Recuerdo de una noche
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por hetsepsuth.
Habían pasado cinco días desde nuestro último encuentro. Me sentía nerviosa y excitada pensando en la próxima vez que me encontraría ante Ti, aunque esta vez no sabia cuando podría llegar a producirse ese encuentro. En mi mente se agolpaban las imágenes de aquella última noche y mi cuerpo reaccionaba instintivamente poniéndome cada vez mas caliente.
Sentía como mi coño se empapaba y mi deseo iba creciendo y ese deseo de volver a verte, junto con tu silencio, se estaba convirtiendo en el peor de los tormentos. En estos últimos días el teléfono había estado mudo.
Ni una llamada, ni un correo. Sabía que aquel último día te habías enfadado, era consciente de tu mirada al despedirnos y tus palabras se me clavaban como cuchillos en mi pecho mientras en mis oídos, parecían repetirse una y otra vez. Lo que mas me había dolido no eran las frases que habías pronunciado, sino la forma que tuviste de decirlo, tan calmado, como si no consideraras siquiera que merecía el reconociendo de tu enojo.
– Me has defraudado, perra. Esperaba mucho más de ti.
Cuantas lagrimas derrame aquel día mientras volvía en el coche a casa. Hubo momentos en los que no era capaz de ver la carretera. Solo podía ver Tu imagen ante mí, repitiendo esas palabras y Tu gesto de desprecio al marcharte aquella noche. Subí la escalera llorando, maldiciéndome internamente por no haber confiado en Ti.
Había sido un día normal, como tantos otros dentro de mi rutina laboral. Pero aquella noche si iba a ser distinta. Mi Amo me esperaba. Me habías dicho que tenias una sorpresa para mi y eso me hacia sentir ilusionada durante cada minuto del día. Me habías pedido que me vistiera de una forma especial, y aunque en un principio me había costado bastante encontrar lo que querías, por fin lo había conseguido.
Eran casi las nueve de la noche cuando llegue a casa. Habíamos quedado a las diez y lo cierto es que disponía de muy poco tiempo si quería llegar a la hora acordada. Pero aun así, me di una ducha rápida y me asegure de estar dispuesta como a ti te gustaba. Deje mi pelo suelto cayendo como una cascada por encima de mis hombros, se lo mucho que te gusta jugar con el cuando quieres que mis ojos se levanten hacia tu cara. Me asegure de estar totalmente rasurada para Ti, se que no te gusta encontrar pequeños pelitos cuando compruebas el estado del coño de tu esclava.
Una vez segura de que no te daría ningún motivo para que te enojases por no saber obedecerte, empecé a vestirme para Ti.
Me coloque el liguero que aquella misma tarde había comprado, el cual complemente con unas medias en forma de rejilla. Después empecé a ponerme el corsé. Era un precioso corsé negro con unas cintas atadas en forma de cruz que iban desde el pecho hasta la cintura. Los pechos estaban remarcados en piel con unas varillas que hacían que mis tetas se proyectaran y se vieran mucho más grandes de lo que son.
Complete mi atuendo con una falda negra que aunque no era minifalda, si terminaba solo un poco mas arriba de las rodillas. Y para finalizar me puse los zapatos que Tu me habías regalado. Cada vez que los veo con ese tacón de aguja y observo la forma tan estilizada que dan a mis piernas, no puedo evitar sentirme la mayor de las putas para Ti. Antes de salir de casa cogí una torerita negra por si la noche refrescaba. ¿Recuerdas Amo como estaba aquella noche al aparecer ante Ti?
El principio de la velada fue maravilloso y se completo sin incidentes. Pese a mi miedo por si tenia que hacerte esperar y eso te hacia enojar, lo cierto es que llegue bastante puntual a nuestra cita. Mientras nos dirigíamos al restaurante para la cena, tus manos no se apartaban de mi cuerpo. Tocabas mis pechos por encima del corsé, haciendo que mis pezones se pusieran cada vez más duros. De vez en cuando, tu mano bajaba distraídamente hacia mi coño acariciándolo y haciendo que mi deseo se intensificara. Cuando tus labios rozaban los míos mientras tenias el coche parado en un semáforo, un suspiro de deseo incontrolado se escapa de mi garganta.
Cada vez tenía mas ganas de Ti, de tocarte, de sentirte, de ser tuya de nuevo. Cada poro de mi piel gritaba de deseo y de ansia esperando una caricia mas prolongada, un mayor contacto de tu cuerpo, tus manos o tus labios y Tu que me observabas disimuladamente, te dabas cuenta de esos pensamientos y una sonrisa se habría paso entre tus labios.
La cena transcurrió de modo normal. Cualquiera que se hubiera fijado en detalle en nosotros, solo hubiera visto una pareja normal de amigos que están disfrutando de una cena amena y entretenida. Pero lo que nadie, exceptuando nosotros mismos podía advertir, era el deseo en nuestro ojos y el leve estremecimiento que se producía cada vez que nuestras manos se rozaban por encima del mantel. Yo estaba nerviosa, impaciente, deseando saber cual era la sorpresa que me habías anunciado.
Pero Tú, como siempre, te mantenías impertérrito y no conseguí averiguar nada. Cuando el camarero trajo los postres deslizaste debajo de la servilleta una pequeña caja. Me lo pasaste y me dijiste:
– Ve al lavabo y póntelo.
No se me ocurrió replicarte. No me pare a pensar que era lo que llevaba la caja. Como una autómata me vi cogiendo el paquete, levantándome de la mesa y dirigiéndome al servicio. Cuando la chica que había lavándose las manos salio, y estando ya sola lo abrí. No me podía creer lo que mis ojos veían. Dentro de la caja había un precioso collar en cuero y oro. La emoción me embargo. Me sentía como una niña a la que le entregan el regalo más precioso.
Sabía perfectamente lo que significaba ese obsequio. Por fin me habías aceptado como tu esclava. Ya no era solamente una aprendiza o una prueba. A partir de ese momento Tú ibas a ser mi único Dueño y la felicidad que sentí en esos segundos creo que es muy difícil de explicar.
Salí del servicio con el collar puesto. Te sonreíste al verme acercarme y poniéndote en pie me besaste apasionadamente. La gente del restaurante nos miro unos segundos, pero creo que a ninguno de los dos nos importo en ese momento. En ese minuto solo nosotros existíamos y nuestro universo se reducía a nuestros cuerpos abrazados y nuestras bocas unidas con nuestras lenguas jugueteando.
Terminado el café salimos a la calle. Hacia un poco de frió, se notaba que el invierno empezaba a asomar, sobre todo durante las horas de la noche. Al subir al coche sacaste de la guantera un precioso pañuelo de seda negra y con el me vendaste los ojos. Por unos segundos al no ver nada me asuste. Pero al notar mi estremecimiento tu voz sonó calida y reconfortante:
– Tranquila perrita. Confía en mí. Te va a gustar la sorpresa. La noche no ha hecho más que empezar.
No sabría decir los minutos que duro el trayecto. De vez en cuando tus manos acariciaban mis pechos, mi cuello, mi cara o mi coño, y yo, volvía a estar cada vez mas excitada. Notaba como me iba humedeciendo por momentos y como mis flujos empezaban a bajar por mis muslos. Eso siempre te ha gustado Amo, el que tu esclava este siempre caliente por Ti, es una de las cosas que mas disfrutas. ¿Verdad Amo?
El coche se paro. Me ayudaste a bajar y me agarraste fuerte de la cintura para ayudarme a caminar los metros que nos separaban de nuestro destino. Pude escuchar el sonido de un timbre y una puerta al abrirse. Después note como me cojías del brazo y me ayudabas a entrar. No sabia exactamente donde me encontraba, pero pude distinguir algunas voces hablando entre si. Caminamos muy poco como por una especie de pasillo y después me indicaste que habia una pequeña escalera. De nuevo me ayudaste a subirla. Yo me sentia tremendamente protegida entre tus brazos y una parte de mi, no deseaba que me soltaras jamas.
Cuando me quitaste la venda me encontraba en el centro de una habitación. No era muy grande, pero jamas pense que pudiera haber una mazmorra mejor equipada. Toda la habitación estaba recubierta de una decoración imitando a la piedra lo que le daba un aspecto impresionante. Del techo colgaban un monton de cadenas de distintos tamaños sujetas a diversos tipos de cabestrantes. Habia una cruz de San Andres en el lado izquierdo. También en el lado izquierdo pero un poco más alejado de la entrada había un sillón de alto respaldo con unas correas que salían de la zona de brazos y piernas.
En el centro de la habitación se veía un potro de no más de un metro de alto. En el lado derecho, al fondo, había una especie de jaula echa a base de correas. También al fondo, pero en el centro, se veía una rueda con un montón de correas que salían en todas direcciones. Recuerdo que pensé, -¡y eso tan raro, ¿para que servirá?!- bueno, no tardaría mucho rato en saberlo, ¿Verdad, Amo?……jajajaaaaa
Tu mirada era divertida mientras me veías observar la habitación. Te hacia gracia el que fuera señalando los distintos aparatos que había y te mirara con aire interrogativo, preguntándote solo con la mirada ¿los vamos a usar?. Sabias perfectamente como me sentía en ese momento, Tú siempre has tenido la habilidad de poder ver en lo más profundo de mi mente. Entonces la puerta se cerró dejándonos a los dos solos en la habitación.
– Desnúdate puta. Tu Amo desea ver bien el cuerpo de su zorra.
Me quite el corsé y la falda. Me había dejado puestos el liguero, las medias y los zapatos. Te mire para ver si tu deseo era que me los quitara también, pero una indicación de tu cabeza me dio a entender que preferías que me los dejara puestos.
Empezamos la sesión. Me colocaste en la cruz de espaldas a Ti. Mis manos, brazos y piernas estaban sujetos por las correas. Cogiste el gato y empezaste suavemente azotando mi espalda y mi culo con el. Primero los impactos eran suaves, después la intensidad fue subiendo. Cada diez latigazos parabas, te acercabas a mi y tus uñas recorrían suavemente mi piel, produciéndome un estremecimiento de todo mi cuerpo, mientras me ibas diciendo al oído que deseabas saber lo perra que estaba dispuesta a ser para Ti.
Me abrías dado unos cincuenta cuando me soltaste. Me pusiste a tus pies y me ordenaste besar y lamer tanto tus pies, como tus rodillas.
– Bien zorra. Así, como una autentica perra.
Me cogiste del pelo y a cuatro patas me llevaste hasta la rueda. Mis pies estaban encima de la plataforma y ataste primero mi pecho con el peto de protección y después mis brazos y piernas. Creo que nunca he sentido tantas correas abrazando mi cuerpo. Cogiste la fusta y empezaste a dar pequeños golpes en mis pezones que cada vez estaban más tiesos. De vez en cuando parabas y acercabas un pequeño cubito de hielo. La sensación que me producía el roce del hielo, que ibas combinado poco después con tu lengua pasando sobre ellos, era una sensación de tortura y placer, que me hacia empaparme cada vez mas.
Pasaste también la fusta por el coño, dando pequeños golpecitos muy suaves sobre el clítoris. El jugo de mi coño empezó a caer en pequeñas gotitas sobre el suelo de la habitación. Me sentía tan guarra y tan puta en esos instantes. Pero eso era lo que tú deseabas de tu esclava, que estuviera así para Ti.
Después de un rato que se me hizo eterno por las ganas que tenia de poder sentir tu polla en mi boca o en mi coño, me bajaste y me llevaste al sillón. Allí, inmovilizaste mi cabeza y torso atándolo a ese respaldo tan recto. Separaste mis piernas atándolas a cada uno de los extremos de las patas y mis brazos los sujetaste mediante las correas a los lados. Tu mano empezó de nuevo a acariciarme primero el cuello, bajaste después hacia mis tetas recreándote largo rato en los pezones, en algunos momentos dabas pequeños mordisquitos que hacían que los suspiros se escaparan de mi garganta. Luego tu mano bajo hasta mi coño.
Empezaste a acariciarlo suavemente, muy despacio, recreándote en cada caricia y en cada suspiro de deseo que escapaba de mi boca. Después cogiste el clítoris entre tus dedos apretándolo y estirándolo ligeramente. Mi deseo era casi irrefrenable. Me moría de ganas de correrme, todo mi cuerpo necesitaba y ansiaba esa liberación. Pero no seria tan fácil, Tú querías que tu perra te lo suplicara y así lo hice, una y otra vez.
– Amo por favor, te lo ruego, te lo imploro, te lo suplico. Permite que esta puta zorra se pueda correr para Ti. Amo no puedo más.
Pero Tú me mirabas y muy bajito me decías al oído:
– No es suficiente puta. No lo pides bien. Además, aun puedes aguantar un poco más por mí.
Mi cuerpo parecía transformado. No sabría decir de donde salían tantos deseos y sensaciones. Lo único que en ese momento me importaba era mi propio deseo de complacerte. Quería decirlo mejor, pero no me salía. Deseaba aguantar por Ti, pero ya no podía más. Mi necesidad de liberar todo ese deseo y tensión era tan grande que mi cuerpo empezó a convulsionarse ligeramente. Y entonces, obtuve Tu permiso:
– Bien perra, córrete. Pero quiero que lo vayas sintiendo poco a poco. Nota como va creciendo en tu interior hasta llegar a explotar. Córrete para Tu Amo, puta.
Empecé a correrme como una loca. Una tras otra las oleadas de placer inundaban todo mi cuerpo. Si no fuera por las cuerdas, creo que mi cuerpo se hubiera arqueado totalmente como parte de la liberación que estaba experimentando. Seguiste acariciándome y me corrí otra vez de una forma loca y salvaje hasta quedar totalmente agotada. Después estuviste largo rato acariciando mi cara y besándome mientras me decías lo contento y agradecido que estabas por la entrega que te había echo.
Cuando viste que ya estaba un poco más recuperada me llevaste hasta el potro. Me ataste con los brazos en los lados y hacia abajo. Sujetaste mi cuerpo con una cinta sobre la zona de los riñones y ataste mis piernas a los laterales dejándome totalmente abierta. Pasaste una mano por mi coño mientras me decías:
– Ves zorrita, ahora ya estas mas calmada. Esto es lo que necesitáis las perras, que os dejen satisfechas de vez en cuando.
Cogiste un poco de hielo y lo colocaste sobre mi espalda. La sensación que me produjo el hielo sobre la espalda caliente por los latigazos hizo que se me erizara todo el vello del cuerpo. Dejaste el cubito de hielo apoyado ahí y empecé a notar como pequeñas gotas de cera caían alrededor. Es difícil describir esa sensación Amo. El calor y el frió juntos en tan minúsculo espacio de piel crean un contraste tan difícil de explicar, pero a la vez tan excitante. Te colocaste enfrente mió. Bajaste tus pantalones y tu polla salio casi disparada del slip por la excitación que tenias.
Agarraste mi pelo y haciéndome abrir la boca, metiste toda tu polla en ella. Empezaste a follar mi boca salvajemente. En cada nueva embestida notaba como tus huevos rebotaban sobre mi barbilla. Empecé a sentir ligeras arcadas pero aun así, no quería, no podía dejar que pararas. Necesitaba sentir tu polla horadando mi boca y ansiaba recibir el premio de tu leche cayendo por mi garganta. Tu deseo era ya inmenso, tu excitación se había echo tan profunda que tu cuerpo necesitaba también la liberación del orgasmo. Note como te iba llegando, tu polla empezó a crecer de manera descomunal y toda tú leche salio disparada hacia el fondo de mi garganta.
– Ves puta, cuando te portas bien tu Amo te premia.- me dijiste. – Por hoy creo que ya has probado suficientes sensaciones, puta. Así la próxima vez tendrás aun curiosidad por el resto de aparatos.- Y te echaste a reír.
Mientras nos vestíamos me ibas diciendo lo feliz que te sentías y lo contento que estabas de la esclava que tenias y eso hacia que me sintiera muy orgullosa. Salimos de la sala y ahora me pude fijar en el resto del local. Había una barra en el lado izquierdo y unas pequeñas mesas en el lado derecho y al fondo. Estaba bastante vació, quizás por la hora, eran casi las 4 de la mañana o quizás porque entre semana la gente no suele salir tanto. Nos acercamos a la barra y pedimos algo para beber. Estábamos hablando tranquilamente sentados a una de las mesas, cuando se acerco un hombre a nosotros. Su estatura era bastante normal, complexión fuerte y tenia el pelo negro y largo recogido en una coleta. No sabría especificar la edad exacta, pero quizás rondaría los 40 años.
Empezó a hablar contigo. Una conversación fugaz y sin importancia en un principio. Las típicas preguntas sobre el tiempo que llevas practicando la Dominación y sobre tu forma de verlo y sentirlo. Entonces pareció reparar en mí. Te pregunto si yo era tu esclava y le contestaste afirmativamente. Comenzó por felicitarte, para después empezar a preguntarte cosas acerca de mí. Quería saber mis limites, si me habías cedido alguna vez y otras preguntas que muy bien no recuerdo en este momento. No me gustaba aquella persona, pero aun así, sabes Amo que me mantuve callada por respeto hacia Ti. Cuando te pregunto si podía examinarme, y vi tu sonrisa, me di cuenta de que aquel juego te excitaba. Se lo muy orgulloso que estas de nosotras, pero no pude contenerme.
Se perfectamente que no hubieras permitido que la situación pasara de ahí, se que si en algún momento hubiera insinuado algo mas hubieras dicho directamente que no. Pero Amo, no me pare a pensar. Reconozco que la impulsividad que tanto te gusta en otras ocasiones en este momento fue un error, pero no pude evitar reaccionar así. Cuando sus manos se dirigieron hacia mis pechos, me aparte instintivamente y de mi boca salio esa sola palabra.
-¡¡¡NO!!!
Me aleje en dirección a la barra tratando inconscientemente de protegerme. Te vi hablando con el y poco después llegaste a mi lado, me diste la chaqueta y salimos del local. Durante todo el camino hasta el coche y en todo el trayecto hasta donde yo tenía aparcado el mió no hablaste. Cada vez que yo decía o comentaba algo solamente inclinabas tu cabeza en señal de asentimiento o de negación. Cuando estuvimos ante la puerta, solamente un “buenas noches” fue tu despedida, junto con aquella frase que no hago más que repetir en mi mente durante todos estos días. Aquel había sido un triste final para una noche que se había iniciado tan maravillosamente. Pero te lo juro Amo, no pensé. No quise defraudarte. Solo deseo de todo corazón tu perdón y que me permitas seguir siendo tu esclava, tu perra.
El teléfono esta sonando, mi corazón da un vuelco y casi se me cae al intentar cogerlo. Casi no puedo hablar, la emoción me embarga porque veo que me has perdonado. Tu numero se refleja en la pantalla y creo que jamás me he sentido mas feliz y tan esclava como al oír por fin Tu voz.
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