CASI SOBRINOS. 2.
Al final con Tommy fue como con el elefante y la hormiga del cuento, con paciencia y crema, (sin saliva) … La que se muestra un tanto desorejada es Julia y no me iba a hacer el tonto..
TOMMY – JULIA Y SUS GANAS. (2).
En el viaje hacia mi casa iba inquieto en el asiento del acompañante, se sentía un poco incómodo con el dilatador en el culito, pero no hacía mención a eso hasta que se sonrió y me miró con cara de tonto. Le pregunté que le pasaba y me dijo que se encontraba raro con el pito de plástico metido, aunque le gustaba y tenía su propio pitito a punto de reventar. “Estirate en el asiento y ocupate de mí verga, vas a practicar más las mamadas y te ponés de costado para que no te moleste el culito”, -le dije sacando mi verga de su encierro y sabiendo que no se vería desde afuera por los vidrios polarizados-.
La tomó en sus manos mirándola con cierta admiración y se volcó a una mamada tratando de que fuera cada vez más profunda. “Me gusta mucho chupártela y tu leche es muy calentita”, -me dijo incorporando la cabeza y mostrando que tenía los ojos llorosos por el esfuerzo-. “Ahora cuando la tengas toda dentro de tu culito te va a gustar más”, -le dije dándome “manija” con la imaginación al pensar como entraría en ese culito redondito y bien armado.
- Tío, yo te quería decir algo, -acotó con la voz un tanto quebrada-.
- Dale, decime, ¿qué es lo que te sucede?
- Te juro que yo tengo ganas de que me la metas en el culito, pero, la veo tan grande que me da miedo, me parece que me va a doler.
- Antes también te dolía el pito de plástico y ahora lo tenés metido en el agujerito y vos mismo dijiste que no te dolió, viste que se pudo, lo mismo va a pasar con mi verga, te va a entrar toda.
- Se me para el pitito cuando pienso que me vas a coger, pero igual tengo miedo.
- Yo te voy a poner una crema que te duerme todo el agujerito y te va a entrar casi sin que te des cuenta.
- Bueno, -dijo, pero con dudas-.
Mi casa le gustó y se puso a recorrerla mientras yo buscaba una muda de ropa y la Xilocaína que serviría para mis fines. Conscientemente sabía que no podría ni debería romperlo, pero tenía que luchar con las ganas de ponerle el culito en pompa y entrar de una sin que me importaran los gritos y los pataleos. Cuando regresó de recorrer la casa, se puso a hablar como si le hubieran dado cuerda, estaba claro para mí, era un índice evidente de que trataba de dilatar el tema de la cogida, aunque la única “dilatación” que yo tenía en la cabeza era la de su agujerito.
Este fue el momento de decirle que nos fuéramos al baño pues le enseñaría algo que debía hacer. Con los dos desnudos le pedí que se colocara parado, pero apoyando las manos en la bañera y allí con mucho cuidado le fui retirando el consolador-dilatador, el agujero que le quedó provocó que se me pararan los pelos de la nuca, lo hubiese ensartado allí nomás, sin embargo, debía hacer las cosas bien.
Preparé una pera de goma grande con agua tibia y le expliqué para que era antes de llenarle el interior de sus tripas con el agua a presión. ¡Le gustó!, al muy putito le gustó y exhaló un gemido de satisfacción antes de sentarse rápidamente en el inodoro y evacuar sus restos. Volví a preparar el llenado de la pera y se levantó de dónde estaba sentado para arrodillarse y meterse mi verga en la boca, mamaba como desesperado y no pudo retener un par de arcadas por lo impetuoso de su acción. El nuevo procedimiento mientras le explicaba las ventajas de tener el interior de su culito limpio derivó en otros gemidos y ya no expulsó restos de materia fecal.
Luego de esto lo sequé y estuve a punto de chuparle el culito que parecía latir, pero decidí que había que apurar el tema para poder llevarlo a la cama y ensartarlo como el mejor. Preparé el glande del dilatador poniéndole bastante gel adormecedor y se lo volví a meter despacio, apenas si hubo un gesto acusando el paso del plástico rígido y luego se movió gozando la introducción. “Movelo, movelo un poco tío, me gusta cuando entra y sale”, -pidió y no me hice rogar-.
Gozaba y se reía cuando el consolador-dilatador entraba y salía de su culito ayudado por mi mano que lo movía al fondo y a los costados y no me pude aguantar a llegar al dormitorio. Su interior debía estar bastante adormecido y me puse bastante gel en mi verga palpitante y chorreante de precum, le retiré el dilatador observando que ya estaba prácticamente listo y, arrodillándome detrás, le arrimé el glande al orificio. Se dio cuenta del cambio cuando el glande ingresó por completo…
“¡Tío, me metiste la verga, es enorme!, despacito, despacito, no quiero que me duela”, -decía a punto de llorar-, pero a mí ya no me importaba lo que pudiera decirme, fui despacio, pero no me detuve, se quejaba, emitía sonidos cortos acusando un poco de dolor, aunque, sin dudas que lo disfrutaba porque sus caderas se movían ayudando al ingreso del tronco que se veía inmenso comparado con el resto de sus nalgas.
“¡Está en mi panza tío, está en mi panza, me la metiste toda y no me dolió!”, -gritó en una mezcla rara de placer y sorpresa. Nunca pensé que sentiría ese placer al hacer un culo y sentir en el glande como se iban abriendo las paredes estrechas por las que transitaba, tampoco pensé que un nene tan chiquito se movería gozando con mi verga en su culito, “estoy incómodo tío, ¿nos podemos poner de otra manera?, -pidió-
Yo también estaba en una posición incómoda y lo levanté para llevarlo a la cama, pero sin sacársela. “Tío, me estás cogiendo mientras caminamos y me dan ganas de tener “cosquillas”, parece que me fuera a hacer pis”. Le dije que no importaba, que se tocara su pitito y que si tenía ganas de hacer pis que no se aguantara. Ya en la habitación, lo puse sobre la cama y se la saqué despacio, “no te vayas tío, seguí, metela de nuevo”, -pidió enviciado sin saber que yo quería levantarle las piernas para poder verle la cara cuando entraba y salía de su interior.
Lo moví como quería y, por más que había suficiente gel adormecedor y ya lo tenía abierto, volvió a sentir la penetración, sus gestos al aguantar el dolor así lo atestiguaban, pero la aguantó toda sin quejas elocuentes y me asombré cuando vi que el bulto de mi verga se hacía notar en su estómago, aunque más me asombré cuando lo escuché decir: “Dale tío, movete para cogerme, eso me gusta”.
Dejé de lado las posibles contemplaciones y estuve un rato cogiéndome ese culo, con firmeza y sin violencia, disfrutando de las caras de placer de Tommy por las “empernadas” profunda. Esto hasta que noté un rictus de dolor que no esperaba y decidí terminar, primero pensé en llenarle la boca de leche, pero recordé la Xilocaína y eso le dejaría la boca toda adormecida, no me quedó más que dar un último empujón y dejarle toda mi leche en el interior de su culito.
Lo más que podía hacer el nene que estaba prácticamente tapado por mi torso, era apretarme los brazos y temblar complacido al sentir el líquido caliente en sus entrañas. La cogida había sido monumental, ya tenía otro culito vicioso a mi disposición y quise reforzar el silencio y la dependencia del pendejito, para ello, me estiré hacía la mesa del velador, tomé mi celular y lo filmé cuando sacaba lentamente mi verga de su interior. Allí se podía ver parte de mi torso, el cuerpo de Tommy en la posición adoptada, su cara complacida y el pedazo de carne desproporcionado que salía de su ex virgen culito, además del túnel de su orificio agrandado.
- Me arde el culito adentro tío, pero me gustó mucho que me cogieras, ¿vas a seguir cogiéndome otras veces?, -preguntó con cierta ilusión-.
- Eso depende de que vos mantengas el secreto, si le contás a alguien de esto o te dejás coger con otro, le doy este video a tu papá y lo mando a las Redes, ya sabés lo que puede pasar. Ahora sos mío y tu culito me pertenece.
- No tío, por favor, no se lo muestres, yo no voy a decirle nada a nadie, ni a mi hermano y ni a mi amiguito y nadie me va a coger si no sos vos, pero, no muestres el video, mi papá y mi mamá me matan a palos, -pedía con los ojos anegados de lágrimas que no alcanzaban a salir-.
- Entonces sí, cuando se pueda te voy a coger o me vas a dar unas buenas mamadas, pero, con respecto a tu hermano, no le vas a poder decir nada de mí, aunque con él si te podés dejar.
- ¿A él también te lo vas a coger?, mirá que tiene ganas y ya se puede meter bastante del pito de plástico.
- Vamos a ver, ahora quiero cogerte de nuevo, mirá, ya se me paró de nuevo.
- Es que me arde mucho adentro tío, ¿no querés que te la chupe y me tome tu lechita?
¡Cómo para no querer!, estaba recaliente con la idea de su aceptación y su silencio y con la verga a mil de nuevo, pero comprendía que algún roce molesto debía tener en su interior y yo me encargaría de ponerle una crema antiinflamatoria que solía usar con mi ex mujer, aunque él iba a tener que sacarme la leche en base a una boquita que también tendría que amoldar.
Le di un montón de besos en las tetitas y logré arrancarle unas risas y contracciones junto a movimientos insinuantes y gemidos, después me prendí nuevamente a su boca y respondió enseguida a devolverme los besos. Así, besándolo profundo, con una mano en la espalda y otra en sus nalgas, lo levanté para llevarlo al baño. “¡Qué fuerza que tenés tío!, ya me dan ganas de que me la metas de nuevo”, -acotó olvidándose de sus dolores, pero yo no lo haría, era al pedo lastimarlo porque sí-.
Ya dentro de la bañera, mientras él solo se limpiaba en interior de sus tripas después de haber pasado por el inodoro, le acerqué el glande a la boca y comenzó despacio con la mamada que tendría que mejorar. No pudo pasar de un poco más de la mitad, pero no perdió ni una gota del resto de la leche que tragó con gusto. Después, un poco más tranquilos los dos terminamos de bañarnos y lo sequé bien para poder ponerle la crema en el interior del ano.
Cuando lo tenía boca abajo para ponerle la crema desinflamante, le expliqué lo que tenía que hacer con el consolador-dilatador (ya limpio y reluciente) para poder meterse mi verga hasta la garganta. Comentó que practicaría cuando lo pudiera tener a mano y, ya que estaba, le pregunté por qué había empezado a tener ganas de que lo cogieran. Al contarme me di cuenta de cosas que no suelen tener en cuenta los padres con los hijos.
- Con Francisco los espiábamos a mamá y a papá cuando cogían, ella gritaba que se la metiera en el culo y que empujara más, primero creímos que le hacía mal, pero parecía gustarle y le decía que su culo necesitaba más verga. Los pititos se nos paraban por esto y quisimos ver qué era lo que pasaba al tener el pito en el culito.
- ¿Cómo fue lo del consolador de tu madre?
- El pito de plástico lo descubrimos porque una vez lo dejó sobre la mesita de luz y nos imaginábamos para lo que era. Francisco buscó en Internet y supimos que se llama consolador y también vimos otros videos que había de mujeres y hombres y de hombres con hombres, entonces, como casi siempre estábamos solos, nos encerrábamos en el cuarto y practicábamos entre nosotros y cuando mamá no estaba buscábamos el pito de plástico y yo se lo metía a Francisco y él trataba de metérmelo a mí hasta que, al rato, nos daban “cosquillas” en nuestros pititos.
- Y les dolía a los dos porque no usaban lubricantes ni cremas.
- Sí, pero ahora yo sé que hacer y como vos me dejás, se lo voy a meter todo, le va a encantar porque a él le dan enseguida las “cosquillas”.
Al regresar a la casa se mostró cariñoso y mimoso, viajo con la cabeza recostada en mi muslo y se mostraba un poco dolorido cuando yo le acariciaba las nalgas, por eso paré en una farmacia y compre unos analgésicos que eran también antiinflamatorios y le hice tomar uno apenas llegamos y le dejé dos pastillas más que tendría que tomar cada ocho horas, lógicamente, le pedí que escondiera las pastillas y no le quise dejar el blíster.
Tomamos un poco de sol y nadamos un rato en la pileta, para terminar, dormitando los dos en una reposera. Unas tres horas después llegaron los padres y los hermanos, ya estábamos tomando un refresco y viendo televisión, Francisco y Cynthia se acercaron a saludarme con un beso en la mejilla y noté que Javier trataba de disimular, pero Julia estaba bastante contrariada con él, claro que cuando me vio cambió su trato y su actitud corporal fue distinta.
- ¿Cómo la pasaron?, ¿te aburriste con Tommy?, -preguntó-.
- Para nada, lo pasamos genial, jugamos en la Play, nadamos y hasta nos dormimos en la reposera, ¿ustedes?, ¿cómo lo pasaron?
- Más o menos, ya sabés como son estas reuniones, nunca faltan los que se chupan y pretenden ser graciosos, -expresó Julia mirándolo al marido-.
- Tampoco es para tanto, mujer, mi hermano y mi cuñado alabaron tu belleza, -afirmó Javier-.
- Ahh, claro y si no los hubiera frenado me tocaban las tetas y el culo para corroborar lo de la “belleza”, ¿no?
- Chicos, paren, paren, luego la siguen, yo me tengo que marchar.
- Bueno, gracias José Luis, si sabía la dejaba a mi mujer con vos, está insoportable y estas fiestas de fin de año no ayudan, yo me voy a tirar un rato porque mañana sigo trabajando.
Julia se me acercó y se prendió de mi brazo apoyando sus tetas, enseguida me preguntó mimosa si no me iba a quedar a cenar. Le dije que no, saludé a los chicos que se iban a sus cuartos y agregué:
- Ya tuve bastante de “vida familiar”, mejor me voy a mi casa, hago un llamadito telefónico y pronto tengo a alguien que me apantalle, jajaja.
- Jajaja, estás recuperando el tiempo perdido, si no fuera por los chicos y el “chupado” que se fue a dormir, me ofrecía yo a apantallarte.
- Sos terrible, no me tientes, no me tientes porque…
- ¿Porque, qué…? Dale decime, con vos no me enojo ni me molesta, -la cara despuntando vicio la vendía-.
- No digo que, en una de esas tus parientes tenían razón, cuando venís sos hermosa y cuando te vas sos espectacular, además de muy sensual y se me puede “salir la cadena”, jajaja, -se lo dije en obvia referencia a sus tetas y nalgas-.
- Y, en una de esas, además de apantallar…, -respondió poniéndose toda colorada-.
- Mejor me voy, luego me llamás para ir a comprar la ropa que querés y Cynthia también me pidió otras cosas.
- Esperá, esperá, no te vayas, otro de los enojos era porque Javier se niega a llevarme al Spa, ya veremos que hago, yo no me lo quiero perder, además, necesito esa ropa que debo comprar.
- Tratá de arreglar lo del Spa porque eso ya está pago y no hay reintegro, si sabía te hacía otro regalo y por la ropa no hay drama, decime cuando querés ir, yo estoy de vacaciones.
- Tu regalo me encantó, es la realidad de una fantasía que tenía, yo no me pierdo ese fin de semana masajeada y mimada. Respecto a la ropa, ¿tendrás algo que hacer mañana?
- No, ya te dije que estoy de vacaciones y los primeros quince días no pienso irme a ningún lado, pasá por casa con Cynthia y nos vamos a comprar.
- Con Cynthia no puedo ir, tiene que quedarse con los hermanos, a lo sumo te la mando pasado mañana, ¿te va?
- Por mí está bien, te espero mañana, entrá directo, te dejo el portón abierto.
Me fui sin dejarla contestar, Julia vendría buscando verga y no se la iba a negar, máxime después de saber por Tommy que le gustaba que le practicaran sexo anal. Era evidente que podía existir una conjunción atinada, ganas no faltaban, ella tenía un hermoso culo para atender y yo tenía una verga que se ajustaría a sus demandas. Estaban demás las palabras, si iba a casa, sabía a lo que iba.
Al otro día apareció como a las nueve de la mañana, entró directamente su cochecito hasta la parte trasera de la casa, eso era fácil, el camino de grava estaba marcado hasta el garaje en que se encontraba mi auto. Salí a recibirla por la puerta de la cocina y me besó en la mejilla diciendo que estaba sorprendida por la casa que tenía.
“Sabía por la dirección que era un buen lugar, pero imaginé otra cosa, tu casa es muy señorial, es una belleza”, -afirmó y estoy seguro que no pudo evitar el comparar-. El marido, en hipótesis, ganaba más que yo, sin embargo, mi casa, por ubicación, por tamaño, por comodidades, por la isla que había en las dimensiones de la cocina, por el parque, la arboleda, incluso por la pileta que era el doble de la de ella.
- ¿Cómo hiciste para tener semejante casa?, -preguntó haciendo un ademán con la mano como abarcando todo el lugar-.
- Fue siempre mi casa paterna y la heredé al fallecer mis “viejos”, me resulta fácil mantenerla porque además vendí la empresa que tenía mi padre y me ingresan buenos intereses bancarios.
- Disculpame, no sabía lo de tus padres.
- No tiene importancia, fue hace mucho tiempo, vos no te podés quejar tenés una linda casa.
- Sí, es verdad, pero ni punto de comparación, ¿me la vas a mostrar toda?
- Dale, no hay problemas, pero antes dejame admirarte, el cabello suelto, esa pollera y la remera junto a las sandalias te hacen ver sencilla, aunque infartante.
- Me pasaría el día escuchándote, en casa nunca hay halagos, en algunas cosas nada de nada y en otras muy pocas, jajaja.
Le sonreí y la hice pasar para que caminara delante de mí, sabía que el comedor, el living o los baños de la planta baja le encantarían, pero yo me daba por conforme por poder apreciar las nalgas paradas que denunciaba la pollera acampanada que Julia llevaba puesta. El culo parado me tenía obnubilado y se me iban las manos para poder tocarlo y disfrutarlo.
A medida que iba conociendo las distintas dependencias de la casa se sentía más suelta y hasta sus caderas parecían más ondulantes e insinuantes. Luego de subir las escaleras que nos llevaban a los dormitorios se paró antes de ingresar a uno de ellos y se giró mirándome con picardía preguntando: ¿Me parece a mí o me estás mirando la cola?… No me costó nada contestar fijando la vista en el bulto de sus tetas…
- No es sólo la cola, toda vos merece mi mayor atención, pero te equivocás en el uso del verbo, no estoy mirando, estoy admirando y tratando de portarme bien.
- ¿Y si yo no quiero que te portes bien?
- Haría esto y trataría de aprovechar que estás parada frente a la puerta de mi habitación.
Giró un poco la vista para mirar hacia la puerta y me acerqué para “comerle” la boca, no hubiese podido zafar porque mi cuerpo se imponía, pero lo que menos quería Julia es zafar de ese beso y se prendió con ganas. Me sorprendí con su reacción, la “petisa” era un fuego y se prendió a mi cuello con sus brazos mientras movía todo el cuerpo como si viboreara contra el mío. “Llevame a la cama”, -pidió cuando separó un poco su boca y no la hice esperar-.
La sostuve de las nalgas notando su dureza y noté que de desprendía el broche de la pollera mientras la trasladaba. Al apoyar su espalda en la cama se movió acomodándose mejor y se sacó la remera para que pudiera admirar sus tetas, grandes para su torso, pero firmes y duras coronadas con areolas grandes y pezones erectos y más oscuros.
- La pollera sacala vos y quiero que me la des por el culo, me encanta el anal, ya sé que tu pija es grande y me vas a hacer llorar, pero la quiero ahí, a eso vine, -dijo tratando de girar el cuerpo-.
- No te apures viciosa, si querés que te coja, yo también pienso en darme gustos, -expresé sacándole la pollera y notando que no usaba ropa interior-.
- Hace como quieras, José Luis, sólo quiero gozar, -acotó entregada y abriendo las piernas-.
Me arrodillé entre ellas viendo que su vagina parecía la de una nena de labios gorditos, pero una nena no se hubiera mojado tanto y no había que pensar demasiado para disfrutar de ese manjar. Mi boca debía adueñarse de esos labios que parecían abrirse como una boca, pronto comenzó a gemir de forma audible y a contorsionarse cuando la levanté de su cintura y zambullí mi boca y lengua en toda su entrepierna.
No me costaba mantenerla con un brazo y una mano sosteniendo su cintura y con los dedos de la otra incursionaba en sus dos agujeros de placer. Temblaba, se contraía, se le escapaban gritos semi ahogados, movía la cabeza apoyando una y otra mejilla en la almohada, sus dedos se crispaban en el cubrecama y su esfínter se dilataba ante mis dedos inquietos, cuando mi boca absorbía su clítoris que parecía reventar.
Su orgasmo se hizo largo y sostenido, se recuperaba cuando saqué mi cara de su entrepierna y, enderezándome, acerqué mi glande a sus labios ya entreabiertos. No pedí permiso y la penetré despacio, pero sin detenerme mirando como sus ojos se abrían al sentir mi carne horadando su interior.
Sus piernas quedaron bien abiertas, mis muslos la sostenían y mis manos se ocupaban de sus tetas que llenaban mi palma. Julia alzaba una mano como para pedir algo, pero de su boca que semejaba una gran “O” no salía ninguna palabra hasta que me recibió toda la verga en su interior empapado, allí pareció soltarse, “¡Cristo santo! ¡Qué verga, madre mía!, la siento en la garganta, movete, por favor movete con ganas”, -pidió después de la exclamación y le di gusto-.
Entré y salí con ritmo rozando apenas su útero escuchando sus gritos de placer y tratando de que sus contracciones corporales no me sacaran de ese cálido lugar, mi cuerpo impedía que ella tuviera mayores movimientos. Tuvo dos orgasmos casi seguidos y parecía haberse olvidado de su deseado sexo anal, pero yo no me olvidaba y sin avisar, cambié de lugar, un par de centímetros, lubricación abundante, buena dilatación y su grito no se hizo esperar.
Se notó enseguida o ella notó enseguida que, “haciendo un culo”, mi verga no era igual que la de Javier, todo se convirtió en estrecho, no podía manejar sus músculos anales, se mordía mirándome intensamente y de sus ojos caían lágrimas hacia los costados de sus mejillas. Sus tartamudeos me hicieron recordar a los de su hija Cynthia y traté de evitar mi sonrisa de goce al escucharla, “espe, esperá, ¡Dios, mí, mí, mío!, pensé que, que, po, podía, despac…”.
Tenía ese culo chiquito y bien formado todo para mí y no desperdicié ganas ni energías, las entradas y salidas se intensificaron, los sonidos de los choques de mi pelvis con sus nalgas sonaron como música y me esmeré escuchando a Julia que pedía por favor para que parara. Sólo lo hice cuando le llené las tripas de leche caliente y la dejé que temblara y se expresara por medio de un orgasmo que la dejó baldada. “No puedo más, me rompiste toda, salí despacio, debo tener un túnel en mi culito”.
Le hice caso y, como no pude evitar mirar, me di cuenta que efectivamente, tenía el culo bien perforado y hacía fuerza con su esfínter para tratar de cerrarlo cuando bajaba sus piernas. Quedé con mi verga entre sus piernas como si hiciera un clásico “misionero” y, aplastando sus tetas con mi cuerpo, la besé en las mejillas y los labios, algo que no esperaba y dulcificó sus rasgos doloridos.
- Esta tiene que ser mi única verga, por favor José Luis, decime que vas a volver a cogerme, -pidió como rogando-.
- Sólo si es cuando quiera y como pueda, sin celos, ni exigencias, tu culo me encanta y lo quiero tener siempre, pero, no hago más concesiones con nadie.
- Sí, sí, llamame y me vas a tener a disposición, seré como tu esclava, ¡madre de Dios!, jamás me cogieron así.
- Ojo con eso porque no me gusta compartir.
- Ni falta que me hace, los únicos “cuernos” que tiene Javier fueron con Clara, la esposa del Contador en Jefe, también le encanta el anal y nos “matamos” con un strapón, pero lo de tu verga no tiene comparación, ya la estoy dejando de lado.
- No te apures, un trío con ella no me disgustaría, parece muy mojigata, pero tiene su cuerpo.
- Está muy buena y le encanta el sexo, se dio con ella porque adolecemos las dos por la falta de una buena verga masculina, pero no se anima a demostrarse con nadie más, dejámela a mí, yo la convenzo y va a conocer lo que es una carne palpitante en las tripas, jajaja.
- Llevalo con tranquilidad y me avisás, ahora vamos a bañarnos que hay que ir a hacer compras.
Entre risas tuve que ayudarla a pasar para el baño y me fui haciendo la película con Clara, la rubia alta esposa del Contador en Jefe. Había que mirarla bien para notar las curvas que tenía en su cuerpo porque se vestía como si fuera la esposa de un Pastor Evangélico de pueblo, esto es, polleras largas, blusas amplias, peinado lacio y cero maquillajes en un rostro que, aun así, llamaba mucho al morbo.
Sorprendido de lo que descubría, todavía pensaba en ella cuando Julia se adueñó de mi verga semi flácida, la lavó bien y se la metió en la boca hasta chocar la nariz con mi pubis, lógicamente, cuando terminó de crecer ya no la pudo tener totalmente adentro de su boca, pero volvió a tenerla adentro de su culo mientras arañaba las cerámicas de la ducha y gritaba como enloquecida pidiendo que la rompiera sin piedad.
Comimos algo rápido antes de irnos, ella pasaría mucho rato allí, pues en esa tienda podíamos encontrar de lo que quisiéramos buscar para la mujer y el niño, eran casi 6.000 metros cuadrados y de venta sólo a minoristas. Julia se enloqueció con todo lo que vio, pero, a pesar de comprar varias cosas para ella y los chicos, trató de contenerse en los gastos. “Esto es un sueño, viviría aquí adentro”, -me dijo con los ojos brillantes-. Le avisé que tenía un cupo para gastar y que la dejaría sola porque me iba a hablar con el dueño de la empresa.
La secretaría del amigo de mi padre, una mujer que rondaba los sesenta años, se levantó de su escritorio y me saludó con un enorme abrazo y un beso en la mejilla. Ella junto con él que figuraba como dueño de la tienda, salvando al que fuera Abogado de mi padre, eran los únicos que sabían que esa tienda era un 60% de mi propiedad. Mi padre había invertido para, en principio ayudar a un amigo con una idea referida a montar una empresa mayorista de ropa y la idea de éste había dado un resultado más que satisfactorio.
Eso se había salvado del fideicomiso y se habían “dibujado” los papeles con el Abogado para que figurara como alguien que brindaba asesoramiento contable en la empresa, cuando, en realidad era quien tenía el poder de decisión en ella. “Hecha la Ley…”, los papeles verdaderos de la empresa y los porcentuales de tenencia figuraban en otro papel que se encontraba en la caja fuerte del Escribano que trabajaba para el mismo Estudio Jurídico que atendía todos nuestros negocios.
Jacinto, “el dueño”, ahora viudo desde hacía un par de años, era como si fuera el “tío” más querido, él, junto con su esposa, habían sido compañeros y amigos de mis padres desde la escuela primaria y los tomé siempre como mi única familia, ellos igual, yo había pasado a ser el hijo que nunca tuvieron y así me seguía tratando. Me dio un abrazo enorme cuando entré en su oficina…
- Feliz año Josecito, ¿cómo lo pasaste?, ¿viniste a saludar al “tío” o te decidiste y andás con algún culito nuevo dando vueltas?
- Igualmente, buen año para vos, Jacinto, pasé a saludarte y ando con un culito, está muy bueno, pero es la esposa de un compañero de trabajo, pasé el 31 con ellos y se me fue la boca diciendo que podían comprar más barato, después no me pude echar atrás.
- Jajaja, no podés con tu genio, ¿cómo andan las cosas?
- Bien, todo bien, esperando a cumplir los treinta para mandar todo a la mierda y dedicarme a viajar, ya no tengo ganas de depender de Jefes que se levantan con el culo dado vuelta, ya probé que podía, ahora quiero disfrutarla. ¿Cómo anda todo por acá?
- Bien, vos con ganas de salir de joda y de viaje y yo pensando en casarme con Esmeralda (la secretaria).
- ¿Están haciendo planes?
- Todavía no sabe nada, pero estoy podrido de estar solo y ella me atiende como si fuera un rey.
- Jajaja, avisame para la fiesta, ¿tenés pensado a quien dejar a cargo de esto cuando te toque la luna de miel?
- Sí Josecito, vas a tener que postergar tus viajes y tus jodas hasta después que yo regrese, jajaja.
- Hablando de eso, este mes estoy de vacaciones y, posiblemente, me vaya unos quince días al mar, yo te aviso.
- ¿Vas a usar mi casa de la Costa?
- No, pensaba irme a Maceió, al norte de Brasil, me dijeron que hay unas playas hermosas allí.
- Bueno, teneme al tanto por si hay que ubicarte.
Hablamos un rato con Esmeralda, hubo chanzas porque yo estaba enterado de su relación, tomamos un rico café y salí a buscarla a Julia, habían pasado más de dos horas e imaginé que ya debía estar bastante surtida. El carrito en que se movía estaba hasta las manos y me dijo que no sólo era para ella, también había comprado para los varones, ¿y Cynthia?, -le pregunté-, “arreglate vos con ella, te la mando mañana o pasado, siempre tenemos diferencias en lo que elige”.
Lo que ella no sabía es que la nena recibiría un “tratamiento completo” antes de salir a hacer las compras que quería, aunque ya, a esa altura, viendo la calentura que experimentaba Julia con la adrenalina de sus compras, tuve ganas de “ponerla” de nuevo, pero lo que se me cruzaba por la mente era el culito de Francisco, ese era un pendiente que quería solucionar rápido.
Ya en casa Julia me dijo que quería que la cogiera nuevamente, pero me mantuve en mis trece y le pedí que tratara de activar el tema de la esposa del Contador en Jefe, esa sección de Contables en la que yo trabajaba se llenaría de “cuernos” y a mí no se me movía un pelo por esto. Se comprometió a conversar al respecto y se fue contenta para la casa, por mi parte, había gastado algo de dinero en Julia, pero ese culito querendón no tenía precio y me cobraría mis buenos intereses con él.
Estaba tomando sol pues pensaba aprovechar los días en casa para tomar algo de “color” debido a que, si aparecía, así como estaba, en una playa brasileña el sol se haría un picnic conmigo y mi piel blanquita. No era joda, ya me había pasado y estuve casi una semana tratando de recuperarme de las quemaduras que me provocó haber actuado sin experiencia en esos “calores” extranjeros.
Eran cerca de las seis y media de la tarde y el sonido del celular me sacó de la siestita que estaba echándome debajo de un roble enorme que había en los fondos de la casa, se estaba fresco allí, había tenido suficiente con el sol y, luego de tomar unos mates, ayudado por lo “gastado” en energías por los polvos con Julia, opté por esa alternativa, era Javier y atendí cruzando los dedos por si habían surgido problemas.
- Hola José Luis, ¿estás en tu casa?, -le contesté que sí-, entonces tengo que pedirte un favor que te puede joder un poco, pero, antes que me olvide, muchas gracias por los regalos para mi familia.
- No es nada, ni lo menciones, ¿cuál es el problema que te aqueja?
- Mi casa es un desbarajuste, vino mi hermana y se llevó a Tommy, mi hija se fue a un pijama party a casa de una amiguita y cuando regresé del trabajo Julia me salió con que teníamos que ir a cenar a lo del Contador en Jefe porque lo había arreglado con Clara, la esposa.
- Está bien, nunca vienen mal esas reuniones, -expresé pensando en que Julia no quería perder demasiado tiempo para convencer a la amiga-. Igual, sigo sin saber que necesitás, ¿no sé por qué me llamás a mí?
- Mi problema es Francisco, no puedo dejarlo solo en casa y necesitaría que hagas de niñero, ¿podrá ser?
- ¡¿De niñero de tu hijo?!
- Sí, haceme ese favor, Franci no tiene problemas, se lleva bien con vos y a mí me darías una mano enorme.
- Es un poco complicado, tendría que ir hasta tu casa, quedarme allí hasta que ustedes regresen y volverme en la madrugada porque me cuesta dormir en una cama que no sea la mía. El único modo es que se quede en mi casa y te lo llevaría mañana al mediodía o en la tarde, no sé si él querrá quedarse.
- Querrá quedarse, sí o sí querrá quedarse, eso te lo aseguro yo.
El gran “macho Alfa” de esa familia lo aseguraba como que estaba determinado que así sería porque él lo obligaría y yo estaba seguro que el nene no pondría ningún “pero” para venir a quedarse en mi casa. El padre no tenía ni puta noción de que me lo estaba entregando en bandeja y que era lo que Francisco estaba esperando.
- Ya te lo estoy mandando con un Uber, el conductor es conocido y de confianza.
- Bueno, dale, lo estaré esperando.
Iba a ser una tarde-noche agradable y cerraría el círculo con los culitos apetecibles de esa familia. Acorde a las ganas que le tenía Francisquito terminaría por tragarse la almohada para evitar los gritos cuando entrara en ese culito. Todavía faltaba un rato para que llegara y yo ya estaba con mi verga a reventar.
GUILLEOS1 – Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.
Me encantó
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Excelente muy excitante y con mucho morbo. Espero la contin uación.