CREÍ QUE ERA UNA NENA ALBINA. 2/5
Comienzo a experimentar cambios que me favorecen, hago partícipes a las tres mujeres en esos cambios y al nene, por supuesto..
Los grandes espejos de una de las paredes laterales de la habitación que hacía las veces de gimnasio me devolvieron la imagen de un desnudo cuerpo masculino proporcionado y musculoso en que destacaba una verga morcillona y no me disgustó lo que mis ojos tenían enfrente. Me cambié poniéndome una calza de ciclista color crema, sabiendo que los glúteos, la verga semi erecta y los huevos cargados quedarían apretados y marcados en la tela como si estuviera desnudo. Volví a observarme en el espejo y hasta a mí me gustó lo que veía reflejado.
Decidí no ponerme a trabajar con pesas, es muy difícil hacer fuerza trabajando algún músculo cuando se está pensando en culos ajenos, entonces encendí la máquina para correr un rato y la hice funcionar en una velocidad moderada. La excitación no desaparecía, no es que estuviera totalmente erecto, pero estaba allí y se notaba. De pronto tuve deseos de que me vieran casi desnudo y con el control remoto descorrí las largas cortinas que tapaban los ventanales corredizos de vidrios gruesos que daban al parque y a la pileta exterior.
Las vistas de las reposeras en el solario de la pileta me llevaron los pensamientos para el lado del cuerpo desnudo y el culo erguido de Daniela, me vinieron a la mente los gritos de dolor y placer que daba cuando mi verga penetraba lo que había sido un asterisco palpitante y el orgasmo conjunto que habíamos tenido en esa ocasión. Se me hizo patente que ese “polvo” había tenido un determinado “gusto a poco” y que no estaría mal repetirlo.
Fue raro, nunca me había pasado con ninguna de ellas y no fue todo, también me vinieron a la mente los cuerpos de Josefina y Gimena. Pensé en el culo y las tetas de Josefina paseándose orondos en la tanga amarilla que tan bien le quedaba y que contrastaba con su cuerpo bronceado de abundante cabellera castaña. Por sus propios comentarios, velados o no, sabía que no hacía ascos a las relaciones con personas de cualquier sexo y la imaginé gimiendo cuando incrustaba su boca en la vagina de Daniela mientras mi verga tomaba posesión de sus nalgas altivas.
Después fue el cuerpo maduro de Gimena el que se me cruzó por las neuronas y la veía arrodillada mientras, con su boca de labios semi gruesos se tragaba toda mi verga después de haber pedido que la obligara a tragar con mis manos en su cabeza. También alguna vez la había escuchado decirles a las chicas que le encantaba sentirse sumisa ante su hombre. Ninguno de estos pensamientos ayudaba a que el “amigo” se retrotrajera y la transpiración en todo mi cuerpo por el ejercicio de la carrera moderada me hacía sentir todo más sensual.
Me eran extraños estos pensamientos con las que consideraba “las mujeres” de la casa, nunca me había pasado, pero en ese momento quería tenerlas y, si fuera posible, encontrármelas desnudas por la casa cuando me tocara compartir con ellas los momentos en que me alejaba del ostracismo que me auto imponía en mi habitación. Hasta allí podía contener el amago de erección completa que mi “amigo” me pedía, pero tuve que sacar los pies de la cinta transportadora y aferrarme a las manoplas cuando algo más se me cruzó por la mente.
Esto fue algo completamente nuevo para mí, en mi mente se plasmó el culito duro, lleno, altivo y rebosante de nalgas que se asomaban del short del casi albino Darío. Lo imaginé desnudo y acuclillado frente a mí, mirándome con su rostro indefinido de ojos claros y haciendo muecas porque sus ganas de sentirse penetrado se encontraban con el dolor al tratar de “esconder” mi verga brillante de lubricación mientras dirigía el glande con una mano y movía sus caderas pujando por ser cogido. El “metémela toda Miguel” que me pareció escuchar cuando el glande trasponía su esfínter apretado trastocó un poco mi razón.
Esa imagen pudo conmigo, la erección se transformó en algo doloroso y con el cuerpo doblado sobre la máquina exploté dejando toda mi carga en el interior de la calza apretada. Hasta el temblor de mi cuerpo me parecía inverosímil y me quedé un rato en la misma posición sin entender que es lo que sucedía conmigo. Si creyera en lo esotérico podría llegar a pensar que la presencia del nene-nena de cabello largo y casi blanco conllevaba la aparición de algún tipo de Demonio sexual que me afectaba.
Ya de por si era raro que hubiera pensado en empotrarme, juntas o por separado, a cualquiera de las tres mujeres de la casa, algo que descubrí que no me molestaría para nada, aunque el colmo fue haber estallado en un orgasmo impensado cuando imaginé que era al nene a quien me cogía penetrando su culito dispuesto y acicateado por el propio deseo que me transmitía. De pronto sentí que quería el culo de esas mujeres y quería para mí el culito de ese nene andrógino que orillaba la calidad de albino.
Transpiraba hasta por los ojos cuando me despojé de la calza pegoteada y con ella en la mano me dirigí al baño interior del gimnasio. Las puertas del baño estaban abiertas de par en par cuando lavé la prenda y abrí la ducha para darme un baño reparador, sin dudas que lo necesitaba, además me ayudaría a aclarar mis ideas.
Los divisores de la ducha eran de plástico transparente y, al escuchar la puerta de la habitación, recordé que le había dicho a Gimena que viniera al gimnasio para que me contara lo que había pasado. No sabía quién había entrado, pero, fue automático, puse champú en mi cabeza y me lavé la cara y los cabellos, mis manos tapaban mi cara y dejé ver mi cuerpo desnudo de frente a la puerta.
- ¡Ohh, Dios mío!, disculpá Miguel, ni pensé en que te estabas bañando, -expresó desde la puerta, pero no escuché que se moviera de allí-.
- No hay problemas Gimena, hace de cuenta que soy el nenito que conociste hace tiempo, además no creo que te asuste un “pitito” más o menos.
- Jajaja, es que veo que no sos precisamente el nenito que conocí y por lo de “pitito”, mejor lo dejamos ahí, ¿estás bien, nene?, -preguntó cómo intrigada por el tono de la conversación-.
- Creo que sí, por lo menos cuido mi cuerpo para estar bien, ¿vos que opinás?… Jajaja, no te asustés, no me pasa nada raro, sucede que hoy, estando en la computadora, leí un estudio sobre el ostracismo y la fobia social, estaba muy bien explicado y se me dio por pensar que esto de ser tan “acartonado” y metido en mí mismo no hace más que dañarme y ya no es tan a largo plazo, la vida se va acortando.
- No sabés que bien que me hace escucharte hablar así, tenía razón tu madre cuando decía que ibas a comenzar a cambiar cuando te lo propusieras.
- Jajaja, bueno, tampoco la pavada, voy a tratar de intentarlo, pero nadie puede asegurar que voy a lograrlo. Ya veo que te quedaste mirándome, espero que te agrade lo que ves y alcanzame la toalla así me contás lo de tu hija.
- Claro que me gusta lo que veo, siempre me gustó y me gusta más cuando te noto más abierto, dejame que te seco como cuando eras chico y te voy contando.
- Ojo, Gimena porque no sé cómo puedo responder, jajaja.
- Salí loco, a mí no me asustan bultos que se menean, pero lo de mi hija me tiene mal, sentate acá que empiezo a secarte… Que le pegó y muy feo estoy segura, el por qué no lo conoce nadie, ella está en coma y no sé para cuanto tiene en ese estado, la paliza fue tremenda, -me contaba mientras secaba mi espalda después de haberlo hecho con mi cabeza-.
- ¿El nene estuvo presente cuando la golpiza?
- Creo que no, él no cuenta nada, pero yo creo que, de alguna manera, él debe haber sido el motivo.
- ¿Por qué lo decís?, ¿es un nene problemático?…
- No es un dulce, lo que pasa que por sus modos y por la forma en que mi hija lo criaba, se generaban muchas discusiones subidas de tono en la casa. Él quería un machito en toda regla y ella lo consentía en todo porque siempre quiso una nena, tiene su parte de culpa porque hasta vestiditos le compró, tal que, a veces lo trataba como nena y otras veces como varoncito. Parate que te seco entre las piernas.
- Bueno, dale, pero ojo que hay partes de mi cuerpo que tienen pensamientos propios, jajaja. ¿Vos sabías que tu hija lo trataba así?
- No, ni idea, cuando yo iba lo trataba siempre como varón, todo esto me lo contó la vecina luego del lío que se armó. Creo que ella estaba mal, pero eso no amerita la paliza que recibió. ¿Querés que siga o seguís vos?, -me preguntó con mi verga morcillona en sus manos-.
- Como gustes, pero si el “pitito” se despierta hacete cargo, esto también es parte de mi cambio.
- Me gusta que me obliguen y me encantaría que se despierte, no te enojes conmigo Miguel, no siempre se tiene la oportunidad de tener una verga así en vivo y en directo.
- No me enojo, pero si das el paso que falta será con mis reglas, yo decido y vos aceptás sin ningún tipo de remilgos, ¿te va?
- Me encanta eso, dejame chupártela y usame.
Sin siquiera esperarlo, la situación se estaba dando tal como la había imaginado cuando caminaba sobre la cinta transportadora de la máquina. Gimena se arrodilló frente a mí, tomó mis muslos con sus manos y, de seguido pasó la lengua por todo el tronco, a esta altura, firme como un guardia del palacio real inglés, no se olvidó también de lamer mis huevos y subió por el tronco para meterse el glande en la boca.
Poco a poco fue avanzando con sus labios tratando de tragar un poco más cada vez, por la mitad lo sacó seguido de un montón de saliva y lo intentó nuevamente, pero esta vez tomó mis manos, me miró con deseo y, sin decir una palabra, las colocó detrás de su cabeza. Tenía muy fresca la imagen que mi mente había “dibujado” y supe enseguida lo que quería. La cogida sería bucal y no pensaba hacerla esperar.
No la forcé, aunque, a medida que ella avanzaba tratando de tragar toda mi verga, yo no la dejaba retroceder. Sabía bien lo que hacía y respiraba por la nariz, salvo cuando se la hice aplastar contra mi pelvis por un par de segundos, aflojé cuando retrocedió un poco para tomar aire y volver a esa mamada prodigiosa, entonces la dejé que hiciera a voluntad. Jamás había sentido la sensación de mi verga penetrando una garganta y mucho menos que fuera ella lo que se procuraba este placer.
La sacaba toda y volvía a tragarla, ni idea de cuantas veces fueron, pero el sonido de la mamada parecía rebotar en las cerámicas del baño y se me metía en los oídos. En un momento dado se la sacó de la boca y con los ojos llorosos y la boca chorreando babas me pidió que le diera la leche, “en tu culo, quiero dártela en tu culo”, -le dije como ordenándole-… “Si mi señor, rómpalo a gusto, no me tenga piedad”, me contestó mientras levantaba su pollera, se sacaba la ropa interior y apoyaba las manos en la bañera dejándome el culo a tiro.
Pincelaba el glande sobre su vagina empapada y punteaba el asterisco que parecía abrirse hambriento de verga escuchándola, “meteme esa verga enorme Miguel, hacé que la sienta en mis tripas”, -pidió con algo de desesperación en la voz-, en ese momento un sonido casi imperceptible, una especie de gemido que provenía de la puerta me hizo mirar hacia el lugar. Era Darío que miraba asombrado con la vista fija en el ariete que penetraría el culo de su abuela, giré un poco el cuerpo para que la viera bien y le hice una seña con el índice sobre los labios para que no dijera nada.
Empujé el glande con el morbo por las nubes y Gimena acusó la penetración con un quejido apagado por una de sus manos y lo que siguió nunca lo tuve muy claro, no sabría decir si mi glande la penetraba o eran sus músculos los que lo absorbían. “Dame toda esa vergota, haceme feliz Miguelito, la esperé por años”, -me decía la veterana un tanto desencajada y sin poder contener sus gemidos de placer, entonces comencé a entrar y salir aplicando una dureza que creí que no tenía.
Mucho no iba a aguantar, sus músculos interiores me apretaban y cuando el tronco comenzó a latir anunciando la descarga ella se dio cuenta y su voz sonó clara: “Dejame la leche en el fondo de las tripas Miguelito, soy muy feliz, la estoy gozando y mi culo es tuyo cuando lo quieras”. El orgasmo fue casi simultáneo pues el de ella se produjo cuando sintió el primer chorro en su interior y se prolongó hasta después que yo ya me había secado.
Temblaba y se movía con la verga que se achicaba en su interior y me di tiempo para decirle a Darío con una seña que se fuera, lo hizo rápido aun tocándose su, seguramente endurecido pitito. Salió tras mirar el culo y parte de la verga que salía y me pareció notar una sonrisa pícara, tampoco me pareció muy alterado o escandalizado cuando me vio cogiéndome a su abuela.
- A partir de ahora, este culo estará siempre limpio y dispuesto para que lo uses, es sólo tuyo, -me decía mientras me limpiaba el miembro con una toalla húmeda-…
- Grabate bien lo que decís, si lo usás en otro lado no te querré más a mi lado y anda pensando que, si las demás están de acuerdo, mi integración será un todo con todos.
- Con Daniela no sé, pero Josefina se prende, hace mucho tiempo que te tiene ganas.
- De Daniela me ocupo yo, aunque hay algo que tiene que quedar claro, no permitiré otras vergas, la mía y “juguetes” serán las únicas, tampoco será cuestión de andar a cada rato cogiendo por los rincones, habrá otras confianzas conmigo, pero mi trabajo y las labores están fuera de discusión.
- No vas a tener de que quejarte, el único problema va a ser mi nieto.
- Conseguí algunas gotas para que duerma, pero sólo se usarán cuando queramos estar los cuatro juntos. Por ahora ocupate de la salud de tu hija y, como mañana vas a ir al hospital, yo voy a aprovechar para llevarlo a comprar algo de ropa de varoncito.
- Gracias Miguel, sos un amor, le hacen falta y espero que no te traiga problemas.
- No te hagas problemas, mis cambios no implican cambiar siempre mi cara de culo, no le va a venir mal experimentar un poco de autoridad y algo de temor, jajaja.
Cuando me levanté en la mañana y hasta que estuve listo para salir a desayunar se habían hecho las nueve y media, Gimena ya no estaba y me atendió Josefina sirviéndome el café con leche, también se encontraba Darío que me miraba sin decir nada, el “buenos días” que les di me sonó distinto, “hola Miguel, buen día”, -me contestó Josefina– y la mirada que le di a sus tetas que parecían resaltar en su remera ajustada no le pasó desapercibida, “buen día señor”, -dijo Darío, seguramente aleccionado por su abuela-.
- Hola Darío, ¿te dijo tu abuela que hoy íbamos a ir a comprar ropa para vos?
- Sí, me lo dijo, ¿qué ropa va a comprarme?
- Jeans, zapatillas, remeras, las normales, luego vos dirás si querés alguna ropa especial.
- ¿Podemos ir a la casa de dos amiguitos?, desde que terminó la escuela que no los veo.
- No me gusta hacer visitas ni relacionarme con gente, pero, por ser vos, te puedo armar una computadora para que hables con ellos por el Skype.
- ¿Una compu sólo para mí?
Le contesté que sí y que después le armaría una, luego de esto y habiendo terminado de desayunar le dije que nos íbamos, también le avisé a Josefina que, posiblemente no volveríamos a almorzar porque iba a aprovechar a pasar por la casa del Country, pues quería ver como estaba todo por ese lugar. Nos fuimos al garaje, hacía tiempo que no utilizaba ninguno de los cuatro vehículos que había allí y le pedí a Darío que eligiera con cual quería ir. Extrañamente eligió la 4×4 con la cual me sentía más cómodo.
La enorme Chevrolet Tahoe con todos los vidrios polarizados daba una imagen imponente, de enigmático Poder y yo me sentía cómodo y bien conduciéndola detrás de sus vidrios oscuros. El nene subió trepando al asiento delantero y la vista de sus nalgas gorditas enfundadas en el minúsculo shorcito parecieron pegarle un fuerte cachetazo a mi libido para que se despertara. Traté de desentenderme de eso, me acomodé el “paquete” y subí por la otra puerta.
Estaba esperando que me preguntara o me dijera algo de lo que había visto la tarde anterior cuando le penetraba el culo a la abuela y ésta gritaba que se sentía muy feliz con toda la verga enterrada en sus tripas, pero no hacía ninguna mención a esto, estaba absorto mirando el tablero iluminado y el interior de la camioneta, parecía un muñeco de juguete sentado en el inmenso asiento de cuero negro y decidí no pensar más en lo sucedido, él sabría si tenía que preguntar o no.
Ignoraba todo sobre el trato que se le debía dispensar a una criatura, pero me pareció conveniente contestarle cualquier inquietud como si conversara con un adulto. Darío estaba pensativo y no abrió la boca hasta que estacionamos en el subsuelo del Shopping y fue después de que le pregunté si comenzábamos las compras con las zapatillas o con los pantalones.
- Señor Miguel, ¿me va a comprar ropa de nena?, -preguntó mirándome con sus ojos claros-.
- Primero vamos a ponernos de acuerdo, a partir de ahora soy sólo Miguel y me vas a tutear, ¿estamos de acuerdo?
- Si Miguel.
- No sé por qué me lo preguntás, ¿vos querés que te compre ropa de mujer?
- A veces mi mamá me compraba vestiditos de nena para que los usara cuando no estaba mi papá o quería que anduviera en una tanga que era de ella porque decía que se me marcaba bien el culito.
- Yo creo que sos un nene y tenés que usar ropa de nene, -le contesté pensando que la madre tenía una mente bastante enferma, no obstante…-, pero, si te gusta podemos comprar un par de tangas, aunque, eso sí, será un secreto nuestro y la vas a tener que usar sólo conmigo, ¿te parece?
- Las tangas me gustan, pero los vestidos no.
- Bueno, entonces compraremos pantalones elastizados y remeras ajustadas, esos son iguales para nenas o nenes.
Bajé de la camioneta porque el pendejo me estaba excitando con su conversación y me hacía la película sabiendo o entendiendo que, a poco que preguntara, me iba a contar cosas interesantes que incentivarían mi morbo, pero antes debía hacerlo entrar en confianza. Primero fueron dos pares de zapatillas y la alegría se le notaba cuando salió de la tienda calzando las mejores “zapas” de plaza y el paquete llevando las viejas y el otro par de distinto color.
Con las remeras fue igual y aquí me pidió que entrara con él al probador. Acepté, pero debí morderme cuando vi que se bajaba el shorcito junto con el calzoncillo y se sacaba la remera. Su piel parecía brillar de blanca, pero no era desagradable, su cuerpo relleno se notaba libre de adiposidades y se destacaban en su pecho gordito un par de tetitas que no llegaban a ser “femeninas”, pero daban ganas de apretarlas, su “pitito” y huevitos eran insignificantes y casi no me fijé en ellos.
Las caderas estaban bien formadas y cuando se giró su culito me pareció un ensueño, duro, parado, de nalgas rellenas e invitaba a abrirle los cantos para depositar la lengua en su hendidura y deleitarse con su agujerito. Pareció adivinar mi pensamiento y me preguntó, ¿a vos te gusta mi culito?, fue una pregunta normal y no noté ninguna connotación especial en su tono, pero me costó horrores ponerme a pensar en pajaritos de colores para evitar de apretarle las nalgas con las manos.
“Si Darío, me gusta, creo que tenés un culito hermoso, pero apurá con los pantalones porque voy a llamar a la empleada para que te cambie la remera, esa que tenés es muy chica y se te notan mucho las tetitas”, -le contesté y me vino bien para salir y pedir el cambio de la prenda-. Se probó solamente un pantalón, aunque con ese culo no se podían hacer milagros, el elastizado del jeans le calzaba perfecto y lo hacía más excitante. La ropa interior y la de baño para usar en la pileta la eligió sólo él y noté que los slips eran diminutos, no así la bermuda que eligió para el agua.
Luego de esto nos fuimos a almorzar en el Patio de Comidas, se lo notaba feliz y de camino a ese lugar se apoyó en mi pierna y tomó mi mano para que lo abrazara. Después del helado de postre me preguntó para adónde iríamos, le contesté que tenía que pasar por una casa que era mía y estaba desocupada y otra vez me sorprendió con la pregunta, ¿vamos para estar solos?, me hice el desentendido y mi respuesta fue concreta y casi seca, “sí”. No me salieron otras palabras, en mi cabeza se llevaba a cabo una película porno con Darío y su culito de protagonistas principales.
Antes de salir del Shopping pasamos por una juguetería y parándose en la vidriera me pidió si le podía comprar unos juegos que se exhibían. Eran juegos didácticos, me pareció bien y eligió dos más un rompecabezas de los grandes, yo hubiera elegido otro tipo de juguetes, pero, lo reitero, poco sabía de los gustos de los chicos de la época. En la camioneta comenzó a “pudrirse” todo, se acercó a darme un beso en la mejilla y habló…
- Gracias Miguel, me hiciste un montón de regalos, ¿ahora vas a querer que te chupe la verga?
- Pará, pará, contame bien a qué viene eso y te aclaro que no me gusta que me mientan, -se asustó un poco por lo que le dije y el tono que empleé, hizo “pucheros” y los ojos se le llenaron de lágrimas-.
- Pero, pero, es que me hizo jurar que no podía decir nada, que era un secreto.
- Vamos por parte, ¿quién fue que te dijo que no dijeras nada?, ¿cómo es que sabés lo que es una verga?, ¿cómo es eso que la sabés chupar?, ¿qué sabe tu abuela de esto?, ¡contestame!… -No se aguantó y derramó algunas lágrimas que no hice nada por evitar-.
- Está bien, te voy a contar porque vos sos muy bueno y hacés feliz a mi abuela, -expresó entre sollozos culpables-, fue mi papá, él me traía un regalo y me decía que tenía que chupársela porque eso me hacía bien, además que si mi mamá quería una nena él la iba a hacer putita. Te juro que sólo fueron tres veces y en la última mi papá estaba medio borracho, me la metió muy adentro de la boca, yo me ahogué y comencé a toser mucho, entonces apareció mi mamá y pasó todo lo que pasó. Ella gritaba como loca y él la comenzó a golpear, todo es mi culpa porque no debería haber tosido, -el llanto ahora se hizo más profundo y logro condolerme, por eso lo abracé fuerte contra mi pecho-.
- Nada de eso es culpa tuya, los grandes dejan de quererse y se pelean entre ellos con los hijos en el medio, pero la culpa siempre es de ellos, -le contesté, además no quise insistir y puse la camioneta en marcha para ir hasta el Country-.
Tenía ganas de seguir preguntando, mi morbo se incentivaba sólo con las respuestas que me imaginaba que me daría, pero lo vi apoyado sobre la puerta de la camioneta, estaba pensativo y no quise preguntar nada. Ya en el Country pasé por la Administración, me puse al día con algunas deudas y me fui para mi casa. Allí estaba, hermosa, enorme, reluciente, mantenida dos veces por semana, aunque no estuviera habitada y no faltaba nada en ella. Había sido un regalo de mi madre, por si quería irme a vivir solo, nunca la usé.
Darío pareció olvidarse de sus vicisitudes y apenas abrí la puerta se lanzó a recorrer la casa visitando todas las habitaciones. Subió corriendo las escaleras y lo perdí de vista, yo me fui a servir un vaso con whisky y me quedé en el sofá observando el parque y la pileta a través de los ventanales. Al rato regresó Darío de su “excursión”, se lo notaba distinto y cuando se acercó me preguntó:
- ¿Acá es el lugar para estar solos?, me gusta mucho, -eso que dijo activó nuevamente mi intriga-.
- Andá a sacar una lata de gaseosa y vení a sentarme a mi lado, después me vas a contar eso de “para estar solos”.
- Bueno, eso es lo que me decía mi papá, -dijo en voz alta tomando una gaseosa de la heladera, pero bajó la voz cuando se acercó a mí-. Cuando me hacía chupársela me tocaba el culito, me lo apretaba y me metía un dedo y una vez me metió dos, a mí me gustaba que los metiera y los sacara, entonces me decía que cuando tuviéramos un lugar para estar solos me iba a meter la verga en mi culito y que me iba a gustar más.
- ¿A vos te gustaba chuparle la verga a tu papá mientras te metía los dedos?, ¿te tomabas toda la leche?, -yo preguntaba como por inercia y ya estaba a mil-.
- Sí, me la tomaba, él me la hacía tragar, pero la primera vez no me gustó y la otra vez, más o menos y bueno, después se armó el lío. Yo sé que a vos también te sale leche porque la escuché a mi abuela cuando decía que le echaras toda la leche adentro. Se notó que le gustaba que se la metieras en la cola, aunque la tuya es mucho más grande que la de mi papá. ¿La puedo ver?, -me preguntó usando un tono de inocencia que me daba vuelta-…
- No te apures y contestame lo que te pregunto. ¿Te daba besos de lengua tu papá?, ¿te gustaba sentir la verga en tu culito?, ¿sabés lo que es coger?, -y admito que estas dos últimas fueron con trampa-.
- Los besos no me gustaban mucho porque me baboseaba todo y mi papá me explicó lo que es coger y no sé cómo es sentir la verga en mi culito, nunca me la metió, aunque los dedos me gustaban, pero la verga es más grande y la tuya más grande todavía, ¿vos crees que me va a doler?
- Algo te va a doler, hay que aguantar un poco para poder gozar, ¿por qué lo preguntás?
- Porque mi amigo Javier me dijo que a él se lo coge el hermano que tiene dieciocho, me contó que se la mete fuerte y que siempre le duele y Matías, mi otro amiguito se mete en el culito un tubo que es de la madre y dice que le gusta, “¡Linda panda de putitos, Dios los cría y el viento los amontona!, -pensé-. ¿Me vas a coger ahora?, yo también quiero saber cómo es…
- Puedo intentarlo, pero no creo que te entre, eso sí, esto tiene que ser un secreto que no le podés contar a nadie, ni a tus amiguitos, yo puedo ser muy bueno, pero si abrís la boca, te corto las bolas, ¡¿entendiste?!
- Te juro y te re juro que nunca lo voy a contar, ¿querés que te saque los pantalones y te la chupe?
Estaba embaladísimo y ardía en deseos de sentir mi verga, le tuve que decir que se lo tomara con calma, que yo le iba a ir enseñando, pero primero teníamos que desnudarnos y luego empezaríamos con los besos. Asintió a esto y como si fuera algo innato se giró y se bajó los jeans para que yo pudiera apreciar el culito que me pensaba comer. Iba a ser una tarde agotadora, pero placentera.
GUILLEOS1 – Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.
Como todos tus relatos, mas que atrapantes, maravilloso, continua👍
Estoy esperando el siguiente relato amigo wow….:) 😉 🙂 😉