Simplemente placer 3
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por blu.
Volví a la estancia, absolutamente oscura. De fondo Eduardo Benavente susurraba…"mentes depravadas, adictos de la lujuria,…".
Allí estabas tú, encadenada, la tenue luz del candil en mi mano ilumino la habitación dibujando la sombra de tu cuerpo contra la pared. En el silencio era posible escuchar tu respiración, agitada ante mi presencia. Lentamente me acerque a ti, apenas a unos centimetros de tu cuerpo te ordene que me miraras. En la corta distancia que separaba nuestros cuerpos la llama del candil ilumino esa mezcla de placer y dolor que reflejaba tu rostro.
Contemple el temblor de tus labios resecos, dulcemente entreabiertos para inspirar el denso aire de la habitación cerrada, tu frente inundada por el sudor provocado por el calor, el miedo, el deseo, y el brillo de tus ojos azules y profundos inmensamente abiertos clavándose en los mios.
Inquieta por mi penetrante mirada tensaste tu cuerpo, aferraste tus manos a la cadena que te sujetaba y cerraste los ojos. Bastó una orden rotunda para que los volvieras a abrir y pude ver en ellos la ansiedad, la indefensión y el deseo.
Mi dedo índice se posó en tus labios, apretando el inferior como punto de partida de un lento descenso por tu barbilla hasta tu cuello, continuando por la senda que acaba en el estrecho sendero de tus pechos. Noté el escalofrío que recorrió lentamente tu cuerpo, el hondo e inevitable suspiro y sin dejar de mirarte permití que tus ojos se cerraran para acoger en lo mas profundo de tu intimidad las primeras sensciones que provocaban las caricias de mis dedos sobre tus pezones.
Con extrema parsimonia me aleje de ti, no sin antes vendar tus ojos para provocar en ti esa nulidad visual que tanto deseabas.
Encendí una a una las trece velas que rodeaban tu cuerpo. La intensidad de la luz creció en la habitación creando sombras y reflejos sobre tu cuerpo desnudo.
Te rodeé por completo y observé la hermosura de tu cuerpo prisionero. Lo recorrí palmo a palmo con mis ojos, desde tus muñecas esposadas de las que partía la cadena que te ataba a un cielo imaginario hasta la punta de los dedos de tus pies posados sobre el frío suelo.
Me recreé en tus piernas semiabiertas, en la firmeza de tus muslos que apretaban suavemente la hendidura de tu deseoso sexo. Mis manos recorrieron el delgado hilo de vello de tu pubis, la planice de tu vientre y el lascivo oasis de tu ombligo.
A la luz tenebrosa de las velas me adueñé de tu carne y de tu alma, estrujandote la piel entre mis manos, devorandote con mis labios, con profundas caricias que te hicieron gemir, con ardientes besos que te hicieron temblar, con secos y firmes golpes de mis manos contra tus nalgas que te hicieron llorar de placer, con la voracidad apasionada de mi lengua explorando tus mas íntimos rincones hasta hacerte gritar, con mi voz susurrada y poderosa que te hizo estremecer hasta hacerte sentir mi esclava, mi hembra dominada, mi puta.
Desprendido de mi ropa contemplé una vez mas tu cuerpo mancillado de caricias, el convulso movimiento de tu vientre agitado por tu jadeante respiración, tu pelo hermanandose con la sudorosa frente, tus labios abiertos suplicando el palcer aún no entregado.
Asentando mis manos contra tus nalgas elevé tus piernas que se enroscaron en mi cintura ofreciendome tu mas preciado tesoro, empapado y dispuesto para ser conquistado por mi verga crecida y anhelante por cruzar la frontera de los labios de tu sexo. Taladré energicamente tu interior de mujer entregada, abierta, poseida y desflorada.
Una a una se fueron agotando las trece velas, como si cada uno de tus gritos desgarrados por el placer las fuera apagando.
Desplomada tu cabeza entre tus brazos encadenados, arqueada tu espalda para ofrecer tus pechos a los salvajes quehaceres de mi boca, tus nalgas ardientes abrasando mis manos, tus piernas apretadas contra mi cintura, tu cuerpo convulso por el febríl movimiento de mi polla entrando y saliendo con dureza de tus entrañas,…………. esclava y dueño unidos en un solo grito de placer.
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