Ya soy más que adulta y no tengo que rendirle cuenta a nadie
Una mujer madura recibe en su casa a un vendedor, ella lleva años divorciada, aunque se ha mantenido activa sexualmente con hombres de su edad, pero ese día al ver la manera en que el joven veía sus tetas algo la llevó a preguntarle a él si las quería tocar. .
Ya soy más que adulta y no tengo que rendirle cuenta a nadie.
Soy una mujer madura, que ya cumplí más de cincuenta, por lo que nunca pensé jamás, que me fuera a convertir en la puta de un jovencito.
No les voy a mentir diciéndoles que no represento mi edad, porque simplemente eso sería completamente falso, y a mí en lo personal aborrezco las mentiras y a quienes las dicen.
Soy de estatura promedio, o sea mido como de un metro sesenta y cinco, más o menos, no soy delgada, pero tampoco estoy gorda, tengo más o menos unos siete u ocho kilos de más, pero eso entiendo yo, que realzan mi figura.
Sobre todo, mis senos que, para muchos, les resultan bien atractivos, soy blanca, uso mi cabello largo, me lo pinto color rubio, que es mi verdadero color, pero lo pinto para tapar alguna que otra cana.
Mis ojos son azules y además soy coqueta, me encanta bailar, salir a pasear y si, si me agrada el tipo con quien salgo, puedo llegar hasta acostarme con él, y dejar que sea bien creativo en la cama.
Pero aparte de todo eso, también he sido divorciada, desde hace más o menos unos 20 años, y viuda desde hace 15.
Les digo todo eso, para que se den una clara idea de cómo soy, y que no soy de las que aún se chupan el dedo.
Hacía par de meses que había terminado con mi último compañero, novio, marido, o como prefieran llamarlo, fue cuando me enteré de que me estaba siendo infiel, con una conocida y vecina mía.
Pero eso ya pasó, por lo que cuando a la puerta de mi casa tocó ese joven de unos 18 años, bien moreno, con facciones como dicen ahora de afrodescendiente, alto delgado, de cabello bien negro, aunque liso natural.
En ese momento me encontraba limpiando la casa, usando una vieja y manchada bata casera, apenas abrí la puerta, él prácticamente se puso a recitar algo sobre la compañía que representaba y tenia los mejores arreglos funerarios.
Lo que de la rabia que me dio escucharlo preguntarme, ¿qué si yo me muriera que pasaría conmigo? Y de inmediato el mismo dijo algo sobre los arreglos funerarios anticipados, por poco le tiro la puerta en la cara.
Pero por unos brevísimos segundos, noté como se me quedó viendo mis grandes tetas, las que prácticamente llevaba al aire, cosa de la que ni me había dado cuenta, hasta que vi la manera en que ese joven, me las miraba, claro que de inmediato me las cubrí.
Pero lo que lo único que se me ocurrió en medio de mi turbación en esos instantes, fue invitarlo a pasar.
Ya dentro de mi casa, el comenzó de nuevo a decir de memoria todo sobre los arreglos funerarios, hasta que le pedí que esperase a que me cambiase de ropa para seguir atendiéndolo.
Por lo que sin más ni más me dirigí a mi habitación, y distraídamente dejé la puerta de mi habitación abierta, de inmediato me comencé a desvestir completamente.
Con la idea de ponerme otra bata, pero mucho más presentable, más limpia, que la que había estado usando hasta esos momentos.
Antes de quedarme completamente desnuda, tuve la sensación de que el joven tenía clavados sus ojos encima de mi cuerpo, pero me hice la tonta, y continué por unos instantes caminando desnuda de un lado al otro de mi habitación, buscando la condenada bata, hasta que la saqué del closet.
A medida que me la fui poniendo, vi en el reflejo del espejo de mi peinadora, que en efecto el chico a pesar de estar sentado en el sofá de mi sala tenía sus ojos puestos en mí.
Pero una vez que terminé de ponerme la bata, él se hizo el desentendido y fijó su mirada en los papeles que tenía entre sus manos.
Antes de tomar asiento le ofrecí una copa de coñac, la que al igual que a él, también me serví una para mí.
Para luego tomar asiento a su lado, después de que prácticamente se tomó de un trago el coñac, sin tan siquiera saborearlo.
Él iba a continuar con su recital, cuando le pregunté directamente, cuánto vale y de qué manera se paga, él trató de nuevamente envolverme en su recital, pero le advertí. “O me das lo que te pido, o simplemente retírate.”
Casi de inmediato me dio la información que le había pedido tras lo cual simplemente le dije. “Está bien, donde firmo.”
Pero de momento me provocó a todas estas, dejar que la bata se quedase abierta, mostrándole mis pechugonas tetas.
Conocen el dicho, acción y reacción, lo mismo puedo aplicar a lo que sucedió de inmediato, sus marrones ojos se clavaron en las oscuras aureolas y pezones de mis senos.
Mientras que yo me hacía la distraída, dejando que viera mis tetas sin pudor alguno, no sé qué me sucedió precisamente, quizás fue el tiempo que había estado sin la compañía de un hombre, que cuando el jovencito ese se volvió a quedar viendo mis senos de la manera que lo hizo y para colmo relamiéndose los labios.
En ese instante, lo único que se me ocurrió decirle fue. “¿Quieres probarlas?”, y no bien no había terminado de decir eso, cuando él salvajemente saltó sobre mis tetas agarrándolas con ambas manos y dirigiendo su boca a uno de mis pechos, como si fuera un crio se dedicó a mamármelas divinamente.
Por un buen rato, lo dejé que me chupase las tetas, y cuando lo consideré apropiado, mi bata se continuó abriendo hasta que mi coño estuvo por completo descubierto ante sus ojos.
Él ni cuenta se dio, hasta que accidentalmente colocó una de sus manos sobre la negra pelambre de mi coño.
De inmediato se separó de mi cuerpo, y observándome parcialmente desnuda, supo a ciencia cierta que seguir haciendo, ya que algo acelerado y bastante nervioso, comenzó a querer bajarse los pantalones.
Hasta que yo colocando mis manos sobre su cintura y retirando las manos de él le dije. “No te vuelvas loco, vamos a hacer todo con calma.”
Al tiempo que yo iba diciéndole eso, comencé a bajar la cremallera de su pantalón, con toda mi calma, una vez que le solté el pantalón, suavemente le pregunté “¿Te los puedo quitar?”
Él nada más alcanzó a mover su cabeza afirmativamente, para que yo continuase quitándole su ropa, ya que una vez que junto al pantalón removí sus interiores, sin decir nada comencé a desabotonar su camisa.
Lo que apenas di por terminado el joven nuevamente saltó sobre mí, ya en esos momentos sentí sus cálidos labios contra los míos, y para mi sorpresa su lengua casi por completo dentro de mi boca.
Al mismo tiempo nos fuimos acomodando sobre el sofá y lo duro y caliente de su miembro se hizo sentir sobre mi piel.
Su ansiedad era tal, que temí que se fuera a venir sin tan siquiera penetrarme, por lo que comencé a decirle de manera pausada y de forma repetida. “Tranquilo, cariño con calma, relájate, para que los dos disfrutemos de este momento.”
Como un buen estudiante, me hizo caso de inmediato, calmándose, pero sin dejar de acariciar mi cuerpo, mientras que yo abrí mis piernas de par en par, al tiempo que continuaba diciéndole que estuviera calmado.
Lentamente comenzó a penetrarme, sentí como todo su caliente, moreno, y delicioso miembro se deslizaba dentro de mi húmeda vulva.
En esos instantes me puse a pensar mientras los dos, nos movíamos suavemente, como llegué acostarme con ese crio que ni tan siquiera sabía cómo se llamaba.
Lo cierto es que me dije a mi misma. “Ya eres más que adulta y no tienes que rendirle cuenta a nadie, ni tan siquiera a tus hijas, así que deja de estar preguntándote tonterías, y continúa disfrutando de lo que él te está haciendo.”
Yo sentía como su caliente y erecta verga entraba y salía casi del todo de mi coño, mientras que él no dejaba de mamar mis tetas, cuando no era que me besaba intensamente.
En esos momentos comencé a sentir como ese rico calor, que hacía tiempo no disfrutaba como se originaba dentro de mi coño y recorría todo mi cuerpo, de tal manera y tan repetidas veces que disfruté de múltiples orgasmos entre los brazos de ese moreno.
Sentí placenteramente, como finalmente se corrió dentro de mi coño, apretándome con todas sus fuerzas contra su cuerpo al momento de hacerlo.
Por un rato los dos nos quedamos tal y como nos encontrábamos tirados sobre el sofá de mi sala, hasta que, por aquello de prevenir y no lamentar, de manera discreta me levanté del sofá, inmensamente feliz por todo lo que había disfrutado gracias al jovencito ese.
Después de levantarme, terminé de quitarme la bata, y sin vergüenza alguna la dejé sobre uno de los sillones de la sala, y me fui a lavar mi coño en el bidé de mi baño.
Pero al regresar, él se encontraba tal y como lo había dejado, fue cuando me asaltó el deseo de volver a dejar que me penetrase, pero su miembro se encontraba ya flácido y mustio, y él medio adormilado.
El querer intensamente que me penetrase de nuevo me llevó, a que me arrodillase frente al joven, y agarrando su miembro, lo limpié con una toallita húmeda, para sin demorarme más introducírmelo dentro de mi boca y disponerme a mamárselo, con la idea de que una vez se volviera a poner duro, dejar nuevamente que me penetrase.
Así que comencé a chupar su mustio miembro, el cual después de unas cuantas chupadas comenzó a ponerse caliente y duro dentro de mi boca.
Cuando entendí que se encontraba justo como yo lo deseaba tener nuevamente dentro de mí, separé mis piernas y dirigiendo con su verga entre mis manos, la volvía a meter dentro de mi peludo coño.
Yo estaba dándole la espalda, al tiempo que cabalgaba sobre su cuerpo sintiendo como una y otra vez su verga entraba y salía divinamente de mi caliente coño, mientras que él acariciaba mis nalgas, y posteriormente mis tetas al momento en que por segunda vez se vino.
Cuando terminamos, de momento me entró como una especie de ataque de vergüenza, por lo que rápidamente, agarré la bata, me la puse, para de inmediato dejarlo nuevamente solo en la sala, y dirigirme a mi habitación para ponerme algo más encubridor.
Cuando regresé a la sala él se estaba subiendo sus pantalones, y cerrando su camisa, me le acerqué y dándole un pequeño beso en la mejilla, le di las gracias.
El chico recogió todos sus papeles, y finalmente se marchó, dejándome dentro de mí un sinfín de emociones, que a medida que fui al baño y comencé a lavar nuevamente mi coño, comencé a decirme a mí misma. “Solo fue un buen rato el que has pasado con el chico ese, yo no lo amo, y mucho menos él a mí, le hiciste un favor, y más nada, piensa simplemente, te hizo disfrutar de algo que hacía tiempo que no sentías, ni disfrutabas, quizás ni lo vuelvas a ver.”
Pero me equivoqué, ya que esa fue la primera de las muchas veces que hemos tenido sexo en mi casa.
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