Valeria, abusada por su mascota. I: El inicio, borracha y aterrada
Una joven relata cómo a sus 19 años fue abusada por su perro estando borracha y como ello cambió su vida..
Si solo dijera que me obligan a tener sexo sin consentimiento, de seguro todos empatizarían conmigo. Si agregara que convivo con mi abusador, pocos me cuestionarían porque continúo conviviendo con él, pero aún así empatizarían conmigo. Ahora bien, si aclarara que quien me obliga a tener sexo con él es mi propio perro, nadie me entendería. Este es mi secreto.
Soy Valeria, cuando inició esto recién cumplía mis 19 años. Durante toda mi vida hice gimnasia artística, por lo que debí dejar la casa de mis padres en la zona rural y vivir con mi abuela en la ciudad. De cara y cuerpo soy muy parecida a Giorgia Villa, una atleta olímpica. A diferencia de ella yo mido 153 de altura y peso 48, aunque pesamos lo mismo yo me veo más delgada de torso por la falta de músculo y tengo más grasa en las caderas y el culo, por lo que esta parte es más prominente.
Todo comenzó luego de que mi abuela falleciera, era algo que esperaba por su estado de salud y supe manejarlo. En ese momento, la casa luego de muchos años quedaría para mi sola. Mis padres me dieron libertad para que me quedara allí mientras emparejaba mi actividad deportiva como un proyecto académico y laboral. Yo sabía que era un beneficio muy grande tener vivir sola a esa edad, así que siempre estaba dispuesta a satisfacer los deseos de mis padres.
Luego de unos meses acostumbrándome a salir de fiesta y tener sexo cada vez más seguido, mis padres me hicieron un pedido especial. Habían tenido problemas con uno de sus perros y necesitaban encontrarle un hogar transitorio o definitivo. Como ellos vivían en el campo siempre acostumbraron a tener muchos perros y grandes. Mi madre me describió que uno de ellos lo tenían hace poco más de un año, era hijo de otros dos perros suyos.
Mezcla de las razas Dóberman y Gran danés, se llamaba Roco. Aunque podría considerarse cachorro todavía, ya había alcanzado una altura enorme. Por primera vez tenía que resistir la época de celo de las perras, y había causado muchos problemas al no poder convivir con otros perros. Mientras que mi madre solo me habló de él para avisarme que me lo iban a llevar, mi padre me convencía que era temporal hasta que lo vuelvan a llevar a su casa rural, que era un tema de mi madre que ya se le pasaría.
Al recibirlo comprobé la descripción que mi madre me había dado. Visualmente era claramente un doberman, pero solo de color negro sin las típicas manchas marrones. Su tamaño no era el común a la raza que más se parecía, porque tenía un tamaño aproximado a un Gran Danés. Mi padre antes de llevarlo a mi casa lo hizo inspeccionar por un veterinario que, en su cartilla, escribió 72 cm a la cruz de altura y 59 kg de peso.
Las primeras semanas nuestra interacción solo era ocupar la misma habitación y suministrarle comida y agua. Demostraba ser un perro muy solemne, con poco ánimo de ser mimado, jugaba solo en el patio y se enloquecía por las perras de la familia vecina que seguramente cursaban su etapa de celo. Cualquier actitud mía que pudiera causar una molestia la respondía con un gruñido y una actitud amenazante, por lo que siempre lo dejaba solo y dejaba de hacer aquello que lo irritara.
Al final pensé en que convivir con Roco sería un precio justo por tener una casa sin pagar alquiler y vivir sola.
Como ya habían pasado unas semanas, debía retomar mis salidas donde intentaba terminar con algún chico en la cama.
Esa noche, donde todo sucedió, me había condicionado a mi misma tomando más alcohol del que mi cuerpo podía metabolizar. También fumar marihuana no me ayudo a controlar mi cuerpo o mi mente. Entonces, los recuerdos de una noche donde me moví entre chicos conocidos, bailando y provocándolos, eran borrosos. Mi vestimenta era simple, una botas que disimulaban mi baja estatura, una minifalda que apenas tapaba mis nalgas y un top blanco que solo tapaba una pequeña parte de mi torso donde debía tener tetas, aunque yo solo tenía mi pecho plano.
No tengo muchos recuerdos de esa fiesta. En algún momento decidí que era buena idea ir al baño, hacer mis necesidades, bajar mi tanga y dejarla allí olvidada. Tambien recuerdo ser guiada como una borracha ya casi inconsciente hacia un auto. Dentro del vehículo ser interrogada sobre la ubicación de mi hogar. También recuerdo haber viajado en el asiento trasero, siendo besada y manoseada por dos hombres.
Al llegar a mi hogar, me ayudaron a bajar sujetándome de los hombros. Mi top estaba bajo con mis pezones al descubierto. Mi falda estaba arremangada hacia mi cintura, dejando mis nalgas y mi vagina expuestas. Los tres que me acompañaban se disponían a entrar a mi casa, buscaron en mi bolso y tomaron mi llave. Dentro se animaron a hacer unos pocos pasos hasta que Roco los espantó. Ninguno de ellos se animó a combatir el terror que causaba el perro enorme, gruñendo y ladrando.
Lo siguiente que recuerdo es que me lanzaran contra el suelo, como si no fuera nada, mientras huían fuera de la casa cerrando la puerta. El golpe me hizo recobrar algo el sentido, pero no tenía control sobre mi cuerpo. Cuando intenté levantarme apoyando mis manos en el suelo se me vencieron los brazos y otra vez mi cara sintió un golpe. Pasaron unos minutos hasta que tuviera un motivo para moverme de aquella posición, boca abajo, semi desnuda en el suelo.
Aunque estaba dormitando, sentí como algo hurgaba entre mis nalgas y buscaba mi vagina. El estado en el que estaba me hizo suponer que era alguno de esos chicos que había vuelto por mi, así que como pude apoyé mis rodillas en el suelo, mis manos también, y comencé a gatear buscando escapar hacia mi habitación.
Ni un metro habré avanzado hasta que sentí que al lado mío Roco saltó y gruñó constante, como ordenándome que no me vaya. Ahora yo estaba involuntariamente en posición de perrito, petrificada por el miedo de oír a ese animal, que tanto miedo me provocaba, amenizándome.
Quieta, fijé mi mirada en un punto y bajé mi respiración, hasta que mi simulada tranquilidad cambió por nerviosismo al sentir una lengua lamer mis partes íntimas. La sensación áspera se diluyó entre mi alterada mente, mientras me espantaba de lo que estaba sucediendo. Si me genero placer no estaba en condiciones de identificarlo como tal.
Roco exploró poco tiempo con su lengua hasta que decidió saltar sobre mi espalda. Con sus patas delanteras tomaba torpemente mi cintura, su peso lo sentía caer sobre mis caderas y el choque de su pelvis con mi trasero comenzó a suceder. Lo primero que identifiqué como un sentir fueron sus garras clavadas en mi espalda baja. Luego, al fin me percaté de que algo de balanceaba al ritmo de su pelvis y chocaba mi vagina por fuera, era su verga.
Me espanté, mi mente en ese momento terminó de procesar que el perro quería cogerme. Aún así no me pude mover para escapar, estaba paralizada. El golpe de su miembro con mi vagina se repitió hasta que encontró la maniobra adecuada para comenzar a insertarla, aunque por su torpeza se resbalaba y escapaba.
La punta de su verga se posicionaba en la entrada de mi vagina, pero por la mala dirección de la fuerza se salía sin penetrarme. Sucedió una vez, dos veces, tres… Hasta que sucedió lo mismo, en la entrada de mi ano. Eso me alarmó aún más, mi mente por alguna razón creyó que lo peor sería ser penetrada analmente, lo cual nunca permití por ser virgen de allí.
No lo pensé, fue menos que un segundo que pose todo mi peso en mi codo izquierdo y desplace mi brazo derecho por debajo de mi torso. Con el movimiento de mi cuerpo la verga de Roco se resbaló fuera de la entrada de mi culo, con mi mano la agarre y al instante que sentí la circunferencia carnosa… también sentí los colmillos de Roco en mi nuca.
Mi maniobra lo habrá asustado o enojado. Gruñía mientras sujetaba con sus fauces mi cabeza. Mis ojos se abrieron tanto por la sensación de estar por perder la cabeza que no pude pensar, hasta que su gruñido hizo vibrar todos los huesos de mi cráneo. Entonces, continuando mis movimientos instintivos, posicioné la punta de su verga en la entrada de mi vagina. Como no la solté ese micro segundo, a la primera embestida que hizo ya pudo introducirla por primera vez dentro mío. Allí soltó mi cabeza y comenzó su disfrute.
Las embestidas comenzaron con fuerza. Cada vez que el chocaba contra mi me hacía impulsarme hacia delante. Debí utilizar mi brazo derecho como apoyo nuevamente, distribuir el peso entre mis rodillas y ambos codos, con la cabeza escondida entre mis hombros y mi culo empinado.
Tome conciencia de las sensaciones todas a la vez. Por supuesto su descomunal verga ingresando a mi vagina la sentía hasta mi estómago empujar. También la tensión de todos los músculos de mi cuerpo ocupando esa rígida posición. En mi espalda, sentía las garras incrustadas en la parte baja y, en la parte alta, un líquido que se esparcía, era la saliva de Roco que caía como una cascada. En mi rostro sentí algo que se derramaba de mis ojos, estaba llorando a mares sin haberme percatado. En cuanto sentí las lágrimas ingresar por la comisura de mis labios, también oí mi propio sollozo incontrolable. Y… la última sensación que identifiqué fue la eléctrica explosión de un orgasmo.
El orgasmo quebró todo atisbo de pensamiento que quisiera tener en aquel momento. Si quería ocupar mi mente para de alguna manera procesar lo que sucedía inmediatamente un peso de remordimiento me destruía el autoestima, mi llanto era incontrolable. Lo penetración intensa empeoro todo, porque mientras aumentaba su ritmo, los orgasmos explotaban en mi vagina. Uno tras otro, cada vez más fuerte, cada vez más placer, no lo podía controlar.
La verga era ciertamente enorme, se alargó durante las embestidas hasta que alcanzó su máximo dentro mío. Llegado a un punto, Roco sujetó con sus garras mi trasero contra su pelvis con fuerza, incrustándose completamente y permaneciendo inmóvil. Supuse que estaba por finalizar todo. En ese momento algo sucedía. Si me estaba llenando de semen era muy lento. No, su verga estaba ampliándose hacia los costados, como un globo.
Era insoportable, crecía tanto que sentía un globo inflarse dentro mío. A la vez, de mi vagina comenzaba a filtrarse chorros de líquido. Lo peor fue el inicio de un orgasmo a la par del crecimiento del miembro dentro mío. Fue el más fuerte, quizás porque inconscientemente sabía que estaba cerca de finalizar todo o porque el dolor estimulaba partes de mi cuerpo nunca tan castigadas.
Ambos nos quedamos inmóviles. La verga había crecido ya hasta su límite y su semen invadía mi interior. Los jadeos de Roco eran fuertes. Mis manos las apretaba junto con mis dientes para soportar el dolor y la vergüenza de aquel momento. Ya no sabía cómo procesar si lo que estaba sintiendo en mi vagina era un orgasmo interminable o varios orgasmos que se sucedían uno tras otro.
Habrán pasado minutos en esa posición y con esas sensaciones, pero se sintieron horas. No tenía algún pensamiento rondando mi cabeza hasta que Roco decidió separarse de mí. El impulso lo tomó con sus patas delanteras al apoyarlas en mi espalda. La fuerza y su peso me hizo dirigirme al suelo violentamente, mientras el saltaba hacia atrás. La bola en la que se había transformado su verga me causó un dolor insoportable al expandir la entrada de mi vagina como nunca. El dolor me hizo dar un tímido grito y, desde el suelo, oí sus patas caminar lejos de mi.
Permanecí en el suelo en posición fetal, expulsando sin esfuerzo la gran cantidad de líquido que mi vagina alojaba. Lloré sin consuelo hasta quedar dormida y solo desperté para, aún adormilada, llegar a mi cama y continuar durmiendo.
El día siguiente desperté ya por la tarde. Me dolía la cara por el impacto en el suelo. Me dolían los codos y las rodillas por mantener aquella posición todo ese tiempo y con su peso encima mío. Me dolía mi vagina que había sido castigada como nunca en mi vida. También la resaca retumbaba mi cabeza.
Al dirigirme al baño solo con verme al espejo me dieron ganas de llorar. Me hice mil planteos ¿fue por el alcohol y la marihuana? ¿en algún momento me gustó? ¿tanto miedo tenía? ¿por qué no lo espante como a cualquier mascota?
Entre a bañarme tan rápido como me percaté que me estaba castigando a mi misma. Habré pasado una hora lavándome con jabón varias veces el cuerpo sin poder sacarme el sentimiento de suciedad. Cuando al fin decidí que era suficiente, me miré seriamente al espejo y decidí que al salir del baño haría como si nada hubiera pasado.
Camine, con mi bata y una toalla en mi cabello, solo unos metros con dirección a mi habitación hasta que un gruñido desde la cocina me detuvo. Al estar de espalda no podía verlo a Roco, solo lo escuchaba. El gruñido aumento en fuerza hasta que comenzó a ladrar desaforado. Tuve tanto miedo que mi piel se erizo y por instinto me arrodillé en el suelo. Levante mi falda, coloque mis codos, escondí mi cabeza entre mis hombros y empiné la parte trasera de mi cuerpo ¿Qué estaba haciendo?
Entumecida completamente esperé que los ladridos finalizaran, me montara para satisfacerse y abandonara esa actitud agresiva. Nada de eso sucedió, continuó sus ladridos y cuando volteé a verlo, identifiqué que estaba reclamando comida junto a su cuenco de alimento.
Con vergüenza por la sumisión con la que había respondido al miedo, me puse de pie, pero intentando ser fiel a mi promesa en el baño. Camine hacia la cocina, coloque su comida y agua respectivamente en sus cuencos respectivos. También yo misma tomé agua para hidratarme y comí una pizza fría que guardaba del almuerzo del día anterior.
Esperé a su lado hasta que terminara de comer, para evitar su enojo por si mi ausencia de la cocina lo provocaba. Al finalizar, él mismo abrió la puerta que conectaba la cocina con el patio y salió para descansar. Aproveche su desinterés por mi y con un trapo limpié el gran charco de líquidos que todavía permanecía cerca de la puerta de entrada a mi casa. Luego regresé a mi habitación, a vestirme.
No acostumbraba entrenar los sábados, pero el gimnasio estaba abierto para entrenar movimientos. Mi mente lo necesitaba, concentrarme en algo más. Fue efectivo, porque mientras practicaba las posiciones más difíciles de la gimnasia artística no pensé en lo que había sucedido. Al regresar, había recobrado algo de valor. Estaba convencida que la próxima vez, sin estar borracha, sabría imponerme al perro y negarle cualquier deseo carnal que tenga conmigo. Sino también le diría a mi padre que se lo llevara, creo que el estaría de acuerdo. Con esas convicciones ascendí al colectivo con dirección a mi casa, donde recibí un mensaje de mi padre.
- Hola hijita ¿cómo estás? como se está portando Roco.
- Hola papá. Bien supongo, pero no creo que se nos vaya a dar muy bien la convivencia ¿Hasta cuando se tiene que quedar?
- Si fuera por mi mañana mismo lo traería, pero a tu mamá no hay forma de convencerla
- Es que no creo poder seguir viviendo con el
- No seas dramática, es un perro grande con mucha energía, nada más
- No es solo eso papá…
- Ya lo sé, es época de celo. Solo tenes que encontrarle alguna perra de su tamaño por la ciudad para que se desquite ¿no tenes algún conocido que tenga una perra para el?
- Eso no creo que sirva
- ¿Por qué? ¿Ya se montó alguna perra?
- Si…
- Bueno, será cuestión de que se siga desquitando con ella. Agradécele al dueño o dueña de mi parte. Voy a intentar de convencer a tu mamá, pero arregla con el dueño para te la siga dejando a su perra
- Bueno…
Aunque no quisiera aceptarlo, nada volvería a ser igual.
Continuará…
En los siguientes capítulos repasaré cómo tuve que acostumbrarme a ser abusada por mi perro, lo que causó en mi y en mi vida, las charlas que tuve con mis padres y mucho más.
Espero su apoyo y comentarios.
Me encanta, me atrapó la historia, espero que sigas relatado. 10/10
Gracias! Próximamente habrá más capítulos
Que bien lo describes, que gran desarrollo de personajes y perfecto como se ensambla hasta llegar al apartamento, el «crescendo» del placer es maravilloso 😍 He disfrutado está lectura como pocas… Mil g
Muchas gracias por tu comentario! Próximamente la historia avanzará
Genial relato, el tema y tú forma de presentarlo, tus detalles. Me encantó tu relato!!
Tendremos más?
Gracias! Próximamente habrá más capítulos
Muy buen relato espero segundo aparte
Hola valeria como estas? Me llamo daniela me gustaría conocerte y poder hablar contigo. +584249242678 ese es mi WhatsApp escríbeme pliss