Si Supieran…
Un empedernido sumiso, narra como se las arregló para conseguir una nueva ama..
Desde que compré, y me mude a mi hacienda, he tenido múltiples tipos de relaciones sexuales, tanto con mujeres como hombres.
Soy lo que llaman versátil, ya que sin problema o complejo alguno soy activo, como pasivo, y en ocasiones hasta he disfrutado el vestirme de mujer, y ser tratado como una. Pero siempre de manera bien discreta, de hecho, mis vecinos y empleados ignoran mis particulares gustos.
Les comento esto ya que después de un cierto tiempo, comencé a echar de menos mi parte más sumisa, pero mis amistades íntimas solo pueden visitarme ocasionalmente, debido a lo retirada que esta mi hacienda, y eso me hacía sentir bastante infeliz el resto del tiempo, que no compartía con ellos.
Así que comencé a buscar alternativas, en las primeras que pensé fueron en las putas del pueblo, pero ya saben pueblo chico infierno grande, todo el mundo sabe con quienes ellas se acuestan, con quien no, lo que hacen y como lo hacen para colmo.
Así que las descarté, mi nuevo amo o ama debía ser una persona preferiblemente mujer, que tuviera tanto que perder como yo, o sea que no le agradaría, que su nombre estuviera en boca de todos en el pueblo.
Ya prácticamente me había resignado a mi soledad, que ni pensaba en eso, cuando a mi casa de la hacienda llegó Doña María. Una mujer de unos cuarenta y cinco años, pero aun de muy buen ver, alta, de piel bastante blanca, aunque sus brazos y rostro algo quemados por el sol, cabellera negra bien abundante con apenas dos o tres hilos de canas, que solo se le notan si uno está demasiado cerca de ella, robusta pero no gorda, muy bien formada, casi de inmediato me di cuenta de que era dueña de un buen par de nalgas, así como de unas tetas bien llamativas.
Pero era la mujer del viejo Rodrigo, quien le llevaba por lo menos unos 35 años de diferencia. Rodrigo es el capataz, y hace unos cuantos años atrás fue un hacendado, que, por mujeriego, borracho, parrandero y jugador, perdió todo.
En principio cuando acepté que María trabajase en casa, lo hice con el solo fin de que limpiase, lavase y ocasionalmente cocinara. Desde un principio le dije, que lo más que yo buscaba en una persona que trabajase para mí, era la discreción.
Además, le dije, que yo la mayoría de las veces dormía completamente desnudo y que ocasionalmente así me levantaba, a lo que ella me respondió, que no sería ni la primera ni la última vez que llegase a ver un hombre desnudo, que por eso no me tenía que preocuparme por ella.
Desde que llegó Doña María, el aspecto de toda la casa de la hacienda mejoró tremendamente. Pero en una ocasión me di cuenta de la manera en que ella se le quedaba viendo a Sergio uno de los jóvenes peones, después en otra ocasión, me sorprendió cuando me di cuenta, que, de manera bien discreta, ella lo metió a la casa, quizás pensando que nadie los observaba, de inmediato lo llevó al cuarto donde se tiene la ropa sucia y se plancha.
Esperé un rato, y me acerqué discretamente al cuarto de lavado, donde me encontré con la puerta cerrada por dentro, pero los gemidos, bufidos y gritos de ella y él, se escuchaban claramente fuera del cuarto de lavado, sin dejar duda alguna de lo que estaba sucediendo. Finalmente, después de escuchar como ella disfrutaba de un tremendo orgasmo, al poco rato salió el joven peón, no sin antes decirle ella a él y de manera bien seria, ya sabes, si dices algo eres hombre muerto.
Sus palabras en cierta manera me sonaron tremendamente excitantes, pero di oportunidad de que Sergio se marchase, sin que se diera cuenta de mi presencia, y apenas él lo hizo entré en la habitación de planchado.
Ahí se encontraba Doña María, completamente desnuda, recostada sobre un montón de ropa sucia, con sus piernas bien abiertas, acariciando su peludo coño, como deleitándose, de lo que recién había hecho.
Al verme se quedó bien asustadas y sorprendida, se puso pálida, su quijada parecía que se fuera a desprender de la cara, y sus negros ojos daban la impresión de que se saldrían de sus orbitas, sin saber que decir o hacer, tratando de ocultar su completa desnudes con sus manos y brazos.
En ese instante le dije simplemente. “Después que se lave y se vista, no se retire, que deseo hablar con usted.” Como a la media hora llegó Doña María a la sala de la casa, se encontraba roja de vergüenza como un tomate, y antes de que yo dijera algo comenzó a decirme casi llorando. “Por favor, Don, no se lo diga a mi marido, no por él realmente, sino porque después, él se lo cuenta a todo el mundo.” Me le quedé viendo en silencio por unos instantes y le dije finalmente. “No tengo nada que decirle a Rodrigo, eso no es problema mío. Es más, si usted gusta hacerlo otra vez, con ese peón, por mí no hay problema, solo que espero que la próxima vez, me lo diga con tiempo, para poder verlos.”
Al escucharme decir eso, Doña María se quedó nuevamente sin saber que decir. Fue cuando me pareció preciso hacerle una aclaración a fin de tranquilizarla, y le dije. “A mí me gusta ver a la gente teniendo sexo, así que ya sabes, si vuelve a pasar, me agradaría que me lo dijese con tiempo para verlo todo.”
La señora se quedó algo cortada, y lo único que alcanzó a decir fue. “Como usted diga Don.” No habían pasado ni cuatro días cuando ella, se me acercó, pero no se atrevía a hablar, hasta que finalmente me dijo. “Llegaron los peones, Don.”
Al principio no entendí el porqué de sus palabras, hasta que la observé mirando por la ventana, al joven, con el que el otro día se había acostado. Fue cuando caí en cuenta de lo que estaba por suceder, así que le dije que me buscase a Rodrigo su marido, que necesitaba que él me fuera hacer una gestión en el pueblo. Al escuchar mis palabras a Doña se le iluminó el rostro y bien contenta lo fue a buscar. Después de que le ordené a Rodrigo que fuera al pueblo a buscar una mercancía, él partió. Casi de inmediato Doña María, buscó a Sergio el joven peón, y a diferencia de la vez anterior, lo llevó rápidamente a la habitación de los huéspedes, tal y como yo se lo había indicado a ella, previamente.
Ya en la habitación, mientras que yo los observaba discretamente por medio del espejo, la madura mujer y el joven peón sobre la cama de inmediato comenzaron a besarse, al tiempo que ella se quitó rápidamente toda su ropa, quedando totalmente desnuda.
En cosa de segundos, la erecta verga del joven se abría camino, entre la vulva de Doña María, mientras que ella además de mover frenéticamente sus caderas, gemía, bufaba y gritaba de placer intensamente. De momento escuché la voz de la mujer decirle al joven, que se acostase boca arriba, cosa que de inmediato él obedeció, mientras que ella abriendo sus piernas y agachándose se sentaba sobre el cuerpo de él, enterrándose a voluntad el erecto miembro del joven.
Era como si viera a una amazona domando un salvaje potro, todo su cuerpo se contorsionaba divinamente, su largo y abundante cabello negro, flotaba en el aire, sus hermosos y bien formados senos se bamboleaban para arriba y para abajo a medida que ella seguía enterrando y sacando de su mojado coño la verga del joven. Así continuó la pareja, hasta que tanto ella como él llegaron al deseado clímax.
Tan pronto Sergio, soltó todo su semen dentro del coño de Doña María, se levantó de la cama, y prácticamente en cosa de segundos, él se subió los pantalones, y sin decir palabra, salió de la habitación.
Dejando a la madura mujer, con sus piernas abiertas acariciándose profundamente todo su coño, con una gran sonrisa de satisfacción en su rostro. Hasta que abrí la puerta de la habitación de huéspedes, y entré. La mujer al verme se sintió nuevamente algo avergonzada, y tímidamente trató de ocultar su coño y senos con sus manos, en ese instante le dije. “Vaya a lavarse y regrese que deseo seguir hablando con usted.”
Doña María, era dueña de un buen cuerpo, a pesar de sus cuarenta y cinco años, así que mientras que ella se aseaba, tomé asiento en la cama, hasta que ella regresó. Aun completamente desnuda y secándose con una pequeña toalla, y con mucho menos pudor tomó asiento en la cama, fue cuando le pregunté. “¿Y tú amiguito te ha mamado alguna vez el coño?”
Sus ojos se abrieron ante la sorpresa de esa pregunta y de inmediato respondió que no, fue cuando le dije. “Quizás es, porque aún no se lo has ordenado. De seguro si lo haces y le dices, que, de no obedecerte, no volverá a tenerte, ni verte desnuda nunca más.”
Doña María se quedó pensando, mientras que en su rostro se volvía a reflejar esa picara sonrisa, tan particular de ella. Aprovechando eso, continué diciéndole. “De seguro que eres la primera mujer, que Sergio tiene en sus brazos, y estoy completamente seguro que hará cualquier cosa que le ordenes, con tal de que te sigas acostando con él.”
Después de haber sembrado esa semilla de poder en la mente de Doña María me retiré, aunque ella se quedó algo confundida, al yo no aprovechar la ocasión para acostarme con ella, pero ese no era mi plan inmediato.
Como a la semana, mientras me encontraba en el comedor cenando, llegó Doña María, a decirme que los peones habían vuelto. Fue cuando le volví a decir que me buscase a su marido. Cuando Rodrigo llegó, le pregunté si deseaba encargarse de hacerme un favor en el pueblo, el viejo de inmediato encantado de la vida dijo que si, y después fue que le dije que se trataba de ir a la casa que tengo en el pueblo y traer unos fardos de alimento que había comprado, pero que los necesitaba para el día siguiente.
Al viejo lo que le interesaba realmente era pasar por el bar del pueblo a darse unos cuantos tragos, así que de inmediato arrancó con otro de los peones.
Si el viejo Rodrigo salió por la puerta principal, su mujer entró con el joven peón por la cocina, de inmediato lo llevó hasta la habitación de huéspedes mientras que yo me dirigía a mi habitación para observarlos a través del espejo.
De inmediato los dos se tiraron sobre la cama de la habitación de huéspedes y se comenzaron a besar, pero a diferencia de la otra ocasión en que los observaba, Doña María lo detuvo en seco diciéndole secamente. “Sergio o haces todo lo que yo te diga o jamás te vuelves a acostar conmigo.”
En el rostro del joven observé una gran confusión hasta que la mujer abriendo la bata que usaba para trabajar, le mostró su peludo coño al joven, diciéndole. “Primero quiero que te quites toda la ropa, ya que la que siempre se desnuda por completo soy yo, y ya estoy harta de eso.”
De inmediato, aunque algo avergonzado Sergio el joven peón se desnudó por completo, dejando al aire su semi erecto miembro. Una vez que él la obedeció por completo, Doña María se recostó sobre la cama y manteniendo sus piernas bien abiertas le dijo. “Ahora Sergio quiero me toques todo el coño, hasta que yo te diga, y como si fuera un autómata el joven peón la obedeció sin chistar.”
Mientras que yo los observaba detenidamente por el espejo de mi habitación, disfrutando de lo que la mujer le ordenaba hacer a su amante. Hasta lo regaño cuando él comenzó a masturbarse, dejándolo de hacer de inmediato.
Después de un largo rato en el que finalmente Doña María claramente observé que había alcanzado un orgasmo, abriendo más sus piernas y agarrándose de sus rodillas, la mujer le ordenó que le besara su peludo coño, y aunque por unos pocos segundos el joven como que dudo en seguir esa orden, finalmente comenzó a hacerlo, y en cosa de pocos minutos ya se encontraba mama que mama el coño de la mujer.
Definitivamente Doña María tenía pasta de ama, su joven amante respondía de inmediato a las directrices de ella, hasta que finalmente le ordenó que se acostase boca arriba nuevamente y agarrando el erecto miembro de Sergio, divinamente se lo enterró ella misma dentro de su húmedo y bien lubricado coño.
Mientras que los observaba, me tuve que aguantar las ganas de entrar a la habitación de huéspedes y meterme en la cama con ellos dos, ya que de haberlo hecho de seguro todo se hubiera dañado todo, y esa no era mi intención final.
Así que continué observando como Doña María seguía cabalgando sobre su joven amante hasta que ella nuevamente alcanzó otro divino y ruidoso orgasmo.
También a diferencia de la otra vez, el joven peón se quedó acostado a su lado, acariciando suavemente los senos de Doña María, hasta que ella, le ordenó que se los mamase, a lo que él sin pensarlo dos veces, se puso a hacer, al tiempo que ella jugueteaba con los testículos del.
Pero de momento ella se los jaló hasta el punto en que era evidente que a él eso le estaba doliendo y lo lastimaba, y cuando él por un corto instante dejo de chupar los pezones, ella aumentó el castigo y le ordenó que se pusiera a lamer sus velludas axilas.
Cosa que él hizo, hasta que ella con una gran sonrisa en su rostro ella soltó los testículos de él. Después de eso, Doña María simplemente le ordenó que se marchase, lo que el joven peón después de medio ponerse toda su ropa, lo hizo de inmediato.
Cuando Sergio se marchó, con cara de asustado, decidí entrar a la habitación de huéspedes. En ese momento Doña María continuaba acostada sobre la cama con sus piernas bien abiertas y acariciando su peludo coño de manera descarada.
Al verme disimulo un poco, pero se notaba que era intensamente feliz, hasta se podía decir que como que se veía más joven. Apenas entré a la habitación, le dije que se diera un buen baño. De manera coqueta e insinuante la mujer se levantó de la cama y moviendo sus caderas sugestivamente, se dirigió al baño de la habitación de los huéspedes y de inmediato se escuchó la ducha correr.
Cuando ella salió del baño, se quedó de pie frente a mí casi de manera de reto, le indiqué que se vería mucho mejor, y hasta la haría disfrutar más, si se llegaba a depilar todo el cuerpo. Pero al ver la expresión de su rostro, me di cuenta de que no tenía ni idea de que era depilarse, así que se lo volví a decir de manera más clara y sencilla, indicándole que, si me dejaba afeitar todo su cuerpo, disfrutaría mucho más.
Doña María por un corto instante, como que lo pensó, pero de inmediato me dijo que si, por lo que rápidamente entre a mi baño y traje crema de afeitar y una rasuradora. Luego nos dirigimos al baño de los huéspedes, y en el poco a poco comencé a ir depilando todo su cuerpo, axilas brazos, piernas, muslos, nalgas y finalmente el coño. Mientras que yo la iba depilando, aproveché para ir tocando todas las partes de su cuerpo, mientras ella se deleitaba de las caricias y toques que le prodigaba, le pregunté cómo eran las relaciones con su marido, y que le diría cuando la viera completamente depilada.
En cuanto a su marido me dijo, que llevaban más de 10 años sin acostarse juntos, no por ella, sino porque a él ya no se le paraba, y en cuanto a verla completamente desnuda llevaba ese mismo tiempo más o menos. Por lo que no le preocupaba en lo más mínimo lo que él fuera a decir en caso de que se diera cuenta.
Además, él sabía que ella ocasionalmente se acostaba con otros hombres, pero él no decía nada, a menos que fuera que alguien de la calle se lo dijera, en público.
María estaba súper caliente, cuando finalmente terminé de depilar todo su cuerpo, ella se miraba al espejo, y hasta abría sus piernas para ver su depilado coño, como si fuera el de una adolescente, frente a uno de los espejos de la habitación.
Después de lo cual sin decirle nada extraje mi verga, y la dejé frente a sus ojos, luego la mire a los labios y ya ella comprendió de inmediato cual era mi interés, prácticamente se arrodillo frente a mí y tomando mi verga entre sus dedos la llevó hasta su boca, para ponerse de inmediato a mamar con una destreza propias de una buena puta.
Por un buen rato disfruté de lo que ella me estaba haciendo, hasta que se me ocurrió, complicar un poco más el juego, así que le dije que se detuviera, y busqué en mi habitación un juguete sexual propiedad de una amiga mía.
Al regresar ella continuaba completamente desnuda recostada sobre la cama y le entregué el juguete, diciéndole. “María ¿sabes qué es esto?”, al tiempo que se lo ponía entre sus manos. Doña María, tomó asiento en la cama, mientras observaba con bastante interés y detenidamente esa cosa de goma, larga y negra de forma fálica, y adosada a un juego de correas.
Al verla se sonrió con algo de picardía y dijo. “Hay Don, esto es una verga de goma.” De inmediato le volví a preguntar “¿y sabes cómo se usa?” La mujer viéndome con algo de picardía en su mirada, tomó el juguete entre sus manos y abriendo sus piernas de par en par, comenzó a enterrar el falo dentro de su depilado coño lentamente, al tiempo que me continuaba mirando pícaramente, hasta que prácticamente todo el juguete desapareció.
En ese momento fue que le dije. “Esa es una manera de usarlo, pero este juguete en particular es para que lo uses al revés.” Doña María algo menos pudorosa, extrajo la pieza de su coño y se quedó viendo las correas, fue cuando le dije que se pusiera de pie, y al tiempo que lo hizo, tomé el dildo de sus manos y en un abrir y cerrar de ojos se lo adose a su cuerpo.
Cuando ella vio como quedaba puesto, le comenzó a dar un ataque de risa. Fue cuando le comenté que a mi amiga le gustaba usarlo. De inmediato en su rostro se dibujó la pregunta, ¿cómo era que lo usaba? esa amiga suya. Yo por mi parte, tomando el juguete entre mis dedos, comencé a manipularlo como si estuviera haciéndole una paja. A medida que mi mano subía y bajaba por el juguete, presionaba una y otra vez su clítoris, poco a poco la mujer se dejó llevar por el placer sentido recostándose nuevamente sobre la cama, y cuando más entusiasmada ella se encontraba, coloqué mi boca sobre el miembro de goma, al tiempo que volvía a poner mi verga frente a su boca haciendo un delirante 69, ante la sorpresa de ella comencé a mamar la verga de goma sin dejar de presionar su coño y clítoris.
Fue tanto el placer sentido por ella que colocó sus manos sobre mi cabeza y comenzó a marcar el paso, al tiempo que me mamaba la verga como una desesperada, hasta que nuevamente María alcanzo otro delirante orgasmo, y yo me corrí por completo dentro de su boca, obligándola prácticamente a que se tragase todo mi semen.
Al terminar le pregunté que tanto le había gustado, a lo que ella me respondió que mucho. Después de eso, me retiré a mi habitación, pero antes de salir del cuarto de huéspedes le dije, si quieres quédate con ese juguete y lo guardas en esa mesa de noche. El resto de la semana Doña María se comportaba como de costumbre, hasta que nuevamente regresó Rodrigo con el resto de los peones, nuevamente lo envié al pueblo a que hiciera otro mandado.
Y nuevamente María corrió con su joven amante a la habitación de los huéspedes, dándome apenas tiempo de comenzar a verlos desde un principio, a través del espejo. Nada más bastó que María le ordenase a su amante que se desnudase completamente que él de manera sumisa así lo hizo, sin ella quitarse la ropa, apenas ella abrió la bata con que se dedicaba a limpiar, él se dio cuenta del depilado coño, y casi de inmediato se dedicó a mamarlo.
En ese instante yo tenía unas ganas locas de entrar y comenzar a darle por el culo al jovencito, pero aun como dicen por aquí, me pareció que estaba muy verde. El resto del encuentro entre María y su amante fue como más de lo mismo que la vez anterior, solo que María permaneció con casi toda su ropa puesta, levantándose apenas la bata, para dejar que su amante finalmente le enterrase su verga, por lo demás todo transcurría más o menos dentro de lo normal, hasta que ella sacó de la gaveta su juguete nuevo y colocándoselo ella misma sobre su coño, se lo mostró al chico.
Quien por órdenes de María comenzó a manosearlo como si le estuviese haciendo una paja, y en cierto momento ella le ordenó a él que se lo metiera a la boca, cosa que el joven peón dudó en hacer por unos instantes y fue cuando ella, sin previo aviso, le sonó una tremenda cachetada diciéndole, que él tenía que obedecer todo lo que ella le ordenaba o mejor que no volviera, sin decir ni una sola palabra, Sergio sumisamente hizo sin rechistar, ni tan siquiera un poco, lo que su ama le ordenó.
Él abrió su boca y lentamente, comenzó a mamar el falo de goma negra, presionándolo contra el depilado coño de Doña María.
Después de ese encuentro, el joven se marchó, pero yo en lugar de entrar a la habitación del cuarto de huéspedes, la llamé a mi habitación, Doña María antes de entrar se desnudó completamente, ya cuando estuvo frente a mí, le ordené secamente que entrase al baño, y se bañase.
Al ella regresar a mi habitación, haciéndome el tonto le pedí que me contase lo que había sucedido, cosa que María hizo gustosa hasta exagerando un poco ciertas cosas. Pero cuando ella, se encontraba de lo más a gusto, acostada a mi lado, narrándome todos los pormenores de su encuentro con su joven amante, cuando ella menos lo esperaba le pregunté si alguna vez le habían dado por el culo, a lo que de inmediato soltó un convincente no.
Sin decirle más nada tomé un poco de vaselina de mi mesa de noche, y tras embadurnarme mi verga y su culo, separé sus piernas y ante un pequeño reproche de ella, le propiné una ardiente nalgada diciéndole. Imagínate que eres tú quien se va a clavar a Sergio, así que cállate la boca y aprende. La mujer se quedó en completo silencio, mientras que yo con mis dedos dilataba lentamente su orificio anal, de cuando en cuando ella dejaba escapar un corto gemido de placer, a medida que, con mi otra mano, se la iba enterrando completamente dentro de su coño.
Lo cierto es que Doña María tiene unas nalgas divinamente impresionantes, no son una vulgaridad, están bien formadas, firmes y paradas. Nadie que la viera de seguro pensaría que ya pasó de los cuarenta. A medida que apenas comencé lentamente a enterrar mi verga entre su culo, María comenzó a gritar desesperadamente, pidiéndome que se lo sacase, que le dolía mucho, en ese justo instante me dejé de miramientos y se lo enterré todo de un solo golpe, de momento sus gritos se apagaron era como si se hubiera muerto, pero de momento comenzó a dejar de quejarse y llorar y dejó escapar uno que otro gemido de placentero dolor, hasta que finalmente, ella comenzó a mover sus caderas de manera bien sabrosa.
A medida que continuaba clavándomela, le fui diciendo lo sabroso que tenía el culo, y casi de inmediato ella me respondía lo mucho que eso le eso le estaba gustando. Nuestros cuerpos sudorosos se unían una y otra vez, mientras que ella continuaba meneando sus caderas de manera increíble, en uno de esos momentos le dije lo bien que se sentía el comerle su culo, que era algo así casi como tener un poder infinito, la realidad era que estaba buscando que ella, le diera curiosidad por saber que se sentí el estar enterrando su verga de goma dentro del culo de alguien, hasta que me preguntó con cierta ingenuidad al tiempo que seguía moviendo sus nalgas. “Don, algún día yo podré comerle el culo a usted, para saber que se siente.” En ese momento me reí y le dije. “Claro que sí, pero no será el día de hoy, para eso primero tienes que domar un poco más a tu esclavito.” refiriéndome a Sergio.
Como a los cuatro días de nuestro encuentro en mi cama, Doña María volvió a meter a su amante esclavo a la habitación de los huéspedes, sin necesidad de que ella le dijera algo, él se desnudó por completo, y apenas le dio una pequeña señal, él comenzó a mamar el coño de ella. Fue cuando ella de manera seductora le preguntó si a él le gustaría darle por el culo a ella, a lo que el joven, casi tartamudeando, y con una gran sonrisa en su rostro respondió que sí.
María de inmediato le dijo. “Bueno para que eso pase, primero me tienes que dar tú, el culo a mí.” Y al tiempo que decía esas palabras, jugueteaba con el dildo de goma negra entre sus manos.
La sonrisa desapareció del rostro del chico, casi de inmediato. Quién sabe en qué estaría pensando él, pero cuando María mostrando sus rosadas y provocativas nalgas le volvió a decir. “Ya sabes si quieres comerme el culo, primero me vas a tener que dejar que yo te lo coma a ti.”
En el rostro del chico se dibujaba claramente el dilema en que se encontraba, hasta que bajando su cabeza, apenas dejó escuchar un sí como tú quieras María.
De inmediato ella se colocó el arnés, dejando la verga de goma apuntando prácticamente hacía el techo de la habitación, mientras que su esclavo, sumisamente se tendió boca abajo sobre la cama, y por órdenes de ella, separó las piernas y levantó las nalgas.
María embadurnó con vaselina, tanto su juguete como el orificio anal de su esclavito, y lentamente se fue colocando tras de él, con sus manos dirigió la cabeza de su verga de goma, al oscuro esfínter del joven y lentamente comenzó a pasarlo presionando lentamente, y poco a poco todo ese negro juguete fue desapareciendo entre las nalgas del muchacho.
El rostro de María reflejaba un estado de tal excitación, que parecía que hubiera perdido la cordura, mientras que su esclavo sin quejarse comenzó por decisión propia a mover las nalgas. A medida que ella enterraba una y otra vez su verga de goma dentro del cuerpo de su amante, Sergio suspiraba profundamente, y hasta dejaba escapar uno que otro gemido de placer a medida que ella continuaba dándole por el culo sabrosamente.
María de momento comenzó a preguntarle si eso le gustaba, a lo que él le respondía una y otra vez de manera afirmativa, al tiempo que seguía moviendo sus nalgas bajo el cuerpo de María.
Cuando le escuche decir esas palabras al joven, entendí que ya estaba listo para que yo hiciera mi entrada, María desconocía mis intenciones, pero yo contaba con, que eso de sentir el poder, la hiciera seguirme el juego. Al entrar a la habitación tanto él como ella se pusieron bien pálidos, María torpemente retiró su verga de goma del culo se dé su amante sonando eso casi como si se descorchase una botella de champan.
El chico no sabía dónde meter la cara, y María sobre actuando trató de esconder su completa desnudes con las manos. Fue cuando con cara bien sería les pregunté qué era eso que estaban haciendo, el chico no le salían palabras, y María comenzó a decir. “Don, usted discúlpelo a él, solo estaba haciendo lo que yo le había ordenado.” A lo que le pregunté. “Eso quiere decir que, si tú le ordenas que me dé el culo a mí, él lo haría sin protestar.” Y viéndose los dos a los ojos, María respondió que sí. Yo continué diciéndole a ella. “Y si te ordeno que seas tú quien me lo diera también responderías que sí.” a lo que ella tan solo se limitó a mover su cabeza de manera afirmativa.
Yo continúe diciendo, que cosa más interesante, que diría la gente si les cuento lo que ustedes dos estaban haciendo en mi casa, fue cuando Sergio casi llorando dijo. “Mire Don, yo hago lo que usted quiera, pero no se lo diga a nadie, que, si se enteran en el pueblo, me voy a tener que desaparecer para siempre.”
Después de que escuché sus palabras, no me quedó duda de que gran parte de mi plan se había cumplido. Por lo que, en vista de lo ya sucedido, les dije. “Continúen con lo que estaban haciendo.” y sin pérdida de tiempo, él se acostó boca abajo y María lo volvió a ensartar divinamente. Yo los observé por un rato, y decidí marcharme no sin antes decirles. “La próxima vez antes de hacer cualquier cosa se esperan a que yo esté presente.”
Nuevamente como a la semana, se presentó la oportunidad, Rodrigo el marido de María ya se había marchado al pueblo a beber, y ella y su esclavito, me esperaban en la habitación de los huéspedes.
Al llegar parecía que los dos recién salían de un funeral, por sus largas caras, fue cuando le ordené a María que buscase una botella de ron y tres vasos. Al ella regresar tomé la botella y tras yo mismo servirles, les dije que jugaríamos la botella, cosa que les estuve que explicar par de veces hasta que entendieron.
Así que comenzamos a jugar, en ocasiones eran cosas tontas las que ellos se atrevían mandarme hacer, hasta que les dije, que, para divertirnos de verdad, debían tratarme de la misma manera que yo los trataba a ellos dos, fue María la primera en ordenarme, que le diera un beso en la boca a Sergio.
Yo sin vergüenza alguna así lo hice, y él se dejó besar sin protestar, poco a poco las penitencias fueron más y más fuertes, hasta el punto en que yo fui el primero en quedar completamente desnudo, y Sergio entonces, me ordenó vestirme de mujer, ya que yo lo había amenazado con eso a él.
Loco de contento, pero disimulándolo me fui a mi habitación y me puse unos pantis tipo tanga, un sostén copa A, una minifalda a cuadros, tacos altos, una blusa semitransparente, una peluca castaña que guardo en mi habitación, además me maquillé, me puse zarcillos un llamativo collar y pulseras. Me puse perfume, al punto que parecía una verdadera putita de ciudad.
Al regresar al juego, los encontré hablando en voz baja, y al verme así vestido, los dos quedaron sorprendidos, finalmente María me ordenó que, durante el resto de la noche, fuera yo su esclavo.
A partir de ese instante me convertí en el blanco de ellos dos, María se dio el gustazo de comerme el culo, usando su juguete, me colocó en la cama con mis rodillas tocando el piso, me levantó la minifalda que su esclavo me ordenó vestir y después de ponerse su juguete lo dirigió contra mi ojete, me lo atravesó de manera devastadora, casi salvaje.
Posteriormente mucho más tarde y con unos cuantos tragos de ron encima, Sergio también me llegó a comer el culo, divinamente. Pero mientras que María me clavaba por el culo, por el otro lado Sergio me colocaba su verga en mi boca, para que yo se la mamase, hasta hacerlo acabar.
Mientras ellos dos se besaban salvajemente. El resto de la noche disfrutaron los dos ordenándome que les sirviera, que les pasara la lengua por donde se les antojaba, y en ocasiones aplicándome castigos físicos, por el solo hecho de demorarme unos segundos.
Una de las cosas que me ordenaron hacer, antes de que se fueran a dormir. Fue que les hiciera un baile nudista. Ya hoy en día continuamos con los juegos, en los que, por lo general según ellos, yo soy el que sale perdiendo, si supieran.
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