SUKIYAKI
Nuevamente Norberto cuenta como son sus aventuras de macho dominante en esta ocasión en la universidad.
Hoy os traigo mi primer relato, en el que os contaré una de las múltiples aventuras que tuve con Sukiyaki, una compañera de la universidad de Tokio que disfrutaba de la sumisión y la humillación.
Esta historia que traigo hoy sucedió un viernes por la noche cuando noté que se dirigía a la biblioteca de la universidad. Le seguí adentro sin alertarle de mi presencia. La biblioteca estaba prácticamente desierta, como era de esperar la noche de fin de semana. Le seguí a distancia mientras se dirigía hacia las grandes estanterías de la parte trasera. Cuando parecía que había llegado al pasillo que estaba buscando me dirigí hacia el yo también, comprobando si había más gente en aquella solitaria biblioteca. No había nadie.
Sukiyaki estaba de espaldas a mí cuando entre en su pasillo recuerdo era la sección 7. Estaba vestida simplemente con un vestido de verano blanco con flores de Sakura (cereza para los que son latinos) y un calzado deportivo. Estaba absorta en la lectura de uno de los libros.
Me apoyé contra una estantería y esperé a que ella sintiera mi presencia. No pasó mucho tiempo antes de que levantara la cara del libro y se girara lentamente hacia donde yo estaba esperando. Cuando me vio no aparentó estar sorprendida, simplemente cerró el libro que había estado mirando y lo devolvió a su lugar. Luego se agachó y abrió el bolso que estaba a sus pies. Se sacó las gafas y se las puso, luego se quedó mirándome, sin sonreír ni hablar. Esperando.
Extendí la mano con la palma hacia arriba e hice un movimiento de elevación con los dedos. Miró a su alrededor rápidamente para asegurarse de que no había nadie cerca, luego se agachó, agarró el dobladillo de su vestido con ambas manos y lo levantó lentamente hasta que se empezaron a ver sus bragas, luego su estómago y finalmente su sujetador quedó al descubierto. Su ropa interior era blanca, con un patrón de pequeños detalles rojos, como si fuera ropa de niña de primaria, era de algodón suave. Continuó simplemente mirándome y esperando, obediente como siempre había sido.
Después de un rato volví a extender la mano. Esta vez moví dos dedos hacia mí. Al principio, pensó que tenía la intención de que se acercara y comenzó a caminar hacia mí, pero levanté la palma de la mano, negué con la cabeza y ella se detuvo. Extendí la mano y tiré suavemente de la tela de su vestido. Se soltó el vestido y dejó que cayera al suelo. Tras esto se agacho y me lo entregó.
Con el vestido en la mano me di la vuelta y empecé a alejarme. Se quedó sin aliento cuando vio que me iba, aparentemente pensando que la dejaría tirada en la biblioteca sin nada más que su sujetador y sus bragas. Pero ella no dijo nada. Para confirmar su impresión, regresé un par de pasillos hacia la entrada, me metí en uno y escondí su vestido en un estante vacío. Luego me acerque de nuevo por el otro lado para ver qué estaba haciendo.
Simplemente estaba parada allí, con los brazos relajados, esperando. Pero tenía una expresión ansiosa en su rostro.
Continué observándola durante varios minutos. Después de un rato caminó hasta el final del pasillo donde yo me había ido y con cuidado asomó la cabeza, buscándome. Hice un pequeño sonido de carraspeo y ella se dio la vuelta para mirarme con rapidez, aterrada por quien pudiera ser. Pero cuando vio que era yo, se relajó de nuevo y permaneció en silencio.
Me acerqué a ella y comencé a acariciar sus pechos a través de su sostén. Levantó las manos y las puso detrás de su cabeza y cerró los ojos. Le di la vuelta y continué masajeando sus senos mientras presionaba mi erección entre sus nalgas.
Lentamente me alejé de ella y con un simple gesto ella entendió que debía bajar sus brazos. Manteniendo la mirada hacia mí, comenzó a acariciarse y a deslizar una de sus manos al interior de sus bragas. Su boca se abrió lentamente mientras su mirada, sin dejar la mía, se volvió hacia adentro, perdida en la mezcla de placer y vergüenza que encontraba tan irresistible. Si alguien hubiera venido en ese momento y le hubiera sorprendido masturbándose frente a mí en sujetador y bragas, se habría sentido devastada, pero la posibilidad de que tal cosa sucediera obviamente le excitaba mucho.
Decidí empeorar un poco la situación y dando un paso adelante, me arrodillé frente a ella y lentamente le bajé las bragas para que quedaran a mitad de sus muslos, dejando su coño expuesto. Mantuvo sus ojos en los míos y solo hizo un pequeño sonido, un gemido. Permanecí arrodillado por un rato, mirando su mano, ahora visible, deslizándose dentro y fuera con suavidad.
Volví a ponerme en pie, aún muy cerca de ella, aun sosteniendo su mirada, mientras desabrochaba mis pantalones y sacaba mi polla, rodeándola con los dedos de su otra mano. Dejé que me acariciara por un rato mientras continuaba tocándose a sí misma y le di ordenes de que me dijera con su voz tierna YAMETE KUDASAI, ONICHAN.
Puse mi mano sobre su cabeza y presioné suavemente hacia abajo. Inmediatamente cayó de rodillas, pensando que yo quería que empezara a usar su boca. En cambio, puse mi mano en su frente y no le permití acercarse. Confundida, soltó mi polla y se apoyó en sus manos, sin saber lo que era lo que yo quería. Empecé a empujarla hacia atrás hasta que ya no pudo mantener el equilibrio sobre sus manos y cayó sobre su espalda con un pequeño grito, sus piernas se desplegaron debajo de ella.
Ella me miró desde el suelo, parpadeando detrás de sus gafas y respirando con dificultad. Abrí sus piernas con facilidad, luego me paré entre sus rodillas y comencé a masturbarme.
Yo también estaba un poco nervioso, así que no traté de contenerme. Y de todos modos, la mezcla de terror y excitación en su rostro, combinada con su posición y estado de desnudez, fue más que suficiente para llevarme al orgasmo. Sandra parecía casi petrificada cuando derramé mi semen sobre ella: unas pocas gotas cayeron hasta la punta descubierta de su barbilla, algunas en su sostén y el resto en su estómago, además de un poco en coño.
Volví a abrocharme los pantalones y me alejé. Sukiyaki volvió a preguntarse si me estaba yendo, quizá aterrada ante la idea de que haría ella desnuda y llena de semen si yo me iba. Pero solo fui a buscar su vestido.
La mirada de alivio en su rostro fue muy clara cuando vio que llevaba el vestido en mis manos. Le ayudé a ponerse de pie, parte del semen en su estómago corrió hacia coño mientras se ponía en pie. Se subió las bragas y luego me miró.
Levanté sus brazos, y luego dejé caer el vestido sobre ella, vistiéndola de nuevo. Cuando el vestido estuvo listo, le di la vuelta y le subí la cremallera. Con mi mano presioné le vestido contra su abdomen y pecho. Inmediatamente comenzaron a aparecer manchas oscuras en la tela de su vestido, mostrando donde mi semen aún estaba húmedo sobre su piel.
Extendí un dedo índice y limpié parte del semen de su barbilla. Sostuve mi dedo frente a ella para que pudiera verlo, luego lo puse contra sus labios. Inclinó un poco la cabeza para llevárselo a la boca y pude ver que estaba mirando las manchas de su vestido mientras me lamía el dedo.
Y de repente comenzó a llegar al clímax, presionando ambas manos entre sus piernas e inclinándose como si tratara de no orinar. Sus gafas cayeron a la alfombra. Hizo un sonido, «Oooo. Oooo», una y otra vez, lo más bajo que pudo, y su expresión parecía casi de dolor cuando me miró.
Cuando terminó y se enderezó de nuevo, cogí sus gafas y se las puse de nuevo. Luego levanté su vestido y pasé dos dedos entre sus piernas para recoger algo de la humedad de la entrepierna. Unté la humedad en sus labios.
Entonces cogí su bolso y se lo entregué. Me puse tras ella y, poniendo mis manos sobre sus hombros, le empujé suavemente en dirección a la salida. Cogí el libro que había estado mirando del estante y le seguí.
Sukiyaki obviamente esperaba escabullirse sin ser observada, por lo que se quedó sin aliento cuando le agarré del hombro justo cuando pasaba por el mostrador de pago y dije en voz alta: «Sukiyaki, no te olvides de sacar tu libro».
Tuvo que darse la vuelta y hurgar en su bolso en busca de su tarjeta de la biblioteca bajo la mirada del bibliotecario. Parecía no notar sus labios brillantes, la pequeña gota blanca en su barbilla o las manchas en la parte delantera de su vestido, aunque estas últimas ya se habían secado un poco y no eran tan obvias como antes. Pero ella sabía que estaban allí y se sonrojó profundamente durante toda la transacción y continuó sonrojada todo el camino de regreso a su dormitorio.
Cuando llegamos a su puerta, se giró hacia mí y me dijo con algo de enfado: «Norberto,(se escuchaba sexy con su voz de japonesa) no quiero que nadie más sepa sobre…». Se detuvo y miró hacia abajo, sonrojada. «… sobre lo que hacemos».
Puse una mano en su hombro y alisé su pelo con la otra mientras respondía: «Relájate. No notó nada». Empecé a masajear sus omóplatos, al mismo tiempo que desabrochaba sigilosamente su vestido en la parte superior mientras continuaba. «Solo agradece que te haya devuelto tu vestido antes de salir».
Y con eso, rápidamente le desabroché el vestido y dejé que cayera al suelo alrededor de sus tobillos. Luego, antes de que pudiera reaccionar, la atraje hacia un beso apasionado, acariciando su trasero por un momento antes de soltarla.
Con un grito ahogado, buscó frenéticamente en su bolso la llave de su habitación, abrió la puerta y entró corriendo.
Espero que os haya gustado a todos mi primer relato de cuando estudie mi maestría en Japón y espero traeros más en los que mejore mi estilo lo máximo posible.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!