Viejo orinado y enfermo me desvirga en el bosque (Parte 1)
Historia de cuando me violó por primera vez un viejo asqueroso .
Eran casi las 7 am cuando salí de casa para ir a la escuela. Era invierno y todavía estaba oscuro mientras caminaba por el sendero que atravesaba parte del bosque. Estaba al borde de un ataque de pánico, porque era el tercer día que iba a asistir a clases sin haber hecho los deberes, sin haber estudiado y sabiendo que la profesora me iba a exponer frente a todos al llamarme al frente. Por ese entonces yo tenía bastante ansiedad social, no sabía desenvolverme bien entre mis compañeros y no había logrado tener una amistad duradera.
Me sudaban las manos mientras imaginaba la humillación que iba a recibir, el bullying que me iban a hacer todos en aquella escuela ese día, como venía pasando todas las mañanas de las últimas semanas. En ese momento el pánico ganó y decidí saltarme las clases ese día. Ya era viernes y si me escapaba, luego vendría el fin de semana y tendría unos días más para evitar a mis compañeros.
Mientras giraba en el sendero para desviarme de la escuela, me sentí poderosa y más libre que cinco minutos atrás. Quise demostrar esa nueva liberación mientras me soltaba la coleta del pelo y desabrochaba unos botones de la camisa del uniforme.
Así, con un look más salvaje, caminé por el bosque, por un sendero nuevo que no conocía. En ese momento escuché las hojas y ramitas del suelo quebrarse bajo el peso y avance de una bicicleta.
Giré sobre mi hombro para ver quien se acercaba y vi que un señor viejo venía pedaleando despacito hacia mi.
Un fuego se encendió en mi abdomen y una dosis más de energía y de libertad se extendió por mis venas. Quise poner a prueba mi poder y mi libertad con aquel viejo en ese momento.
Decidí mantener mi mirada sobre él mientras se acercaba pedaleando y le sonreí seductoramente.
– Ahh..- comenzó a decir mientras se frenaba a mi lado – hola hermosa, estás solita?
Apenas se me acercó sentí que olía muy mal, como a cebolla y a orín. Tenía los dientes amarillos y llenos de sarro y los enmarcaban unos labios finitos que me sonreían con picardía. Me dio asco y a la vez me encendió más imaginarme sometida a ese viejo asqueroso.
No le respondí pero me desabotoné un poco más la camisa. Ya podía ver mi top deportivo que hacía de sosten y a través del cual se marcaban mis pezones por el frío que hacía.
– Uf nenita hermosa – se relamió- decime cuántos años tenés al menos
– Tengo 17- mentí. Siempre me habían dicho que parecía más grande de lo que era.
– Qué rica, dejame tocarte un poco – dijo mientras se bajaba de la bicicleta y se acercaba a mí.
Yo estaba inmóvil, esperando a que él me guíe en aquella situación. Tenía un poco de miedo, pero también curiosidad. Así era seducir a alguien?
Con torpeza puso sus manos arrugadas y ásperas sobre mi top y comenzó a masajear mis tetas fuertemente.
– Oyyy nenita, qué pezoncitos tenés. Creo que te voy a disfrutar un buen rato esta mañana. – Mientras hablaba, veía que se le acumulaba la baba en la boca y miraba fijo a los pezones rosaditos que había descubierto bajo mi ropa.
Acercó su cara arrugada a mis tetas y me las empezó a morder y chupar asquerosamente. Me excitaba mucho y me revolvía el estómago al pensar que ese viejo horrible debía tener la edad de mi abuelo o quizás más.
Lo que siguió lo recuerdo casi borroso, porque rápidamente y casi sin mediar palabras me agarró de la mano y me llevó atrás de unos árboles para meterme mano por todos lados. Se babeaba sobre mis tetas, en mi cuello, me tocaba los labios vaginales y me envolvía con su hedor y su torpeza.
Cuando metió dos dedos de golpe en mi vagina no pude evitar pegar un grito.
Se rió y ahí me miro por primera vez a los ojos.
– decime la verdad – exigió un poco enojado – con esas tetitas y esta conchita cerrada que tenés vos sos más chiquita de lo que me dijiste. Decime ya cuantos añitos tenés que me estás volviendo loco
– tengo doce – confesé un poco atemorizada por lo tenso que lo noté apretado contra mí
– uffff mi vida, casi me hacés perderme la oportunidad – dijo mientras se apretaba contra mí y me chupaba el cuello. – Cómo me vas a ocultar que sos tan chiquita y tan puta. Te voy a hacer mía nenita, no te vas a olvidar más de la verga que te voy a meter en todos lados
Me sobresaltó al arrancarme la ropa que me quedaba y al empujarme al piso.
– Hace mucho tiempo no tengo una alegría tan grande – sonreía con sus espantosos dientes mientras se le caía la baba por el mentón y se desabrochaba los pantalones – te voy a disfrutar tanto
El olor que me invadió cuando se sacó la ropa me dio náuseas. Estaba muy maltrecho y me daba un poco de miedo la mirada depredadora que tenía. En ese momento sentí que ya había cumplido con mi cuota de aventura y empecé a sentir rechazo por la situación. Quise irme.
– Epa epa, a dónde querés irte? – se sonreía mientras me sostenía las muñecas con sus enormes manos ásperas. Me había acorralado contra el suelo sucio del bosque y tenía su cuerpo arriba mío. Era algo gordo y muy peludo. Olía a mierda y su aliento en mi cara era a cebolla podrida. Sentía su verga dura y desnuda contra mi panza.
Aterrada quise gritar pero me tapó la boca con su mano. Las lágrimas brotaron de mis ojos. No quería estar más ahí. Me maldije por no haber ido a la escuela.
– Sos un caramelito y me da la sensación de que te voy a estrenar – se acomodó entre mis piernas y comenzó a moverse mientras frotaba la cabeza de su pene contra mi entrada seca.
– Nooo! – llegué a gritar cuando sacó la mano de mi boca para escupirsela y frotar su saliva asquerosa por mi clítoris y mi vagina. Se tocó un poco el pene para apuntarme bien y volvió a llevar la mano a mi boca para taparla.
El sabor y olor de esa mano casi me descompone. Se separó un poco de mí para acomodarse mejor y verme y fue cuando pude bajar la vista y lo vi. Tenía un pene grande y muy extraño. Yo solo había visto algunos en internet, en alguna página prohibida, y este no se le parecía en nada. Tenía un color extraño y algunas protuberancias en el tronco. No conocía ningún otro pene en persona pero definitivamente ese no era un pene normal. Algo no estaba bien con él.
– Me estás mirando la verga putita? Hace años que una puta no me la quiere tocar. Ni idea que tengo, pero todavía se siente bien. No usé forro nunca y no voy a empezar ahora – se río – te voy a sentir toda y te voy a disfrutar al cien por cien
Lloré y pataleé en vano. Ese viejo peinado me estaba empezando a desvirgar con su verga enferma y no podía hacer nada para evitarlo.
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