Sofía la Ahijada 2
Sentí su respiración acelerarse, su pezón endurecerse y su mano acariciar mi barba. Luego, comenzó a buscar mi cabello, presionando mi cabeza para que siguiera besando su cuello. Sentí cómo se acercaba a mi pene, como si quisiera sentirlo.
Sentí su respiración acelerarse, su pezón endurecerse y su mano acariciar mi barba. Luego, comenzó a buscar mi cabello, presionando mi cabeza para que siguiera besando su cuello. Sentí cómo se acercaba a mi pene, como si quisiera sentirlo. Mi otra mano comenzó a acariciar desde su ombligo hasta sus piernas, y sentí cómo se estremecía, como si la película hubiera pasado a segundo plano.
Me aventé un poco más y empecé a acariciar sus pies, subiendo poco a poco hasta sus rodillas. Su piel era suave y tersa, y su olor me tenía hipnotizado. Le pregunté si estaba bien o si tenía frío, y me respondió que ya no mucho, que siguiera abrazándola. Mis dedos empezaron a acariciar su muslo, que se sentía frío, así que le dije que estaba helada y empecé a frotarlo más rápido, abriendo la mano y haciendo que mis dedos rozaran su interior. Con ese contacto, empecé a escuchar unos gemidos suaves y sus piernas cada vez las abría más permitiendo un mayor contacto ya descarado mis dedos demoraban más al acariciar su zona.
Al principio, le daba un poco de nervios, pero poco a poco se fue acostumbrando a las nuevas sensaciones. No le importaba que su vestido estuviera levantado, y en un momento dado, me preguntó con voz nerviosa pero emocionada si podíamos jugar a que me montaba como si fuera su caballo. Se colocó sobre mi pene con el vestido levantado, empezando a moverse buscando un roce al subir y bajar. Por primera vez, vi que su vagina estaba mojada, reflejando la luz de la televisión. Sus pechos ya estaban descubiertos por el movimiento, y casi se resbala. En ese momento, la sostuve directamente de los pechos, disfrutando la dureza de sus pezones. Le dije lo lindos que eran mientras los acariciaba. Ella sonrió un poco sonrojada y me agradeció, diciendo que le gustaba sentir mis manos, pero me pidió que no le dijera nada a la madrina porque se podía enojar.
Se acostó en mi pecho, besándome el cuello intensamente. Seguía frotándose contra mí, y mi pene estaba duro en ese momento. Para acomodarla, le tomé de las nalguitas, que para su edad estaban duritas. Mi mano derecha volvió a sus muslos, y poco a poco empecé a deslizar la tela de su interior, dándole caricias en la vagina. Busqué con mi dedo angular su clitoris, sintiendo su humedad virginal. Era una sensación tan rica. Tenía pocos bellos, y ella gemía mientras me daba lenguetasos y lamidas en el cuello. Mis dedos empezaron a frotarle más fuerte, y poco a poco fue introduciendo un dedo. Gemía y solo decía que rico, empezando a moverse más rápidamente sobre mis dedos. Empecé a sentir que apretaba su clitoris, estaba llegando a su primer orgasmo. En ese momento, no paraba sus movimientos. Vi su rostro y busqué sus labios. Al parecer, era su primer beso, ya que sus movimientos fueron torpes, pero se dejó guiar por mi otra mano. Acariciaba su cabello y la guiaba para besarla intensamente.



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