Putita 2: Mi nueva amiga
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por AdrianaP.
MI NUEVA AMIGA
Pasaron mas de tres semanas. Casi un mes, desde que mi dueño me usó por primera vez, me mostró el placer de la sumisión y la humillación y me dió el nombre que merezco: PUTITA. Casi un mes sin saber de él. Casi un mes con el corazón saltando cada vez que el teléfono suena, esperando escuchar su voz.
Mi vida siguió. El trabajo, las amigas, el sexo con Germán, satisfactorio como siempre, aunque quedé tan ansiosa por tener una pija en el culo que lo dejé a mi novio “desvirgarme” y hasta grité como si me doliera. No me gusta engañarlo así, pero con él no me animo a mostrarme como de verdad soy. El collar está guardado en un cajoncito de mi placard, aunque de vez en cuando lo saco, me lo pongo y me hago la paja pensando en que mi dueño viene y me coge como yo quiero, como lo necesito, como la puta que soy.
Casi un mes.
Hasta esta mañana.
Estaba en el trabajo, lidiando con unos informes, cuando sonó el teléfono.
-Hola
-Putita
El corazón me dió un vuelco. Era él.
-Si… ella habla -contesté para disimular.
-Esta noche a las nueve en tu casa. Esperame como la primera vez. Ponete lo que te regalé.
Y cortó. Ni siquiera esperó a que contestara ¿Para qué? Mi dueño me había dado una orden y sabía que su putita la iba a obedecer. Me fue imposible seguir trabajando. No podía pensar en otra cosa que en que mi dueño me iba a usar esa misma noche. Estaba tan alterada, tan caliente, que tuve que ir al baño a masturbarme. Acabé en menos de cinco minutos y aunque tuve que morderme los labios para no gritar, quedé tan excitada como antes de pajearme.
Al fin llegaron las cinco de la tarde y me pude ir a casa, previo paso por la depiladora (me había sacado turno desde el trabajo). Quería estar perfecta para mi dueño.
En casa me baño, me perfumo, me arreglo el pelo y a las nueve menos diez saco la llave y me paro de espaldas a la puerta, con el collar puesto. A último momento se me ocurre una idea y corro a la pieza. Vuelvo con el ano completamente embadurnado de vaselina y me pongo en posición, pero esta vez con las dos manos sosteniendo los cachetes de mi culo. Quiero que mi dueño me encuentre abierta de par en par y lista para recibirlo.
A las diez en punto, se abre la puerta y entra él. No me doy vuelta, pero lo veo por el espejo. Sonríe al ver mi pose. Deja la mochila en el suelo y se acerca. Igual que la primera vez, no dice nada, pero me mete el dedo gordo de un solo tirón en el culo.
-¡Ay! -No me duele, pero sé que le gusta que sufra un poco.
-¿Me extrañaste, putita? -Dice, mientras me mete otros dos dedos en la concha, que a esta altura está completamente mojada.
-Si… mucho -contesto.
Me suelta y se sienta en el sillón.
-Chupamela, puta.
Así que me arrodillo frente a él, le bajo la bragueta y saco su pija, ya dura. Metermela en la boca es como despertar de un largo sueño: esta soy yo, esto es lo que quiero, lo que siempre quise. Estar a disposición de mi dueño. Le chupo la verga y los huevos, saboreándome. Parece que hoy mi dueño está apurado por ir al grano, porque enseguida me dice:
-Sentate en mi verga, puta, tu culo debe estar ansioso.
-Si -le contesto, juguetona- me hiciste esperar mucho, mi culo no da mas.
Me trepo sobre él, me abro los cantos y dejo caer todo el peso de mi cuerpo. La barra de carne se me hunde hasta el fondo y mi dueño gruñe de placer. Empiezo a cabalgarlo despacio, mientras él juega con mi clítoris y me susurra:
– Que flor de puta que sos, siempre queriendo que te haga el orto.
– Si, si, no puedo vivir sin tu pija en mi culo, soy tu puta, siempre voy a ser tu puta.
Rápidamente siento que me estoy por venir, la espera me puso tan caliente que no voy a aguantar mucho mas, pero de pronto… ¡La puerta se abre!
-¿Que mier…? -siento que se me para el corazón. En cuestión de segundos visualizo todas las personas que pueden cruzar esa puerta: Germán, mi viejo, mi vieja… hasta un ladrón. En cualquier caso, estoy muerta.
-Tranquila, puta -dice mi dueño- tenemos una invitada, nada mas.
Efectivamente, la que acaba de entrar es una chica. Después de pasar, cierra la puerta con llave y se queda mirando a mi dueño con cara de desconcierto. Es evidente que esperaba verlo, pero que yo no estaba en sus planes.
-Vení, Perra -la saluda él- dejá de mirar con cara de boluda y ponete en pelotas.
La confusión desaparece de la cara de la chica (Perra) que se apresura a obedecer la orden. Me doy cuenta que es… bueno… otra como yo. Nunca se me ocurrió, pero es lógico. No debo ser la primera ni la única con la que usó el mismo truco. Perra ya se sacó la remera y la pollerita que traía puesta, hasta las chatitas. De ropa interior, ni hablar. Después supe que había sido una orden de mi… de nuestro dueño el que viniera así. Es una morocha menudita y completamente desnuda parece una nenita avergonzada. Apenas si tiene tetas, aunque los pezones son grandes y están bien parados. Está depilada al completo y cuando se da vuelta para dejar la ropa en el suelo puedo ver que tiene una cola muy linda de nalgas redonditas y respingonas. Lleva al cuello un collar como el mío, aunque supongo que su chapita dirá “Perra”.
Mi dueño interrumpe mis pensamientos con una orden seca:
-¿Qué mierda estás esperando para mover ese puto culo, trola de mierda?
-Perdón -murmuro y retomo mi cabalgata, aunque no puedo despegar los ojos de Perra. Ella también parece hipnotizada por mí, pero nuestro dueño la regresa a la realidad.
-Arrodillate y chupame los huevos mientras me culeo a esta puta -dice y ella obedece inmediatamente. Él vuelve a meterme los dedos y ya no puedo pensar en Perra, no puedo pensar en nada, pero cuando estoy de nuevo a punto de acabarme, me saca los dedos y la pija y le dice a Perra:
-Ahora mamame la verga, Perra, mostrale a Puta como te gusta chupar mi poronga.
Perra obedece, se mete en la boca la cabeza primero, juega un poco pero pronto se traga todo el tronco y su nariz queda casi pegada a mi concha. Mi dueño vuelve a restregarme el clítoris mientras gruñe de placer.
-Saboreala, Perra, saborea el culo de mi Putita -le dice. Perra sigue chupando y yo sigo sintiendo que me voy a acabar.
-Pará, Perra -la interrumpe nuestro dueño- esta trolita se está por venir, vamos a cambiar de lugar.
Así que me bajo y me arrodillo en el piso, mientras Perra se trepa. Él le abre los cachetes y le mete la cabeza, sin molestarse en lubricarla. Aunque tiene la verga completamente empapada de la saliva de Perra, le cuesta un poquito calzarla y ella grita de dolor.
– ¡Aiaaaa! -se queja, con voz ronca y es la primera cosa que la escucho decir desde que llegó. Pero él la acomoda y la empuja hacia abajo con fuerza, clavándole el chipote en el orto y arrancándole otro grito. Mientras, sin que me lo ordene, me pongo a chuparle los huevos, tratando de no pensar en que los gritos de Perra me están calentando cada vez más. Su culito debe estar tan bien entrenado como el mío porque en seguida pasa de los gritos de dolor a unos roncos gruñidos de placer. Pero él la desclava y pone su pija a mi disposición.
-Chupá, Putita.
Me meto su verga de un tirón en la boca. Siento el perfume de la concha de Perra, veo sus labios abiertos y mojados, brillando. Él le está metiendo los dedos y ella se agita y gruñe en un tono mas bajo, me parece que en cualquier momento se va a acabar, el agujerito le gotea y su olor dulzón me está poniendo cada vez mas caliente. Nunca estuve tan cerca de la raja de otra mujer, pero no me resulta desagradable… al contrario, me exita.
Mi dueño me saca la pija de la boca y se la clava de un tirón en la concha, sin dejar de meterle dedo al clítoris. Los gruñidos de Perra siguen creciendo hasta que lanza un grito, se sacude y acaba. Casi inmediatamente, mi dueño le saca la verga y con un grito me lanza un buen chorro de leche, derecho a la cara. Apenas si alcanzo a cerrar los ojos, siento su semen chorreando en mi cara y mis tetas.
-¡Tomá puta, como a vos te gusta!
-Sí, sí, gracias -contesto.
-La Putita está tapada en leche -siento que le dice a Perra- limpiala.
Abro los ojos a tiempo de ver como Perra se arrodilla en el suelo frente a mí y comienza a lamer la leche de mi cara y mis labios. Me calienta su lengua suave sobre mi piel me calienta casi tanto como que mi dueño me haya acabado encima.
-En las tetas también -dice nuestro dueño y Perra empieza a lamerme los pechos- ¿Viste que buenas tetas tiene? Chupale bien los pezones, mordelos que a ella le encanta.
Perra me chupa las tetas, me las mordisquea y juega con los pezones, los acaricia con la lengua y los vuelve a morder. Nunca antes estuve con una mujer, pero a mis tetas no les importa, tengo los pezones tan duros que me duelen.
-Ah, pero que buen par de tortilleras me conseguí -dice él- Y eso que son primerizas. Metánse dedo, turras, quiero verlas cojerse.
Perra me mira como pidiendo permiso, pero yo no estoy para andarme con remilgos. Vos ya tuviste lo tuyo querida, ahora me toca a mí y no me importa si el que me hace acabar es él o vos. Así que le meto la mano entre las piernas sin miramientos, aunque con cierta torpeza. Abre bien los ojos cuando siente mis dedos buscando a tientas el clítoris, separándole los labios y explorando su agujerito tibio y húmedo. Pero su momento de duda ya pasó, porque siento sus dedos en mi concha. Hummm… es mucho mas hábil que yo o yo estoy mucho mas caliente que ella, sus deditos traviesos me están sacando gemido tras gemido.
-¿Te gusta Putita? -me susurra al oído- Te voy a hacer acabar a chorros.
-Siiii -es todo lo que consigo murmurar. Ahora Perra se arrodilla entre mis piernas… ya no puedo tocar su conchita, pero no importa, nada importa, solamente su lengua que ahora juega con mi clítoris, se mete en mi agujerito. Sé que él nos dijo “primerizas”, pero Perra parece saber muy lo que hace, nunca en la vida me chuparon tan bien la concha. No aguanto mas. Perra tenía razón: me estoy acabando a chorros. Y ella no para de lamer, no para de meterme el dedo, Dios, como me gusta… ahora juega con mi culo, me mete uno, dos dedos, hasta el fondo.
Los saca por completo y los vuelve a meter, los abre adentro para que me duela, pero me gusta, como me gusta…. grito como una loca, a la mierda los vecinos, ya me estoy acabando otra vez.
-Bueno, basta… ya tuviste mas que suficiente. Dale las gracias a Perra.
Despatarrada en el suelo, con la cocha en llamas y el culo abierto y palpitando, murmuro un “Gracias”. Pero mi dueño no se refería a eso.
-No, no, así no. Lo que Perra quiere es una buena chupada de concha ¿No Perra?
-Si -contesta ella, sonriendo- una buena chupada, Putita.
-Putita, acostate boca arriba en el suelo. Vos, Perra, te la montás.
Nos apresuramos a obedecer y Perra se me sienta encima, la concha bien apretada contra mi boca. Aprieto la lengua contra su clítoris y empiezo a hacerla girar en redondo. Perra gime y se hamaca para atrás y para adelante, le abro los labios y le meto la lengua bien adentro del agujerito, se la saco y vuelvo a apretarla contra el clítoris. Está gimiendo cada vez con mas fuerza, mi saliva y sus jugos chorrean por mi cara… mierda, hace un rato no sabía lo que era estar con otra mujer y ahora la estoy llevando al orgasmo… pero como esclava que soy le agradezco a mi amo que me haya obligado a hacerlo. Entonces Perra arquea el cuerpo hacia atrás, apoya las manos en el suelo y grita mientras se acaba en mi boca. Pero yo no dejo de lamer y chupar su deliciosa conchita, porque mi Dueño no me lo ha ordenado.
-Pará, pará -pide ella- aia, aia, pará, por favor, pará.
-Pará -me ordena él. Y a ella- Date vuelta, apoyale el culo en la cara. Abrite los cantos, Perra Puta.
Ella obedece y su agujerito rosado queda a la altura de mi boca. Esto es demasiado hasta para una puta como yo, pienso, pero mi dueño no piensa lo mismo.
-Lamele el ojete, Putita. Laméselo hasta que se acabe.
Así que meto la lengua dentro de su culo y lamo como una sierva obediente. Ella empieza a gemir otra vez, pero estoy segura que no voy a lograr hacerla acabar con esto solo, así que sin despegar la lengua de su ojete le meto dos dedos en la concha al tiempo que le acaricio el clítoris hinchado y húmedo. No demora mas que unos minutos en convertir los gemidos en un grito de placer intenso y desplomarse.
-Ya está -dice él- están a mano. Ahora me toca a mí.
Me duele la lengua de lamer y Perra está inmóvil en el suelo, respirando agitada, pero las dos reaccionamos a la voz de nuestro Dueño.
-En cuatro, trolas de mierda, las voy a ensartar. Y la que mejor se porte va a tener un premio.
En cuatro nos ponemos, una al lado de la otra. Perra está bañada en sudor, me mira con la cara encendida, roja. Calculo que yo me debo ver mas o menos igual. Nuestro dueño se pone detrás nuestro, primero me la mete a mí, siento su verga bombeando en mi concha, después en mi culo, mientras me pega unos buenos chirlos y empiezo a gemir otra vez.
-Tu ojete está muy usado, Puta, ya no gritás cuando te lo cojo.
-Perdón -contesto- perdón por ser tan puta, por favor no dejes nunca de cojerme, por favor, por favor.
Pero él me la saca y se la mete a Perra, la hija de puta grita cuando se la culea, pero nuestro dueño no es tonto.
-Vos tenes el orto mas agrandado que la otra, Perra, a mi no me quieras hacer creer que te duele. Ahora por mentirosa, te quedás sin premio. -Le saca la pija del culo y va hacia la mochila. Perra me mira y pucherea, haciéndome reír. Todo es tan raro y a la vez tan simple: hacemos lo que nuestro dueño ordena. Y él, ya está de vuelta, trayendo algo que parece un consolador unido a un cinturón.
-Tomá -le tira el arnés a Perra- ponételo.
Perra se lo pone y la falsa pija le queda colgando entre las piernas. Él se sienta en el sillón y me llama:
-Vení, Putita, te la vamos a dar entre los dos. A una reventada como vos una sola pija nunca le alcanza.
Así que me siento sobre él, devorando su verga hinchada con mi hambrienta conchita. Perra se pone detrás mío y me abre las nalgas. Me va entrando despacio, la falsa poronga es tan grande que solamente me mete la mitad y entonces empiezo a moverme al ritmo que me dictan los dos. Mi Dueño, como siempre, tiene razón. No entiendo como pude vivir treinta años sin tener una pija en cada agujero. Lo único que lamento es que no haya otra verga para meterme en la boca, pero está bien, porque así puedo gemir y gritar y responder cuando mi amo me habla.
-¿Querés mi leche, Putita? ¿Te la vas a tragar?
-Sí, si, por favor, dame tu leche, la quiero tragar todaaaayyyy! -Parece que Perra no está de acuerdo, porque me acaba de pegar tal pechada en el culo que me mandó el consolador entero hasta el fondo, la hija de mil putas. No contenta con eso, se prende a mis pezones y me los retuerce con furia, mientras susurra a mi oído: “Su leche es mía, ¿entendés?”. Demasiado para mí, siento como se me estremece todo el cuerpo y suelto el grito final, agónico de dolor y placer.
-Mierda, que poco aguantó la Putita -dice mi dueño mientras me derrumbo sobre él- sacaselá, Perra.
Me empuja al suelo y me deja tendida, todavía estremeciéndome con mi último orgasmo. A una orden suya, Perra se saca el arnés y se pone boca arriba en el sofá, sujetándose las piernas paralelas a la cabeza para que él le pueda bombear el culo. Me quedo en el piso, mirándolos gemir y gruñir un rato hasta que Perra se acaba y nuestro dueño le saca la pija y desparrama leche por todo su culo, gritando de placer. Ella está por bajar las piernas, pero él se lo impide con un gesto.
-¿Querías mi leche? -me dice- venía a juntarla. Pero no te la tragues, Puta, no te lo merecés.
Así que de nuevo me toca lamer el culo recién cojido de Perra, llenando mi boca con una mezcla de saliva y leche.
-Dásela en la boca a Perra, ella se la ganó mas que vos.
A regañadientes le paso el jugo de mi Dueño a Perra, que lo traga con placer y termina dándome un buen beso de lengua, para asegurarse de que no escatimé nada. Después, nos arrodillamos y juntas repasamos la verga ya dormida para dejarla reluciente, hasta que él nos ordena:
-Basta, Putas. Ya me dejaron seco. Vayan a bañarse, que están hechas un asco -pero cuando empezamos a pararnos nos detiene- en cuatro patas, como las perras que son.
Así que marchamos a cuatro patas hasta el baño, cansadas, transpiradas, pegajosas y felices, moviendo exageradamente los culos para delicia de nuestro dueño. Una vez en el baño, Perra me dice:
-No mires, que tengo que hacer pis.
No puedo mas que reirme, esa chica que hace unas horas ni conocía y a la que le hice (y me hizo) cosas que nunca hubiera pensado hacer con otra mujer, tiene vergüenza de que la vea mear. Y ni siquiera dice “mear”, dice “hacer pis”. Pero me meto en la ducha y cierro la mapara, para darle un poco de privacidad. Al poco rato, la abre y se mete conmigo. Estamos un poco apretadas, pero no importa, porque nos enjabonamos, nos restregamos y nos manoseamos mutuamente. Ninguna de las dos dice nada. Una vez limpitas y listas para seguir, nos secamos a conciencia y salimos a entregarnos nuevamente a nuestro dueño.
Pero cuando llegamos al living la mochila no está. Nuestro dueño se fue, dejando solo una nota, igual que la otra vez.
SON UN BUEN EQUIPO. ESPERO QUE SE HAGAN AMIGAS. NOS VEMOS PRONTO.
Nada mas. Aunque una parte de mí se esperaba algo así, me siento triste: mi Amo ya no está y no sé cuánto tendré que esperar para que me vuelva a usar. Perra parece estar pensando lo mismo.
-Es tarde -le digo- ¿te quedás a dormir? Tengo una cama de dos plazas.
-Claro. ¿Cómo te llamás?
-Putita -le contesto con una sonrisa, levantando la chapita de mi collar.- vamos a la cama, Perra.
-Lástima que no nos dejó los juguetes -me dice con una sonrisa.
-Y bueh… tendremos que improvisar -contesto, pensando que en el cajón de las verduras, nunca me faltan zanahorias.
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