SECUESTRO Y VIOLACION (PARTE II "ella")
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Sire.
Entré en mi casa e hice mis labores como una auténtica autómata. Llegó mi marido, cenamos, y nos pusimos a ver la TV. Notó que algo me pasaba…me preguntó…”Que te pasa?” .”No, nada…¿por qué?”…”Estás rara”…me dijo. Y tan rara que estaba, como que estaba sin estar, miraba la TV pero no la veía. Estaba deseando quedarme sola para poder pensar en todo aquello. Deseaba que nadie me interrumpiera con sus preguntas, para poder concentrarme, para poder analizarlo todo, para poder discernir todo lo que pensaba, lo que sentía. Me quedé sola al cabo de un buen rato y me sentí aliviada. Pero seguía igual de aturdida. Lo que más me preocupaba, lo que más miedo me daba, era que no le estaba dando la importancia que se merecía a lo que me acababa de pasar. Me refiero a que, casi no pensaba en el secuestro, en el momento en el que abrí la puerta y se abalanzó sobre mí. Casi no me importaba aquello…casi no le dedicaba mis pensamientos y, en cambio, mi mente no dejaba de pensar en todo lo que viví sobre aquella cama…en todo lo que sentí…algo tan desconocido para mi, tan nuevo. Me preocupaba enormemente que no tuviera la rabia contra ese hombre que se supone debería tenerle .Intenté, mentalmente, como forzar una especie de rabia contra él…intentaba encontrar esa rabia dentro de mí, focalizarla contra él…pero no podía, no la encontraba…no conseguía encontrar rastro de ella. Y eso era lo que me tenía absolutamente desconcertada; me tenía muy seriamente preocupada. Estaba sufriendo una especie de Síndrome de Estocolmo; algo que antes me resultaba totalmente inexplicable que alguien pudiera sentir ante su secuestrador.
Cuando miré el reloj eran casi las tres de la madrugada…llevaba allí sentada casi tres horas y seguía igual de absorta, obnubilada. Mi “yo” se había dividido en dos. Una parte de mi que trataba de reunir fuerzas para rechazar absolutamente su comportamiento, y mi otro “yo” que se recreaba en el recuerdo de su cuerpo desnudo encima del mío…que se recreaba en sus embestidas que me llegaban al fondo de mi ser…un “yo” que se recreaba en el deseo que sentí tan profundo de acoger dentro de mi cada una de esas embestidas…fuertes, profundas, posesivas…
Subí a mi habitación y me desnudé sin encender la luz, a oscuras…mi marido dormía profundamente y no quería despertarlo. Cuando hice ademán de quitarme las bragas, me di cuenta de que no llevaba, de que me las había arrancado aquel hombre…aquel demonio. Solo de verme sin bragas, y de revivir el momento, me mojé…me mojé y se me aceleró el pulso sobre manera. No podía entender lo que me pasaba…casi tenía ganas de llorar…me repudiaba a mi misma por sentir aquello…pero lo sentía, y me había mojado toda. Me puse una camiseta para dormir y me metí en la cama. En la oscuridad, en el silencio de la noche, cuando una está a solas consigo misma de la manera más íntima que se puede estar, todas las sensaciones se potencian…todos los sentidos están alerta, muy despiertos, muy sensibles, y mi “yo” salvaje, voluptuoso, le ganó la batalla a mi yo racional, a mi “yo” sensato. Y reviví, lo reviví paso a paso, segundo a segundo…lo reviví todo…empapada, recreándome en notar cómo me estaba mojando…casi como intentando forzar a mi cuerpo para que “fabricara” más flujo…pasando mi mano por mi coño para notarlo más y más mojado…abandonada completamente a eso…la palma de mi mano estaba empapada…y me la pasaba por mi labios, la recorría con mi lengua…disfrutando de hacerlo… cuando lo hacía imaginaba que estaba Él delante…mirándome….estaba como loca de caliente, de puro deseo. Me masturbé más de una vez esa noche…intentando disimular mis gemidos de placer, ahogándolos en la almohada.
Casi no dormí en toda la noche…y a la única conclusión que llegué era que, como me conocía a mí misma, no iba a poder renunciar a aquel placer…no iba a poder hacerlo…no iba a poder ser capaz de renunciar…estaba condenada a ponerme a disposición de mi “hombre-demonio”, en cuanto Él me lo pidiera y cuantas veces quisiera….estaba completamente condenada a ello, sin remedio.
Pasé los siguientes días que, cada vez que sonaba el teléfono, corría como una loca con la esperanza que fuera un número que no tuviera en mi lista de contactos, un número desconocido, privado…algo que me dijera que podría ser Él…pero nada…no recibía su llamada.
Habían pasado varios días, y volví de nuevo a mi compra. Estaba cargando el coche en el parking del hipermercado, cuando sonó el teléfono. Lo busqué en mi bolso sin esperar ninguna llamada especial…y era un número privado.
-Hola.- reconocí su voz
-Hola.- le contesté nerviosa
– ¿Cómo estás?.-
– Bien, estoy bien…gracias.-
¿Estás muy enfadada conmigo?.- me dijo
-No….inexplicablemente, no.-
-Me alegro…me alegro mucho…estaba muy preocupado…estos días he estado muy preocupado por ti, por cómo te sentirías…por lo que pensarías de mi…
– Bueno, supongo que es lo mínimo…que estuvieras preocupado…no?- le dije.
-Si, por supuesto.
-Necesito hablar contigo, necesito explicarte…
-Ya estamos hablando,- le dije
-No, necesito hablar contigo cara a cara…esta tarde a las seis estaré en el mismo sitio en el que te dejé. Esperaré solo unos minutos, por si decides no ir…pero me gustaría que fueras; necesito hablar contigo.
– Me lo pensaré….ya veré…
-Lo entiendo…pero espero que vayas…bueno, un beso…y te espero esta tarde.
-Adiós.- le dije…y colgué.
Pasé el resto del día cambiando de opinión. Había momentos en los que pensaba que estaba loca si iba…pero otros momentos tenía más que claro que iba a ir.
Faltando un par de minutos para las seis, salí de casa en dirección a donde habíamos quedado. Pude ver a unos metros un coche que, de repente, encendió las luces como para iluminarme el camino. Había bajado tan aturdida aquel día que ni siquiera logré acordarme del coche al volverlo a ver.
Abrí la puerta y me senté.
– Hola…¿Cómo estás?.- Me dijo
– Bien, estoy bien.-
– Me alegro mucho de que hayas venido…necesitaba explicarme ante ti.
No llevaba el pasamontañas y pude, por fin, verle la cara. Era de una fisonomía normal, no era feo, ni especialmente guapo, pero desde luego no me disgustó en absoluto.
Arrancó el coche y salimos de la urbanización, recorriendo caminos solitarios. Iba hablándome…intentando explicarse…intentando explicar su comportamiento. Me habló de los dos años que llevaba espiándome, siguiéndome, imaginándome…soñándome. Se notaba que realmente había estado preocupado por mi…por cómo me habría afectado todo aquello.
Tenía una voz realmente bonita, embriagadora. Hablaba despacio, sin levantar la voz, con mucha seguridad. Yo escuchaba y apenas decía nada…casi no decía nada….solo escuchaba. Me sentía cómoda escuchándole.
Al cabo de unos 20 minutos de estar dando vueltas, paró delante de una casa.
-Es tu casa? .- le pregunté
– Si…-
Bajó del coche y bajé yo…esperó que yo le diera la vuelta al coche y me pusiera a su altura; me cogió de la mano y entramos en su casa.
Nada más cerrar la puerta, me empotró literalmente contra la puerta y me beso en la boca. Estaba aprisionada entre la puerta y su cuerpo…besándonos muy apasionadamente. Mientras me besaba, me cogía con su mano izquierda del pelo de la nuca, como para mantener mi boca en la posición idónea para besarme. No me resistí en absoluto…todo lo contrario, yo abría la boca para que entrara su lengua y se enredara en la mía. Bajó su mano derecha, la metió por debajo de mi falda y la metió dentro de mis bragas…que maravilla fue aquello…que maravilla fue estar con su lengua metida dentro de mi boca, y su mano dentro de mis bragas, empotrada de aquella manera, sin poder moverme, con su cuerpo pegado al mío…manoseando todo el coño, a su antojo, sin ninguna resistencia por mi parte…dejándole hacer lo que deseara, lo que quisiera. Estaba loca de deseo, loca de morbo, de placer…estaba completamente abandonada a la situación, abandonada a sus deseos…a sus antojos…totalmente dispuesta para Él.
De repente sacó la mano, me cogió de la mano, y me llevó, casi arrastras, hasta la habitación. Vi por primera vez aquella habitación; aún colgaban de las patas de la cama, las cuerdas con las que me había atado las piernas.
Se sentó a los pies de la cama, y yo hice ademán de sentarme a su lado, pero me lo impidió…me cogió por las caderas con sus manos, y me puso de pié, con mis pies entre los suyos, entre sus piernas abiertas, delante de Él.
Volvió a meter su mano por debajo de mi falda y siguió manoseándome el coño.
– Súbete la falda hasta la cintura.- me dijo.
Me subí, sin dudarlo ni por un momento, la falda hasta la cintura y la sujetaba con mis propias manos. Me bajó las bragas justo por debajo de mi coño…medio bajadas. Qué maravilla verme a mí misma, subiéndome la falda y sujetándomela yo misma para El, mostrándole mi coño, entregada, dócil, muy dócil, deseosa como nunca antes lo había estado…dispuesta para Él.
Me besaba mi pubis, mis pelitos empapados, me besaba mis labios vaginales que asomaban incipientes entre mis piernas…me los lamía…Estaba empapada; yo misma podía oler mi propio olor a hembra en celo; la hembra elegida por el macho dominante; la hembra sometida al macho dominante, como los animales….dispuesta para Él. Estaba tan empapada que incluso llegué a sentir cierto pudor, cierta vergüenza…pero al mismo tiempo me gustaba; me gustaba hacerle ese tipo de demostración de verdadera hembra suya, dispuesta….en todo su esplendor de hembra.
A punto de llegar al orgasmo más maravilloso que pudiera imaginar, paró y me dijo…
-Desnúdate.-
Me quedé desnuda delante de Él y me ordenó que me arrodillara.
Me arrodillé entre sus piernas, desnuda. Con su mano hizo que agachara la cabeza, como en señal de respeto, de sometimiento. Se levantó y me esposó mis manos a la espalda.
Que indescriptible sensación tuve de verme a mí misma así…desnuda, arrodillada, esposada; que sensación tan maravillosa de abandono, de perdición, de sentirme completamente en sus manos. Me rodeó con sus brazos y empezó a susurrarme. Me rozaba con sus labios el lóbulo de mi oreja, y con esa voz tan embriagadora me decía que quería que fuera suya, para siempre suya…que quería mi cuerpo, pero mucho más importante que eso…quería mi alma. Aquellas palabras susurradas con aquella voz me hicieron comprender, definitivamente, que iba a ser suya…y me sentía tremendamente feliz de pensarlo. Aquella voz se apoderaba completamente de mi…de mi voluntad…me usurpaba por completo mi voluntad. Me transmitía tanta seguridad, tanta confianza, tanto abandono de mi misma para entregarme a Él…
“.- Te quiero para mi…te quiero en cuerpo y alma para mí. Yo me ocuparé de ti, me responsabilizaré de ti; de tu cuidado, de tu protección, de tu seguridad, de tu educación. Quiero tu compromiso, al igual que yo te daré el mío, con todo esto que te estoy diciendo. Si decides que sigamos adelante, ya no habrá marcha atrás…y a partir de ese momento cumplirás con tu compromiso conmigo. Te recompensaré tu entrega, en cuerpo y alma, de muchas formas; con placer, ternura, apoyándote…pero también tendrás castigos por los incumplimientos que puedas tener…castigos merecidos..- “me dijo entre susurros.
Asentí con la cabeza, y apenas pude decir…”si”.
Me levantó y me ató a la cama, boca arriba, atada en cruz, las manos a cada una de las patas del cabezal, y las piernas a las de los pies de la cama. Y me usó como quiso, como consideró oportuno. Hizo uso de su hembra, como es su derecho, y yo había puesto mi cuerpo a su entera disposición, como es mi obligación…bendita obligación. Se derramó dentro de mi… y aquello fue la gloria…me sentía, con el placer que me había dado y su leche inundando mi coño…guardándola dentro de mi coño como un tesoro, literalmente en el cielo.
Nos habíamos comprometido ambos, el uno con el otro, Él como mi Dueño, mi Señor, y yo como esclava, como Su pertenecía, Su perra, pero también Su amor.
Quedábamos todas las semanas que nos era posible; que eran casi todas. Al cabo de unas cuantas semanas, habíamos quedado una tarde más. Cuando llegué a su casa, me dijo…
”Hoy será un día especial…”
“y eso, Señor?” Le pregunté.
“Hoy te marcaré, perrita”… me dijo.
De nuevo estaba desnuda tumbada en la cama, en cruz. Estaba esperando ser marcada, marcada al fuego…marcada con sus iniciales grabadas al fuego sobre mi piel.
-Esto te va a doler, mi amor…pero es necesario…es absolutamente necesario.
Separó con sus dedos los pelos de mi pubis…como buscando una pequeña superficie entre ellos, donde grabarme Su marca. Me depiló unos cuantos pelitos, hasta dejar una pequeña superficie de piel depilada. Era una pequeña superficie, que luego, al quitar Sus dedos, se tapaba con el resto de mis pelitos. Calentó una aguja…la calentó hasta que la punta se puso al rojo vivo. Y como un pintor puntillista, iba, punto a punto, haciéndome quemadura tras quemadura, hasta conformar sus dos iniciales. Me dolió, cada quemadura era realmente dolorosa…pero al mismo tiempo, estaba desbordante de felicidad. Me sentí plena…esa es la palabra justa…plena…plena con aquella marca de propiedad, de pertenencia a mi “hombre-Dios”…el que le estaba dando sentido a mi vida…el que con Su luz, desde entonces ilumina mi camino.
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