Si la puta quiere seguir bailando, déjala que baile, cuando escuché al matón decir eso me entró pánico.
Una pareja de recién casados, entran a un bar y tras el marido hacer que su esposa se emborracharse, con la idea de aprovecharse de ella al llegar a su casa, pero en el bar otros tipos al ver la manera en que ella se comportaba deciden pasar un buen rato sin que el marido se atreva a oponerse…
Si la puta quiere seguir bailando, déjala que baile, cuando escuché al matón decir eso me entró pánico.
Esto es algo que durante muchos años me ha torturado, y avergonzado, en esos momentos mi esposa y yo estábamos recién casados, aun prácticamente de luna de miel, nos dedicábamos a salir todos los fines de semana a bailar y beber, en ocasiones acompañados de otras parejas, amigas nuestras, y en otras solamente ella y yo.
Habíamos decidido ir a un club, pero en el trayecto nos perdimos, y por no regresarnos, decidimos entrar a un pequeño negocio, que nos encontramos en la carretera, en el que anunciaba que había música típica en vivo.
Desde que entramos el ambiente, nos gustó mucho, ya que era una mezcla de museo de antigüedades, restaurante y bar, cenamos, bebimos, y cuando el conjunto de música típica comenzó a tocar, hasta bailamos.
A medida que fuimos bailando, yo me aprovechaba de besar, y tocar por todas partes a mi mujer, aunque a ella al principio pareció no agradarle mucho, después de un buen rato, dejó de quejarse y de decirme que estábamos dando un espectáculo.
Durante los boleros, introducía una de mis manos, por dentro del escote de su espalda hasta que le agarraba sus firmes nalgas, ante la vista de todos los presentes, cuando no era que comenzaba a besarla por el cuello obligándola a que su cuerpo se quebrase, sin considerar que otras personas nos veían.
Al regresar a nuestra mesa, continuábamos bebiendo, y yo aprovechaba para manosear su coño por debajo de la mesa, mi intención era irla preparando para cuando llegásemos a casa, o en el mismo trayecto, acostarme con ella en la parte trasera de nuestro auto.
Contando que estaría algo bebida y en esas condiciones mi esposa no se opone a nada, ni tan siquiera a que le dé por el culo, ya que buena y sana, jamás me ha dejado hacerlo.
Seguimos bebiendo y bailando, y yo cada vez que podía aprovechaba para tocar descaradamente su coño bajo la mesa, haciendo que ella se retorciera de placer, al tiempo que ella trataba de disimular lo que sucedía.
De tanto insistir, hasta logré que se quitase los pantis, y así mis dedos penetraron con mucha mayor facilidad dentro de todo su coño, pero se nos fue la mano, mejor dicho, mi esposa bebió tanto que comenzó a dar su propio espectáculo, los músicos ya se habían marchado, en el local apenas quedaban unos tres tipos, sin contar al mesero y al de la barra.
En ese instante pensé que era una suerte de que no hubiera más personas, ya que mí recién casada esposa, se puso a bailar sola y de manera bien sugestiva, frente a todos los presentes.
Al punto que al principio nadie le había prestado mucha atención, pero cuando ella comenzó a levantar la falda de su vestido, y mostrar su desnudo coño, prácticamente le hicieron una rueda.
Ya bien borracha sin saber realmente lo que estaba haciendo, a pedido de los presentes comenzó a ir quitándose la falda del vestido, quedando sin nada de la cintura para abajo, mientras que hasta el mesero y el de la barra junto a los otros tres tipos le aplaudían y la apoyaban para que siguiera desnudándose frente a ellos.
Yo desde luego que procuré detenerla, pero de inmediato uno de los tres tipos, uno mucho más alto y grueso que yo, de cabello color zanahoria, y con toda su cara llena de pecas, me dijo. “Si la puta quiere bailar, déjala que baile.”
Al escuchar su tono de voz tan amenazante, prácticamente me cagué del susto, mientras que ella, toda borracha, y casi cayéndose, continuaba bailando y quitándose ya torpemente su blusa y posteriormente el sostén, hasta quedar únicamente con los zapatos puestos, los que, sin pensarlo mucho, también finalmente se los quitó.
Mi esposa quedó toda desnuda, ante los aplausos y silbidos de los presentes, los que no contentos con eso, le pidieron que se tocase su coño, sus tetas y sus nalgas.
Lo que comenzó a hacer de inmediato, con una estúpida sonrisa en su cara a medida que ella misma se introducía casi completamente toda su mano dentro de su coño, hasta que finalmente se quedó prácticamente dormida, tirada en suelo.
Yo pensé que ya con eso todos se retirarían, pero no fue así el mismo tipo, del cabello color zanahoria, frente a todos se bajó los pantalones e interiores, viéndome de frente, como esperando que yo le dijera algo.
Pero era tanto el miedo que yo tenía, que únicamente me quedé callado, sin hacer más nada, él aguantando su erecta verga entre los dedos, mientras separaba las piernas de ella.
Vi claramente como comenzó a meter su verga dentro del coño de mi mujer que, a pesar de la borrachera, respondía moviendo sus caderas y diciendo un sinfín de estupideces, de lo mucho que le gustaba.
De manera bien torpe ella movía todo su cuerpo, mientras que yo me decía a mí mismo, bueno eso es algo que de seguro yo nunca se lo diré a ella.
Pero no había ese tipo terminado de clavársela, cuando otro de sus amigos sacó su verga y la colocó en la boca de mi mujer, sin ponerme la menor atención a mí, mi esposa mientras tanto sin mucho esfuerzo se dedicó a mamar.
Yo en esos momentos aparte de que estaba que me moría de la vergüenza, y del miedo, sentía un raro placer al ver a mi esposa, casi sin sentido, siendo cogida descaradamente por el tipo ese, mientras le mamaba la verga al segundo.
Ella tenía una mirada perdida, se movía y repetía lo que ellos le decían, seguramente sin saber lo que hacía, hasta que ellos dos finalmente me supongo que se pudieron venir, dejando a mi mujer como si fuera una muñeca de trapo tirada en el suelo de ese bar.
Pensé que todo había terminado, pero no fue así, el tercero de los tipos, de manera bien vulgar comenzó a decir, al tiempo que se quitó toda la ropa, que le iba a romper el culo, a esa puta, claro si nadie se oponía, nuevamente me sentí el ser más infeliz sobre la tierra, pero al mismo tiempo procuraba ocultar la erección de mi propia verga.
Así que él colocándose tras de ella, separó sus nalgas y apenas poniéndole un poco de saliva en el culo de mi mujer, le empujó toda su verga de un solo golpe.
Mi esposa pegó un grito de dolor, pero casi inmediatamente, se volvió a quedar sin sentido, de la borrachera que tenía, mientras que el desgraciado que le enterró su verga por el culo estaba riéndose como si hubiera hecho la gran cosa.
A medida que él continuaba metiendo y sacando su verga del culo de ella, yo disimuladamente, casi oculto por una columna y la oscuridad del local, comencé a masturbarme.
Aunque no quería ver, lo que ese tipo le estaba haciendo a mi mujer, me generó el morboso placer de clavar mi vista en ellos, al tiempo me fui acercando a ellos, sin ocultar lo que hacía, hasta que al igual que ellos me vine.
Cuando ese tercer tipo finalmente terminó con mi mujer, los tres se marcharon, pero el mesero, tras echarme un vistazo, sacó su miembro, y al igual que uno de los otros tres tipos, se lo colocó en la boca a mi mujer, y aunque ella casi no hacía nada él también terminó por venirse en su cara y senos.
Al terminar todo, como pude la vestí, y la llevé a casa, donde personalmente la bañé, y limpié hasta donde pude todo su coño, su boca y hasta parte de su culo.
Al día siguiente se levantó toda adolorida, acusándome falsamente de que yo me había aprovechado de ella, para darle por el culo y dejarla beber hasta perder el sentido.
Desde luego que le dije que sí, pero que no lo volvería hacer, cosa que ha sido cierta, pero como a la semana de haber pasado por esa fea situación, mi esposa me dio la noticia de que estaba embarazada, yo había hecho lo imposible por olvidar lo sucedido, y en ese momento me asaltó un tremendo miedo de que ese niño no fuera mío.
Mi miedo se hizo realidad, ya que al ir a ver al recién nacido me encontré con un chiquillo, llorón, bien pecoso y con todo su cabello color zanahoria, que en nada se parece ni a su madre ni a mí, pero en ese mismo instante, me inventé que el niño, era el vivo retrato de un abuelo mío.
Excelente historia, algo asi me encantaria le pasara a mi esposa.
Menos el embarazo, me gustó
Aunque faltaron más hombres