Sorpresa en el baño del Cole

El siguiente relato puede ser cierto o ficticio querido lector, Me llamo Ingry tengo 30 años, mi fisico se podria decir que es petite, me pidieron remplazar a una maestra en el colegio donde me lleve una gran sorpresa.
Llegue al colegio a primera hora de la mañana, con la maleta repleta de materiales didácticos y el corazón lleno de preocupaciones por la inesperada tarea que me aguardaba. El director me recibe en su despacho, sus ojos cansados y la barba descuidada delatan la noche que ha pasado en vela.
-Ingry, gracias por venir a ayudarnos. Necesitamos que cubras la clase de la maestra Castellanos por el resto de la semana. Se ha resfriado y no podrá venir.

Le sonrío, ocultando mi nerviosismo, y asiento con la cabeza. Salgo del despacho rumbo a la sala en la que se suponía que debería impartir la lección.

Al entrar al aula, me recibe un mar de ojos curiosos que me observan expectantes. Me dirijo a la pizarra, intentando centrar mi atención en la lección, y es en este instante en el que veo a Raul, sentado en el fondo de la clase, su mirada me clava. Nuestros ojos se cruzan, y en un abrir y cerrar de ojos, la memoria de aquélla noche se despliega ante mi mente. Sus labios carnosos, su pene duro en mi boca, el sabor de su semen… Un cosquilleo me recorre la columna vertebral, y mi rostro se enciende en un rubor que no puedo controlar.

Mi mente, sin embargo, sigue adelante con la tarea que tengo entre manos, presentando a los niños y pidiendo silencio para empezar. Los minutos pasan lentos, cada uno lleno de recuerdos eróticos que me atormentan y me emocionan a la vez.

Al finalizar la hora, anuncio el inminente recreo. Mientras los alumnos empiezan a levantarse de sus pupitres, Emilio, un alumno tímido, me pide si puedo acompañarlo al baño. Su pedido me sorprende, ya que no lo conozco demasiado, y su actitud reservada no me lo hacía sospechoso de nada. Acepto, pensando que tal vez le haya pasado alguna cosa que le haga sentir inseguro.

Una vez en el baño, Emilio me tira de la manga, jadeando, y me arrastra a un rincón escondido.

-Profe, mire lo que me esta pasando

Emilio bajándose los pantalones y mostrando su erección, me mira ansiosamente, su respiración agitada resonando en el silencio del baño. Su pene, aun en la preadolescencia, se alzaba orgullosamente, de un tamaño que me sorprendía. En su rostro se dibujó una mueca de confusión y preocupación.

-¿Profe Ingry? – me dice con la mirada clavada en mi cara – Raul me mostró un video… de ustedes… la noche que pasó en su casa.

Me sorprendí no sabia que Raul me había grabado, mi corazón empezó a latir a mil por hora. Sin perder la calma, me agacho para acercarme a su altura y le sonrío con tranquilidad.
-¿Qué video, Emilio?- le pregunté, haciéndome la sorprendida.

Con la cara roja de la emoción, Emilio me muestra el video en su celular. En la pantalla chica, veo la imagen de mi boca alrededor del pene de Raul, chupando con avidez. Mis ojos se abren en shock. Me levanto y me dirijo a la puerta del baño, asegurándome de que nadie nos vea.

-Emilio, eso es un secreto entre Raul y yo. No puedes mostrarlo a nadie más, entiendes? – Le digo con firmeza, intentando que mi tono suene normal, a pesar del calor que me recorre el pecho.

El niño asiente, sus ojos brillando de emoción por el descubrimiento.
-Pero, profe, que hago con esto? – me pide, mostrando su erección.

Mi instinto me dice que no debo permitir que la situación se salga de control. Sin embargo, la visión de su miembro erguido y la idea de que Raul pudo grabar nuestro escandaloso acto me excita a niveles insospechados. Decido tomar cartas en el asunto de una forma inusual.

-Emilio, si quieres que nadie más vea este video, debes prometer que serás un chico bueno y no se lo mostrarás a nadie, ¿de acuerdo? – Le digo, acercando mi cara a la suya para que sienta la seriedad de mi promesa.

El niño asiente, sus ojos brillando ahora de miedo.
-Y si quieres que te ayude con… eso – Le indico su erección con un movimiento de ceja -, tienes que prometérmelo.

Emilio, aún confundido, asiente de nuevo.
-Lo prometo, profe.

Me acerque a la puerta poniendo el cartel fuera de servicio y cerrándolo con llave para que nadie nos interrumpa. Me di la media vuelta y me acerque a Emilio, su pene aun erecto me miraba fijamente. Con un suspiro que no supe si era de alivio o de excitación, le dije:
-Entonces, Emilio, cuéntame que te gusto de ver a Raul y a mi.

Emilio, aun con la cara roja, tartamudeo un par de veces, y al final me dijo:
-Profe, me gusto…me gusto… ver tu boca…tu boca…

Mi corazón da un salto. Decidida, me agacho lentamente delante de el, tomando suavemente su miembro en la palma de mi mano. Siento que el calor se me esparce por todo el cuerpo.
-¿Eso es lo que te gustó?- le digo con una media sonrisa.

Emilio asiente, sus ojos se cierran y su respiración se acelera. Empiezo a acariciarlo suavemente, disfrutando del tacto de su piel caliente y tersa. Sus manos se cierran en puños a los lados, y comienza a mover las caderas, instintivamente buscando mas fricción.
-¿Y si te digo que puedo ayudarte a sentir eso?- susurro, acercando mi boca a su oreja.

El niño abre los ojos, y mira a mi boca, que ahora se acerca cada vez mas a su pene. Su respiración se agita y por un instante creo que se va a venir en mis manos.
-¿De verdad, profe Ingry?- me pide, sus ojos brillando con la excitación.

Le sonrío, y le digo:
-Solo si me prometes que serás bueno y no se lo contarás a nadie, Emilio.

Con un nudo en la garganta, el niño jura que mantendrá el secreto. Entonces, acerco mi boca a su pene, que ya palpita ansioso en mi manita. Empiezo a lamerlo suavemente, de la base a la punta, escuchando su jadeo ahogado. Su sabor es dulzón, a la par que inocente, y mi boca se llena del calor que emana de su miembro. Emilio se mueve ligeramente, y yo lo agarro con mas firmeza, asegurándome de que no se me escape.

Mis labios se deslizan lentamente por su eje, y empiezo a succionarlo con delicadeza, acariciando sus pelotas con la yema de los dedos. El sonido de mi boca succionando y su respiración jadeante son los únicos sonidos en el baño. El tamaño de su pene es perfecto, no demasiado grande ni demasiado pequeño, lo que me permite disfrutar de cada centímetro. Saco la lengua y la paseo por el pliegue debajo del glande, y Emilio emite un sonido que es mitad grito, mitad suspiro.

Sus piernas tiemblan ligeramente, y siento que su excitación crece a cada instante. Decido que ya es hora de que sienta lo que es el cielo, y empiezo a mamarle con mas intensidad, tragando la mitad de su pene. Emilio se agarra a mi cabello, guiando mis movimientos, y yo obedezco, disfrutando cada milímetro que entra y sale de mi boca. Mi saliva lo baña, haciéndolo brillar y resbaladizo.

Mis manos se deslizan por su cintura y me apoyo en la pared del baño. Emilio comienza a balancearse, metiéndose mas y mas en mi boca. Mis ojos se llenan de lagrimas, y mi garganta se ajusta al ritmo de su acelerado pulso. Sigo mamándolo, saboreando cada gota de precum que emana. Siento mi propia excitación crecer, y me pongo a jugar con mi propia ropa, acariciando mi coño empapado a través de mis bragas.

Mi respiración se torna mas agitada, y mi corazón late con la emoción de saber que estoy cometiendo un pecado delicioso en el baño del colegio. Emilio gime mas alto, y siento que se acerca al climax. Me detengo por un instante, mirando sus ojos desorbitados, y le digo:
-Esto es nuestro secreto, Emilio. Solo nuestro.

El niño asienta, sus ojos pidiéndome que siga. Con un movimiento rápido, engullo su pene por completo, y empiezo a mover la garganta, haciéndole saber que estoy lista para recibir su semen. Y en un instante, suelta un gemido agudo, y su semen caliente invade mi boca. Lo trago con gusto, disfrutando cada gota.

Nuestros ojos se cruzan, y en el suyo veo la adoración y el miedo. Me levanto, y le sonrío.
-Nuestro secreto, Emilio.

El chico asiente, y me ayuda a arreglarme la ropa. Antes de salir del baño, le doy un beso en la mejilla, saboreando aun su semen en mi boca.
-Vete a jugar, ya te veré mas tarde, cariño.

Y con eso, Emilio se escabulle por la puerta, y yo me quedo un instante mas, saboreando el sabor del pecado que acaba de cometer. La jornada en el colegio acaba de empezar, y ya se que será una semana que jamás olvidare.