Vuelta al bar de la perversión
Llevamos a la sobrina de Ricardo al bar de Fermín. Se lo debíamos..
Después de la fiesta con la sobrina de dos años de Ricardo, nos debíamos a Fermín, y nos llevamos a la niña al bar.
Quedarnos a solas con la niña no fue tarea sencilla, pero nos inventamos un taller de iniciación al baño en la piscina donde trabajo para que nos la dejara toda la tarde. Ricardo había estrechado su relación con sus sobrinos por obvios motivos. Su sobrino Ángel resultaba un total pervertido que disfrutaba del culo de su hermana a voluntad, adquiriendo mucha habilidad en lo que a follar se trataba. Raro era el día en el que el culo de la niña no se tragara su pequeña verga, cosa que nos venia bien, pues, aunque queríamos agradecerle el favor a Fermín de descubrirnos los placeres prohibidos, estábamos preocupados por el grosor de su polla.
-¿No será muy pequeña para sus gustos? Me preguntó mi amigo.
-Esa es la idea un poco ¿No?
Los gustos adquiridos son así, entrar es más difícil que, una vez dentro, descender por el tobogán de la perversión. Yo estaba tranquilo, lo peor que podía pasar es que nos tomáramos unas cervezas en buena compañía.
Nos costó encontrar el bar más de lo que pensaba, tal fue la borrachera que nos pegamos ese mágico día, pero llegamos a eso de las seis de la tarde. Dentro había una pareja de jóvenes en una mesa, mirando la tele, dónde una tertulia no dejaba de cacarear sin sentido. Ni corto ni perezoso Ricardo puso a la cría sentada en la barra, en el lado corto, sentándose en el taburete más cercano a la puerta del bar, donde se sentó esa vez… Yo igual, me senté a su lado, entre la pared y la cría, que estaba entre los dos.
-¿Qué se pone? Nos preguntó Fermín desde la otra punta de la barra sin mirarnos, alzando la voz. Llevaba una camisa sucia debajo de un delantal blanco aun mas sucio. Sus pantalones le quedaban grandes, salvo cuando rodeaban su gran panza, y eran oscuros.
-Dos jarritas de cerveza.
Le contesté. Miró hacia nosotros. Nos miró de arriba abajo todo lo que le permitía que la barra estuviera entre nosotros. Miró a la cría y volvió a mirarnos. Nos puso las jarras bien grandes y bien frías. Estuvimos bebiendo durante toda la tarde, no era un bar muy transitado, se notaba que había vivido tiempos mejores. Lo mismo el dueño ya se había ganado una fama, ¿Quién sabe? Ricardo se entretenía furtivamente apartando un poco el pañal de su sobrina para pasarle el dedo por el coñito y aspirar su olor como si fuera una rosa. Yo me limitaba mucho más con la pareja televidente, y también, con la calle, por donde alguna mirada indiscreta pudiera advertir nuestro juego.
Después de nuestra segunda jarra estaba ya algo perjudicado, lo que hizo que me atreviera a preguntar a Fermín.
-¿No tendrás leche para la criatura?
Fermín dijo que por supuesto, que su mujer tenia fórmula de bebé en la despensa, que iba a por ella. Sabíamos que Fermín no estaba casado. Se fue a la trastienda y no volvió tras unos largos minutos, con un vaso de leche con grumos encima. Traía la respiración agitada y sudaba un poco, el delantal mal atado, un poco arrugado. Ricardo pasó la leche del vaso al biberón de la niña y lo agitó bien.
-Está al punto de temperatura.
La niña empezó a tomarse su biberón con hambre. Fermín fue a servirnos la tercera ronda, llenando las jarras mientras se colocaba el paquete. La pareja se pagó sus consumiciones y se fue, Fermín les siguió hasta la salida del bar y echo el cierre, bajando hasta casi el suelo la opaca reja.
-¿Qué tenemos aquí? Nos preguntó volviendo a su lugar en la barra.
-Es mi sobrina Sandra, la hemos traído por si querías conocerla.
-Bueno, ella me conoce más a mí que yo a ella. Dijo mirando con lascivia a la pequeña.- Pero, ¿Qué edad tiene? Es muy pequeña.
-Tiene dos años, está un poco atrasada en empezar a hablar.
-Mejor.
Yo ya la tenía dura al ver a ese toro comiéndose a la niña con la mirada. Volvió su mano al paquete y se sirvió un doble de cerveza.
-Y…- Se llevó el vaso a la boca, dando un buen trago de cerveza.- ¿Ya la habéis violado?
-Si. Nosotros y su hermanito de 12, pero solo por atrás.
-Eso está bien, entre familia todo es mejor…
Nuestra sed era tan voraz que nos acabamos la tercera jarra en seguida, pidiéndole una cuarta al dueño del bar. El nos empezó a servir mientras se quitaba el delantal, dejando ver su camisa sucia con algún agujero, estaba excitado, no solo se le notaba en el bulto del pantalón (claramente no llevaba ropa interior), sino su respiración, su sudor en la papada… Estaba controlándose.
-No os he contado como empecé yo ¿verdad? – Nos sirvió las jarras, acariciando de paso a la niña, que ya se había acabado todo su biberón. Vereis yo tengo dos hermanas menores. Con la pequeña no nos hablamos, pero la mediana vive ahora en Galicia. Nos llevamos pocos años… Yo tendría ocho años y la pequeña 3, la mediana… unos cinco o seis. Nos cuidaba una vecina adolescente porque mis padres nunca se fiaron de mí, que era un prenda yo.
Reía agitando su gran barriga, su polla también se agitaba debajo del pantalón.
-Yo siempre he sido un niño enorme, gordo, pero por aquella época también era alto, parecía que había repetido varios cursos al lado de mis compañeros. Y ya siendo un poco bruto pues era un peligro. – Volvío a reir acariciando el pelo de la niña. – Con lo que eso, íbamos a la casa de una vecina, una chica de unos 16 años, también bastante gorda la pobre. No es lo mismo para un chico que para una chica… Se pasaban mucho con ella. Lo que pasa que ya sabéis como son las gordas. A mi siempre me han encantado por que son más viciosas que los chicos. Unas guarras que por polla y un buen orgasmos hacen de todo. Esta no se libraba y fui la primera furcia que conocí. No solo me quito la virginidad a mí, con doce años, sino que me hacía follarme a mi hermana pequeña delante suya mientras se hacía tremendos dedos. Le gustaba mandar y mirar, y a mi me enloquecía su peludo coño. Era una gorda bastante peluda, más adelante hasta le empezó a salir barba, jajaja.
Cada vez que reía hacía carantoñas a Sandra, y yo ya no sabía si se reía genuinamente o era solo para aprovechar.
-Me acuerdo que cuando me desvirgó yo tenía algo de fimosis y me dolía al descapullarme, además no estaba acostumbrado a tener el capullo al aire y me resultaba molesto. Los pelos de su coño me pinchaban en el glande cuando no atinaba a metérsela, con lo que aprendí rápido a clavársela hasta el fondo de una. Y que manera de gemir… Yo era muy palurdo y la primera vez me quedé descapullado toda la tarde pues no atinaba a volver a colocarme toda la piel alrededor, se había como enrollado para dentro, muy raro. Hasta que esa noche duchándome en casa tuve que llamar a mi padre, para que me ayudara a volver a la normalidad. Menudo pringado era. Total que el primer día que violé a mi hermana mi vecina me tenia clavándosela en la cama de sus padres con la puerta abierta, ya nos habían visto más veces nuestras hermanas, pero ella era muy buena con mis hermanas así que ellas mantenían el secreto. Estaba follándomela cuando me dice que debo mejorar, que ya llevo unos cuantos polvos y la tengo que satisfacer bien. Con lo que me hace apartarme y coge a mi hermana pequeña. Se parecía a esta princesa por aquel entonces.
La niña, Sandra, estaba sentada en la barra con lo que le daba la espalda a Fermín. él la rodea con sus gordos brazos de una forma suave y cariñosa. Sabía tratar a las niñas, y sabía cuando no ser un animal con ellas. Después de haberle visto violar a esa niña de cinco años (no recuerdo ahora su nombre), verle así me hacía ver su total labia, su manejo de la situación. Era un depredador encantador.
-Trae a mi hermanita Lucía y la desnuda, mientras juega con ella y la hace pedorretas. Yo estoy ahí, imaginaos, con mi erección… No la tenía como ahora claro pero esto nunca ha sido fino.
Vuelve a reír mientras se agarra su dura polla, aún dentro del pantalón. Nos deja admirar su grosor que se advierte, su mano, igual de grande, le da para abarcarla milagrosamente.
-Me la pone delante, ella está detrás, enorme, sus tetas encima de la cabeza de mi hermanita. Entre ellas dos formaban una masa de michelines que no alcanzabas a imaginar por cuantos sitios podías hundir tu polla… Mi hermana no era muy gordita pero a estas edades. – Empezó a hacerle cosquillas a Sandra por los costados.- Son todo rollizas. Y empieza a acariciarle el coñito. Me empieza a explicar como hacerle un dedo a mi hermanita, como lamerle el coñito… ya sabéis. La gorda puso a su lado a la niña, las dos en el costado de la cama y yo en el suelo como un ternero turnándome en los dos coños para que viera cuanto aplicaba sus consejos.
Escuchando ese relato pensé en como yo le hice lo mismo al sobrino de Ricardo, como Fermín, a su manera, nos enseño a follarnos la boca de una niña desmallada… Era todo un ciclo de perversión. ¿Ángel, al ser mayor, enseñaría a algún otro chaval (o chavala) a violar niñas? Sentía que ahora formaba parte de algo más grande que yo, que había hecho mi trabajo con el legado de Fermín, pero, claro, iba muy borracho.
-Recuerdo como mi vecina, que se llamaba María, tenía abierto su peludo coño mostrando su clítoris mientras hacía lo mismo con mi hermana. Sudaba como una cerda y tenía el pequeño cuerpo de mi hermana empapado por ello. Hasta el coñito de mi hermana sabía un poco a su sudor, cosa que me volvía loco. Pero claro no es lo mismo comerse el coño de una chica de 16 años que te saca una cabeza que una pequeñina a la que has visto crecer. ¿Verdad, princesa?
La gran mano de Fermín le abrió el pañal y se lo sacó, dejándonos ver su coñito, que ahora descansaba directamente en la barra del bar. Sus dedos jugaban por toda su fina rajita, que apenas se veía si la niña estaba sentada erguida, también con su suave y blanca vulva, y sus muslitos, tan tiernos. La hacía cosquillas y la niña disfrutaba de ellas.
-Con mi hermana era delicado, no quería asustarla, y suave, le acariciaba con la lengua la vulva, apenas me introducía entre sus labios, para mi era suficiente. Habiendo conocido el coño de María, esto era una cosa completamente nueva y diferente, descubrí cuán diferentes pueden ser las mujeres y que todas eran maravillosas. Con la gorda me recreaba para sacarle sus gemidos de gorrina, la trataba el clítoris como si fuera un satisfyer de los de ahora.
Volvió a reír, y con ello, introdujo unos deditos debajo de la niña. Su mano cubría toda su entrepierna y no veíamos que hacía, aunque no parecía moverse mucho. Tenía la cara roja, su gran nariz estaba temblando. Ricardo y yo estábamos cachondísimos oyendo a este cerdo hablar. ¿Así me vería Ángel? Por algún motivo, quería impresionar a ese chaval como lo hacía Fermín conmigo. Viendo como él era el único que tocaba a la niña, por encima del propio tío de la cría, reafirmaba mi idílica visión de él. él gobernaba, y le habíamos traído al nuevo sacrificio para glorificar su poder.
– Ese mismo día María me la comió por primera vez. No era mucho de eso… a ella le gustaba que la dieran placer, el ser generosa no iba con ella, aunque me dio a mi hermana en bandeja ¿Qué mejor regalo?
Inclinó a la niña hacia él, echando su cinturita para delante, dejándonos mirar su coño entre sus dedos. Acariciaba la pequeña vulva suavemente Sus dedos eran más grandes que la polla del hermano de la cría. Sus uñas estaban un poco sucias de la larga jornada. Di un gran trago a mi jarra.
-Me la comía para lubricar mi polla, porque, ni corta ni perezosa, me echó en la cama y me puso a Lucía encima, ella la manejaba, poniendo su coñito encima de mi polla, que iba a explotar. No se la estaba metiendo, pero la frotaba por toda la rajita del coño, y del culo, la movía de delante a atrás y de arriba abajo. En un momento dio a la aniña la vuelta para ponerse ella encima de mi cara. Apenas podía respirar con su coño en mi boca, sus muslazos rodeándome mi cara… Y seguía frotándome a la niña. Mi saliva la tenía empapada y sonaba muy mojado todo.
Se llevaba la mano que acariciaba el coño de la cría a la boca y humedecía sus dedos para volver a ese coñito virgen, que brillaba con más fuerza por la saliva de Fermín. Repetía esa operación varias veces y nosotros, embobados, seguíamos el movimiento de la mano con nuestras miradas. Parecía un sortilegio de alguna bruja que se llevaba a los niños malos al bosque en tiempos pasados. ¿Lo mismo nosotros éramos el origen de esos mitos? No creo, la pobre Sandra era una niña muy buena y estaba en la boca del lobo.
-Me corrí manchando el coño y el culo de mi hermana por entero. Un orgasmo como he tenido pocas veces. Claro un poco de frote ahora nos puede saber a poco pero en esa época, dos mujeres, mi maestra en el sexo y su nueva alumna… Fue demasiado. Pero la muy puerca no paró de mover a la cría así que ahora estaba lubricada por mi saliva y por mi lefote. Yo tenía la boca cansadísima de darle tremenda comida de coño a la gorda, ni siquiera me dejo coger bien de aire mientras me corría, sino que apretó su coño contra mi boca, yo la estaba mordiendo a esas alturas prácticamente y la puerca gemía como no habéis oído a mujer gemir así en vuestras vidas.
Fui a dar un sobro a mi jarra de cerveza y la encontré vacía. Para no molestar me levante y fui al grifo a servirme yo mismo. Estaba borracho, pero viendo como disfrutaba de la niña me sentía en confianza.
-Te la apunto. Dije mientras rellenaba la jarra. Vi que Fermín, en el lado interior de la barra, ya tenía los pantalones por los tobillos ¿Cuándo se los había bajado? Su mano izquierda estaba con la niña, que se apoyaba en el pecho del gordo, pero su mano izquierda se estaba haciendo un buen pajote. Yo solo veía su gordo culo tenso. Sonreí. Se merecía disfrutar, que coño. Para eso habíamos traído a la niña.
Volví a mi sitio, no quería perder la lección.
-Después de haberme corrido una vez María ejercía más presión a Lucía cuando la punta de mi capullo llegaba a alguno de los dos agujeros, poco a poco la estaba dilatando la guarra, en lo que la niña pensaba que era un juego, aunque pronto empezó a no gustarle tanto. Yo no veía nada, solo sentía en mi polla el ir y venir de las rajitas de mi hermana, de sus piernas. No dejaba de lamer como un perro, sabía que me estaba poniendo a prueba la gorda y quería estar a la altura. Hacía un calor en la habitación con dos gordos y la niña dentro que os podéis imaginar, mi boca sabia a nuestros sudores mezclados. Entonces siento dolor en el glande, siento que algo me ahorca la polla nunca había sentido algo igual, era mucha presión, como si la gorda me estuviera mordiendo la polla y yo no podía escapar de entre sus muslos. Me tenía inmovilizado.
Mientras nos contaba eso, su dedo empezó a perforar el coño de Sandra. Era muy suave en su hacer, pero, con un dedo tan gordo la niña se notaba muy incomoda. Sus ojitos empezaron a humedecerse y brillar como brillaba su coñito, totalmente empapado por las babas de Fermín. El gordo saca su dedo y se lo lleva directamente a la boca, chupándolo, cerrando los ojos. Su respiración se acelera, miro abajo y veo como el coño de la niña vuelve a cerrarse rápidamente. Pero su vulva está rojita, están hinchados sus labios. Es la frontera entre la virginidad y el abuso. Fermín se saca su dedo de la boca y lo vuelve a llevar al coñito, donde palpa con suavidad para encontrar la mejor posición, cuando ya está todo preparado, empieza de nuevo a hacer presión con su dedo medio y vuelve a la historia.
-Sentía verdadero dolor en la polla ¿eh? Claro, yo en ese entonces con ese dolor no caía en que estaba haciendo la cerda de mi vecina, pero en ese momento, me acuerdo perfectamente, me aferraba a su coño para no gritar, lo succionaba y mordía, con lo que la gorda seguía a lo suyo con menos cuidado del que debería. Con mi polla sentía como sí estuviera abriendo una roca que es dura y suave a la vez, como si fuera un clavo que a martillazos entra en un paraíso dentro de una roca. Dolía y a la vez era todo muy suave.
El dedo de Fermín entraba hasta la primera falange, la niña se quejaba pero, la encontré demasiado tranquila, volví a mirarla a los ojos, los tenía brillantes, humedecidos… ¿Estaría drogada? Fermín sacaba su gordo y mojado dedo y volvía a meterlo muy suavemente. El coño de la niña se notaba dilatado, cambiado, ya estaba abierta. Pensé en la polla de su hermano, en lo que iba a disfrutar a partir de ahora no solo de su culito, sino de ambos agujeros. Ricardo y yo no despegábamos la vista de esa paja que el gordo le estaba dando a la cría, que gemía de dolor e incomodidad.
-Oía a mi hermana llorar, lloraba bastante pero, a esas edades, esas crías lloran por todo, puede ser hambre o incluso aburrimiento. No me preocupó. La presión había pasado ya del glande con lo que no dolía tanto, empezaba a resultar de un placer tan grande que merecía la pena el mal trago. Mi glande seguía apretadísimo, tenía quehacer fuerza en la polla, hincharla, ponerla gorda ¿sabéis? Para aguantar tanta presión, pero ya no sentía dolor, pues esa estrechez se acentuaba ya mas allá del glande a zonas menos sensibles. Estaba gimiendo debajo de la gorda, a la que le perforaba el agujero del coño con mi lengua, estaba mojadísima, muy dilatada, se movía en mi cabeza con toda su fuerza, me dejaba sin aire a veces… Una pasada.
Fermín empezaba a ser menos suave, sus metidas de dedo ya no eran delicadas, sacaba y metía el dedo hasta la primera falange rítmicamente, la niña lloriquea y se intenta mover. Pero Fermín con un solo brazo la sujeta firmemente. No la miraba, nos miraba a nosotros mientras nos habla. El coñito de la niña empieza a sonar a líquido. Para Ricardo eso era demasiada excitación y se la sacó para pajearse. Yo quería ver el final de todo esto.
-Entonces mi polla se libera y mi cara también, la gorda tiene a la niña llorando en brazos y veo mi polla con algo de sangre, y miro al coño de la niña y claro, me la estaba follando sin saberlo. Os podéis imaginar…
Entonces Fermín hunde todo su dedo en el coñito de Sandra. Deja de tocarse la polla y la tapa la boca. nos mira desafiantes, no quiere que nos movamos ni nos acerquemos. Doy un trago a mi jarra, que está casi vacía.
-Tranquila putita… te voy a dejar el dedo bien dentro mientras acabo mi historia ¿quieres? – Fermín se ha incorporado dentro de la barra, y tiene a la niña levantada en el aire, con su mano en la entrepierna fuertemente clavada, intentando no moverla. La niña llora pero apenas se la oye al tener la gran mano de Fermín tapando toda su cara. – Total que tira a la niña a la cama como a un trapo y me dice muy seria «fóllatela como haces conmigo, quiero ver como lo haces». Me acojoné ¿eh? Estaba de repente como de mala hostia. Yo que no conocía esos juegos de sumisión por entonces, obedecí. La verdad que estaba acojonado pero no os creáis que se me bajaba la polla.
Volvió a reírse y con ello la niña entera en sus brazos se agitó, incrementando sus quejas. La niña tenia las piernas abiertas descansando en la barriga del gordo, su cuerpo se apoyaba en el pecho y el costado de la cabeza de Fermín, que seguía mirándonos. Ricardo se la pelaba agustísimo y yo no despegaba mi vista del espectáculo. El gordo tenía los pantalones por los tobillos y esa polla gordísima dura, mojada. los restos del semen que había echado en el vaso de leche se mezclaban con sus fluidos formando burbujitas por su glande.
-Yo como dije me follaba a la gorda lo más rápido posible al inicio para no pincharme con sus pelos. Mi hermana no tenía de eso, claro, pero yo cogí mi polla y se la ensarté de un golpe.
En ese momento, Fermín sacó su dedo y metió dos dedos fuertemente en el pequeño coñito de Sandra, abriéndolo con un sólo movimiento más del doble de lo que lo había abierto en todo ese momento. Soltó la cara de la niña para que respirara a gusto y los lloros llenaron el bar. Echó a la niña con la cabeza colgando en nuestro lado. Sabíamos lo que teníamos que hacer, ya lo habíamos echo con la otra niña. Fermín miró a Ricardo que era el que tenía la polla sacada. Sin decirle nada, empezó a martillear el coño de la niña dando palmadas con la vulva al llegar al fondo. La niña lloraba y gritaba, no dejando otra opción a Ricardo que meterle la polla en la boca. Los gritos se acallaron de golpe aunque seguía habiendo mucho barullo en el bar por la niña.
-Métesela hasta la campanilla y déjala ahí, vamos a desmayarla un poco para seguir.
Fermín sacó de golpe los dedos y se montó en el congelador que había debajo de la barra para que su polla estuviera a la altura del coño de la niña. Se quitó la camiseta. Su tripa casi le impedía ver a la totalidad de la niña pero con maestría agarró su polla y la puso encima de su enrojecida vulva. Empezó a restregar su polla por toda la rajita. Disfrutando de aquellos segundos de paz antes de agarrarla fuerte y empezar a penetrarla. Su coño pareció romperse y a la vez desaparecer. No había rastro de los bollitos suaves que eran sus labios, solo quedaba un gordísimo rabo entre las piernecitas de la niña. La tripa del gordo tapo todo el espectáculo así que solo podía imaginar como la perforaba por los movimientos secos de la gran bestia y del cuerpecito violado. Ricardo le metía cada vez más su rabo, estaban los dos hombres casi juntos, parecía desaparecer totalmente la cría. Fermín empujaba con fuerza, se le notaba algo frustrado, parecía que no pasaba más allá de meterle su capullo pero gemía como un jabalí.
La niña finalmente dejó de ofrecer resistencia.
-Corre, apártate.
Ricardo obedeció a Fermín. El gordo también se apartó de la niña. Su coñito sonó al liberarse de aquella polla. Me asomé a mirar. Todo lo que antes era blanco y pequeño ahora estaba enrojecido y abierto. Su vagina empezaba a cerrarse pero el hueco dejado por el pollón del gordo era impresionante, apenas podía creerse que cupiera entre esas dos piernecitas.
-Vamos a una de las mesas bajas.
Fermín estaba cansado de estar de rodillas encima de la nevera. Cerró el bar del todo y puso la radio para amortiguar un poco lo que se venía. Mientras hacía todo eso Ricardo se follaba la boca de su sobrina. Al cabrón le gustaban las boquitas más que cualquier otra cosa. Su polla abría la mandíbula más de lo que podía abrirse y esa presión le volvía loco. Yo por fin me desnudé. Mi polla estaba a reventar, y me sentía como ángel, ya que su tamaño no podía competir con el de mis colegas. La niña estaba echada bocarriba con Ricardo usando su boca a placer, con las piernas colagadas, cuando volvío Fermín con su victima. Ahora su coño lo tenía a pie de polla y aprovechó la oportunidad para volver a ensartarla de un golpe. Desde mi posición podía ver como su polla parecía estrecharse para poder entrar en ese pequeño agujero de dos años. Se sujetaba la tripa, para no aplastarla, ya que con facilidad podía llegar al pecho de la pequeña. Con solo un poco mas del glande metido, tenía que empujar para poder introducirse más en ese cuerpecito. Su tío dejo descansar su boquita al ver la fuerza de Fermín, que movía toda la mesa con él. Los dos nos sentamos juntos a admirar como la desvirgaba Fermín. Pronto vio que era imposible que el rabo tan gordo que calzaba fuera a entrar más en una cría tan pequeña. Así que, esta vez despacio, empezó a sacar su glande. Cuando estaba a punto de salirse del todo, volvía despacio a meterlo, su gran cuerpo se movía muy despacio al ritmo de los gemidos de placer que daba. Tenía los ojos cerrados. Sin duda ese coño le estaba provocando dolor en el glande, su boca abierta enseñaba como ese gordo enfermo estaba moviendo su lengua dentro, de lado a lado y de arriba abajo, a veces jugando con sus propios dientes. sus manos seguían sujetando esa barriga que le impedía ver el dulce desmayo de la pequeña. El único contacto que tenía con ella era con esa penetración rítmica y suave. Su glande bastaba para llenar por entero el coñito de la bebé y su polla chorreaba sudor y precum.
-Desde ese día no había estado con una nena tan pequeña. Esta es la más pequeña con la que he estado nunca, y su dolor es igual al de ella. Ese día estuve follándome a mi hermana unos 40 minutos, sin poder correrme, era tanta la presión que de mis huevos no podía salir gota de semen. Me corrí en la gorda de mi vecina por que no aguantó más de estar viéndome y se sentó encima de mi rabo de un golpe. En su gordo coño tenía todo el espacio que mi leche necesitaba.
Su glande salía blanquecino de la presión, estaba rompiendo por entero a la niña. Su cuerpo empezó a temblar como un flan. Metía el glande y empujaba una o dos veces para intentar de nuevo meter su tronco, que se hacía mas gordo a medida que llegaba a unos cojones que colgaban como campanas. La sacó y se corrió por todo el cuerpo de la niña. Un chorro seguía al otro mientras el gordo se sujetaba la tripa y la base de su rabo para controlar sus espamos. entonces abrió los ojos y nos vio masturbándonos.
-Yo que vosotros dejaba descansar a esta princesa. Ha tenido suficiente para mucho tiempo.
Se fue a la trastienda a limpiarse. Nosotros teníamos a la niña inconsciente a unos metros de nosotros, pero no nos atrevimos a levantarnos de las sillas. La niña empezó a gemir, quejándose, y fue recobrando las fuerzas por entero y con ello un lloro profundo. Ricardo se vistió y fue a reconfortarla. Fermín salió enteramente vestido y más limpio que cuando entramos en el bar. Habló con Ricardo aparte y le dio un frasquito de liquido transparente, los dos miraron a la niña y Ricardo se metió con ella en el baño.
-Son 32 euros. Me dijo a mi.
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