Sombras de Deseo: Pasiones Prohibidas CAPITULO 14
En «Sombras de Deseo: Pasiones Prohibidas», seguimos a Morgana elegida por Alexis, un nuevo amo. Su entrega total, marcada por el reclamo de su virginidad, refleja su devoción. Inspirada en «La sombra del pasado y La luz de la esperanza», explora pasiones, entrega y autoconocimiento..
El sonido del tren resonaba en la oscuridad de la noche mientras Juan y Dixie avanzaban con determinación hacia un nuevo comienzo. Juan, vestido de negro y envuelto en la misteriosa atmósfera de la noche, observaba cautelosamente a su alrededor, asegurándose de que nadie los siguiera. Con gestos rápidos y precisos, ayudó a Dixie a subir al tren, cerrando la puerta tras ellos con un suspiro de alivio.
Sentados uno al lado del otro en la penumbra del vagón, el ambiente estaba cargado de tensión y emoción contenida. Juan se sentía incómodo en su piel de amo renunciando a su antigua vida, mientras Dixie miraba con asombro a las personas «normales» que ocupaban los asientos a su alrededor.
«Supongo que sí», respondió Juan con un tono de resignación, desviando la mirada hacia las sombras que se deslizaban más allá de la ventana. «Pero ahora somos nosotros quienes buscamos una vida diferente, una vida en la que podamos ser más que simples amos y esclavas.»
Dixie asintió en silencio, sintiendo la emoción y el miedo mezclarse en su pecho mientras el tren se deslizaba hacia lo desconocido. A pesar de las dificultades que seguramente encontrarían en el camino, sabían que estaban juntos y que eso era suficiente para enfrentar cualquier desafío que el destino les deparara.
Juan contaba meticulosamente el dinero que había guardado en su abrigo, calculando cada centavo con concentración mientras planeaba su próximo movimiento. Mientras tanto, pedía un chocolate caliente para Dixie, consciente de que necesitaba algo reconfortante después de la agitación de la noche.
Dixie, exhausta por la tensión y el esfuerzo de la huida, se recostó contra el hombro de Juan, encontrando un refugio seguro en su presencia. Sus párpados pesados cedieron al cansancio y pronto se quedó dormida, su respiración tranquila y regular marcando el ritmo sereno de su sueño.
En ese momento, un destello de furia cruzó por la mente de Juan mientras miraba hacia abajo a la figura dormida a su lado. Estaba a punto de pronunciar las palabras habituales, recordándole a Dixie su lugar como esclava, pero algo en su expresión tranquila y vulnerable lo detuvo en seco.
«Esclava…», comenzó a decir en voz baja, pero las palabras se atascaron en su garganta mientras contemplaba la paz en el rostro de Dixie. Una oleada de compasión y comprensión lo inundó, y en lugar de las órdenes habituales, simplemente susurró: «Descansa, Dixie. Estaré aquí.»
Juan suspiró profundamente, dejando de contar el dinero por un momento y mirando hacia el horizonte a través de la ventanilla del tren. En ese momento, sintió un peso levantarse de sus hombros, liberándolo de las cadenas invisibles que lo habían atado durante tanto tiempo.
«No soy amo», murmuró para sí mismo, dejando que las palabras fluyeran con una sensación de liberación. «Soy un hombre libre.»
Con esa simple declaración, Juan sintió que se desprendía de la identidad que lo había retenido durante tanto tiempo, liberándose de las expectativas y restricciones impuestas por su posición como amo. En su lugar, se abrió camino hacia una nueva vida, una en la que podía ser él mismo, sin la carga de la dominación y el control sobre otros.
El tren continuaba avanzando en la oscuridad de la noche, llevándolos hacia un destino desconocido pero lleno de posibilidades. Y mientras Juan contemplaba el futuro con un sentido renovado de libertad, supo que había tomado la decisión correcta al dejar atrás su antigua vida como amo y abrazar su verdadera identidad como un hombre libre.
La luz del amanecer comenzaba a teñir el cielo con tonos dorados mientras Juan y Dixie bajaban del tren, sintiendo el aire fresco de la mañana acariciar sus rostros. Mientras caminaban por el andén, Dixie rompió el silencio con una pregunta que pesaba en su mente desde que habían abordado el tren.
«¿Sabes que los amos se follan a sus esclavas en los trenes? Es asqueroso», dijo Dixie, su voz cargada de indignación y desaprobación. «¿Tú lo hacías con otras esclavas en el tren? ¿Cómo te sentías al respecto?»Juan se detuvo por un momento, sintiendo el peso de las palabras de Dixie sobre sus hombros. Respiró profundamente antes de responder, eligiendo sus palabras con cuidado mientras buscaba la honestidad en su interior.»Sí, lo sé», admitió Juan con franqueza, sin apartar la mirada de Dixie. «Y sí, lo hice en el pasado. Pero no me sentía bien al respecto. Sabía que no estaba bien, pero estaba atrapado en un ciclo de comportamiento condicionado por mi papel como amo.»Una sensación de pesar se apoderó de Juan mientras reflexionaba sobre sus acciones pasadas, reconociendo el daño que había infligido al seguir ciegamente las expectativas impuestas por su posición como amo. Sin embargo, también sintió un atisbo de esperanza al darse cuenta de que ahora tenía la oportunidad de cambiar y redimirse.»Ahora, sin embargo, estoy decidido a dejar ese pasado atrás», continuó Juan con determinación, encontrando fuerza en sus palabras. «Ya no soy ese hombre. Soy un hombre libre, y quiero vivir mi vida de una manera que refleje mis valores y principios, no los dictados de la sociedad.»Con esas palabras, Juan miró a Dixie con sinceridad, esperando que ella pudiera ver la verdad en sus ojos y comprender la sinceridad de su deseo de cambiar.
«Nunca más te follaré con esa ira», declaró Juan con sinceridad, su mirada encontrando la de Dixie con determinación. Era una promesa cargada de significado, una afirmación de su compromiso de dejar atrás los viejos patrones de comportamiento y encontrar una nueva forma de conexión entre ellos.
Dixie sintió una oleada de sorpresa y gratitud al escuchar las palabras de Juan. Siempre había sentido la intensidad en los encuentros íntimos con él, pero ahora, esta declaración la llenaba de una sensación de alivio y esperanza. Era un cambio bienvenido, un paso hacia adelante en su relación que ansiaba con todo su ser.
Con un gesto suave pero decidido, Juan se acercó a Dixie y la besó con ternura, sus labios encontrándose en un delicado baile de pasión y amor. Era un beso diferente, cargado de una suavidad y calidez que contrastaba con la intensidad habitual de sus encuentros. Dixie se dejó llevar por la dulzura del momento, sintiendo una conexión más profunda con Juan que nunca antes.
Después de un momento, se separaron, pero el vínculo entre ellos permaneció, fortalecido por la promesa de un futuro lleno de amor, respeto y comprensión mutua.
En medio de un momento de intimidad compartida, Juana se sinceró con Juan, revelando sus pensamientos más profundos y los sentimientos que la habían atormentado durante mucho tiempo. Sus palabras resonaron en el aire, cargadas de un anhelo profundo y una tristeza palpable.»Me hubiera gustado… perder la virginidad así, con suavidad», admitió Juana con voz suave, su mirada perdida en el horizonte mientras recordaba el doloroso recuerdo de su primera vez. «Recuerdo que grité de dolor cuando entraste con fuerza, y me preguntaba por qué los amos tenían que ser tan bruscos al arrebatar la virginidad de sus esclavas de esa manera.»Sus palabras llevaron consigo una mezcla de tristeza y resignación, revelando el peso de las experiencias pasadas que habían dejado una marca indeleble en su corazón. Juana compartió la confusión y el dolor que había sentido al ser vendida como esclava, obligada a aceptar un destino que nunca había elegido por sí misma.»Y luego me llevaron allí, para que sea esclava como una profesión», continuó Juana, su voz temblorosa con emoción contenida. «Nunca me gustó… Aveces soñaba con una vida diferente, una en la que fuéramos esposos y no amo y esclava.»Sus palabras revelaron la profunda añoranza por una vida que nunca había conocido, una en la que el amor y la libertad eran las fuerzas dominantes en lugar de la sumisión y el control. Aunque sus sueños nunca se habían hecho realidad, Juana encontró consuelo en compartir sus pensamientos con Juan, sabiendo que él la escucharía con comprensión y empatía.
Juan expresó un sincero arrepentimiento por el dolor que había causado a Juana en su primera vez, reconociendo el cruel sistema que enseñaba a los amos a profanar la virginidad de sus esclavas como si fuera un acto de propiedad y control. Sin embargo, en un gesto de redención y compasión, ofreció la posibilidad de recrear ese momento de una manera diferente, una en la que el amor y la delicadeza reemplazarían la brutalidad y el despojo.
«Lamento profundamente lo que hice contigo en tu primera vez», admitió Juan con sinceridad, su voz cargada de pesar. «Nos enseñaron a tratar tu vagina virgen como propiedad, a marcarla y hacer que sangre, pero ahora… ahora podemos hacer las cosas de manera diferente. Aunque ya no seas virgen, podemos fingir que lo eres y ser delicados contigo esta vez.»
Sus palabras reflejaban un cambio de corazón y una voluntad de desafiar las normas impuestas por la sociedad, optando por un enfoque más humano y compasivo hacia Juana. En lugar de repetir los errores del pasado, Juan buscaba sanar las heridas y construir un nuevo comienzo basado en el respeto mutuo y el cuidado genuino.
Con un brillo de esperanza en los ojos, Juan ofreció a Dixie una promesa de futuro diferente, uno en el que el amor y la comprensión reemplazarían la opresión y la sumisión.
«Sí, te pediré matrimonio», declaró con determinación, su voz resonando con sinceridad y compromiso. «Cumpliré tus sueños, Dixie. Quiero que seamos más que amo y esclava. Quiero que seamos esposos, iguales en todos los aspectos, compartiendo nuestras vidas juntos, libres y felices.»
Con un brillo de asombro en los ojos, Dixie observó cómo Juan sacaba el anillo azul, un símbolo de su antigua vida como esclavo, y se lo colocaba lentamente en el dedo. La acción era un gesto de profunda significación, una ruptura con el pasado y un compromiso hacia un futuro nuevo y prometedor.
Las palabras de Juan resonaron en el aire, cargadas de emoción y esperanza. Dixie se encontró sin aliento, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho. ¿Podría ser verdad? ¿Podrían realmente dejar atrás su antigua vida y comenzar de nuevo como iguales, como compañeros en el amor y la libertad?
Con lágrimas de alegría en los ojos, Dixie asintió con la cabeza, incapaz de contener su emoción. «Sí, quiero casarme contigo», susurró, su voz temblorosa con la emoción del momento. Era un sí a un nuevo comienzo, a un futuro lleno de amor, respeto y felicidad compartida.
Entre las luces centelleantes y los adornos festivos de Londres y París, Juan y Dixie se sumergieron en la magia de la Navidad, explorando las calles llenas de vida y color como nunca antes lo habían hecho. Para Dixie, cada decoración y cada brillo eran una revelación, una experiencia nueva y emocionante que llenaba su corazón de alegría y asombro.
Pero era en las noches, en la privacidad de su hotel, donde su amor verdaderamente florecía. Con la calidez de las luces de la ciudad filtrándose por las ventanas, Juan y Dixie se entregaban el uno al otro con una pasión delicada y tierna. Cada beso, cada caricia, era como un nuevo descubrimiento, un recordatorio de la belleza y el poder del amor compartido.
Para Dixie, era como si estuviera experimentando la pérdida de su virginidad por primera vez, pero esta vez de una manera completamente diferente. Juan la trató con la gentileza y el respeto que merecía, honrando su cuerpo y su corazón con cada movimiento y cada palabra susurrada al oído.
Y así, en la calma y la intimidad de la noche, Juan y Dixie se entregaron el uno al otro en cuerpo y alma, sellando su amor con cada suspiro y cada gemido de placer. Era una luna de miel llena de ternura y pasión, una celebración de su unión y el comienzo de un nuevo capítulo en sus vidas juntos.
Con la cabeza reposando sobre el pecho de su recién convertido esposo, Dixie se sumergió en un profundo sueño, rodeada por la sensación reconfortante de su presencia. La calidez de su cuerpo, el latido constante de su corazón, todo era tan familiar y al mismo tiempo tan nuevo para ella.
En el silencio de la noche, mientras las luces de la ciudad se desvanecían lentamente, Dixie se dejaba llevar por la sensación de paz y seguridad que solo él podía ofrecerle. Cada respiración, cada susurro, era como una melodía suave que la envolvía y la acunaba en un estado de felicidad y plenitud.
A veces, entre sueños, Dixie se preguntaba si todo esto era real. ¿Podía ser verdad que su antiguo amo, el hombre que una vez la poseyó con tanta ferocidad, ahora fuera su esposo y la sostuviera con tanto amor y ternura? Pero al sentir el calor de su cuerpo y escuchar el ritmo constante de su corazón, Dixie sabía que no importaba si era un sueño o realidad. Lo único que importaba era que estaban juntos, compartiendo este momento mágico en el que el pasado se desvanecía y el futuro brillaba con promesas de amor eterno.
Mientras las alarmas resonaban por la ciudad sumisa, la desaparición del amo y la esclava envolvía todo en un aura de misterio. Nadie sabía dónde podrían haber ido, y las especulaciones llenaban las conversaciones en las calles y los pasillos de las casas de los amos.
Algunos murmuraban sobre una posible fuga, mientras que otros se preguntaban si habían sido secuestrados por alguna facción rebelde. Pero en el fondo, nadie podía estar seguro de nada. La incertidumbre pesaba en el aire, alimentando el temor y la ansiedad de aquellos que se preguntaban qué podría haberles ocurrido a la pareja desaparecida.
Mientras tanto, en algún lugar lejos de la opresiva ciudad sumisa, el amo y la esclava disfrutaban de su libertad recién encontrada.
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