Todo lo que he hecho, por darle celos a mi esposo.
Un ama de casa que se sentía molesta, por la actitud tan seca y distraída de su esposo hacia ella, tratando de darle celos a su marido ella descubrió lo mucho que disfruta, el serle infiel a su esposo en brazos de otros hombres..
Todo lo que he hecho, por darle celos a mi esposo.
Desde que me casé siempre me ha dado la impresión de que realmente mi marido no me ama profundamente, aunque no me puedo quejar de su manera de tratarme, pero hay algo en su manera de ser que, desde los primeros días de casados, me hizo sentir molesta, muchas ocasiones por su actitud tan seca y distraída hacía mi persona.
Yo puedo pasar frente a él completamente desnuda, y él ni cuenta se da, por lo que después de que cumplimos nuestros primeros cinco años de casados, y con dos hijas, ya eso me tenía sumamente frustrada.
Un día se me ocurrió, darle celos a mi marido, actuando como si recibiera una llamada de un hombre, o mejor dicho sobre actuando, como si me hubiera agarrado haciendo algo malo.
Pero mi esposo al parecer ni se dio cuenta de eso, continuó sin prestarme la menor atención, luego comencé a enviándome flores, sé que suena cursi, a nombre de un supuesto enamorado, y cuando se lo mencioné, ni curiosidad le dio.
Por lo que se me ocurrió que a las diferentes fiestas o actividades a las que nos invitan, yo de manera algo indiscreta, y vestida de manera bien provocativa, frente a mi esposo, me ponía coquetear descaradamente, con cuanto hombre yo consideraba que no corría peligro.
Pero eso nunca me funcionó, ya que mi esposo ni tan siquiera se daba por enterado, aparte de que sin darme cuenta y sin querer hacerlo, me creé una fama de buscona, por no decir de puta, entre nuestras amistades y conocidos.
Cuando me enteré por una amiga mía, de lo que el resto de nuestras amistades pensaban de mí, decidí cambiar de manera de actuar.
Aunque les confesaré que eso de coquetearle a otros hombres, me gusta mucho, así que un día que en casa después de que entre los dos decidimos construir una piscina.
A los pocos días cuando vi a los obreros que mi esposo contrató, se me ocurrió la genial idea de coquetearles, descaradamente.
Pensé, que a diferencia de las fiestas a las que asistimos, mi esposo se podía distraer con tanta gente, y está tan concentrado en sus negocios, como la mayor parte del tiempo sucede, por lo que no se fija en mí.
Pero estando prácticamente a solas nosotros dos con esos tres tipos, seguramente se daría cuenta de que algo raro pasaba.
Un sábado, como al cuarto o quinto día en que se pusieron a trabajar, con la excusa de que el polvo y la tierra que se levantaría durante la construcción afectaría la salud de nuestras hijas, me fue sumamente fácil convencer a mi suegra que se hiciera cargo de las nenas, por lo menos mientras estuvieran construyendo.
Después yo comencé a llevar a cabo mi plan de darle celos a mi esposo, así que lo primero que hice fue vestirme o mejor dicho andar prácticamente desvestida, por toda la casa, cosa que los tres obreros rápidamente se dieron cuenta.
Pero mi esposo nada que se daba por enterado, aun cuando en varias ocasiones, escuchamos los gritos de alguno de ellos tres obreros, cuando sufría un pequeño accidente, por estar fijando su atención en mi persona y no en lo que debía estar haciendo.
Pero como eso me di cuenta de que no resultaba, decidí arriesgarme un poquito más, así que ya a eso del medio día, mientras mi esposo inspeccionaba el desarrollo del trabajo.
Bajo el caluroso sol, salí al patio donde mi marido se encontraba con ellos tres, con la intención de coquetearle un poco, al momento en que les servía una sabrosa limonada bien fría.
Los tres hombres de inmediato si me pusieron su completa atención, pero mi esposo ni cuenta se dio de que yo estaba parada entre ellos tres, únicamente cubierta por una bata de dormir algo translucida y bien corta hechas de encajes y de color negro, que uso para dormir, y aunque me esforcé porque mi marido se diera cuenta, él ni la más mínima atención me puso.
Mientras que los tres obreros me di cuenta de que no perdían ocasión de mirarme descaradamente, aun frente a mí mismo esposo, que por lo visto estaba más interesado en la calidad del cemento que se estaba usando en la construcción de la piscina, que en como yo andaba vestida, frente a esos tres obreros.
Bien frustrada regresé a casa, sabiendo que los tres obreros no me quitaban los ojos de encima, lo que en medio de todo me hizo sentir deseada por ellos tres.
El domingo continuaron con el trabajo, y nuevamente comencé a caminar por toda la casa prácticamente desnuda, usando únicamente otra batita para dormir.
Pero de color durazno, mucho más trasparente que la negra que había usado durante todo el sábado, sin mucho esfuerzo les permitió ver a todos ellos, que bajo la translucida batita de dormir, no tenía más nada puesto.
Así que mientras ellos continuaban haciendo la piscina, yo me dediqué a trabajar en la parte del jardín donde tengo sembrada un sin número de flores, y varios árboles frutales.
Ocasionalmente le solicitaba su ayuda a uno de los tres, para mover un matero, o para que me alcanzara alguna herramienta, mientras podaba alguna rama.
Accidentalmente en ocasiones la bata se me abría, o yo me inclinaba hacía el frente para recoger alguna hierba, permitiéndole a los tres que vieran completamente, ya fuera mis parados senos, o mis paradas nalgas y algo más desde luego.
En otro momento mientras movíamos alguno de los materos, de manera accidental, desde luego, yo restregaba mis nalgas contra sus cuerpos, sin el menor cuidado, y frente a la presencia de mi esposo, que para nada se daba por enterado.
Ya a eso de las doce, cansada de hacer todo lo posible para que mi esposo me dijera algo, o me preguntase que era lo que me pasaba.
Decidí invitar a los tres a que tomasen asiento en la mesa de la cocina y almorzaran con nosotros dos.
A medida que les fui sirviendo la comida, sentía como los ojos de los tres albañiles los tenía clavados descaradamente en mis nalgas, mis tetas, y hasta en mi depilado coño, pero ya se lo pueden imaginar, mi esposo nada que se daba por enterado.
Por lo que atreviéndome un poco más comencé a entablar una conversación con los tres, debido a eso me enteré de que el jefe, que es casado, y desde que su mujer quedó embarazada por tercera vez, se encuentra pasando un largo y ardiente verano, por lo menos hasta que su mujer de a luz.
Otro de ellos que tiene novia, pero que no pasan de agarrarse las manos y besarse, eso cuando su futura cuñadita los deja temporalmente solos, y el más joven de los tres, que como él mismo se le zafó decir. “Yo tengo a Manuela, la viuda de los cinco hijos.”
Apenas finalmente me senté a la mesa, y con toda la intención, dejé caer un tenedor, de inmediato el más joven de ellos tres caballerosamente se inclinó bajo la mesa para recogerlo.
Momento que aproveché para dejar mis piernas completamente abiertas, ofreciéndole al chico el completo espectáculo de todo mi coño abierto.
El pobre se ha dado un tremendo golpe en la cabeza, que estremeció toda la mesa, mientras yo continué actuando como si nada hubiera sucedido.
Pero casi de inmediato, el chico se acercó a su jefe y le comentó algo al oído, y él a su vez se lo comentó a su otro ayudante, desde ese instante y durante el resto del almuerzo, a cada rato se le caían los cubiertos a uno de ellos tres.
Mientras que seguía almorzando de lo más tranquila manteniendo mis piernas abiertas, y ocasionalmente con la yema de mis dedos acariciaba ligeramente ya fuera mi clítoris o mis labios vaginales.
Mientras que mi esposo, continuó almorzando sin prestarle mucha atención a lo que sucedía a su alrededor, y ni tan siquiera darle curiosidad por que tanto se les caían los cubiertos a esos tipos.
Durante el resto del almuerzo, la manera en que me miraban los tres, para mí era evidente que los tenía excitados al tope.
Además de sus comentarios de doble sentido, a los que yo simplemente respondía con una seductora sonrisa, mientras que mi esposo parecía ajeno a la tierra con respecto a lo que estaba sucediendo bajo sus propias narices en la mesa, era como si eso en nada tuviera que ver con él.
Al finalizar, mientras ellos tres se dirigían a continuar con la obra, mi esposo me dijo calmadamente que iba a seguir trabajando en su computadora, ya que se encontraba en medio de una gran negociación.
Por lo que yo algo frustrada por su falta de atención hacia mi persona, sin decirle nada a mi esposo decidí acompañar a los tres obreros, hasta en lo que en un futuro cercano sería la piscina.
Sin quitarme los ojos de encima, los tres se pusieron a trabajar, mientras que yo me recosté, con mis piernas abiertas sobre unos sacos de arena, y oculta de la vista de mi esposo, por la casucha de las herramientas.
Fue cuando viendo como los tres no dejaban de mirarme, decidí seguir adelante con algo que de momento me provocó hacer, y de manera que pareciera distraída.
Mientras continuaba hablando con ellos, comencé a pasar mis dedos nuevamente por sobre la piel de mi vulva, prácticamente introduciéndomelos dentro de mi coño.
Su reacción no se hizo esperar, y el primero en hacerlo fue el capataz, que dejando de hacer lo que hacía, se me acercó, y de manera discreta, me dijo al oído. “Señora, usted disculpe, pero comprenda que a los tres nos tiene locos, por favor deje de hacer eso.”
Yo haciéndome la tonta, le respondí. “¿Haciendo qué?” Y de inmediato me dijo. “Pues que va a ser señora eso de estar tocándose, mirándonos como nos mira y hablándonos de esa manera, es como si nos invitase, a que le saltemos encima.”
De manera desafiante, me le quedé viendo, primero el erecto paquete que se le había formado entre sus piernas, y luego dirigí mi mirada a sus ojos, y lo único que se me ocurrió decirle fue. “¿Que les impide que lo hagan?”
Los tres obreros se vieron entre sí, y como si ellos y yo previamente nos hubiéramos puesto de acuerdo, ellos dejaron de hacer lo que estaban haciendo y se me acercaron limpiándose sus manos contra su ropa.
Al tiempo que yo, sin vergüenza alguna, me despojé de la pequeña bata de dormir que estaba usando en esos momentos, quedando del todo desnuda ante ellos.
En un abrir y cerrar de ojos, el capataz se bajó su pantalón y dejó por completo al descubierto su miembro, que de manera automática comparé con el de mi marido.
Saliendo mi esposo perdiendo en la comparación, sin demora alguna y tras unas cuantas caricias y ardientes besos, sentí como el duro y caliente miembro del jefe de la obra penetraba mi vulva, ante la asombrada mirada de sus dos compañeros.
Era como si no hubiera más nadie a nuestro alrededor, yo sentía las callosas manos del acariciando todo mi cuerpo, mientras todo su miembro entraba y salía de mi coño.
Yo movía divinamente todo mi cuerpo, disfrutando de todos los embates que él me daba con su verga, gimiendo y casi gritando de placer y felicidad.
No sé cuánto tiempo disfruté del duro y caliente miembro del jefe de la obra, pero lo que si se, es que disfruté de un salvaje orgasmo como tenía tiempo que no lo disfrutaba.
Cuando él se levantó, me le quedé viendo a el más joven, y después de hacerle una pequeña seña con mis dedos, como un perrito faldero se acercó a mí.
En ese momento lo único que hice fue estirar mi mano, bajar la cremallera de su pantalón, y como si fuera toda una experta, extraje su erecto miembro.
El cual de inmediato me dediqué a mamar ante la exorbitada mirada de sus dos compañeros, realmente no es algo que me agradé hacer, pero en ese instante, aparte de que me provocó el hacerlo, me pareció lo más adecuado hacerle a ese jovencito.
A medida que continué mamando, me fui poniendo de pie, dándole la espalda a su jefe y su compañero de obra a quien, y sin sacar el miembro de mi boca, prácticamente le ofrecí mis nalgas, como dicen en bandeja de plata.
No había terminado de separar mis piernas, cuando comencé a sentir sus dedos empapados en su saliva acariciando mis nalgas y mi esfínter.
Suavemente se dedicó a ir dilatando mi apretado culito, hasta que seguramente decidió que era tiempo de clavarme toda su sabrosa verga.
Al igual que eso de mamar no me agrada mucho el hacérselo a mi esposo, a él en un sin número de ocasiones le he negado el placer de clavarme su verga por mi culo.
Pero a medida que sabrosamente me continuaba clavando su verga entre mis nalgas, y yo movía mis caderas como una desquiciada, al tiempo que salvajemente introducía mis dedos dentro de mi mojado coño.
Hasta que volví a disfrutar de otro salvaje orgasmo, y tanto el uno como el otro, como se vinieron dentro de mi cuerpo, el más joven dentro de mi boca, y su compañero dentro de mi culo.
Saciada de placer, me quedé recostada sin cubrirme sobre los sacos de arena, mientras que los tres, discretamente regresaron a su faena o mejor dicho a recoger sus herramientas para retirarse.
Yo después de que se marcharon, me incorporé, me volví a poner mi bata, y como si nada hubiera pasado, regresé a la casa.
En el momento en que subía por las escaleras dirigiéndome a nuestro baño, me topé con mi esposo que bajaba, yo estaba semidesnuda, sudada, despeinada, hedionda a sexo, con el semen de ellos chorreando por entre mis piernas y cara.
En cambio, mi esposo se encontraba bien contento por haber cerrado una gran negociación, lo único que me dijo fue. “Mi amor, que te parece si te cambias de ropa para que vayamos a cenar al restaurante de tu preferencia.”
Desde ese momento comprendí que puede que mi esposo si me amé, pero definitivamente no sabe expresarlo como yo quisiera, pero también descubrí, lo mucho que disfruto, el serle infiel en brazos de otros hombres.
Eventualmente la construcción de la piscina iba tardar unas tres semanas, pero me podrán creer que el proyecto se alargó un total de seis.
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