Una Noche con Miguelito
Una de mis noches con Miguelito, mi noviecito de diez años..
Para los que no han leído sobre mis experiencias anteriores, mi nombre es Natalia, tengo 26 años y soy una modelo de webcam aqui en Medellín, Colombia. Tengo una hermosa figura, soy alta, tengo cabello castaño, ojos verdes, piel blanca, con un gran trasero y senos grandes, un “cuerpo de un millón de dólares” como dice mi mama jaja. No me gusta mencionar las medidas de mi cuerpo ya que cambian si no hago ejercicio o si no uso tacones jaja pero las dejo aquí abajo. Estas son mis medidas actuales:
Altura: 1.76 m (5’9”)
Peso: 72 kg (158 lb)
Medidas: 35-27-42
Como mencioné en mis experiencias anteriores, me encantan los niños y me considero una pedofila. Me excitan mucho y, recientemente, desvirgué a cinco. A Danielito y a Carlitos los conocí durante un show privado de webcam, a Angelito y a Miguelito los conocí en un vuelo de regreso a Medellín, y Reynaldito es el hijo del amigo de mi amiga. Si quieres leer sobre esas experiencias, ¡haz clic en los enlaces de abajo!!
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Mis lectores, solo pensar en esa semana me excita mucho, y mientras escribo estos recuerdos, no puedo evitar frotarme el coño al pensar en estos niñitos y cómo me destrozaron esa noche. Esto sucedió una semana después de haberle quitado la virginidad a Reynaldito, y había estado planeando esta orgía desde el año pasado, pero quería asegurarme de enseñarles a estos peladitos todo lo que sé, y quería asegurarme de que tuvieran suficiente resistencia para durar mucho en la cama conmigo. Esa semana sentí que era el momento y por llamada telefónica les revelé a Danielito y Carlitos que estaba teniendo sexo con otros tres nenes de su edad, y lo mismo hice con Angelito y MIguelito, y la reacción que recibí fue la esperada: era enojo y celos, pero lo que más me dolía era ver y escuchar a Miguelito, el más joven, molesto y enojado conmigo. Yo había dejado de tener sexo con su hermanito mayor, Angelito, por algunas semanas debido a su preferencia por Sofía, y a Miguelito le dolía saber que yo me acostaba con otros tres niños a escondidas. En mi último post mencioné que escribiría sobre la orgía que tuve con mis amantes jovencitos, pero en cambio quería escribir sobre lo que pasó la noche anterior con Miguelito, el más jovencito.
Miguelito es mi peladito favorito, y es por el que tengo sentimientos actualmente, lo que me ha tomado por sorpresa. En mi próxima publicación, prometo escribir sobre la orgía, pero sentí que esta experiencia con Miguelito, de la que todos leerán, tenía una importancia mayor. La mañana que le revelé a Miguelito que estaba teniendo sexo con otros niños, estaba paseando a mi nuevo perrito, Zeus, que había traído a casa de un refugio de animales la semana anterior, en un parque. Llevaba una blusa verde neón, una falda blanca y tacones altos blancos, y ese día en el parque, recibí muchas miradas de los hombres y niños que estaban allí. Había estado paseando a Zeus durante unos veinte minutos, y vi un banco de madera vacío frente a una cancha de baloncesto que estaba siendo ocupada por un niño que parecía tener alrededor de once o doce años. El niños me había notado de inmediato, y mientras caminaba hacia el banco y me sentaba, fingí que no lo había notado. Saqué mi teléfono para leer y crucé las piernas, y me aseguré de darle a este peladito desconocido una vista de mi cremoso muslo y pantorrilla. Levanté levemente la vista y tal como había pensado, me estaba mirando. Unos momentos después, lo escuché gritar de miedo cuando su pelota de baloncesto rebotó hacia mí y golpeó mi pierna cruzada.
El niño vino corriendo hacia mí y me preguntó si estaba bien mientras se arrodillaba frente a mí para agarrar su pelota de baloncesto. Mis piernas estaban a la vista y frente a él, y le dije que estaba bien pero que me dolía un poco. Le sonreí al peladito y me presenté a él y él hizo lo mismo. Su nombre es Alan, tiene once años, y mis primeras impresiones de él fueron buenas y coincidía con lo que busco en mis amantes pequeños. La principal cualidad de todos mis amantes es la curiosidad, y si no fuera por su curiosidad, no habrían perdido su virginidad conmigo. Alan todavía estaba en el césped debajo de mí fingiendo interesarse por Zeus, acariciándolo y hablando con él, pero podía ver que cada pocos segundos, miraba mis piernas cruzadas. Pensé para mis adentros que, al igual que Carlitos, Alan tiene que ser otro niño con interés en las piernas y los pies jaja, y esto me dio una idea. Empecé a masajearme la pantorrilla en el lugar donde me había golpeado la pelota de baloncesto y, cuando comencé a masajearlo, Alan me preguntó si estaba bien. Le dije que estaría bien si podía hacerme el favor de masajearme la pierna, a lo que él dijo emocionado que sí, que podía hacerlo por mí.
Miré a mi alrededor y no pude ver a nadie en el área, así que le dije a Alan que le mostraría cómo, así que tomé su manita y la tomé en la mía. Coloqué su manita en mi tobillo justo por encima de la correa de mi tacón alto y lentamente guié su manita hacia mi rodilla y de regreso hacia mi tobillo. Le dije que así era como quería que me masajeara mientras guiaba su manita hacia arriba y hacia abajo, y, finalmente, solté su manita para que pudiera masajearme el solito. Su respiración se había vuelto dificultosa y podía escuchar su emoción mientras me masajeaba y lentamente pasaba su manita por encima de mi rodilla y más cerca haciia mi muslo expuesto. Me encantó la sensación de su manita en mi muslo y, a través de un susurro, lo animé a masajear más allá de mi rodilla, y este niñito pervertido no dudó en absoluto cuando comenzó a masajear mi muslo con pasión. Me estaba haciendo gemir en voz baja, y algunos de estos gemidos lograron escapar de mis labios, lo que hizo que Alan me mirara mientras masajeaba toda mi pierna. Entonces, me arriesgué, y le pregunté si se estaba poniendo durito ahí abajo, lo cual el lo tomó por sorpresa, y cuando el repentino susto de lo que le había preguntado se desvaneció, tímidamente dijo que sí.
Gemí suavemente y le dije a Alan que me gustaba que se estuviera poniendo durito y lo animé a que se sacara el penecito para poder masturbarse, si quería. Luego, pude ver que el nene se enderezaba mientras se bajaba los shorts ligeramente y cuando miré hacia abajo, pude verlo acariciar su penecito pequeño, pero erecto. Luego, coloqué mi otro pie de tacón alto sobre él para masajear suavemente su penecito y sus bolitas. Alan miró lo que le estaba haciendo y la vista de mis pies con manicura debio haber sido demasiado para él, ya que de repente dijo que iba a «salir de élL y, sin saberlo, había comenzado a correrse sobre mi pie. Largas hebras de su lechita habían aterrizado en mi pantorrilla y mis dedos de los pies, y cuando terminó, se cerró los shorts y, de repente, pude escuchar una voz femenina gritar su nombre. Se acercaba a nosotros desde la pista de atletismo, así que sabía que desde el ángulo en que se acercaba no podía ver lo que habíamos hecho, así que rápidamente descrucé las piernas y le dije a Alan que yo vendría a este parque todos los días al mismo tiempo para pasear a Zeus, y que esperaba que pudiéramos volver a vernos de nuevo para divertirnos más. Le sonreí diabólicamente y, con dificultad para respirar, el me dijo que estaba bien y fingió acariciar a Zeus cuando la mujer nos alcanzó.
Era una mujer alta y hermosa, diría que de unos treinta años, así que de inmediato supuse que era la madre de Alan, y había acertado cuando se presentó como Marlena, la madre de Alan. Me presenté y le dije que su hijito podría robarme a mi perro ya que lo había estado acariciando durante minutos, lo que nos hizo estallar en carcajadas. Marlena se sentó a mi lado para recuperar el aliento, y nos enfrascamos en una pequeña charla. Ella es una madre soltera, se divorció de su esposo cuando ella tenía veintisiete años cuando Alan tenía seis años, y actualmente trabaja como Entrenadora Personal, y su físico coincidía con su carrera, es increíble. Unos diez minutos después de nuestra charla, le pidió a Alan que se levantara del césped para que pudieran irse a casa. Alan acarició a Zeus una vez más, y mientras se despedían, le guiñé un ojo a Alan, y después de este post y el post de la orgía, ¡hablaré más sobre Alan y Marlena! Antes de levantarme del banco, busqué una servilleta dentro de mi bolso y limpié la lechita de Alan de mi pie y una vez que limpié su lechita, me puse de pie y acompañé a Zeus de regreso a mi nuevo SUV estacionado que había comprado la semana antes de que esto sucediera. Lo dejé en la última fila de asientos y antes de entrar a mi auto, tiré la servilleta cubierta de semen en el basurero más cercano y me dirigí a casa para dejar a Zeus.
Después de dejar a Zeus en casa, me dirigí a la casa de Miguelito y encontré a Cecilia y Roberto saliendo de la entrada de su casa. Estacioné mi SUV fuera de la acera y les dije adiós con la mano mientras se dirigían a su viaje de negocios. La siguiente hora transcurrió sin incidentes ya que Miguelito estaba visiblemente molesto conmigo por lo que les había revelado a él y a Angelito antes. Angelito estaba un poco más hablador conmigo solo porque la noticia no lo afectó tanto ya que el estaba disfrutando más de su tiempo con Sofía, y otra hora más tarde, Sofia llegó. Angelito la dejó entrar a la casa y le dije que volvería a tener un tiempo a solas con Miguelito en mi apartamento. Sofía sonrió, sabiendo bien lo que había hecho y comprendiendo. Angelito y Sofía luego se despidieron de nosotros mientras subían las escaleras y se encerraban en el cuarto de Angelito. Antes de irnos, me arrodillé frente a Miguelito para abrazarlo y rogarle que no se enfadara conmigo, y mientras nos abrazábamos le aseguré que yo le pertenecía siempre y sólo a él. Esa noche con Miguelito fue especial. Sé que es muy jovencito, pero de todos los niños, él es el más apasionado, el más cariñoso, ya que siempre quiere complacerme antes que complacerse a sí mismo, que es lo contrario de lo que hacen los otros niños conmigo, ya que se preocupan por su placer propio primero. Esa noche, los dos tuvimos un sexo increíble y siento que nuestra relación se ha fortalecido.
Cuando salimos de la casa, los dos caminamos hacia mi SUV, y comencé a conducirnos hacia mi apartamento, que está a unos treinta minutos. Unos quince minutos después, Miguelito me preguntó si podía detenerme a lo que le pregunté si estaba bien. Me dijo que tenía ganas de orinar, así que tomé la primera salida de la carretera principal. Conducí a un edificio antiguo, con las ventanas tapiadas y rotas, y por la noche parecía espeluznante. Mientras esperaba en el SUV, Miguelito se bajó y desapareció detrás de unos arbustos. Un par de minutos después, regresó y estaba tirando de la cremallera de sus pantalones cortos. Mientras cerraba la puerta de la camioneta detrás de él, dijo que se había roto la cremallera. Me incliné para ver y Miguelito se subía la camisa para mostrarme. Uno de los dientes de la cremallera se había caído y el deslizador se había descarrilado, dejando sus pantalones cortos abiertos debajo del botón. Mientras jugueteaba con la cremallera, tratando de volver a conectar las mitades, pude sentir que el penecito de Miguelito comenzaba a endurecerse dentro de sus bóxers. Me preguntó si podría arreglarlo, a lo que le dije que probablemente no podría, pero que tenía algunos alfileres en mi bolso que podían mantener cerrados sus pantalones cortos.
Estaba a punto de alcanzar mi bolso cuando otro impulso se apoderó de mí, y en lugar de buscar los alfileres en mi bolso, bajé la cabeza en su regazo, saqué su penecito de sus pantalones cortos y lo engullí con mi boca. Lo escuché jadear y sentí sus deditos recorriendo mi cabello mientras se la chupaba. Mientras chupaba su penecito, podía escuchar a Miguelito gemir, pidiéndome que le siguiera chupando el penecito y que no parara. Miguelito nunca me había vocalizado así su placer, y oírlo gemir así encendió un fuego dentro de mí, y comencé a chuparlo con avidez, haciendo que su pollita rígida brillara con mi saliva. Entonces, Miguelito empujó mi cabeza hacia su regazo y levantó sus caderas hacia mi boca, enterrando su penecito dentro de mi boquita de puta. Se la chupé deliciosamente, y me sorprendió que habia durado tanto en mi boca sin correrse. En ese punto, tenía que tenerlo dentro de mí, así que escupí su penecito y lo acaricié con mi mano. Me enderecé, puse mi brazo alrededor del hombro de Miguelito y lo besé en la mejilla. Mientras lo acariciaba con la otra mano, el se disculpó conmigo, lo que me confundió. Dejé de acariciarlo y le pregunté por qué se disculpaba, a lo que respondió que me había empujado demasiado la cabeza hacia abajo.
Me reí y le dije a este bebécito que estaba bien mientras lo besaba en los labios y le susurraba al oído que me gusto cómo había empujado mi cabeza hacia su pollita. Lo miré a los ojos y luego a su regazo. Todavía estaba duro, y cuando volví a mirarlo, pude ver hambre allí, la misma mirada que había visto en mis propios ojos cuando miré por el espejo retrovisor. Le pregunté si me deseaba y que me dijera cuánto me deseaba, a lo que dijo mi nombre sin aliento. Se giró en su asiento y me abrazó, apoyando su cabezita en mis pechos mientras me decía que me quiere más que a nada y solo a mí. Me sorprendió y lo unico que pude hacer fue decir su nombre mientras me miraba hacia arriba y presioné mis labios contra los suyos, separándolos con mi lengua. Compartimos un beso apasionado, nuestros labios cerrados, lenguas bailando como delfines en el mar, nuestras manos vagando por todas partes. Después de que rompimos nuestro beso, le dije que se subiera a la parte trasera del SUV conmigo. Miguelito sonrió para sí mismo mientras trepaba por el asiento delantero y regresaba al asiento trasero divisible. Salí del lado del conductor y miré alrededor.
Estábamos escondidos de la carretera por arbustos y árboles, pero sabía que nos arriesgábamos porque siempre existía la posibilidad de que alguien nos tropezara, ya sea un policía o quizás alguien que necesitaba hacer sus necesidades, como lo había hecho Miguelito. Pero no me importaba, de hecho el riesgo me hacía desear aún más a esta peladito. Miguelito había desabrochado el respaldo del asiento trasero y lo había doblado. Mientras cerraba la puerta del lado del conductor y subía al compartimiento de carga alfombrado, Miguelito se quitó la camisa y los pantalones cortos, los acomodó en una almohada y los colocó en el piso de la camioneta junto a mí. Me quité la blusa verde neón para él y mientras me arrodillaba frente a él, le rogué que me tocara. Alcanzó mis pechos, acariciándolos a través del encaje negro del sostén y masajeándolos con movimientos circulares. Saqué los tirantes del sostén de mis hombros y bajé las copas de mi sostén, exponiendo mis pezones a sus curiosos deditos. Luego, se inclinó hacia adelante y presionó sus labios contra mis senos, besándolos, lamiendo mis areolas, succionando mis pezones rígidos. Jadeé y apreté su cabezita contra mi pecho, para que pudiera salirse con la suya conmigo. Sentí una de sus manitas en mi cadera bajando por mi muslo, debajo del dobladillo de mi falda corta.
Me agaché y le subí la falda, levantando mis caderas del piso para poder subirme la falda hasta la cintura. Tocó mi muslo y sus deditos se detuvieron cuando llegaron a la cintura de mi tanga y luego bailaron sobre mis caderas, rozando ligeramente mi piel desnuda. Sentí que mi hambre por él crecía en mi vientre, y mis caderas comenzaron a moverse por sí solas, presionando contra la manita de Miguelito. Miguelito deslizó sus deditos debajo de la cinturilla de mi tanga, pasándolos por la parte interna de mi muslo antes de bajar a mi hendidura. Buscó a tientas mis labios antes de encontrar la entrada a mi raja húmeda. Miguelito no necesitaba entrenamiento ahora ya que sabía exactamente qué hacer. Probó mi pasaje con la punta de su dedito, lo suficiente para humedecerlo antes de llevarlo a mi clítoris, ahora hinchado por el deseo de su toque. Cuando el dedito de Miguelito rozó mi perla, sentí que estaba en caída libre, como si el mundo se derrumbara debajo de mí. Mientras giraba su dedito alrededor de mi clítoris y succionaba mis pezones, sentí una oleada de placer y deseo atravesándome, como nunca antes había sentido. Tal vez fue el peligro de nuestra situación, tal vez fueron los sentimientos que tenía por este hermoso niño.
Nunca nadie me había hecho sentir así. Nadie. Mientras Miguelito acariciaba mi sexo, me agaché para agarrar su pollita rígida, ahora presionando contra mi muslo. Miguelito soltó mi pezón de sus labios y jadeó cuando deslicé su prepucio hacia adelante y hacia atrás sobre su eje duro. Quería tanto su hermosa pollita, quería sentir su carne dentro de mí. Estaba a punto de succionar mi pezón de nuevo cuando lo detuve. Le susurré al oído cuánto lo deseaba dentro de mí y le pregunté si quería follarme, a lo que Miguelito dijo que sí y que me deseaba desde el momento en que entré a su casa. Mientras rodaba sobre mi espalda y apoyaba mi cabeza en la almohada que Miguelito había hecho para mí, rápidamente separé mi tanga mojada hacia un lado y Miguelito se metió entre mis piernas para acostarse encima de mí. Estaba nerviosa de que alguien nos atrapara, pero la posibilidad de que alguien nos viera dentro del SUV era baja ya que habíamos empañado las ventanas del auto. Mis miedos fueron reemplazados por una repentina sensación de alivio al sentir a Miguelito penetrarme mientras guiaba su dureza dentro de mí. Teníamos que ser rápidos, y cuando Miguelito me comenzó a dar golpes cortos y rápidos, no hice ningún esfuerzo por frenarlo.
Envolví mis brazos alrededor de él y sostuve su cuerpo contra mis pechos mientras sus caderas se balanceaban adelante y atrás, bombeando mi sexo hambriente con su rígida pollita. Abrí mis muslos lo más que pude con mi falda arremangada alrededor de mis caderas, con la esperanza de sentirlo más profundo. Miguelito comenzó a golpearme con fuerza, sus caderas rebotaban en mis muslos con cada embestida, sus bolas golpeaban la parte inferior de mis nalgas. Luego, Miguelito colocó sus manitas detrás de mis rodillas y levantó mis piernas sobre sus hombros, y empujó su penecito adentro de mí tan profundo como pudo. Empezó a golpearme aún más fuerte, más rápido, sus deditos se clavaban en mis muslos mientras golpeaba mi coño. Mis tacones altos tocaban el techo del SUV y mientras me seguía follando, pude sentir que el auto comenzaba a balancearse sobre su suspensión, y esto agregó una sensación de placer «ingrávido.» Había estado cerca de mi orgasmo cuando el me toqueteaba el clitoris, y ahora su carne dura de bebécito estaba a punto de llevarme al clímax. ¡Ayyy como le estaba rogando en ese auto! Seguí gimiendo y gimiendo su nombre, rogándole que me follara duro y rápido para siempre. Ya había perdido el control de mí misma y solo era consciente de una cosa: la pollita de Miguelito, entrando y saliendo de mi coño, haciéndome gemir como la puta amante de los niños que soy.
Sus caderas se movían tan rápido que yo apenas podía seguir el ritmo, y en este punto estaba temblando debajo de él, dejándolo bombear mi coño hambriento mientras me corría. Soltó mis piernas, dejándolas caer a su lado mientras se acostaba encima de mí una vez más y disminuía la velocidad de sus embestidas. Envolví mis brazos alrededor de él y me mecí debajo de él, apretándome alrededor de su eje, haciéndome más fuerte para él. Podía sentir que sus caderas comenzaban a tartamudear, y sentí ese espasmo revelador dentro de mí cuando su penecito comenzó a tener espasmos. Le supliqué que se corriera dentro de mí, le supliqué que me diera su lechita de niño y pude escucharlo gemir mi nombre de placer. Mis manos recorrieron su pecho, acariciando su suave piel cuando, de repente, escuchamos el sonido de llantas sobre la grava. Nos miramos el uno al otro durante una fracción de segundo mientras su penecito hinchado se deslizaba fuera de mí, y luego hubo una lucha loca por volver a ponernos la ropa. Volví a ponerme la blusa y me bajé la falda hasta los muslos, cayendo sobre los asientos delanteros y deslizándome detrás del volante. Miguelito fue el siguiente mientras se ponía los bóxers, los shorts y la camisa, y levantaba el asiento trasero, dejando sus zapatos en el área de carga. Cuando los dos nos calmamos y nos ubicamos, limpié un poco de la niebla que cubría la ventana del lado del conductor y miré hacia afuera.
Esperaba ver un vehículo de la policía, pero en cambio había una camioneta estacionada junto a una valla de madera,, a unos quince metros de distancia. Vi a un hombre salir del lado del pasajero y miró a su alrededor. Miró mi SUV por un momento y luego desapareció entre los árboles, salió un minuto después y volvió a subirse a la camioneta. Unos momentos después, regresaron a la carretera. Miguelito y yo suspiramos aliviados, y Miguelito me preguntó qué pasaría si alguien nos atrapara teniendo sexo a lo que le dije que eso es algo en lo que no quería pensar. Miguelito luego me preguntó si me metería en problemas y le di un simple sí mientras giraba la llave en el encendido y arrancaba el SUV. Mientras el SUV estaba en ralentí, las ventanas comenzaron a despejarse, y sentí que mi conciencia empezaba a pesar sobre mí y me pregunté si todo esto estaba mal, si valía la pena lo que estaba haciendo con estos niños. Miguelito luego me preguntó si estaba arriesgando todo para estar con él mientras me tomaba la mano. Le dije que sí, y mientras lo miraba, pude ver que sus ojos brillaban. Quería decirle cuánto lo amaba, pero tenía miedo, miedo de lastimarlo cuando llegue el momento de separarnos.
Nuestro tiempo juntos llegará a su fin cuando él alcance cierta edad, y tal vez ese no sea el caso en el futuro, pero sé que llevaré a este niño en mi corazón por el resto de mi vida. Pero, Miguelito no tenía esos miedos y en ese momento dijo que me amaba, lo que hizo que mi corazón se derritiera y no pude contener mis sentimientos mientras le susurraba que yo también lo amaba. Me giré para abrazarlo. Fue un abrazo rápido, aunque quería que durara para siempre. Las ventanas se habían despejado y conduje el SUV, volviendo a la carretera, de regreso a mi apartamento. Cuando llegamos, estacioné el auto y Miguelito se subió al asiento trasero y recogió sus zapatos para poder ponérselos antes de subir a mi apartamento. Antes de salir del SUV, le dije a Miguelito que quería que nos ducháramos juntos antes de volver a tener sexo para que los dos estuviéramos frescos y limpios y no el desastre sudoroso que estábamos en ese momento jaja. Miguelito sonrió y dijo ok, y sentí que volvía esa hambre que me corroía por dentro. Cuando salimos del auto, lo llevé de la mano al complejo de apartamentos y, a esa hora de la noche, no había nadie cerca, así que nadie nos vio juntos cuando entramos al edificio.
Uno o dos minutos más tarde, llegamos a la puerta de mi apartamento y, cuando entramos al apartamento, Zeus nos saludó y lo acompañé a mi balcón para que no nos molestara a mí y a Miguelito mientras hacíamos el amor. Después, nos apresuramos a ir al baño para terminar de ducharnos. Mientras Miguelito jugueteaba con el grifo de la bañera, me quité la blusa y la falda, junto con la tanga. Mojé una toallita con agua tibia del lavabo del baño y me senté en el asiento del inodoro y presioné la toallita contra mi coño para limpiar los jugos que todavía salían de mí. Le pregunté a Miguelito si le gustaba lo que estaba viendo cuando noté que me miraba fijamente, a lo que dijo que sí y me preguntó si podía jugar con mi coño. Gemí un sí mientras separaba los labios de mi cuca con mis dedos, exponiendo mis partes más íntimas para que él las viera. Él sonrió y extendió su manita, tentativamente y sondeó mis profundidades, observando atentamente mientras su dedito desaparecía dentro de mí, deslizándose dentro y fuera de mi pasaje. Me estremecí cuando la punta de su dedito se arremolinaba sobre mi clítoris, y el quedó fascinado con el efecto que su toque tenía sobre mí, la forma en que movía mis caderas cuando me penetraba con sus deditos, mi calor, mi humedad.
Me quité los tacones negros de los pies, y mientras Miguelito tocaba mi raja y mi clítoris, apreté mis senos, moviendo las yemas de mis dedos sobre mis pezones rígidos. Le pedí a Miguelito que me lamiera a lo que él sonrió y asintió con la cabeza mientras miraba mi coño y luego mi cara, viendo el hambre y el deseo que ardía en mis ojos. Luego se inclinó y extendió su lenguita, moviéndola sobre mi clítoris nacarado, haciéndome gemir y retorcerme sobre el asiento del inodoro. Tenía dos deditos dentro de mí ahora, aserrándolos hacia adentro y hacia afuera mientras me chupaba y lamía mi botón hinchado. La combinación de sus deditos en mi raja hambrienta y su lenguita rozando mi clítoris hinchado me estaba volviendo loca, haciéndome temblar y gritar de placer, y tuve que apretarme contra la esquina de mi baño pequeño para no caerme del asiento. Me estaba haciéndome temblar, haciéndome débil, así que lo aparté de mi sexo para evitar que tuviera otro orgasmo. Miguelito sonrió, su rostro brillando con mis jugos, orgulloso de sí mismo por hacerme temblar tan fuerte. Salí del inodoro y caí de rodillas frente a él, todavía tan débil por sus lamidas que casi me cai. Miguelito extendió los brazos y me estabilizó, sosteniendo mis brazos mientras nos besábamos. Le susurré al oído lo mucho que me había gustado sus lamidas, a lo que me dijo que le gusta el sabor de mi coño cada vez que me lo come.
Envolví mis brazos alrededor de él y lo apreté, diciéndole que mi cuca es de el yo podía sentir el bulto en sus shorts, así que se lo froté para provocarlo, a mi hermoso niño. Luego, le susurré, diciéndole que me encargaría de su erección en la tina de la ducha, mientras acariciaba su dureza a través de sus shorts. Nos pusimos de pie y le saqué la camisa por su cabezita mientras él se quitaba los zapatos y se bajaba los shorts, junto con los bóxers, hasta los tobillos. Mi ducha no tiene mucho espacio para los dos, especialmente siendo yo tan alta, así que deje que Miguelito se metiera primero en la ducha. Su erección se tambaleó cuando entró en la tina de la ducha, me recogí el cabello y lo seguí, alcanzando el jabón mientras me arrodillaba en el suelo. Le dije que levantara las manos y, mientras las levantaba, comencé a enjabonarlo por todas partes, enjabonando su cuerpo joven y hermoso, su pecho terso, su vientre plano, sus piernas cortas, sus nalgas jóvenes y firmes, sus testículos sin pelo, y su penecito rígido. Lo guié hacia el chorro de agua tibia, enjuagué la parte delantera de su cuerpo, y una vez que enjuagué el jabón de su penecito, lo tomé en mi boca. Mientras violaba su herramienta joven y dura, Miguelito colocó sus manos sobre mis hombros, sus caderas se balanceaban suavemente hacia adelante y hacia atrás.
Tomé sus nalgas enjabonadas entre mis manos, alentándolo para que me follara la cara, a usar mi boca para su placer. Lo escuché jadear mientras giraba mi lengua sobre su eje, y cuando encontró su ritmo, bajé una mano hasta mi coño para frotarlo, y con la otra mano, acaricié su escroto con mis dedos resbaladizos. Miguelito murmuró que se sentía bien cuando lo saqué de mi boca y lamí la cabezita hinchada de su pollita. Movió sus caderas con más fuerza, y pude sentir que su penecito comenzaba a retorcerse entre mis dedos, y dejó escapar un gemido, diciéndome que quería guardar su lechita para mi coño más tarde en la cama y no aquí. Me miiró hacia abajo y se arrodilló para que los dos pudiéramos estar nivelados y me besó. Lo sostuve en mis brazos mientras apretábamos nuestros labios, nuestras lenguas se encontraban y nos besábamos apasionadamente. Después de unos momentos, hice que Miguelito saliera de la tina y lo envolví en una toalla mientras me metía en el agua tibia y jabonosa y me acostaba en la tina. Le pregunté a Miguelito si podía enjabonar mis senos después de que entré, a lo que emocionado dijo que sí. Bajé sus manos a mi pecho y le entregué la barra de jabón. Su sonrisa iluminó el baño cuando comenzó a enjabonar mis pechos.
Extendió jabón sobre la suave hinchazón de mi vientre y entre mis muslos. Separé las piernas para darle acceso a mi hendidura y él comenzó a frotar la barra de jabón sobre los labios de mi cuca, extendiéndolos con los deditos. Llevé su mano a mi clítoris hinchado para que pudiera jugar y frotarlo. Miguelito captó rápidamente lo que yo quería que hiciera. Dejó el jabón y colocó su manita sobre mi pecho, moviendo sus deditos enjabonados sobre mi pezón como guijarros mientras tocaba mi necesitado coño con la otra manita, girando su dedito sobre mi perla. Tenía hambre de él desde que me desperté, y mi placer no tardó en llegar cuando gemí su nombre, diciéndole lo bien que me estaba haciendo sentir, diciéndole que siguiera haciendo lo que estaba haciendo. La combinación de su manita en mi pecho enjabonado y sus dedos resbaladizos en mi clítoris fue deliciosa, y cuando encontré mi orgasmo, una ola ondulante de placer se extendió por todo mi cuerpo y hizo que mis piernas temblaran incontrolablemente. Cerré los ojos para saborear mi orgasmo y cuando los volví a abrir, vi una expresión de preocupación en el rostro de Miguelito. Me preguntó si estaba bien a lo que respondí débilmente que sí mientras lo tomaba entre mis brazos y lo besaba.
Me sentí borracha, mareada y tan totalmente enamorada. Le susurré que había hecho que me corriera con tanta fuerza y todo lo que este bebécito podía hacer era sonreír, y en ese rostro joven, pude ver que estaba orgulloso y satisfecho. Nos miramos a los ojos y era obvio. A pesar del peligro, a pesar del tabú, a pesar de la diferencia de edad, a pesar de todo lo que hacía de esto un acto prohibido, nos habíamos enamorado el uno del otro. Podía verlo en sus ojos, y sabía en mi corazón que él podía verlo en los míos. Después de unos momentos, le dije que deberíamos terminar y que me pondría lo que quisiera hoy en la cama. Emocionado y sin decir una palabra más, se levantó del piso del baño y yo me enjuagué el jabón de mi cuerpo para poder envolverme en mi bata de baño azul favorita. Después de eso, Miguelito recogió nuestra ropa desechada y los dos volvimos a mi habitación para que él eligiera lo que me pondría en la cama esa noche. Desde que empezamos a tener sexo en mi departamento, siempre lo sorprendía con un atuendo al azar. A los dos nos gusta el anime, y me vestí como «Nami» de «One Piece,» para él. También me he vestido como «Elastigirl» de «The Incredibles», me he vestido como «Velma» de «Scooby Doo» y otros personajes divertidos y sexys.
Sin embargo, esta vez, Miguelito fue a mi armario y escogió mis tacones altos de stripper, los transparentes, y no me sorprendió que los eligiera porque estos tacones altos también son los favoritos de los otros niños. Me senté en mi silla de tocador mientras el me pasaba los tacones altos para que pudiera ponérmelos, y mientras me los ponía, pude ver que su penecito comenzaba a ponerse erecto una vez más y estaba apuntando la cámara de su teléfono hacia a mí para tomar fotos. Gemí y le pregunté si le gustaba cómo me miraba mientras me levantaba y modelaba mi cuerpo para él. Me dio un suave sí, y le di una vista de mi culo, y de mis largas piernas y le prometí que solo usaría estos tacones exclusivamente para él y no con los otros niños. Luego, le pregunté si iba a elegir el resto de mi ropa interior a lo que dijo que no, que solo me quería en mis tacones altos mientras caminaba hacia mí. Su penecito rígido todavía estaba rojo y hinchado por haberme follado en el SUV, y me di cuenta de que el quería correrse desesperadamente. Me arrodillé frente a este hermoso niño y no perdí tiempo en llevármelo a la boca para chuparlo con avidez.
Sostuve su prepucio con fuerza con mi mano mientras giraba mi lengua sobre su penecito, mi cabeza subiendo y bajando sobre él. Pasó sus manitas por mi cabello y inclinó su cabeza hacia atrás con placer mientras movía lentamente sus caderas hacia adelante y hacia atrás haciendo que penetrara suavemente mi boca, deslizando su penecito sobre mi lengua resbaladiza. De repente su pollita se retorció dentro de mi boca, y Miguelito rápidamente la sacó y se acarició sobre mi cara, gimiendo que estaba a punto de correrse. Le supliqué que rociara su lechita por toda mi cara mientras frotaba mis pezones y le sacaba la lengua, con la esperanza de atrapar algo de su deliciosa lechita en mi lengua. Momentos después, lo sentí derramar unos hilos de su lechita clara justo sobre mi frente y apuntó el resto de su lechita justo dentro de mi boca. Luego, con su penecito, frotó los hilos de su lechita que había caído en mi frente y lo frotó por todo el resto de mi cara, y despues volvió a meter su penecito dentro de mi boca para que pudiera chupar los últimos restos de su lechita. Después de que su orgasmo disminuyó, me levanté del suelo y él me abrazó y comenzó a manosear mis nalgas mientras caminábamos hacia mi cama.
Cuando llegamos al pie de la cama, me eché hacia atrás y con cuidado me acosté boca arriba y me deslicé hacia las almohadas mientras Miguelito se metía entre mis piernas abiertas. Tomé unas servilletas de la mesa auxiliar y limpié su lechita de mi cara y pude escuchar a Miguelito susurrándome, diciéndome que quiere hacerme feliz, con la voz ahogada por la emoción. Deslizó su manita entre mis piernas, sus deditos rozaron mi sexo, encontrando mi hendidura, mi perla, palpitando en anticipación a su toque. Le dije a este bebécito que él me hace feliz mientras su dedito húmedo se arremolinaba alrededor de mi clítoris, haciéndome retorcerme de placer. Me agaché para alcanzar su penecito duro y lo acaricié mientras me daba placer, un sentimiento de pura alegría creciendo dentro de mi cuerpo, un calor que se extendía, un hormigueo centrado entre mis piernas, creciendo para abarcar mi ser. Estaba tan absorta en estas sensaciones que me encontré apretando el penecito de Miguelito, y aunque a él no pareció importarle, relajé mi agarre en su dureza, frotándolo con mi palma abierta. Los deditos de Miguelito ahora se movían más rápido, manipulando mi sexo con una habilidad que iba más allá de su edad. Moví mis caderas junto con sus deditos exploradores, el placer de la yema de su dedito arremolinándose agravado por los sentimientos que tenía por este hermoso niño.
Momentos después, encontré mi tercer orgasmo ese día, mis muslos se apretaron y atraparon su manita entre mis piernas mientras me corría. Miguelito siguió frotando mi clítoris hasta que tuve que detenerlo, sacando su manita de mis bragas. Lo acerqué más, su penecito ahora frotaba mi coño mojado, llevé sus deditos mojados a mis labios y los lamí, haciéndolo sonreír y reír. Le susurré al oído y le dije que quería sentir su hermosa pollita dentro de mí y le pregunté si quería follarme de nuevo. Todo lo que dijo Miguelito fue un sí mientras se deslizaba hacia abajo y se colocaba entre mis piernas. Abrí mis piernas lo más que pude, y sentí la punta de su penecito presionando contra mi coño, buscando la entrada a mi paso. Empujó su pollita dentro de mí, llenándome, su herramienta joven deslizándose profundamente dentro de mí, haciéndome gemir su nombre con placer mientras colocaba sus pequeñas manitas de tras de mis rodillas y empujaba más fuerte dentro de mí. Este peladito me folló así durante unos minutos, haciéndome retorcerme debajo de él hasta que me soltó las piernas y las envolví alrededor de su cintura, haciéndolo caer encima de mí. A Miguelito le encanta cuando tengo mis largas piernas envueltas alrededor de él cuando me folla en la posición del misionero, ¡y esta también es mi posición favorita con él!
Sabía que esto lo había excitado cuando escuché su respiración acelerarse, sus embestidas más rápidas, sus caderas golpeando mis muslos mientras deslizaba su penecito dentro y fuera de mi sexo. Mis pechos se balanceaban con cada caricia que me daba este pequeño y alzó los brazos para acunarlos en sus manitas, masajeándolos con unos movimientos circular mientras seguía follándome. Los dos estábamos en el cielo. Luego, después de unos minutos en la posición del misionero, le pedí a Miguelito si podía agarrar una almohada y el lubricante que estaba en mi mesita de noche. Quería más, mucho más. Miguelito salió de mí y tomó la botella de lubricante que estaba en mi mesita de noche y una almohada, dejándome repentinamente sintiéndome vacía mientras me ponía a cuatro patas para él, mi culo colgando en la brisa. Deslicé la almohada debajo de mis caderas, empujando mi culo hacia arriba para que Miguelito pudiera penetrar mi coño más profundo. Se roció un poco de lubricante en el pulgar y deslizó su penecito rígido dentro de mi coño mientras presionaba su dedito resbaladizo en mi trasero mientras reanudaba sus embestidas largas y lentas. Él gimió de placer cuando deslizó su delicioso sexo en mi coño hambriento, moviendo lentamente sus caderas en un movimiento circular, arriba y abajo, de lado a lado, revolviendo mi coño húmedo con su sexo rígido mientras me follaba.
Me preguntó si me estaba gustando a lo que respondí que amaba su penecito de bebé dentro de mi coño en esa posición. Miguelito respondió plantando un gran beso húmedo en mi cuello mientras cubría mi cuerpo con el suyo, ahuecando mis senos y pellizcando mis pezones mientras me follaba. Cuando cambió a un movimiento de ida y vuelta, bombeando constantemente mi agujero hambriento, sentí que mi placer aumentaba una vez más con cada embestida de su dureza en mi sexo necesitado. Empujé mi culo contra sus caderas con cada uno de sus golpes, haciendo que mis nalgas temblaran y aplaudieran debajo de él. Mientras bombeaba lentamente mi tierno pasaje, tuve un pensamiento deliciosamente desagradable acerca de cómo se sentiría ser tomada por cuatro niños a la vez. Me imaginé siendo violada por Danielito, Carlitos, Angelito y Miguelito, sus duros penecitos llenándome, aserrando dentro y fuera de mi boca, coño y culo, estimulándome a las alturas del placer mientras escupían su caliente y cremosa lechita dentro de mí. Me imaginé un grupo más grande de niños, cinco, diez, veinte, acariciando sus rígidos penecitos mientras esperaban su turno para montarme, sus manitas sobre mí, acariciando, apretando, pellizcando. Cuanto más fantaseaba con esto, más crecía mi placer, un núcleo caliente de lujuria que me carcomía la entrepierna, extendiéndose por mi cuerpo con cada embestida del maravilloso penecito de Miguelito.
Cerré los ojos y me vi nadando en un mar de niños, pollitas duras, piel suave, rostros suaves, labios húmedos, besando y lamiendo y empujando y haciéndome correr y correr y correr. Un minuto o dos después, Miguelito comenzó a reducir la velocidad y me preguntó si podía ponerlo en mi culo a lo que gemí que sí y que lo quería allí. Eso era cierto. Quería sentir su penecito encantador en mi culo. Quería dejar que usara mi cuerpo como su patio de recreo, que me poseyera por completo, que hiciera lo que quisiera para encontrar su placer dentro de mí. Miguelito salió de mi coño empapado, dejándome con esa sensación de vacía nuevamente por un momento. Entonces lo sentí presionando la punta de su penecito en mi culo. Mi trasero todavía estaba resbaladizo con el lubricante que había aplicado, y su penecito estaba resbaladizo con mis jugos y su lechita, facilitando su entrada en mi estrecho pasaje. Empujó hacia adelante lenta y constantemente, empujando su dureza dentro de mí hasta que estuvo enterrado hasta la empuñadura, sus bolitas descansando contra mis labios húmedos. Este pequeño ama mi culo, y es lo mismo con los otros tres niños, así que sé que es la mejor característica que tengo jaja. Mientras me penetraba, Miguelito gimió que es la mejor sensación del mundo cuando está en mi culo.
Aunque siempre es una experiencia dolorosa para mí con la entrada inicial, descubrí que con Miguelito, no dolía tanto como su penecito delgado encajaba perfectamente. Le supliqué que fuera despacio mientras se aferraba a mi espalda y comenzaba a empujar, sacando lentamente su pollita hasta que solo la punta permaneció dentro de mí antes de volver a deslizarse en mi culo. Se sentía indescriptiblemente delicioso, y la maldad, la maldad de dejar que este hermoso niño me sodomizara se sumaba a mi placer. Después de que me acostumbré a su penetración, le rogué que me follara fuerte mientras Miguelito me sujetaba por las caderas y comenzaba a golpear mi culo hambriento. Cuando comenzó a golpearme más fuerte, también apretó mis tetas, sus deditos apretaron mis rígidos pezones, haciéndome gemir y retorcerme debajo de él mientras me acercaba a mi liberación final. Me sentí desvergonzada en este punto, maldiciendo como una prostituta, dejando que este niño se saliera con la suya conmigo, usando mi cuerpo para su placer desenfrenado. La idea de ser el juguete sexual de este niño de diez años me llevó al límite, y momentos después, llegué a un clímax cegador y convulsivo que debilitó mis extremidades y me hizo estremecer debajo de mi joven amante.
Podía escuchar sus suaves gemidos mezclados con mis gritos ahogados, uniéndose a mí en un dúo de placer mientras apretaba los músculos de mi culo alrededor de su pollita rígida, instándolo a derramar su lechita dentro de mí. Miguelito gruñó y sentí que su pollita comenzaba a latir dentro de mi culo, retorciéndose y palpitando mientras expulsaba la lechita que le quedaba dentro de mi culo. Sus embestidas se volvieron más lentas y finalmente cesaron, su pollita enterrada dentro de mí, aún dura, temblando de vez en cuando. Su penecito comenzó a ablandarse casi de inmediato. No me sorprendió, había estado constantemente duro toda la noche. No era necesario que le dijera que se quedara dentro de mí, ahora conocía bien mis deseos y nos mantuvimos conectados mientras se relajaba encima de mí, plantando suaves besos en mi hombro y cuello. Tomé su manita y deslicé mis dedos entre los suyos, y nos tomamos de la mano así por lo que pareció una eternidad. Acababa de tener el mejor sexo de mi vida, y fue con un niño de diez años. Después de que nuestros orgasmos disminuyeron, Miguelito sacó su miembro flácido de mi culo, y mientras lo hacía se estremeció de dolor y le pregunté si estaba dolorido. Respondió que si estaba mientras se bajaba de mí y se levantaba de la cama. Se dirigío al baño y regreso unos momentos después con una toallita tibia.
Mientras yacía en la cama, feliz y exhausta, sentí que Miguelito comenzaba a limpiar mi culo, quitando suavemente el lubricante y su lechita, los residuos de nuestros acoplamientos. Cuando terminó, rodé sobre mi costado y observé a Miguelito mientras embadurnaba su penecito grasiento con el paño húmedo. Le dije que lo limpiaría mientras extendía la mano por la toallita, diciéndole que tendría cuidado de no lastimarlo. Miguelito me entregó la toallita y se recostó contra la cabecera mientras yo me acurrucaba entre sus piernas y lo limpie. Cuando terminé, arrojé la tela a un lado y me incliné, plantando un suave beso en su suave penecito antes de deslizarme junto a él y envolver mis brazos alrededor de su cuerpo joven. Miguelito suspiró satisfecho y apoyó la cabeza en mi hombro y nos quedamos allí abrazados hasta que oí que Miguelito empezaba a roncar. Lo desperté suavemente y le dije que no podíamos conciliar el sueño y que teníamos que vestirnos para poder dejarlo en su casa antes de que llegaran sus padres. Mientras se vestía, me puse ropa rápida y salimos de mi apartamento cansados y con sueño. Cuando regresamos a su casa, era alrededor de la medianoche, y mientras subíamos los escalones hacia su cuarto, podíamos escuchar a Sofía y Angelito gemir detrás de la puerta de la habitación de Angelito.
Miguelito y yo nos sonreímos el uno al otro, y caminamos hacia su cuarto y él se subió a su cama para acostarse. Me arrodillé frente a su cama y él tomó mi mano y me dio permiso para tener esta orgía con el resto de los niños. Le di un beso de buenas noches y le agradecí por darme permiso, y esto era todo lo que quería de él, su bendición para seguir adelante con la orgía. Esto puso las cosas en movimiento rápidamente, y había decidido que la orgía sería en la casa de Cecilia dos días después. Quería incluir a Reynaldito en él, pero era imposible que Reynaldo llevara a su hijito a la casa de Cecilia tan tarde en la noche debido a que la madre estaba en casa, pero estaba bien para mí porque no había tenido suficiente tiempo con Reynaldito para enseñarle todo y enseñarle resistencia. Cuando salí del cuarto, Sofía salió del cuarto de Angelito y su rostro estaba manchado con la lechita de ese niño. Ella tomó su lechita en su boca cuando me acerqué para besarla y saborear la lechita de Angelito mientras nos lamíamos. Le pregunté si estaba segura de no estar en la orgía, y todo lo que dijo fue que sí y que no podía quitarme ese momento. Le agradecí y le dije que si tengo una segunda orgía en el futuro, mejor que acepte mi invitación. Ella se rió y prometió que lo aceptaría entonces.
Cuando salimos juntos de la casa, nos abrazamos afuera en el camino de entrada y nos dimos un beso de buenas noches. Lectores, espero que les haya gustado esta publicación. En la próxima, escribiré sobre la noche que pasé con mis cuatro amantes jovencitos, ¡y qué noche fue! Muchas peleas jaja pero en general, fue una noche llena de placer para los cinco.
Aquí hay un enlace a algunas fotos que tomé y algunas fotos que tomó alguien que amo (:
Me encantó tu relato soy de bucaramanga escribeme y hablamos un rato
Esta bien rico tu relato, el detalle con el que describes cada cosa es verdaderamente excitante. eres realmente muy hermosa y sexy, seguro que esos niños se excitan inmediatamente al verte. Por favor sigue contando mas
Que rico relato adoro tus historias y es morboso al terminar de leerlas ver tus fotos e imaginarte con tus pequeñines amantes 😉
Ya soy fan de tus relatos tu perfil lo tengo en favoritos y lo reviso constantemente esperando tu sig relato y viendo tus fotos estas hermosa envidio a esos niños qué te tienen a su merced ojalá yo hubiera encontrado a una mujer como tu cuando tenía 9 o 10 años para esa edad andaba ya con la hormona alborotada
me encantan tus relatos espero que sigan
Eres hermosa, tu relato es exquisito. Como me gustaria tener una mujer como tu, hermosa y depravada.
Llevo un año aquí y lo poco que he leído de ella es muy exitante y ahora que sube una foto no puedo verla, como es ella !!!
Son relatos ficticios, la foto que subió era de una modelo que se llama LissanaScott