Sirvienta
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Esta vez creo que Zero fue demasiado lejos.
Estaba en la universidad en clase de literatura cuando me llego un msj:
"Ven a mi casa a las 2 30, entra por la puerta de servicio y abre la caja que esta en la mesa de la cocina, dentro del bolsillo de una de las prendas esta una nota, lee las instrucciones y síguelas correctamente NO QUIERO UN SOLO ERROR.
Zero.
"
Asi pues me dispuse a ir, no sin antes retocarme un poco en la escuela.
Llegué a su casa a la hora correcta, y entré por la puerta de servicio, lo que, de hecho, me pareció desconcertante.
Entre por la cocina y sí, ahí estaba la caja, era como siempre, una caja blanca, grande y con un enorme lazo dorado.
Era o bien un disfraz o un obsequio.
La abrí y estaba un disfraz de sirvienta, color azul celeste, con delantal blanco y cofia al mismo tono pero tambien traía un collar de encaje blanco con un enorme cascabel color azul celeste, esculqué el delantal y ahí estaba la nota, y también estaba otra caja un poco mas chica pero algo pesada, y un par de tacones azul celeste a tono del atuendo.
La nota decía:
Vistete con este traje y compórtate como una más de las sirvientas de esta casa.
Ve al refrigerador y saca el sushi Filadelfia y colocalo en una de las bandejas de plata.
Sírveme un poco de sake en uno de los vasos largos, y quiero que este sea color negro.
La bandeja la quiero con mantel.
Ponte el cascabel pero procura no hacer ruido con el cuando camines.
En la caja mas pequeña hay todo tipo de maquillaje, maquíllate al estilo de Ariana Grande y péinate una coleta como las de ella, te quiero parada con la bandeja antes de que den las 4 30 y NO QUIERO ERRORES.
Empecé entonces.
Si es que quería ver feliz a Zero tenía que empezar YA.
Me puse el disfraz en la cocina, quité poco a poco mis jeans grises, y mi blusa rosada, al igual que mis flats negros y puse el vestido, el delantal, las medias de seda blanca, los zapatos de tacón alto, y me puse el cascabel, la cofia no porque me tenia que peinar y maquillar aun.
Abrí la caja y había todo el maquillaje que siempre había querido tener, mascara Lancôme negra, sombras de Urban Decay, labiales de Chanel, polvo de arroz de NARS, entre otras cosas igualmente lujosas.
Y todas nuevas.
Subí a su cuarto a arreglarme llevando la caja de maquillaje en la mano, me senté ante el espejo de Liss, y comencé a pintarme comenzándome a parecer a Ariana Grande, lógicamente a una versión distinta.
Luego cogí mi largo cabello negro en una coleta alta y esponjosa, la cual alise enrollándole las puntas con la plancha de Liss.
Después, baje rápidamente tratando de no tropezar ni hacer ruido con ese cascabel, y fui a la cocina.
Preparé la bandeja de plata primorosamente, colocando un mantelito de encaje francés blanco, puse un plato alargado blanco y ahí coloqué el sushi Filadelfia elegantemente y puse sake frio en un vaso largo negro.
Cogí la bandeja con ambas manos y esperé en la puerta.
Cinco minutos después llegó el.
– Buenas tardes a todas!.
– Saludó el a las sirvientas y a mi, por supuesto.
– Buenas tardes Sr Lampertheim.
– Dijimos
– Oye tú.
– Dijo dirigiéndose a mi.
– Llévame la bandeja a mi sillón.
Camine detrás de el mientras él, petulante, sensual y tremendamente atractivo, caminaba elegantemente hacia su sillón.
Se sentó y puse la bandeja en una mesa que tenía delante.
Le puse los palillos en la mano para que comiese el sushi.
Comió, y al terminar le di un poco de sake, se lo bebió todo y me dijo:
-Sube a mi habitación por nuestros juguetes, están debajo de mi cama, del lado que duermo, y NO TOQUES NADA MÁS QUE LO QUE TE ORDENÉ.
Subí presurosa por la caja roja de juguetes, la saqué y ya iba a bajar cuando algo atrajo mi atención.
Era una lencería rosada de seda, con un exquisito corsé, una tanga a juego, medias de seda rosa, y unos hermosos zapatos de satén.
Cogí el corsé.
Y lo apreté contra mi pecho y aspire el aroma de la tela, cuando sentí un tirón fuerte de mi cintura.
– Te dije que no tocaras nada, qué haces con el traje de mi esposa?
Reí por dentro, pues, una cosa tan bella no podía pertenecerle a Liss.
– Sabes lo que hago con las sirvientas insolentes como tú? Las castigo.
Sígueme abajo.
– Dijo mirándome duramente
Lo seguí y me llevó hasta la cocina.
Echó a una chica que estaba ahí, y cerró la cocina con el pestillo.
Ahí comenzó a quitarme el vestido y el delantal, y me sentó en la barra de la cocina, con las piernas abiertas y me ató las manos por detrás de la espalda y colgando de mi coleta, me puso una mordaza de bola, y comenzó a azotarme los muslos con un gato de nueve colas, no grité, pues por la mordaza no podía, pero si me sacudí, no tanto por los golpes, sino porque, de dónde sacó el gato sino bajé la caja roja de los juguetes.
Luego de 35 azotes en los muslos, me recostó boca abajo y empezó a azotarme el trasero con una espátula de madera, que cogió de la cocina, hasta que sentí que se me entumieron las nalgas.
Hecho esto, me hizo sentarme sobre mi adolorido trasero, y ahora saco un dildo grande y me penetró con el y en mi ano introdujo un plug anal.
Metió y sacó varias veces el dildo de mi vagina, mientras mi ano estaba penetrado por el plug.
Después de eso, me colocó un par de pinzas en los pezones, y me puso boca abajo, sacando el dildo y comenzando a cogerme con su enorme miembro.
– Ni se te ocurra venirte, perra insolente!!!.
– Me gritó.
Por fortuna, a pesar del exquisito placer que sentí, no pude venirme, porque tenía la mente ocupada pensando, seguí preguntándome de dónde sacó todo si no bajé la caja.
No me vine.
Sacó el plug, y sacó su miembro de mi vagina, y me bajó de la barra y lo puso dentro de mi boca.
Lo metió y sacó varias veces de mi boca, hasta dejarme todo su semen dulce en mi lengua.
Me desató las manos y me abrazó fuerte, y me dijo:
– Anda, mi bella gatita, vamos a darte un baño, te portaste muy valiente y soportaste, vamos te bañaré.
– Dijo con una voz dulce, impropia de el.
Preparó la tina con agua caliente y algunas fragancias, se metió conmigo y me lavó cuidadosamente el cuerpo, con un jabón de aroma a cereza, y luego me sentó y me dijo:
– Pásame el shampoo rojo, ése es para chicas.
Se lo di y me lavó el pelo, amorosa y pacientemente.
– Lo tienes muy largo, y hermoso, nunca lo cortes.
A propósito, que hacías con el traje de mi esposa?
– Me gustó mucho.
Quise sentirlo un instante.
– Bueno, si te portas bien te compraré uno a ti, idéntico, claro, de tu talla, para que luzcas hermosa para mi.
– me sonrió y me dio un beso.
Me secó cuidadosamente, y me ayudó a vestir con la ropa con que había ido.
Le puse el traje doblado perfectamente, el maquillaje ordenado y los zapatos, todo ya guardado en sus manos.
– Ah no, quédatelo todo, es para ti, todo para ti.
– Me dijo.
Luego fuimos a mi casa e hicimos el amor durante horas.
Zero esta loco.
Pero asi me gusta y es mi dueño.
Tuya
Cerise Hood
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