Relato en…
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Narradorsintabues.
Hola lectores.
Hace unas semanas, acogí a una prostituta preñada como mi sumisa.
Ella tiene 18 años, dió a luz al bebé y lo regaló a una pareja.
Conocidos míos.
Buenas personas.
Esta sumisa, es bella.
Cabello negro, largo y fino.
Rostro cuadrado con ojos rasgados negros.
Piel morena y suave.
Estatura baja y delgada.
145 cm y 30 kilos.
Pechos naturales, realmente grandes para su contextura.
Sus pechos están constantemente produciendo leche, por lo que yo, y mis 2 hijas (22 y 24 años) estamos bebiendo de ella constantemente.
Por lo que sé, si mi sumisa mantiene una buena alimentación y constantemente, día a día, consumimos su leche, ella podrá mantener la lactancia por años.
Espero no equivocarme.
Mi hogar es modesto, a base de madera y construido por mis propias manos y esfuerzo.
En el exterior se aprecia lindas terminaciones en puertas y ventanas.
Es pequeña, y sin paredes o muros divisorios.
Quiero decir que las habitaciones y cocina es planta libre.
No me falta dinero, solo es que me agrada las cosas simples.
Además así no existe intimidad en el interior, es más, el baño está en el exterior de mi casa.
Lavarse y otras necesidades es totalmente al aire libre, especialmente pensado para mirones.
Reconozco que es un problema durante los días helados, pero compensa bastante bien durante los días calurosos de verano.
Bueno, estoy divagando.
Para resumir sobre mí y mis hijas.
Soy hombre, 38 años, complexión normal, bisexual, practico incesto, zoofilia y BDSM.
Mi pene, 19 cm aproximadamente y grosor unos 4 o 5 cm.
He sido sumiso y dominante.
Al igual que mis hijas.
De niño fui estimulado sexualmente por mi madre.
Todo empezó (según ella) desde que que era bebé.
Ella me vendió a un hombre (vecino) como putito a mis 12 años.
Así empecé en la prostitución y sumisión.
Mis hijas, al igual que hizo mi madre conmigo, las estimulé de muy niñas sexualmente y las introduje en la prostitución tempranamente.
Mi sumisa la adoro, tiene una capacidad innata para la sumisión.
Acepta cualquier orden y obedece sin titubeos.
Su umbral de dolor es bajo y es capaz de tener orgasmos con el masoquismo.
Mi preferencia es suspenderla de sus brazos, con sogas, a una altura en que apenas puede apoyar los dedos de sus pies.
Contemplarla durante varios minutos mientras su rostro de dolor va gradualmente cambiando a una mueca de alivio.
Alivio por estar suspendida tanto tiempo que sus nervios y musculatura se adormecen.
Entonces, en ese momento, utilizo otra soga para estrangular sus enormes tetas rebosante de leche.
Sus negros y grandes pezones expulsa leche a presión en un delgado hilo.
Sus tetas empiezan a cambiar de color.
Entonces me acomodo a su espalda y embisto su ano con fuerza.
Lo gozo.
La sensación de poder y dominación es abrumador.
Ella queda suspendida de sus brazos atadas al techo y yo levanto su cola para quedar cómodo mientras la penetro analmente, intentando de provocar un intenso dolor.
Con ambas manos masajeo sus enormes y estranguladas tetas que para entonces tienen un color rojo enfermizo.
Como mis manos están ocupadas en sus tetas.
Parte de su cuerpo reposa en mi verga, la cual está totalmente en el interior de sus entrañas.
Sus piernas cuelgan sin fuerzas y siguen el ritmo de mis embestidas.
Mi sumisa no para de gritar por el intenso dolor que recorre su cuerpo.
Tetas, brazos, ano.
Durante 15 o 20 minutos tardo en eyacular todo mi semen en sus entrañas.
Durante ese instante aprieto fuertemente mis manos las cuales sujetan sus tetas.
Mi sumisa llega al orgasmo casi un instante antes de orinar mis piernas y las suyas.
En un solo movimiento rápido y fluido, retiro mi verga de su ano y ella vuelve a estar suspendida de sus brazos.
Desato la soga con un solo tirón de esta, y mi sumisa cae pesadamente al suelo.
Queda tirada sin fuerzas, su entrepierna sucia con sus jugos vaginales y orina.
Su ano expulsa algo de mi semen y porqueria.
La dejo descansar.
Es una imagen espectacular, acerco mi pie derecho a sus labios, mi sumisa empieza a lamer y besar.
Entre gritos y gemidos, mis hijas despertaron.
No sé cuánto tiempo estuvieron observándonos.
Aunque fue suficiente para comenzar hacer el amor entre ellas.
Amor de hermanas.
Las observó mientras mi hija mayor se coloca como perra y mi hija menor lame su ano y vagina, ella adopta la misma postura mostrándome, invitándome.
Abre sus nalgas y espera pacientemente mientras lame el ano de mi hija mayor.
Ambas los disfrutan, yo observo unos minutos mientras mi sumisa besa mis pies.
Mi verga comienza a endurecerse y excitarse.
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