sesión con mi AMO
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Nalú{S}.
La lluvia me sorprendió cuando me encontraba a mitad de camino. Caía con gran intensidad y los limpias a penas daban abasto. Paré a un lado cuando acabé de atravesar el pueblo y una vez más comprobé el croquis dibujado en el papel. A mi derecha vi el camino y rápidamente comprendí q no podría ir en coche. ¿Quien iba a imaginar que se pondría a llover? No llevaba ni un paraguas, ni nada con lo q poder taparme. Llegaría calada a mi cita, pero eso era mejor que no presentarme, Él nunca me lo perdonaría.
Salí del coche y comencé a andar por un camino de piedras. Según las indicaciones, la cabaña debería estar a unos 10 minutos de allí. Al poco empecé a notar, cómo toda mi ropa mojada se pegaba al cuerpo. Sólo llevaba un vestido corto de tirantes, que parecía más bien un camisón. La orden había sido muy clara; nada de ropa interior.
No tardé demasiado en llegar. La puerta estaba entreabierta y del interior salía una luz débil como de una vela. Me dirigí hacia ella con la esperanza de que aun tardase algo en llegar, tal vez me diese tiempo a arreglarme un poco. Pero al instante oí el ruido de la puerta al cerrarse, seguido del clic de un zippo. Me giré muy despacio, mientras cierto temor se iba reflejando en mi cara. Apenas me atrevía a levantar la mirada del suelo, cuando le vi. Sentado al fondo, en penumbra y con su cigarro en la mano.
Dejé que sus ojos recorrieran mi cuerpo creyendo que lo que estaba viendo no sería de su agrado. Mi pelo caía empapado a los lados de la cara y el maquillaje estaba corrido. Su mirada se detuvo a la altura de mis tetas, viendo como se marcaban mis pezones en el vestido, completamente pegado al cuerpo. En el suelo, un charco de agua se había formado a mis pies.
Tenía la sensación de ser una especie de caricatura y esperé impaciente a que me dijera algo, aunque temía que eso que iba a decir fuese que me marchase a casa. Sin embargo, después de dar una profunda calada a su cigarro, casi en un susurro, le oí decir que estaba preciosa.
Junto a El, había una gran mesa de madera maciza. Sólo con una mirada, me indicó que fuera hacia ella. Yo obedecí, algo más tranquila de no verle decepcionado, pero el frío y la mojadura que llevaba me hacían temblar. Apoyé mis manos en la mesa mientras oía a mi espalda como se acercaba a mí. Yo sabía lo q tenía q hacer, quedarme quieta y esperar. Al llegar, se agachó poniendo sus manos en mis tobillos. Mientras levantaba el vestido, las fue subiendo poco a poco hasta llegar a las caderas. Yo sabía q estaba comprobando si había obedecido sus ordenes, las llevaba grabadas en mi cabeza: “nada de ropa interior”. Cuando me dijo q me inclinara hacia delante, supe por su tono de voz, que estaba satisfecho.
Una de sus manos empezó a recorrer mi vientre, bajando directa hasta mi coño. Sin preámbulos, me metió un dedo, mientras me decía, de que forma me quería; chorreando por dentro tanto como lo estaba por fuera.
Y no iba por mal camino, ya había olvidado el frío y estaba muy excitada. Un grito ahogado salió de mi garganta, no esperaba sentir tan rápido su polla dentro de mí. Un único empujón, decidido y ahí la tenía, como una intrusa dentro de mi coño, pero totalmente quieta. Entonces empezó a susurrarme al oído. A preguntarme si acaso no me gustaba, si no estaba deseando que la moviera y que si era eso lo que quería, debería pedírselo. Y así lo hice, le pedí más, le supliqué más, le rogué entre jadeos que siguiera, mientras seguía aumentando mi excitación.
Es verdad, estaba muy cachonda y sentía que Él también lo estaba porque me penetraba con determinación, con firmeza y con mucha furia. Yo no quería correrme aun, pero si seguía así no podría evitarlo y Él lo sabía. No le gustaba que yo decidiera cuando debía llegar el momento. Le excitaba más que nada, hacerme perder ese control. Por eso con cada de sus embestidas, me recordaba, como si de una orden se tratase, que quería ver como me corría como una perra, como me mojaba sin que pudiera hacer nada por evitarlo. Y cuanto más tardaba yo, más crecía su furia y más aumentaba su fuerza cada vez que me la metía. Hasta q no pude más y los jadeos se convirtieron en gritos de placer.
Sólo entonces la sacó, me giró y me subió a la mesa abriendo mis piernas, mientras él ponía sus manos en mi culo, su mirada me ordenaba que cogiera su polla y me la metiera. Y una vez dentro, me usó, moviéndome a su antojo, hasta sentir como dejaba dentro de mi coño hasta la ultima gota de su semen.
Se apartó de mi y cogió un pañuelo de la silla donde antes había estado sentado, pensé que querría limpiarse pero lo puso en mis ojos y lo apretó con fuerza, de pronto para mi, todo fue oscuridad. Yo no había bajado de la mesa, y noté como sus manos me ayudaban a tumbarme. Después sentí las cuerdas en mis muñecas y cuando abrió mis piernas también pude sentirlas en mis tobillos.
Inmersa en esa oscuridad, un pequeño olor a gas y en mitad del silencio, de nuevo, el sonido del zippo.
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