Putita
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por AdrianaP.
-Te portaste mal.
-¿Quién habla?
-Te portaste mal. En la despedida de soltera de Marina. Te portaste muy, muy mal. No te hagas la que no te acordás.
Me quedé muda. Claro que me acordaba. Nunca me iba a olvidar. Pero la voz en el teléfono era de un varón y esa noche solo éramos mujeres. Bueno, y el stripper. Pero la voz no era la de un muchacho joven y el stripper no tendría mas de 25 años. El tipo siguió diciendo:
-Te portaste muy, muy mal y tengo pruebas. Mirá tu correo.
-¿Qué…?
-¡CLICK!
Traté de tranquilizarme. Era imposible que alguien mas que las chicas estuviera enterado de lo que había pasado esa noche y todas habíamos jurado silencio… por tentador que fuera el chisme a ninguna de las cuatro nos convenía que se supiera nada porque todas nos habíamos portado mas o menos igual. Hacíamos de cuenta que no había pasado nunca, no hablábamos del tema ni entre nosotras.
Consulté mi correo.
Tenía un mail nuevo, de “Undisclosed Recipent”… imposible saber quién lo había mandado. No decía nada, pero había cinco imágenes adjuntas. Las fui abriendo.
Era yo.
Sin duda.
Primeros planos de mi cara, borracha como una cuba. Bajándole la bragueta al stripper, metiéndome su pija en la boca, chupándosela con alma y vida. De las otras que también se la habían mamado, ni noticias. Me puse pálida… ¿Cómo podía ser? Me acordaba de esa noche, claro que sí. Había discutido con Germán, creí que habíamos terminado. Casi no voy a la despedida, pero las chicas me convencieron. Y después, claro, me tomé todo lo que me pusieron delante y terminamos en el club nocturno con las chicas coreando “¡Chu-pá, chu-pá, chu-pá!”.
No sé cuanto estuve colgada mirando la pantalla de la notebook hasta que me sacó del trance el repicar del teléfono. Atendí.
-¿Y? ¿Lo viste?
-¿Quién sos?
-Soy el tipo que te tiene filmada chupando tremenda poronga, ese soy. Lo que estuviste viendo son capturas, pero tengo el video completo. Y ese video puede estar en Youtube en cuestión de minutos si no llegamos a un arreglo.
-¿Querés plata?
-No
-¿Entonces qué mierda querés?
-Proponerte un trato. Es un trato justo, vas a ver. Yo no subo los videos a Youtube… y vos sos mi puta por una noche.
-¡Dejame de joder!
-Miralo de esta manera: te ofrezco la oportunidad de ser MI puta por UNA noche, sin que NADIE lo sepa. La otra posibilidad es que suba los videos y te conviertas en una puta a los ojos de todo el mundo por el resto de tu vida. Pensalo. Te vuelvo a llamar en una hora. -y cortó
Me pasé los siguientes sesenta minutos atormentandome. ¿Qué podía hacer? ¿Ir a la policía? ¿Y denunciar qué? ¿Decirle a alguien? ¿A quién? No podía pensar en mis viejos viendo ese video, mis vecinos viendo ese video y… Dios mío, Germán no me lo iba a perdonar. No algo así, cuando apenas si estábamos reconstruyendo la relación. No. No había salida.
A las dos sonó el teléfono.
-Hola -murmuré
-¿Te decidiste?
-Sí. -no tengo opción, pensé- Acepto el… trato.
-Ok. Esta noche voy a tu casa. A las diez. Dejá la puerta sin llave, desnudate y parate de espaldas a la puerta. Si no estás desnuda o no estás de espaldas o la puerta está con llave, el trato se cancela. Si hay alguien con vos o me hacés alguna otra jugarreta, el video está programado para subirse a Youtube en forma automática si no mando un código desde mi celular, así que… no hagas trampas.
-No voy a hacer trampas… pero…
El hijo de puta cortó.
Me pasé la tarde como en un sueño. A las nueve me bañé… me sentía una idiota ¿Acaso quería estar “linda” para ese hijo de puta que prácticamente iba a violarme?, pero es la clase de estupideces que se hacen sin pensar. A las diez menos diez, desnuda, dejé la puerta sin llave y me puse de espaldas. Podía ver el reloj de pared, así que conté cada segundo hasta que, a las diez en punto, escuché abrirse la puerta.
-No te des vuelta -dijo. Me quedé congelada.
Se me acercó por detrás y deslizó algo sobre mi cabeza… una venda negra me cubrió los ojos.
-No te asustes. Es una simple formalidad. -dijo mientras la ajustaba.
Después de asegurarse que tenía los ojos bien vendados, cerró la puerta con llave y volvió a dónde yo estaba parada. Sin decir nada mas, pasó sus manos por debajo de mis brazos y comenzó a tocarme los pechos desde atrás. Me estremecí de puro nerviosa. Tengo una buenas tetas, con pezones grandes y él se puso a jugar con ellos en silencio, hasta que se pusieron bien duros. Después bajó la mano por mi vientre, hasta el pubis. Pensé que iba a meterme el dedo, pero solo jugó un poquito con mis “rulitos” y volvió a subir las manos a mi cintura y a mis pezones otra vez. Estuvo un rato así, sin decir palabra, tocándome. Yo me sentía en el aire, como si todo le estuviera pasando a otra. Entonces, siempre callado, me hizo dar la vuelta.
-Arrodillate -ordenó.
Obedecí.
Sentí que se desabrochaba la bragueta y pronto la cabeza de su pene estaba tocándome los labios.
-Vamos -dijo- Vos sabés como se hace, putita.
Abrí la boca y empecé a chupar. No la tenía grande, pero sí muy dura y húmeda, se notaba que estaba muy caliente. Y con mucha sorpresa me dí cuenta que yo también estaba un poco exitada. De rodillas, chupándole la verga a un desconocido sin poder ni siquiera verle la cara…nunca en mi vida había hecho una cosa así. Pero ahora que la hacía… en cierta forma… me gustaba. Seguí comiéndole la cabeza de la pija, tratando de no pensar en eso, mientras el gemía y me decía:
-Así, putita, así, ¿Te gusta, putita?
De repente me puso las dos manos en la nuca y de un tirón me empujó la verga hasta el fondo. Me ahogué, empecé a forcejear, a tratar de soltarme.
-Shhhh… quietita, puta, que si no es peor. Quietita -me decía. Yo trataba de zafarme, pero era inútil. Al fin, cuando ya creí que me iba a asfixiar, me soltó. Tomé aire como pude, escupí saliva por todo el suelo, pero no tuve mucho descanso porque enseguida me agarró del pelo y me volvió a meter la verga en la boca.
-Chupá, puta, chupa que te gusta, pedazo de turra.
Y chupé y lamí y me ahogué no sé cuantas veces, hasta que en un momento, me soltó y no me volvió a agarrar.
-Parate, puta.
Me paré despacio, medio mareada, con la boca goteando mi saliva y sus jugos. Me llevó de los pelos hasta el sillón del living y me hizo sentar.
-Abrite, putita, que te voy a cojer.
No solo abrí las piernas. Las levanté y las encajé en los apoyabrazos para quedar más abierta. Se meechóó encima, pero no me la puso. Primero me abrió los labios y me metió dos dedos de un tirón. Yo estaba tan mojada que entraron sin problemas y se me escapó un gemido ahogado.
-Pero que mojada estás putita. -dijo mientras me metía y me sacaba los dedos con fuerza.- toda una perra ansiosa de ser cojida.
Entonces me la metió de un solo empujón y empezó a hamacarse. Con cada embestida yo gemía. No podía entender lo que me pasaba, estaba gozando como nunca. Sentía su respiración en la oreja y sus gemidos de placer mientras me decía: “Así, así, movete puta, movete para mí. ¿Te gusta como te la meto, perra?” y yo le contestaba “Sí, si, soy tu puta, cojeme, cojeme como una perra”. Con las manos me apretaba las tetas, me las exprimía y en un momento empezó a morderme los pezones… eso fue lo mas que pude soportar. Me acabé a los gritos, con las uñas clavadas en su espalda, casi llorando de placer.
Sentí que me la sacaba y estuve a punto de pedirle que no lo hiciera, que me siguiera cogiendo así toda la noche. Me tocó la nuca y pensé que quería que se la chupara, pero lo que hizo fue desatar la venda.
-Ahora que sos mi puta, me podés ver -dijo- Porque vos SOS mi puta ¿verdad?.
-Soy tu puta -le dije.
-Entonces ¿que hacés que no me la estás chupando?
Inmediatamente me metí su pija dura y mojada en la boca y la empecé a chupar con toda la furia. Por costumbre, cerré los ojos, pero el me dijo:
-No, no, mirame mientras te tragás mi verga, puta.
Así que lo miré a los ojos mientras me comía otra vez su verga. Tendría unos 40 años. No era demasiado lindo, tampoco feo. Un poco gordo. Y nunca, nadie, me había puesto tan caliente en toda mi vida. Mientras, él seguía:
-Así, puta, así, me voy a acabar en tu boquita, si… -debió ver la cara que hice, porque me la sacó de la boca. Pensé que eso significaba que me iba a “perdonar la vida” y acabar afuera. Pero claro que no.
-¿Que pasa, putita, no querés tragar?
-Me da un poco de asco… -Le dije. Me di cuenta de que me ponía colorada, como si me diera vergüenza contradecirlo. Pero nunca había dejado que me acabaran en la boca. Ni siquiera Germán. Pero claro, él no era Germán.
-Abrí bien grande la boquita y mas vale que no se te escape una gota.
-Pero… -Todavía me quedaban ganas de protestar, pero una sola mirada suya fue suficiente. Obedecí. Me apoyó la punta de la verga en la lengua y empezó a pajearse. Enseguida me echó tres chorros de leche espesa y caliente. Uno bien adentro de la boca, los otros dos en la cara.
-¡Tragá! -me gritó. Sonó casi agónico.
Tragué. Después, sin que me lo pidiera, abrí la boca para mostrarle que me lo había tomado todo, como había visto hacer a las putas (a las otras putas) en las películas porno.
-Muy bien -me dijo- , muy bien. Pero todavía te falta.
Me tomó la mano izquierda y la llevó hacia mi cara, haciendo que juntara los goterones que me chorreaban de la mejilla y me los llevara a la boca para tragarlos también. Me dí cuenta de que no me había hecho usar la derecha porque la tenía entre las piernas: sin pensarlo me había estado frotando sola el clítoris. Sin dejar de tocarme, le dije
-¿Lo hice bien?
-No. -señaló el suelo.
Un poquito de leche se había llegado a chorear. Me saqué la mano de entre las piernas y poniéndome a cuatro patas, lamí el piso. Pasé de no querer tragar a lamer su leche del suelo. Pero no podía dejar de hacer nada que me ordenara. Y no por miedo a que publicara el video (en este momento, ya ni pensaba en esa tontería) sino poque él era mi dueño y yo su putita.
-¿Ahora sí? -le dije cuándo el suelo quedó limpio.
-Casi -dijo, señalándose la punta de la verga ya flácida. Una gotita colgaba todavía de la cabeza. Me apresuré a juntarla con la punta de mi lengua, y después le dí unas cuantas chupadas para asegurarme de que no quedaba nada. Nunca me había sentido tan humillada… ni tan caliente.
-Muy bien -me dijo- sos una perrita obediente.
Me acarició la cabeza como si fuera un cachorrito bien entrenado que había hecho un truco particularmente divertido.
-Te merecés un premio, pero mi amiguito va a tardar un poco en recuperarse. Lo dejaste muy cansado. Por suerte tengo algo que puede dejar conforme hasta a una puta tan reventada como vos. Date la vuelta.
Me giré en el suelo, quedando en cuatro patas y con el culo apuntando hacia él. Separé bien las piernas, segura de que no me iba a arrepentir. De una mochila que estaba en el suelo, sacó un consolador enorme. Me quedé sin aliento de ver semejante cosa, eran como treinta cm. Él me vió la cara y se rió.
-¿Se te hace agua la boca? ¿Querés que te lo meta de un solo saque?
-No, por favor, despacito.
Se volvió a reir. Me apoyó la punta entre los labios de la concha, que ya estaba otra vez completamente mojada y empezó a meterlo despacio. Nunca me había tenido algo tan adentro… soy de las que piensan que el tamaño no es lo mas importante siempre que la sepas usar, pero sentir la concha abierta de semejante manera me volvió loca. Gemía y gritaba… ni me acordé de los vecinos, no me importaba nada. Cuando ya pensé que no daba mas, sentí que me apretaba algo contra el clítoris: un vibradorcito mas pequeño. Fue demasiado. Con un grito mas fuerte que todos los que había pegado esa noche me acabé una vez mas, entre sacudidas casi espasmódicas.
Pensé que íbamos a parar ahí, pero no… no solo siguió haciéndome vibrar el clítoris sino que sentí que el consolador que tenía en la concha también vibraba. El hijo de puta lo había usado como consolador hasta ese momento, pero ahora lo había prendido. Germán es un buen amante, no tengo quejas de él y no he tenido nunca un hombre que me entendiera mejor en la cama, pero ni con él logré jamás tener orgasmos múltiples. Hasta que mi dueño me metió 30 cm de pija en la concha y la puso a vibrar. No sé cuantas veces acabé en unos minutos, pero cuando al fin apagó los aparatos y me los sacó, la concha me ardía. Estaba exhausta, me desparramé en el suelo, las tetas apretadas contra el piso frío, la cajeta abierta y chorreante me palpitaba.
-¿Te gustó, putita?
No pude ni contestar.
-Esto te va a gustar todavía mas. Arrodillate en el sillón.
Como pude me puse en pie he hice lo que me ordenaba. Me puse de rodillas a horcajadas en el asiento del sillón, de espaldas a él, con las tetas colgando del otro lado por sobre el respaldo.
-Mi amiguito ya se recuperó -dijo- pero ahora la que precisa descanso es tu tragapijas. Así que vamos a darle trabajo a ese culo precioso que tenés.
-¡No! -dije, un poco asustada
-¿Cómo?
-No, por la cola, no… me va a doler
Se rió.
-Claro que te va a doler. Pero yo tengo una técnica para que te duela menos ¿Sabés como es?
-No…
De la mochila sacó un frasquito de vaselina.
-Primero te meto la punta del dedo, bien, bien empapada en vaselina, así ¿ves?
-¡Ay!
-Ahora empiezo a moverla despacito, despacito, mientras la voy encajando ¿ves que fácil entra?
-¡Aia! ¡Aia! ¡Despacito!
-Si, despacito, así, ¿ves? Ahora, tenemos que esperar que tu agujerito se vaya abriendo y una vez que está listo, le vamos metiendo de a poco el dedo entero. ¿Entendés?
-Me duele…
-Pero… ¿sabés cuál es el problema?
-¿Cual? -gemí.
-¡Que no tengo tiempo! -gritó mientras me hundía el dedo hasta el fondo.
-¡Ahhhhiaaaa! ¡Dueeeleee!
-Y mas te va a doler cuando te meta la verga, putita, pero me vas a pedir por favor que lo haga. Vas a rogar que te rompa el culo, puta de mierda.
Mientras decía eso, me sacaba y metía el dedo muy rápidamente, llenándome el culo de dolor y placer. Yo gemía y gritaba por igual. De repente, la tortura cesó. Me sacó el dedo de un tirón. Pero la paz no duró mucho.
-Ahora que lo tenés abierto, pedime que te lo coja, puta.
-Cojeme el culo -dije con un hilo de voz.
-No. Pedilo bien.
-Por favor, cojeme el culo.
-No. Pedilo bien.
-Por favor, metémela en el culo. Por favor, meteme tu verga bien adentro del culo. Por favor la quiero toda en el culo, por favor. -Pero no me hacía caso y siempre decía “No. Pedilo bien” Yo no sabía que quería que le dijera, cómo quería que se lo pidiera, hasta que por fín, sin querer acerté.
-Por favor, rompeme el culo, llenámelo de leche, mi culo es tuyo, rompémelo, por favor.
-Al fin… pensé que iba a tener que dejar con las ganas -se rió- primero, vamos a lubricar bien.
Me volvió a meter el dedo lleno de vaselina, esta vez dolió menos, pero seguía doliendo. “Lo que va a ser cuando me meta la verga”, pensé, deseando que lo hiciera de una vez. No se hizo esperar. Sentí como me apoyaba la cabeza en el ojete y empezaba a empujar. Le costó un poco meterla, pero cuando logró abrirme el agujero y empezó a jugar adentro y afuera de mi culo, no paraba de gemir de placer.
-Ah, putita, que lindo ojete que tenés. Te lo voy a dejar abierto como una flor, putita.
Mientras, yo gritaba de dolor y eso, claro, lo calentaba aún mas. Y a mí también.
-Apretá los dientes, putita, que te la meto hasta las pelotas
-¡Aiaaaaaa!
Me la clavó sin piedad, de un solo empujón. Me saltaron lágrimas de dolor, mientras sentía sus huevos rebotando contra los cachetes de mi culo. Me agarró del peló y tiró con fuerzas, doblándome la cabeza para atrás y metiéndome la verga todavía mas adentro. Se sacudió entre gritos de placer y sentí como me llevaba el ojete de leche. Como en el aire pensé “que desperdicio, me la podría haber tragado”.
Después de acabar, se derrumbó arriba mío. Yo también me derrumbé. El culo me ardía y la concha me palpitaba: esta vez no había podido acabar, aunque la violencia con la que me había cojido me había puesto más caliente que todo lo que me había hecho esa noche. Al cabo de unos minutos se levantó y me dijo:
-¿Dónde queda el baño?
-Por el pasillo -murmuré.
Sentí que entraba al baño y cerraba la puerta. Sin levantarme del sillón giré la cabeza y miré el reloj: casi las 12. Llevaba casi dos horas… la palabra que me vino a la mente fue “usándome”. Así me sentía, usada. Humillada. Y feliz de que así fuera. Me encantaba que me usara de esa manera brutal, me gustaba mas que nada que me hubieran hecho nunca y no veía la hora de que volviera, que tomara otra vez posesión de lo que era suyo por derecho.
Cuando volvió, aproveché para ir yo al baño. Me lavé, me puse un poco de crema en el culo (me ardía mucho) y cuando estaba por salir, me miré al espejo.
-Sos una puta -le dije a mi reflejo- siempre lo fuiste, pero no te animabas a mostrarlo. Puta.
Escuché ruidos en la cocina, así que fui para ahí.
-Me serví una cerveza, espero que no te joda -me dijo con cara de disculpas. Tuve que sonreír. El tipo me estaba dando murra como se le daba la gana y me pedía perdón por agarrar una latita de la heladera. Seguía desnudo, pero tenía el celular en la mano.
-Servite lo que gustes.
-¿Te duele mucho el culo?
-Un poco
-A ver…
Me dí vuelta y apoyé las manos en la mesa de la cocina.
-Abrí -ordenó
Me separé los cachetes con las manos… “allá vamos de nuevo”, pensé, contenta.
¡Click!
Me había sacado una foto. Me mostró la pantalla de su celular. Era un primer plano de mi agujerito, convertido en un agujerote. Dilatado, enrojecido, pero sano. Me tranquilizó, de veras había tenido miedo de que me hubiese lastimado. Guardó el celular en la mochila, que se había traído del living y me dijo:
-Que linda casa tenés, que lindas cosas ¿Tu novio te coje arriba de esta mesa?
-No. Siempre lo hacemos en mi cama y alguna vez se la chupé en el sillón en el que… estuvimos… hasta recién. -contestaba sin mirarlo, porque seguía apoyada contra la mesa y con los cachetes abiertos.
-Mirá vos… qué desperdicio. Subite a la mesa y ponete en cuatro.
¡Al fin! Me trepé, expectante y me puse en cuatro patas, bien abierta de piernas. Como una perra, pensé. Como lo que soy.
Se me acercó por detrás y empezó a tocarme. Las tetas, el culo, el tajito cada vez mas mojado. Estuvo largo rato así, preparándome, sin apuro. Yo subía temperatura despacito pero sin pausa. Cuando estuve a punto, sentí que apoyaba algo en mi rajita y lo metía despacio, cuidadosamente. No era el vibrador que había usado antes, era mas finito, estaba frío y se sentía como rugoso. No me importó. Yo era suya y punto, me podía meter lo que quisiera y si yo no sabía que era, mejor. Mas humillación, mas placer. Seguí así un rato, gimiendo y moviéndome al ritmo que me marcaba mi dueño, hasta que sentí que paraba. Se subió a la mesa y se puso de rodillas detrás mío. Pasó la mano por debajo de mi vientre para poder seguir metiéndome en la concha lo que sea que me había puesto y mientras, me mandó la verga por el culo. Dolió mucho menos que la primera vez, pero de todos modos grité. Un poco porque sabía que eso le iba a gustar.
Esta vez lo hizo mas tranquilo, mas despacio. Pero de todos modos, no pasó mucho antes de que yo empezara a sentir que me venía. Mi dueño aceleró el ritmo con un gruñido.
-¿Te gusta puta? ¿Te gusta tener los dos agujeros llenos?
-Si… si… me encanta, me… -no pude terminar la frase mas que con un grito de placer. Él se salió rápidamente de mi culo, se bajó de la mesa y dió la vuelta. Una vez frente a mí, me levantó la cabeza tirándome del pelo y me clavó la pija en la boca.
Se la chupé encantada y agradecida, sin pararme a pensar en que recién me la sacaba del culo. En realidad, no pensaba mas que en una cosa: en que me llenara la boca de leche. Y en seguida me dió el gusto. Cuando terminó de agitarse y gemir, abrí la boca y le mostré todo su semen casi rebosando de mis labios. Recién entonces tragué. Después le lamí la pija ya dormida y los huevos, hasta que me ordenó que parara.
-Me dejaste seco, putita… dame un descanso.
Asentí con la cabeza. Ni siquiera me había sacado lo que fuera que hubiera metido en la concha. Tampoco yo me lo saqué, por si acaso mi dueño quería seguir usándome más tarde. Estaba muerta de cansancio. Ni me bajé de la mesa, me recosté con las manos debajo de la cabeza “yo también voy a descansar un poco”, murmuré. Y me quedé dormida.
No sé cuánto tiempo dormí. Cuando me desperté, sobresaltada, me levanté en la mesa y sentí que algo rodaba hacia el piso: era una zanahoria. Eso era lo que me había metido, con eso mi dueño me había cojido. Caminé hasta el living, con las piernas entumecidas de haber dormido en mala posición y el culo y la concha ardiendo de tanto uso. Él no estaba. Sobre el sillón había un paquetito y una nota que decía:
LO PASAMOS BIEN, PUTITA. TE DEJO UN REGALITO. HASTA LA PRÓXIMA.
Abrí el paquete. Dentro había un collar de perro, negro con tachas plateadas, del que colgaba una placa de identificación grabada con mi nombre: PUTITA. Me lo puse en el cuello y me fui a dormir, a soñar con que mi dueño regresara.
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