Sofía la ahijada
Comenzar a escribir esta historia me trae gratos recuerdos de aquella niña-mujer con la que compartí un tiempo memorable siendo amigos y viendo crecer a Sofía. Ella era la ahijada de mi madre, y en Sudamérica es común que las familias de amigos cercanos realicen estos actos durante el bautizo, entre.
Comenzar a escribir esta historia me trae gratos recuerdos de aquella niña-mujer con la que compartí un tiempo memorable siendo amigos y viendo crecer a Sofía. Ella era la ahijada de mi madre, y en Sudamérica es común que las familias de amigos cercanos realicen estos actos durante el bautizo, entre otros. Nos conocíamos tan bien que la vi crecer y desarrollarse, de manera muy inocente, ya que a ella le gustaba jugar conmigo cada vez que nos veíamos, desde las muñecas hasta ser su caballito de juego, lo que con el tiempo nos fue gustando a ambos.
Todo comenzó alrededor del 2004; yo tenía 17 años y Sofía estaba a punto de cumplir 11. Como mencioné, vi su desarrollo y me parecía una preciosidad, ya que tenía unos pechos medianos que, al abrazarla, rozaba, y muchas veces, por costumbre y confianza, solía acariciarlos, algo que para ella era normal. Sucedió que en una fiesta en la casa se hizo tarde y yo tenía un poco de dolor de cabeza. Estaba acostado cuando ella subió a mi habitación y me dijo: “La madrina me dijo que puedo dormir aquí porque la fiesta no se termina y ya tengo sueño”. Al mirarla con un vestido de tirantes, a pesar de que ya tenía sus pechitos medianos, no usaba sujetador y le llegaba antes de la rodilla, sentí cierta excitación y solo le respondí: “Claro, ven”. Y me dijo: “Pongamos una película de terror”.
Se acostó y, como hacía algo de frío, me dijo: “Abrázame, necesito abrigarme”. Tenía cierta excitación y veía el momento. Al acostarse, me dijo: “Estás tiras del vestido, me estorban”, y se los quitó, dejando sus brazos libres y sus pechos un 50% descubiertos. Como les había dicho, había confianza, entonces para ella era normal. Igualmente, se sacó los zapatos, trataba de disimular la excitación y se pegó más a mí. En ese momento, su vestido se levantó y su cola quedó pegadiza a mi pene, que presionaba mi pantalón. La película que veíamos era de terror. A pesar de que le dije que se iba a asustar, ella insistió, pero cada vez que había una escena fuerte, brincaba y se pegaba más a mí. En uno de esos momentos, agarró mi mano y, por la acción del susto, brincó y la presionó sobre su seno izquierdo, que se descubrió de su vestido y quedó solo con mi mano encima. No sé si ella lo notó, pero a mí me llamó la atención. Mientras la película corría y como estaba interesante, solo mis dedos empezaron a rozar su pecho, acariciándolo, y este, por instinto, se puso duro y cada vez más erguido. Eso me puso muy excitado, y empecé a darle besitos en la cabeza y a bajar hasta su cuello, en el cual le besaba y respiraba, diciéndole que rico perfume. Ella levantó su mano y acarició mi barba sin decir más.



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