Una mujer perfecta
Bárbara y Santiago, recientemente casados, son una pareja casi ideal. .
El noviazgo había sido casi un camino de rosas, ella era delicada, bonita, delgada y alta, aunque con formas corporales muy interesantes, llamativas, si bien los senos eran normales, la cadera y sus nalgas eran prominentes, pero siempre en relación a un cuerpo apolíneo. Bárbara es una mujer muy llamativa, sobre todo a los ojos de los demás hombres, que siempre se andan dando vueltas como caranchos a ver qué pera pueden apresar en sus garras de sexo y pasión desenfrenado.
Ella era una mujer muy inquietante pero distante respecto del resto de los hombres, tenía solo ojos para su marido, Santiago, quien hacía unos dos años se había recibido de abogado y hacía entró a trabajar en el departamento jurídico de una empresa que se dedicaba a la exportación de carnes.
En una oportunidad el estado le paró una entrega a Brasil de casi dos millones de dólares porque los análisis de la carne deban que la misma tenía aftosa, la empresa perdió mucho dinero, pero decidió iniciar un juicio al estado, sabiendo que lo tenía perdido se lo dieron e Santiago, recién ingresado a la empresa. Esto fue cuando se encontraba recién recibido, a los 22 años de edad. Ahora tiene 30 y ganó ese juicio, con lo cual fue ascendido a sub director del departamento jurídico.
La buena nueva cayó como una bendición en ese matrimonio que tenía recién unos 15 días de unido. Esa misma noche tuvieron una sesión apasionada de sexo, Bárbara se mostró de un modo en que nunca lo había hecho en los dos años de noviazgo, su vestimenta era de látex, su cabello desgreñado, con sobre carga de maquillaje, un látigo que hacía sonar contra el piso, unos tacones altos y con un lenguaje soez y de baja estofa comenzó a tratar a su marido que ese encontraba anonadado ante tanta furia loca desatada por su esposa a quien consideraba una mujer común. Pues no lo era.
-Vení y chupame la concha, nenito de mamá, yo te voy a enseñar a ser un hombre.
Abrió sus piernas y dejó al descubierto sus labios vaginales, tomó de los cabellos a Santiago, lo bajó de la cama y al ponerlo de rodillas, le arrimó el rostro a su vagina con olor a mujer y también a pis, no se había lavado luego de orinar.
-Chupa, putito, chupa, hacé feliz a tu mujer que es una puta que necesita que le pásenla lengua por la concha. ¿Te gusta el aroma a mujer? ¿Sí o no? Contéstame
putito.
-Sí, mi amor, dijo Santiago con un tono de voz bajo, que casi era un murmullo, apenas audible.
-Te quiero escuchar, putito, no te puedo escuchar.
-Sí mi amor, respondió Santiago.
El hombre estaba cohibido, su mujer lo apuraba para que tuviera una erección, Santiago estaba sin poder reaccionar y no funcionaba sexualmente. Ante esta situación Bárbara cansada y enojada le dio una gran cachetada:
-Necesito verga, de lo contrario la voy a ir a buscar afuera y la voy a traer acá para que veas como me cogen, putito, ¿qué te pasa?, ¿por qué no se te para esa la pija?
Se fue hacia la toilette, tardó unos minutos, Santiago se quedó en la habitación. Ella salido del baño con un arnés puesto y un dildo de proporciones interesantes: 16 centímetros de largo por casi 5 de diámetro, con un pote de crema en su mano derecha y el látigo en la izquierda, le aplicó un par de latigazos a Santiago, lo colocó en cuatro patas, le embardunó el culo con la crema y comenzó a penetrarlo con el juguete, Santiago estaba mudo, casi sonrojado y hasta se podría decir que hasta con un poco de miedo.
Cuando Bárbara se hartó de romperle el culo lo dejó tirado en la cama ella se sentó en una banqueta que se encontraba en la habitación y comenzó a masturbarse, a gemir y tener espasmos y proferir unos grititos de placer. Una vez que hubo terminado le dijo con voz serena pero firme:
-Tuve que darme placer a mí misma, hoy no me serviste para nada. Voy a tener que pensar un plan para nuestro matrimonio.
A medida que fue pasando el tiempo Bárbara se convirtió en el Ama de Santiago, quien cumplía a la perfección el rol de esclavo, hombre sumiso, un tanto medroso, siempre con un poco de miedo respecto de lo que le dijera su mujer. Ésta no se refería a él de un modo cortés, sino con órdenes, y Santiago cumplía todo al pie de la letra porque si no era castigado.
En cierta ocasión tuvo la pretensión de desobedecerla, ella se puso firme, con voz rígida le dijo que llevara a cabo lo que le había pedido, quería que le metiera la lengua en el culo luego de haber defecado, Santiago osó contradecirla, recibió feroz cachetazo en su mejilla izquierda, fue tomado de los cabellos, llevado a la habitación, tumbado en la cama, atado en forma de estaqueado, desnudado y Bárbara comenzó a pegarle con un látigo, hasta que le dejó la piel rojiza, se escuchaban los gritos y las súplicas de Santiago, a lo que Bárbara no respondía, hasta que en un momento determinado dejó de pegarle, se aburrió de escucharlo, se cansó de pegarle a ese pelele que ni siquiera puede fornicarla como ella quiere. se acercó a él y le escupió en la cara. Dejándolo atado. Y se retiró de la estancia.
Habían pasado un par de meses de la última desobediencia de Santiago a su mujer, ésta le dijo que para el sábado tenía pensada una reunión con un par de amigos. A lo que Santiago no dijo nada. Ella le preguntó qué le parecía.
-Todo lo que usted diga ama, me parece correcto.
-Así me gusta, que respondas como lo que sos un esclavo inservible.
-Puedo preguntar de qué se trata la reunión. Preguntó tímidamente Santiago.
-Por supuesto que no. No seas ansioso. Ya verás.
Hasta que llegó el día sábado, Bárbara obligó a cachetazos y golpes a Santiago, cuando este estaba tomando una ducha a depilarse completamente, luego lo llevó a la habitación y los vistió de mujer, con tanga soutien, portaligas, le colocó una peluca, una pequeña minifalda que ella todavía usaba y una blusa transparente de color blando.
Bajaron a la sala de estar y al rato llamaron a la puerta. Bárbara, que estaba en paños menores, se llegó hasta ella, la abrió e ingresaron dos jóvenes apuestos, altos y musculosos de no más de 25 años de edad, quienes se desnudaron rápidamente y se quedaron en unos slips muy pequeños, que mostraban sus bultos y dejaban a la vista sus nalgas, ella les dijo que allí estaba la mujercita que tenía que coger y que le hicieran de todo mientras ella miraba con atención.
La mujer se sentó en un sillón, se sacó el soutien, corrió su tanga y dejó al descubierto su bella entre pierna, su vulva ya estaba mojada, mientras los jóvenes ya estaban erectos y comenzaron a desnudar a Santiago, que, por supuesto como buen dominado, no opuso resistencia y se dejó hacer de todo, incluso la propia Bárbara en algunos pasajes de esa fiestita pornográfica, dirigió la escena de lo que le gustaba ver que le hicieran a su hombre convertido en un putito reventado al que le hacían mamar una verga dura mientras le rompían bien el culo metiéndole una pija gorda en su culo. Mientras la joven esposa no dejaba de acabar una y otra vez, y otra vez y otra vez…
Los muchachos no dejaron ni por un instante su trabajo sexual con Santiago, se alternaron en las tareas que les había encomendado Bárbara, que no dejaba de gozar mientras su esposo era sodomizado una y otra vez por estos dos mancebos insaciables.
La mujer se levantó de su sillón se dirigió hacia un trinchante, abrió una de sus puertas y sacó de su interior un látigo, se dirigió hacia donde estaban los tres hombres en sus juegos sexuales, le pidió a los jóvenes que se separaron por un instante de su marido y comenzó a pegarle en la espalda, no fueron más de tres o cuatro latigazos.
Luego les solicitó a los jóvenes que siguieran con sus tareas y que llegaran a su fin. quería ver cómo le esparcían el semen por la cara a su esposo, cosa que ocurrió unos cinco minutos más tarde, los mancebos alquilados se corrieron en el rostro del esposo, quien se encontraba de rodillas en el piso. Los muchachos se separaron y lo dejaron en esa posición, se acercó Bárbara, quien abrió sus piernas dejando bien abierta su. concha y comenzó a orinar sobre la cara de Santiago. Una vez pagados los taxi boy se retiraron de la casa.
Santiago subió las escaleras y fue a darse una ducha. Bárbara le dijo parada en la puerta del cuarto de baño:
-Así te quero, bien puto, callado, sumiso y obediente. ¡Ah! Voy a salir, no me esperes despierto.
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