Yo su profesora, él mi alumno
Y mi mejor garche.
Ser profesora de secundaria no es para débiles. Suspiro por vez número mil en lo que va de las 3 horas de clases. Los chicos gritan, se tiran papeles, lápices y las cartucheras entre ellos. Les llamo la atención, pero no me escuchan… o me ignoran. El único que está en silencio con una sonrisa socarrona en el rostro mientras me mira es Mateo.
Sabe que me estoy poniendo nerviosa como todas las veces que los chicos no respetan la hora de inglés, materia que imparto yo.
Este es un colegio bilingüe, por lo que el inglés es de suma importancia para los alumnos.
Mateo y yo somos enemigos públicos y todo el mundo lo sabe. Su cuaderno de comunicados tiene mi firma por todos lados por los llamados de atención que le he hecho. Lo he mandado a dirección tantas veces que no puedo contarlo con los dedos de la mano. Él me odia y yo lo odio a él.
Hace todo lo posible por hacerme la vida imposible, y si no lo hace él, manda a sus amigos imbéciles a que me jodan.
Eh hablado con la directora y también he tenido reuniones múltiples con sus padres y los padres de sus amigos, pero las cosas no cambian.
No me quiero ir del colegio. Me gusta este trabajo, me pagan demasiado bien y en los otros cursos me quieren mucho los alumnos y los demás profesores. No voy a dejar que un grupo de caprichosos me intimiden. Nunca. Para algo me preparé.
Mateo me mira con soberbia. Le devuelvo la mirada tratando de no mostrarme intimidada.
Pero la verdad es que Mateo es intimidante. A pesar de su edad, es tan grandote y alto por el rugby. Su papá es un ex rugbier reconocido y ya se nota que el hijo va a seguir por el mismo camino. Su piel dorada por el bronceado constante, su pelo rubio y sus ojos azules, son debilidad para sus compañeras. Es conocido en el colegio por rebelde y estar con todas las chicas de este y otros colegios. Se ha peleado incontables veces fuera y dentro de los boliches, lo han denunciado por conducir en pedo y muchas otras cosas más. Pero de todas esas cosas, sale limpio por sus padres. Es intocable por toda la plata que tiene y es por eso por lo que cree que tiene el poder de doblegarme. No lo logrará. Yo soy la adulta acá, no le daré el placer.
Y también sé porque me odia… en parte.
La primera semana de clases intento seducirme como lo había hecho anteriormente con la profesora que renunció. No sé qué paso realmente entre ellos o porque él lo hace, pero lo corté de raíz y me gané un enemigo.
Sé que soy atractiva para ellos a pesar de mis 40 años. Soy alta y delgada, pero con mi cuerpo curvilíneo, tetas grandes y un orto hermoso como dice mi marido por el gym. Así que sé que ellos me miran lascivamente, son adolescentes hormonales, no es raro para mí.
Le aparto la mirada a Mateo mientras llamo la atención del salón otra vez. Ahora me escuchan unos cuantos así que empiezo a revisar los contenidos de la clase anterior.
Los amigos de Mateo hacen ruidos y comentarios fuera de lugar, los ignoro. Las chicas se ríen como si ellos fueran las personas más graciosas del país, pongo mis ojos en blanco.
El preceptor toca la puerta, sorprendiéndome. Me da una media sonrisa cuando entra que yo le devuelvo. -Buenas, profe, déjeme decirle algo a los chicos. Chicos, en 10 minutos vayan todos al salón de actos, van a tener una charla con algunas personas de universidades. Ya saben, se portan bien.
Todos empiezan a gritar, y ni siquiera esperan mi permiso para ponerse de pie, que empiezan agarrar sus cosas y a salir por la puerta como si yo no existiera. Ni siquiera hago el intento de decir nada. Al pedo, no me van a escuchar.
Cuando el salón queda vacío, me siento en el escritorio a corregir exámenes de otros cursos. Este momento de paz tengo que aprovecharlo, porque cuando llego a la noche no puedo hacerlo ya que trato de pasar tiempo con mi marido y los chicos.
Pasan 10 minutos de mi soledad cuando escucho que se abre la puerta del salón y los pasos de alguien. Cuando levanto la vista, es Mateo que me mira seriamente mientras cierra la puerta con llave.
– ¿Qué haces Mateo? ¿Por qué cerrás? Tenés que estar en el salón de actos.
-Quiero hablar con vos.
-Bueno, lo podés hacer cuando terminen la charla. Volvé al salón de actos, por favor.
-No, quiero hablar ahora.
-Mateo, no te lo repito. Volvé al salón de actos, por favor.
-Con la cara de trola que tenés, no entiendo por qué sos profesora.
La sorpresa por sus palabras es tan grande, que de mi boca no sale nada para decir. Solo me quedo en shock, mirándolo.
– ¿Qué dijiste?
– ¿No se entendió? Que tenés una cara de trolita hermosa, y tengo ganas de cogerte toda desde el primer día que llegaste a este colegio.
-Yo… -trato de recomponerme lo más que puedo y terminar con esto. – ¡Mateo Kessler, te ordeno ya mismo que vayas a dirección!
Él solo se ríe, mientras su cuerpo cada vez más se acerca al mío.
– Y si yo te ordeno que me chupes la pija, ¿qué?
– ¡Mateo!
-Así quiero que grites mi nombre cuando te la meta toda.
-Dios mío… sos un asco. Ya mismo voy a buscar a la directora.
Intento pasar por su lado sin tocarlo para dirigirme a la puerta, pero él me agarra con fuerza del brazo, y de forma brusca me empoma contra el pizarrón, presionándome desde atrás. Siento como su pija semidura se frota en mi cola a través de la pollera negra de vestir que me puse hoy.
Forcejeo con él para que me suelte, pero como dije antes, Mateo es mucho más grandote que cualquier chico de su edad. No tengo posibilidad a menos que alguien entre por esa puerta y me ayude.
-Mateo, soltame. Va a ser peor para vos.
– ¿Por qué?
-Porque te voy a denunciar.
Su risa en mi oído me pone la piel de gallina. – ¿No lo hiciste ya?
-Esto es más grave.
-Grave es como se me pone la pija cada vez que venís con esas polleras que te hacen un orto divino, profe. Ni las putas de mis compañeras tiene un ojete como el tuyo. Me volvés loco.
-Mateo… por favor, soltame.
– ¿Te pensás que no me doy cuenta como me mirás? ¿Alguna vez te cogiste a algún alumno, profe?
-Mateo, alguien puede entrar y esto está mal.
– ¿Qué carajos me importa? Mira cómo te movés, me estás parando toda la pija.
El forcejear con él, está haciendo que su pija se ponga más dura contra mi cola y el calor está subiendo por mi cuerpo y otras partes, asqueándome. No me puede estar gustando esto. Me niego.
-Escuchá, Mateo. Te prometo no decirle nada de esto a nadie, no denunciarte si me dejás salir. Lo que estás haciendo es un abuso… está mal.
Su risa es tan cínica. No le importa nada.
– ¿Te pensás que me importa, profe? Lo único que quiero es garcharte toda. Déjame meterte la pija en ese orto hermoso y te juro que voy a ser tu mejor alumno por lo que resta del año. Tu alumno dorado.
– ¡Es que está mal! ¡Alumno y profesora es incorrecto!
-Nadie lo va a saber. -sus labios recorren mi nuca y cuello y su lengua barre todo el sudor que se está acumulando en esa zona por lo nerviosa que estoy. -Las pajas que te dedique, profe. Con los pibes te sacamos fotos del orto o las tetas cada vez que podemos y con esas fotos me hago lindas pajas pensando en vos. No sabes las ganas que te tengo. Esa cara de trola enojada que pones cada vez que me retas, me pone loco.
-Mateo… por favor.
-Sí, rogame.
No podré escapar de esto, y tengo que aceptarlo.
– ¿Me jurás que nadie lo va a saber?
-Mmm, te lo juro, profe.
-Ni tus amigos, Mateo. ¡Nadie!
-Confiá en mí.
-No confío nada en vos.
-Haces bien.
– ¡Mateo!
-Te estoy jodiendo. Ahora, no tenemos mucho tiempo. Chúpame la pija como lo vengo queriendo hace tiempo.
Me agarra del pelo y me da vuelta. Sus ojos inyectados en sangre me miran fijamente y la sonrisa diabólica en su cara es grande. Para mi sorpresa, me come la boca y yo le respondo. Tiene labios suaves, pero como es de esperarse por su edad, es un poco desesperado a la hora de besar. Su lengua juega con la mía mientras una de sus manos sube para acariciar mis tetas por sobre mi camisa blanca.
-Arrodíllate.
Él se aleja y me deja arrodillarme sola. Se quita la corbata y la camisa del uniforme. Está todo marcado, y me muerdo el labio al verlo. Tengo 40 años, nunca estuve con alguien tan chico… yo ni siquiera quiero pensar en su edad. Mi marido se ejercita, pero definitivamente su cuerpo no se ve así.
-Sácame la pija y chupa. No tenemos tiempo te dije.
Nunca lo voy a admitir, pero la manera que tiene de hablarme y tratarme me tiene toda la concha mojadita. Mi tanga es una suciedad ahora mismo, así como me siento yo.
Le bajo el pantalón y el bóxer. Su pija no es lo que esperaba y ni siquiera voy a admitir que realmente he pensado en su pija. Eh pensado en él cogiéndome. No lo admitiré. Pero su pija, es mucho mejor de lo que esperaba.
Es larga y gruesa, la cabeza rosita tiene un delicioso líquido filtrándose por la punta. Está totalmente depilado, sus huevos cuelgan duros y son los más estéticos que vi en mi vida. La diferencia de color entre su cuerpo bronceado y su pija blanca con la cabeza rosa me hace la concha agua… y la boca también.
Lamo el líquido de la punta sin agarrarle la pija todavía. Solo mi boca rozándose con él. Escucho su respiración fuerte y no quiero ni mirarlo. No quiero que vea las ganas que tengo de atragantarme con su pija.
Cuando lo tomo en mi mano, es tan grueso que no llego a cerrarla toda. Lo bombeo y lo acaricio. Mi lengua sigue jugando con su punta y ese pequeño agujerito que sigue filtrando líquido. Es delicioso. Mi otra mano juega con sus huevos. Él ahora gime y suspira. Lo miro. Sus ojos están cerrados y su cabeza echada para atrás. Inconscientemente sonrío.
Me quiero morir. Estoy disfrutando de chuparle la pija a mi alumno cuando soy una mujer casada con dos hijos y una reputación que mantener.
Pero también se ve que no solo tengo la cara de trola como dice él.
Mateo se impaciente y me agarra del pelo. Sin esperarlo, me mete toda la pija hasta el fondo de la garganta haciendo que me ahogue. Las lágrimas saltan de mis ojos y trato de apartarme, pero no me deja. La saliva empieza a caer en mi cuello y camisa.
-Uff profe, que garganta hermosa. Si, así. Chúpamela toda. Cómetela como la puta que sos.
Me estoy quedando sin aire, y cuando lo nota, me suelta. Empiezo a toser con fuerza. Él se ríe y me pega una cachetada, para luego volver a meterse en mi garganta, atragantándome.
No puedo evitarlo, empiezo a tocarme la concha por sobre la tanga. Eso a él le gusta, porque empieza a insultarme y a salir y a entrar de mi boca con fuerza. Me dejo hacer, dejo que haga lo que quiera conmigo.
Hoy soy su puta.
– ¿Me vas a dejar cogerte, profe? -asiento. -Muy bien, vení.
No es suave ni delicado. Me empuja sobre el escritorio, me levanta la pollera y me abre las piernas. Me pega chirlos con fuerza en la cola haciéndome doler y gritar. Me tapo la boca. Sus dedos juegan con la tanga que llevo puesta y la hace a un lado, dejando mi conchita húmeda a la vista. Sé que puede ver lo brillosa que está por mis jugos.
-Uh zorrita, mira lo que es esta concha. Diosss, la próxima vez te la voy a comer toda.
-No va a ver próxima vez.
-Eso pensás vos, puta. Abrite la conchita con los dedos dale, quiero ver lo abierta que estas. ¿Te entrará mi pija? Para ser una vieja parece que la tenés cerrada. ¿No te coge el cornudo de tu marido o la tiene chiquita?
-Cerra el orto, pendejo.
Como castigo me pega chirlos mientras se ríe. -Como te voy a coger, profe.
-Estás hablando demasiado, como todos los de tu edad.
-Veremos.
Ni siquiera me da tiempo a decirle que se ponga un preservativo, cuando siento su pija entrando con fuerza en mí. Me lastima y sin poder evitarlo, grito. Él me tapa la boca y yo intento alejarme, no me deja. Sus embestidas son cortas, pero profundas y yo cierro los ojos por el dolor. Es tan gruesa que mi conchita lo aprieta de la mejor forma.
-Ah profe, por Dios como me apretás la pija. Que hermoso. Mira como entra. Te cogería todo el día, profe.
Suspiro y me muevo contra él. Sus besos son desesperados, pero cogiendo sabe lo que hace. Me coge con fuerza, pero sabe que tan brusco ser y los puntos correctos. Me tapo la boca yo cuando me suelta porque mis gemidos son fuertes. Cierro los ojos por el placer.
-Diosss.
– ¿Te gusta, profe?
-Seguí por favor.
-Rogame o paro.
-Mateo… -cuando lo siento parar me desespero. Está dando en el punto justo, voy a acabar toda. -Por Dios, Mateo, cógeme. Cógeme toda, rómpeme la concha con esa pija hermosa que tenés. Me estás volviendo loca, pendejo de mierda, no pensé que serias así. Yo también pienso en chuparte la pija cada vez que te pones en caprichoso, se me moja toda la concha cuando me tratás mal.
-Y lo sé, porque sos una trola. La profesora más trola de este colegio. Te haces la santita y yo sé que te dejarías coger hasta por el portero ¿no? Te re gustaría que te pusiéramos en círculo con todos los chicos y te diéramos pija en la boca de petera que tenés. O en esta conchita hermosa que ahora es mía, ¿no? Decilo.
-Sisi, es tuya.
-Mira cómo te tengo, temblando con toda la concha abierta por mi pija. Sos una puta. Tenés un hijo de mi edad, si supiera lo trola que es su vieja. Que es capaz de cogerse a los amigos de él porque le gustan los pendejos.
– ¡Ahhh!
– ¿Me vas a acabar la pija, profe? Acabámela toda, dale. Para que después te hagas la otra y soy yo, tu alumno el que te esta re garchando. Trola de mierda, ¿vas a llamar a la directora ahora?
Sus palabras, su mano alrededor de mi cuello, la otra pegándome chirlos, y su pija dura dentro mío, hacen que tiemble mientras me vengo como hace años no lo hacía.
Al final tenían razón mis amigas sobre el famoso colágeno.
Mateo al sentir como mi conchita lo aprieta por el orgasmo, embiste con más fuerza dentro mío, y siento como su orgasmo se acerca. No tengo que decirle que no me acabe adentro, porque hace otra cosa. Sale de mí, me pone la pollera en su lugar, y sin dudarlo me la lechea toda. Su semen cae con fuerza en mi pollera negra, siendo obvio para cualquiera que me vea después, que me lechearon.
– ¡¿Qué haces?!
-Para que te quede de recuerdo de tu alumno favorito.
No llego a decirle nada, que escucho como alguien toca la puerta.
-¿Profe Mari, lo vio a Mateo?
Estoy muerta.
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