase como prostituta de burdel al sentarme en sus piernitas escolares (pero fuertes ya que es muy deportista) me hacía humedecer mi concha al punto que ya se veía una mancha en mi tanga.
Así sentada en él, como cariñosa de centro botanero a donde van los alcohólicos a gastar su pago recién cobrado, mi hijo me dió uno de mis cigarros y lo prendió.
Admirándome.
-Má… te vez tan zorra fumando que se me para la verga de verte así.-
Uuh, gracias bebé, le dije. Y cómo cualquier zorra, estoy para complacerte mi Rey, le dije exhalando el humo de mi cigarro y mi mano sobando su bulto erecto en el pantalón. Mis dedos acariciaban la silueta que dibujaba su camote apresado entre la tela.
Nos empezamos a besuquear otra vez, debo recordar que mi niño, por la edad que tiene, aún es más de primera y segunda base, o sea de estarse besando y manoseando.
Y aunque a mí a éstas alturas de la vida me gusta más cuando me dan unas ensartadas bien cerdas, con todo y jalones de pelo, así bien suculentas. Estaba disfrutando mucho el pervertir a mi propio hijo y llevarlo a ser el hombre que ya ansío que sea.
Se escuchó el timbre de la secadora y mi hijo me nalgueo diciendo -¿Qué esperas?- con una sonrisa pícara en la cara.
Salí a toda prisa y saqué el conjunto de puti-lencería que mí retoño había escogido para que vistiera en ésta ocasión tan especial.
Por si te perdiste mi relato de «Tentaciones» te describo rápido el conjunto.
Mi pequeño dueño escogió para mí un conjunto negro de la marca BLUEBELLA, que decía modelo TALLULAH (por si te interesa buscarlo) es una tanga diminuta de malla y encaje tipo crochet con dos argollas enfrente. Super sexy.
Me la puse y me encantó como se alcanzaba a ver mi pepa a través de la malla. Mis nalgas pellizcaban delicioso el hilo de atrás. haciendo que se perdiera entre mis redondeces.
Cuando me incliné de espalda frente al espejo pude ver como mí ano se veía escapar por las orillas del hilito que lo cubría apenas nada. Me metí dos dedos en la raja, aunque ya sabía yo que estaba completamente lubricada al punto de escuchar como se me mojaban los dedos. Me trabajé mi clítoris para estar super puesta para la verguiza que mi propio hijo me iba a recetar.
Años de picarme con dildos, dedos y cuanta cosa se me ocurriera mientras pensaba en mi hijo me tenían tan putamente caliente que no podía pensar en nada más que sexo.
Me volteé para verme las tetas adornadas con el bra que es nada más el soporte por abajo. De los llamados cupless, sin copa ó de 1/4 de copa.
No cubría para nada mis toronjas, dejándolas así. Al descubierto.
Sólo adornaban por abajo con el mismo encaje.
Me miré al espejo y me torcí los pezones hasta el punto de enrojecerlos, me dolían bien rico y no quería dejar de hacerlo, pero mi macho en entrenamiento me esperaba y salí rumbo a su encuentro, no sin antes ponerme unas medias de red y cambiar a unos zapatos de tacón de aguja altos y negros para acabar el outfit.
Me fuí adonde me esperaba mi propio hijo, más que dispuesta a entregarle cuánto hoyo me quisiera taladrar.
Caminé por el pasillo despacio, fumando y haciendo sonar mi taconeo claramente.
Mi caminar era más contoneado y abiertamente sexoso y provocador.
Quería alargar el momento lo más posible porque no todos los días tengo la oportunidad de desquintar a un menorcito y ahora era doblemente especial por que era mi propio niño a quien me iba a coger.
Llegué a la sala y mi hijo abrió los ojos como platos, jeje.
-Te vez deliciosa Má – me dijo mí bebé mientras me mironeaba de pies a cabeza.
Se paró y saco su teléfono para sacarme unas fotos así, vestida de calienta vergas para él.
Yo me movía insinuante y posaba sin ningún pudor para llenarle la pupila a mi retoño.
Me puse de espaldas y volteando a verlo me abrí las nalgas para que admirase su propiedad.
Mi niño hizo un acercamiento a mi pussy que ya tenía la tanga como remojada en sopa de almeja.
-Ahora Má, se una buena puta y baila para tú hijo-. Me dijo mientras le subía más el volumen a la TV.
Lo que pidas amor. Le contesté putona.
En el acto me puse a perrearle a mi niño, en cuanta pose hacia aprovechaba para restregarle mí culo de arriba a abajo y sacudiendome para su placer, chocando mi raja contra su palo duro.
Mi niño no perdía ocasión de videarme y yo como la perra que soy me abría las nalgas ó le brincaba las tetas al ritmo de reguetón. Frotándome contra su pequeña anatomía repetidamente.
Al ser yo una mujer adulta, mi estatura es de 1.68cm y con tacones hasta 1.80cm de alto. Por otro lado, mi peque al tener diez añitos, mide apenas 1.40cm de estatura, lo cuál es perfecto para que yo pueda embarrarle puercamente las tetas en su carita infantil. Lo cual hacia sin ningún reparo.
Mi pequeño Rey me manoseaba lascivamente y yo no podía más que gemir al sentir su lujurioso chile empacado en su pantalón restregarse contra mi cuerpo.
La playlist continuó reproduciendo sus videos con alto contenido sexual.
Estábamos así repegados frente al sillón. Él levanto su cara y me jaló para darnos tremendos bezucos libidinosos con todo y lengua de por medio.
si…mmmh….sssiiii….atáscate tigre, le decía a mí bebé.
Por algunos minutos nos estuvimos restregando y saboreando.
-Ve por las bebidas Má.- me dijo mi niño mientras comía algo de las botanitas que había a la mano.
Obediente me fuí contoneandome coqueta y haciendo todo el taconeo posible para el agrado de mi hijo/dueño.
No saben cuánto me humedece sentirme hembra al servicio de mi hombre.
Regresé con un par de cervezas y los tarros helados.
Éstos los tengo siempre en el congelador para cuando haya visitas.
Yo en mi papel de prosti de congal barato, le dí la espalda a mi retoño y puse los tarros en la mesita, inclinándome para lucir mis nalgas en tanga, destapé las cervezas, llenándole el tarro y el ojo a mí chiquito hermoso. Quien no perdía detalle de mi culo empinado y mi femenina actitud de servirle un trago.
Obviamente mientras me metía mano.
Mi hijo a quien nunca le había servido una chela para él solo, miraba complacido de que yo olvidara mí papel de madre recta y le diera un trago que legalmente aún no tiene edad para consumir pero sé que ya le está agarrando el gusto.
Me senté en sus piernas y le pasé su bebida.
Ya sé que no sueles tomar mucha cerveza hijo. Le dije. Pero ya es tiempo que también te eches alguna con tu mamita reina. Le dije toda melosa mientras jugaba con mis dedos en su pecho. Dibujando un corazón.
Mi niño accedió pues ya a tomado algunos sorbos en las fiestas.
Aunque creo yo, por respeto a su familia nunca se ha excedido…pero ganas no creo que le hayan faltado, jeje.
Está en la edad en que quiere empezar a experimentar cuantos placeres disfrutan los adultos sin restricción y yo estaba más que puesta para darle lo que quisiera.
Hicimos un pequeño brindis y tomamos de nuestra bebida helada.
Aquí estamos para culiar corazón. Le dije ésto último con una voz suplicante de hembra en celo.
-Y a eso vamos mamita-. me dijo mi niño que me exploraba ininterrumpidamente como su juguete nuevo.
El estaba disfrutando su nuevo lugar de hombre y me manoseaba rico.
Le dí un jalón a mi cigarrillo, saboreando la union de la nicotina y las hormonas revoltosas que no me dejaban en paz.
Literalmente la pucha me pulsaba del deseo de ser usada y no me podía controlar.
Mi hijo agarró mis pezones erectos.
Me los empezó a jalar y a retorcer con ansías.
Más fuerte baby…le suplique.
Como respuesta sólo emitió un gruñido de placer diciéndome Perra-.
Me los torció bien rico al punto de levantarme las tetas de sus jalones y yo me contorsione del delicioso dolor que me provocaba mí crío.
Me pasé mi tarro helado sobre mis fresas erectas para contrastar el calor del dolor con la frialdad de la bebida que disfrutaba con mi retoño.
-Muy bien puta -. Espetó mi hijo.
-Mámame el pito-. me dijo.
Como ordenes, le contesté complaciente.
Me lancé al piso y desabroché su pantalón para sacar su erecta anatomía infantil. Tras un trago más de mi cerveza empecé a chuparle la verga con cuanta lujuria pude.
Lo miré a los ojos mientras me tragaba su instrumento hasta el fondo, para luego volverlo a sacar todo ensalivado y duro.
Un par de jaladas con mí mano para con la otra darle una fumada a mi cigarro que ya estaba en las últimas.
Volví a meter su chile en mi boca y su sabor puberto y dulce me golpeaba hasta el fondo. Pues mi hijo me agarró de la cabeza y me empezó a ensartar la boca con el degenere que seguramente ya ha visto en películas porno.
-¿Te gusta? ¿mmh?- me preguntó mi hijo mientras me taladraba recio.
-Pinche puta -. me dijo y me dió la que sería la primer cachetada que me propinaba en la jeta.
-¿Te gusta zorrearle a tú hijo…verdad puta?…me volvió a propinar otro manazo en la cara y esté si me ardió rico. ¿mmm?…Dime perra…¿Te gusta que te coja tú hijo?…cuzca enferma.
mmmh….mmh.
Me encanta… quiero que mi propio hijo me coja…taládrame…
Le respondí como ninfómana en calor mientras lamía su masculinidad.
Excitado, me ensartó la cara con violencia y yo abrí cuanto pude la boca mientras sentía sus huevos chocar contra mi rostro que ya traía saliva embarrada alrededor.
Mi hijo gruñía preso del morboso placer del incesto.
Unas pequeñas lágrimas empezaban a escurrir de mis ojos. Producto del atragantamiento que me producía su verga erecta.
Y eso que todavía no termina de desarrollarse, pensé para mis adentros.
Me agarró del pelo como sí su vida dependiera de ello y me ensartaba la pija en el hocico bien duro.
Cada metida era un viaje entre el placer por mamársela y el tormento porque llegaba al punto de no poder respirar.
Mi niño por no acabar enseguida, me la sacó y me empezó a dar vergazos en la cara, embarrado cuanta saliva y pre-cum tenía goteando.
-Aún no-. musitó, aunque no sé si me lo dijo a mí ó era a él mismo que quería evitar eyacularme en la boca.
Jalandome de las greñas hasta doler, me llevó a gatas hasta el sillón y sin preguntarme nada, me puso recargada contra el respaldo y mis nalgas hacia él, recorrió el hilo de mi tanga a un lado y se terminó de quitar el pantalón de un golpe. Se posicionó detrás mío.
-¿Ésto es lo que quieres? ¿eeh?-. me gritoneaba varonil mientras me restregaba su todavía infantil riata contra mi vagina.
Sin duda la cerveza lo había vuelto más desinhibido y agresivo.
Me encantaba.
Sssiiii…sssiii… respondí al instante.
Ya métemela…cógete a mami …grite suplicando.
¡MÉTEMELAAAAHHH!
Mi niño aún con la total carencia de práctica me la ensartó sin esfuerzo.
yo gemí ¡¡AAAAGGGHH!! en cuanto sentí las paredes de mi raja expandirse ante la verga de mi propio hijo.
Quien incapaz de razonar lo depravado de la situación me penetraba con el salvajismo que sólo da el deseo más perverso de cumplir las fantasías más bajas.
-¡¡TOMA…TOMA…PERRA!!- Gritaba con voz de mando y timbre infantil.
La urgencia de sus penetraciones era tan rápida que me recordaba al frenesí de ser violentada por un cánido entrenado en el arte de cogerse a su dueña.
Encima que me llamase perra sólo me hacía querer más verga.
Gemí tan puercamente del orgasmo que tuve con semejantes pensamientos enfermos.
Los años de tanto deseo reprimido hicieron que mis pinches piernas empezaran a temblar ante los embates que mi chiquito hermoso me daba sin descanso.
Viniéndome en las primeras ensartadas al ver mis fantasías realizarse.
Mi cabeza daba vueltas de tan fuerte chorreada que disfrutaba y es qué desde que nació me imaginé que me cogía en innumerables situaciones.
Plop, plop, plop se oía cada que su verga perforaba mi cuca sin piedad ni asomo de detenerse.
Mis jugos no sólo lubricaban mi interior hambriento de miembro virgen, sino que escurrían libremente por mis piernas. Salpicando todo alrededor.
Mi hijo me pistoneaba sabroso sin asomo de cansarse, pero su expresión de aguantarse todo lo posible era más que obvia, pues si él sentía por lo menos la mitad del placer que me daba ser tan putamente ultrajada, estaba segura que no tardaría en querer deslecharse en mí.
Cógeme…cógete a tú madre. Le decía para aumentar el morbo de la situación.
Dámela…dame leche… quiero leche… hijo…dddaaammeeláááhhhh…
Sin poderse contener más mi propio hijo explotó en mí interior.
Inundando mis fantasías incestuosas.
Sus gemidos cuasi primitivos eran un morboso placer en mis oídos y me catapultaron a una nueva venida.
Con un par de arremetidas más me miraba como me convulsionaba por segunda vez como la enferma mental y retorcida sexual que soy.
Sacó su palo todavía tieso, escurriendo de nuestras mieles de placer y le dió un par de jalones demostrando que aún tenía pila para rato.
Al instante me volteé para chupar el instrumento de mí sucia devoción a mí escolar retoño.
Me lo metí a la boca, degustando la mezcla de nuestros jugos, hasta dejarlo con nada más que la dulce saliva de mi mamada.
-Abre la boca, puerca – me ordenó mi hijo e inmediatamente lo hice sin chistar.
Mi dulce retoño no era tan inocente como yo pensaba porque jalándome del cabello hacia atras acercó su rostro al mío y me escupió en la boca.
Puse los ojos en blanco de lo obscenamente porno de la situación y me tragué su líquido manjar.
En ese momento dí gracias mentales por haber fomentado en él que se la pasara viendo viejas en su teléfono movil.
Mi hijo me dió una cachetada, sacándome de mi estado de perversión y me dijo.
-Aún no perra.- Y me volvió a escupir sin ningún pudor y me aplicó otro correctivo que me hizo voltear la cara del golpe.
Gracias Tigre, le respondí.
Se puso enfrente mío y sin miramientos me abrazó de la nuca obligándome a tragarme la riata hasta el fondo.
Sentía su miembro entrar hasta mi garganta y me daba como queriendo llegar todavía más allá.
Yo empecé a toser de lo ahogada que estaba y el sacó su duro tormento de mi boca, de donde escurrían hilos de saliva que me unían literal y de por vida a la tiesa verga de mi hijo.
Volvió a arremeter contra mi garganta en una nueva andanada de lujuriosas penetraciones.
Gggaggh…aaagggh…hgaghhh.
era el único sonido que podía yo hacer.
-Eres mia Má- me dijo sin esperar ninguna respuesta.
Porque no era una pregunta, sino una afirmación.
Tras otro minuto de usar mi boca como masturbador, me soltó e hizo un gesto de aguantarse su venida.
Mientras apretaba el tronco venoso de su virilidad aún por desarrollar, reunía cuanta capacidad tuvo para no acabar otra vez.
Mi pequeño dueño, haciendo una pausa para alargar la situación le dió un último sorbo a su cerveza y me pasó mis cigarros.
Yo agradecí con el gesto que sólo una hembra sabe hacer e incliné sumisa mi rostro ante él.
Prendí mi cigarro y se lo ofrecí a mí hijo quien obviamente no tiene edad para fumar, pero tampoco para coger así que qué más daba.
El tomó el cigarrillo de mis dedos y lo llevó hasta su boca. Inhaló profundamente y de inmediato supe que no era la primera vez. Exhaló en mi dirección, bañandome en los afrodisíacos humos de mi perversión.
Mi amo sabe fumar…le dije desde mi lugar a sus pies. complacida con mi hijo.
-Y otras cosas más- me respondió el sinvergüenza, devolviendo mí tabaco.
-Voltéate- me dijo. -Todavia me falta-.
Sí mí vida. me giré y mi niño teniéndome en cuatro me escupió en mi culo e instintivamente mi ano empezó a parpadear, sabiendo lo que me esperaba.
Luego me ordenó escupir en su manita y lubricó su tieso garrote.
Colocó éste a la entrada de mi hoyo y empezó a meterlo, la puntita nada más. y asegurando que estaba en la posición adecuada me lo dejó ir con la estocada de un macho purasangre.
Grité del dolor al sentir su miembro forzar mi estrecho culo y él gimió del placer de propasarse con su propia madre y puta.
mi bebé me tenía super estimulada… En la cúspide de la lujuria le grité: DAAAMMÉÉÉ….ROOMPEMEEE…
VIOLAAA…MEEEE… y me vine por tercera vez tan perversamente enferma que no medía mis palabras.
Mi niño no pudo ocultar la cara de asombro al oírme rogarle porque abusara de mí y con más lujuria empezó a romperme el orto sin ninguna consideración… momentos después se vino adentro de mí culo entre exclamaciones de placer y se dejó caer extenuado sobre mí.
Su propia madre/hembra.
Durante todo el fin de semana cogimos hasta el hartazgo.
Eventualmente tendré que hablarle de la forma en que me volví tan puta y la manera que están envueltos sus abuelos pero eso ya son otros pasos que daremos conforme vaya asimilando su nuevo lugar.
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