¿Quieres cuernos? Pues cuernos tendrás.
Un marido quería pasar por la experiencia de que su mujer le montase los cuernos, pero ella se negaba en todo momento hasta que se cansó, y lo coronó no una ni dos ni tres, sino cuatro veces seguidas. .
Mi esposo, desde hace algún tiempo, había comenzado a fastidiar, con el tema de la infidelidad, con preguntas tontas en ocasiones, pero con su doble sentido o mensaje implícito, o por lo menos así me parecía a mí.
Preguntas como. “¿Qué tú crees que pueda sentir un tipo, que se entera que su mujer le es infiel ocasionalmente?, o, ¿Yo no sé por qué hacen tanta bulla, con eso de que una mujer le sea infiel a su marido, si con que no quede preñada y se lave bien el coño, basta?”
Al principio no les prestaba mucha atención a esas preguntas, pero con el pasar de los días, sus preguntas pasaron a ser un tema de conversación entre nosotros, yo manteniendo una posición francamente contraria a la de mi marido quien, para mi sorpresa, prácticamente decía que eso de que a un hombre le montasen los cuernos, para él no era nada malo.
Siempre terminaba diciendo. “Un hombre sin cuernos, es como un jardín sin flores.”
Con sus respuestas me dejaba bien confundida, al punto que en ocasiones yo daba por terminada la conversación, porque sentía que más que plantear su punto de vista, me insinuaba que le fuera infiel, pero de manera indirecta.
Hace pocas semanas estando en casa, mi esposo y yo nos pusimos a ver un video, que él había escogido, la verdad es que para mí era una película porno, no sé si alemana o francesa, pero con argumento.
Se trataba de una pareja en la que el marido le buscaba amantes a su mujer, y como ella claramente disfrutaba de las atenciones de ellos.
Al irnos a la cama nos comenzamos a besar y al poco rato ya mi marido me había penetrado, en ese momento me comenzó nuevamente a tocar el tema, a medida que sacaba y metía su verga dentro de mi coño, me contó nuevamente la película.
De lo excitado que se pone el marido a medida que su mujer y él comentan lo sucedido, mientras mantiene otra sesión de sexo.
Yo estaba disfrutando plenamente de cómo mi marido metía y sacaba su verga de mi coño, cuando me preguntó que si a mí no me tener una experiencia con otro hombre, que no fuera él.
En ese instante yo estaba tan excitada, que realmente no sé lo que le respondí, aunque creo que le dije que no, pero la manera en que lo hice parece que no fui muy convincente, ya que a medida que yo movía mis caderas, nuevamente me lo volvió a preguntar.
Quizás por lo morbosa de la situación, y de lo excitada que yo estaba, en ese instante le respondí casi a gritos que sí.
Eso bastó para que mi marido se excitase a tal punto, que me sentí como si su miembro fuera mucho más grande y caliente que de costumbre, por lo que, a la vez, yo disfruté de un orgasmo colosal.
Cuando terminamos finalmente, yo no quería volver a tocar el tema, ya que en medio de todo me sentía algo avergonzada por mi respuesta.
Pero mi esposo por lo visto se sentía de lo más feliz, hasta el punto que al día siguiente durante el desayuno, de manera directa me lo volvió a preguntar.
Ya mi respuesta no fue la misma, simplemente permanecí callada, y al él levantarse de la mesa con una gran sonrisa dijo. “El que calla otorga.”
Realmente no sabía que responderle, su pregunta me agarró fuera de base, fue cuando mientras estando en casa a solas, me di cuenta de que mi marido deseaba intensamente que lo coronase, o como dicen que le pusiera los cuernos.
Al principio aceptar eso me costó algo de trabajo, pero de momento me entró una especie de soberbia y me dije a mi misma. “Si él quiere cuernos, tendrá cuernos, y bien grandes.”
Pero una cosa es decirlo y otra hacerlo, además en mi caso, eso nunca había pasado por mi mente hasta esos momentos, digo de manera seria, si había fantaseado en una ocasión con un salvavidas del club, pero como ya les dije nada serio.
Por suerte el tema mi marido no lo volvió a tocar, pero ese fin de semana, cuando salimos a bailar con unas amistades, mi marido se le ocurrió que fuéramos a un negocio del que yo nunca había escuchado hablar, además está ubicado fuera de la ciudad.
Nuestras amistades lo pasaban de lo más bien, pero de momento mi esposo me preguntó cuando me atrevería a montarle los cuernos, eso me puso algo ansiosa, y para bajar ese repentino ataque de ansiedad, prácticamente me tomé de un solo trago toda mi bebida, y de inmediato el mozo, sin que yo o mi esposo se lo solicitásemos, me volvió a llenar el vaso.
Lo cierto es que no estoy acostumbrada a beber y menos de esa manera, por lo que al poco rato me sentí ligeramente mareada.
Ya me comenzaba a sentir mejor, cuando nuevamente me volvió a realizar la misma pregunta, lo que nuevamente me produjo bastante ansiedad y nuevamente me bajé mi trago de un solo golpe.
Al poco rato mi marido me sacó a bailar, y fue cuando comencé a sentir algo raro dentro de mí, ya que me di cuenta, de la manera en que algunos hombres me miraban inclusive el mozo.
Eso me hizo sentir diferente, al regresar a la mesa, mi vaso estaba nuevamente lleno, y ya por joder me lo volví a tomar de un solo trago.
En ese mismo instante mi marido vio a unos conocidos nuestros al otro lado de la pista de baile, y de inmediato se fue a saludarlos.
Mientras que a mí después de eso me entraron ganas de ir a orinar, y cuando me dirigía al baño, noté que el mozo me seguía a corta distancia.
Su manera de mirarme me hizo sentir diferente y de momento como si fuera algo incontrolable en mí, justo en la puerta del baño para damas, me quité los pantis frente a él, y con una sonrisa seductora mientras lo miraba.
En cosa de segundos cuando me disponía a cerrar la puerta, el mozo me agarró la mano, me vio de pies a cabeza, como si quisiera desnudarme.
Él suavemente me atrajo hacía su persona, al tiempo que abrió una pequeña puerta al lado del baño de damas, resultó ser una especie de pasillo, tras ambos pasar el mozo cerró esa puerta y de inmediato se aseguró que otra puerta al fina de dicho pasillo estuviera cerrada.
De momento levanté mi falda, y casi de inmediato sentí su cálida mano pegada a mi coño, al tiempo que su boca buscaba la mía, sus besos y caricias en cosa de pocos segundos me hicieron sentir algo que nunca había sentido, y como por arte de magia su verga comenzó a penetrar mi coño.
Para mí fue algo extremadamente excitante, con toda esa gente cercana a nosotros, y mi marido a pocos pasos, mientras que yo dejándome coger por ese perfecto extraño.
Quizás fue la misma excitación, o quien sabe porque, pero a medida que me siguió besando fui sintiendo como su erecto miembro me iba penetrando.
Ni idea tengo cuando tiempo estuvimos teniendo un salvaje sexo nosotros dos, lo que sí sé es que disfruté de un impactante orgasmo, y cuando me di cuenta él ya se estaba retirando, dejando todo mi coño y muslos chorreando su semen.
Como pude, pasé del pequeño pasillo al baño de damas, me lavé, y procuré regresar de inmediato a nuestra mesa, donde mi marido recién regresaba de saludar y charlas con aquellas personas, ignorando todo lo sucedido.
Al tomar asiento a mi lado, mientras me tomaba otro trago pensando como decirle que su deseo se había hecho realidad, sorpresivamente en un tono de vos algo molesto, me volvió a preguntar cuando me atrevería a montarle los cuernos.
En ese instante ya más por soberbia que por querer hacerlo, le respondí. “Está bien ¿Quieres cuernos, pues cuernos tendrás?” y terminándome el trago, me levanté de la mesa y ante su mirada de asombro, bien resuelta me dirigí a la barra.
Al llegar nada más bastó que tomase asiento en uno de los taburetes de la barra, cuando un tipo se me acercó y me invitó a bailar, a los pocos segundos en medio de la pista mientras bailábamos apretadamente un bolero, cometí la indiscreción de decirle, que no tenía puesto nada bajo la falda.
Al principio me dijo que no me creía, y le pregunté si quería corroborarlo que lo hiciera con sus manos, en ese mismo instante sentí una de sus manos que la había metido bajo mi falda, y cuando sus dedos rozaron mi piel, con toda la intención dejé escapar un profundo gemido de placer.
Tras lo cual su rostro se iluminó con una gran sonrisa, mientras que de reojo vi como mi marido nos observaba ansioso desde la mesa, acompañado por nuestras amistades.
Lo siguiente que sucedió fue que el tipo ese me invitó a que lo acompañase a su auto, lo que acepte con una sonrisa, y a medida que nos dirigíamos a la salida del local, su mano la tenía colocada directamente sobre mis nalgas, por lo que a medida que nos dirigíamos a su auto yo iba mostrando mis descubiertas nalgas, sin la menor preocupación.
Y a unos pocos pasos de nosotros, mi marido nos seguía, al llegar al auto, mi acompañante de manera cortes me abrió la puerta trasera de su auto y una vez dentro, antes de que él fuera a decirme algo dirigí mi boca a su verga mientras la extraía de su pantalón con mis propias manos.
Lo primero que hice al tenerla entre mis dedos fue comenzar a pasar mi lengua por su colorado glande, y después de unas cuantas lambetadas, comencé a mamársela, lo que hice con calma al fin y al cabo no deseaba que se viniera de inmediato.
Así que de la misma manera que comencé terminé, separando mi cara de su cuerpo, al tiempo que abría mis piernas y dejaba mi coño a su disposición.
Al levantar mi vista me di cuenta que el cabrón de mi esposo tenía la cara pegada al vidrio, observando en primera fila como ese hombre comenzaba a metérmelo, y yo a moverme bajo él.
Cosa que me excitó tremendamente, podía ver a mi marido observando como la verga de ese tipo entraba y salía una y otra vez de mi coño.
Hasta que mi momentáneo amante, se vino, pero fuera de mi coño entre mis muslos. Tras lo cual, permanecimos un corto rato dentro de su auto, para luego regresar al local.
Donde ya dentro me despedí de él, dándole un fuerte beso, frente a todos en medio de la pista, para luego ir al baño de damas a limpiarme nuevamente, después de lo cual, en lugar de regresar a la mesa con mi esposo y nuestras amistades, regresé a la misma silla en la barra.
El resto de la noche volví a bailar con otros tres hombres, con resultados más o menos similares, al primero se lo mamé en el baño de caballeros.
Mientras que, con el segundo y el tercero, salimos al estacionamiento donde nuevamente usamos los asientos traseros de sus autos como cama.
La diferencia fue que el tercero me lo enterró por el culo, cosa que a mi marido nunca le he dado, todo eso bajo la atenta mirada del cabrón de mi marido, y la sorpresa de nuestras amistades.
Ya estaba cansada y bien apestosa a sexo, tanto que decidí en medio de mi borrachera regresar a la mesa, nuestras amistades se habían marchado, mientras que mi esposo me espera en la mesa, con cara de pocos amigos, pero al yo tomar asiento me preguntó de manera sínica. “¿Ya terminaste de divertirte?”
Lo cierto es que me sentí sumamente ofendida, no tanto por sus palabras, sino por la manera en que me las dijo.
De inmediato le respondí, cosa que él seguramente no se esperaba, ya que la cara de susto que puso al escucharme decirle a toda voz. “Si ya terminé de divertirme con todos esos machos.”
Su respuesta no se hizo esperar, cuando aún bastante asustado trató de que me callase la boca, diciéndome. “Mujer que se van a dar cuenta.”
A lo que sin pérdida de tiempo le volví a responder. “De que se van a dar cuenta, de que tú querías saber que se siente ser cabrón, y que yo te acabo de complacer. No una, ni dos, ni tres veces, sino cuatro veces en una sola noche cabrón.”
Al escucharme mi esposo se quedó sin palabras, por un breve instante, para de inmediato de manera asombrada decirme. “Pero yo nada más conté tres.”
A lo que le respondí, en el mismo tono de voz para que todos escucharan. “Es que no contaste al mozo que fue el primero, cuando me levanté para ir al baño.”
Mi esposo como que se dio cuenta de que todo el mundo nos miraba y nuevamente procurando calmarme me dijo, en un tono de voz baja y de manera bien calmada. “Mejor nos vamos a casa y después seguimos hablando de eso, ¿te parece?”
Yo aun bastante molesta y en el mismo tono de voz que había estado hablando desde el principio, le dije. “Si mejor vámonos, no sea que me comience a picar nuevamente el coño y quiera que algún otro tipo me lo rasque por dentro, para que tú te quedes complacido.”
Mi esposo quería que la tierra se lo tragase, salió tras de mí, sin levantar la mirada del piso, al llegar al auto no dijo una sola palabra y así se quedó hasta que llegamos a casa, yo en el camino me quedé dormida.
Al despertarme él me ayudo a entrar a la casa, me condujo al baño, y aun sin decir una sola palabra me ayudó a desvestir, abrió el agua caliente y me dejó sola en la ducha mientras que yo me aseaba.
Cuando llegué a la cama, apenas me medio sequé y tal como estaba me acosté, no sin antes decirle, por joder le dije. “Si quieres te cuento lo del mozo, porque a los otros tres vistes claramente lo que ellos me hicieron.”
Su única respuesta fue. “¿Si tú quieres, mi amor?” Y de inmediato le conté con lujo de detalles todo lo ocurrido entre el mozo y yo.
Como se me había quedado viendo en la mesa y después cuando me levanté al baño como me había seguido hasta el baño donde yo en toda la puerta me quite los pantis y él de inmediato me condujo a ese pasillo, al tiempo que comenzó a besarme como un desesperado me agarró el coño, haciendo que me sintiera sumamente excitada.
Ya en esos momentos mi esposo había comenzado a introducir su verga dentro de mí, y de manera salvaje me penetraba una y otra vez, al tiempo que yo le seguía contado todas las cosas ocurridas.
Pero desde esa vez, el cabrón de mi marido, no ha vuelto a ni tan siquiera insinuarme más nada sobre el tema de infidelidad.
Ya que yo por mi parte descubrí que ambos disfrutamos mucho más del sexo, cuando le cuento a él, todas las cosas que yo hago con tipos que ni tan siquiera conozco.
Éste ya lo habías publicado, o alguno casi idéntico. ¿Ya se te acabaron las experiencias y la imaginación?
A mi marido le gustaba cogerme y chacualear dentro de mi pepa llena de semen por otro, mientras yo le contaba mi experiencia.
Les gusta ser cornudos, porque lo disfrutan mirando o imaginando lo sucedido cuando se lo platicas. Ahora, 40 años después, le gusta que le mande fotos o videos del encuentro, cuando lo hago fuera de casa, y verlos en las cámaras de seguridad cuando lo hago en casa.
Tantos años de cornudo, y sigue feliz de que otros me hagan el amor.