CREÍ QUE ERA UNA NENA ALBINA. 5/5.
Y pensar que Gimena se negaba a tener sexo con el nieto… Al final, nunca conformaría una familia tradicional, pero en casa no me faltaría sexo..
Nunca me había calentado mucho por aquello de cómo te hacía sentir o te afectaba la conciencia, me bastaba con saber que lo que yo hacía, estaba basado en mis principios y mis verdades, por ello, no se me dificultaba descansar y esa noche la había hecho como un bendito. El baño de agua caliente me hizo sentir aún mejor y totalmente despejado, sabiendo que mis neuronas eran las que mandaban, bajé a desayunar. Saludé a todas con un sincero, “buenos días chicas” y me senté en mi lugar, todas respondieron bien y Gimena, a quien se la notaba ojerosa y mal dormida, se apuró a hablar conmigo…
- Tenías razón en todo Miguel, quiero pedirte disculpas, dije cosas que no debía, tendría que haber averiguado mejor antes de abrir la boca.
- Saber mantener la boca cerrada, no acusar sin fundamentos y no andar ventilando intimidades hace a las personas dignas de ser consideradas virtuosas, de todos modos, la conversación anterior fue entre nosotros dos y, de seguirla, lo haremos nosotros dos, ahora no es necesario decir nada.
- Igual me siento pésima, no pude dormir en toda la noche, -acotó-.
- ¿Tu nieto sigue durmiendo?, habría que hacerle entender que tiene que levantarse más temprano, -dije como para cambiar la conversación y hacerle entender que no me interesaba seguir hablando del tema anterior-.
Daniela terminó de desayunar y se fue a arreglar las habitaciones y a hacerse cargo de la mantención de la casa, Josefina se disculpó diciendo que lo iba a despertar a Darío y luego tenía que atender a los jardineros. Yo seguí desayunando como si nada y notaba lo expectante y temerosa que estaba Gimena por mi posible decisión, pero ni siquiera la miraba.
Terminaba de desayunar cuando apareció Josefina con Darío, al nene se le iluminaron los ojos al verme, pero saludó normalmente, yo le devolví el beso en la mejilla y, mirando su cuerpo, acoté preguntándole con una voz neutra: “¿Yo no te compré mejores ropas que ese shorcito que queda ajustado y te deja medio culo al aire?”.
Gimena dio un salto, quizás esperando mi enojo, de hecho, estaba en tensión desde antes, Darío no atinó a decir nada y Josefina le dijo de ir a cambiarse y ponerse la ropa más nueva, de seguido, me levanté y me dirigí a ésta, “quedate con el chico, yo tengo que ir a trabajar y a solucionar definitivamente un tema que tengo con Gimena” … No dije más, no era necesario, me fui a mi habitación y Gimena me siguió como un perrito apaleado.
- ¿En que tenía razón yo?, -le pregunté apenas hubo cerrado la puerta y me respondió bajando la vista-.
- En todo, tenías razón en todo, estuve preguntándole a Darío y me contó todo lo que le hacía el padre, también reconozco que mi hija estaba haciendo las cosas mal desde antes y que, en cierto modo, provocó todo lo que el nene tuvo que sufrir, aunque no por eso la debo abandonar a su suerte.
- Imagino que no le habrás “cargado las tintas” al pobre, ¿no?…
- No, para nada, ¿qué culpa le puedo achacar?, también me dijo que le gusta la verga y que le gustaría que ocuparas el lugar del padre, en la cama, lógicamente. Yo lo veo muy chico, pero supongo que es preferible a que sus gustos exploten por otro lado o con otras personas que lo puedan hacer sufrir.
- Está claro que me la “pintás” muy bien, pero todavía está de por medio la falta de respeto que tuviste hacía mi persona y no puedo disponer de ese culito si no te quiero tener a mi lado.
- Por favor Miguel, por favor, disculpá mis errores, juro que no volveré a abrir la boca, no me despidas, haré todo lo que tú quieras, -me dijo arrodillándose a mis pies y sin poder contener el llanto-.
- Te voy a dar una oportunidad y me haré cargo de los gastos que implique la atención de tu hija, pero… que quede claro, si mínimamente sacás los pies del plato o dudás o pretendés negarte a alguna cosa que te pida no habrá vuelta de hoja y te pongo de patitas en la calle, a vos y a tu nieto.
- Gracias Miguel, gracias, te juro que no te daré ningún motivo de queja y no dudaré nunca.
Verla en esa posición hizo que mi libido y mi morbo se dispararan, parecía que todo se había acumulado en mi verga y sentía que iba a explotar. “Sacala, chupala como a mí me gusta y andá poniendo saliva en tu culo porque te lo voy a abrir sin anestesia”, -le ordené haciendo fuerza mentalmente para no irme “en seco”-. En la posición que estaba sólo tuvo que levantar un poco la cabeza y sus manos se apresuraron a bajarme el short deportivo que tenía puesto.
No me chupó el glande, lo absorbió y se fue metiendo todo el tronco en la boca, tuvo una arcada y lo sacó para aprovechar la saliva espesa que dejó escapar, luego la recogió con una de sus manos. La misma mano se deslizó hacia sus cuartos traseros y levantó su pollera para ensalivarse el ano mientras volvía a meterse la verga en la boca, pero esta vez no detuvo esa penetración y pronto se cogió la boca, entrando, saliendo y chocando su nariz en mi pubis. La lengua que se movía en el interior de su boca me estaba desquiciando y ya me costaba aguantar, entonces le pedí que se apoyara en la cama.
Lo hizo rápido dejando su culo al descubierto, su pollera quedó arrugada sobre su cintura y corrió la tira de la tanga que pretendía tapar su agujero. El chirlo en la nalga le arrancó un quejido de dolor y los dedos quedaron marcados, enseguida le emparejé las marcas con la otra mano y apoyé el glande en el agujerito. El “pijazo” me dolió a mí también, pero ella lo sintió más, aunque sólo dejó escapar un sonido de queja aunado con el de dolor.
Una de mis manos pasó por delante de su cuerpo y le toqué la vagina, la muy puta estaba empapada, gozaba horrores con el tratamiento y eso provocó que tomara sus cabellos con las dos manos y, cual, si fuera riendas, me afirmé e inicié un movimiento violento de entradas y salidas dejando que el sonido del choque de pelvis y nalgas inundaran la habitación. Sus quejidos velados no me importaban y no sé cuántas veces fueron, pero estaba seguro que no muchas cuando el escalofrío en mi columna me indicó que mi eyaculación era evidente.
“Da la vuelta y abrí la boca”, -le ordené- y no me importó si le dolió al sacarla de su culo ni si tenía mierda en la verga, se la mandé por la boca y le acabé todo dentro de su garganta. Lo que podría haber sido una humillación, para ella fue la panacea y se ocupó, sin pedirlo, de limpiar todo mi “aparato”, en base a saliva y lengua quedó brillante. No bien terminó levantó la vista y mirándome con los ojos llorosos, expresó: “Gracias Miguel” … Guardé mi “paquete” y le dije que me iba a poner a trabajar, además agregué: “Preparate porque a media tarde vamos a ir los tres a la casa del Country y lávense bien las tripas”.
“Sí Miguel, dejalo por mi cuenta”. -dijo bajando la vista y allí me di cuenta que estaba totalmente quebrada-. La preparación con Darío y el chantaje en sí con Gimena había dado mejores resultados de lo que yo esperaba, ahora sólo quedaba disfrutar.
Me senté frente a la computadora para ponerme a trabajar y pronto me di cuenta que me costaba concentrarme, seguía caliente y excitado, mi verga seguía pidiendo acción y pensé en la entrega dulce de Daniela, pero me obligué a calmarme y traté de distraerme con algunos juegos, quería reservarme para la tarde.
Después del almuerzo mandamos a jugar al nene en el parque y, con los datos que me había proporcionado Gimena, llamé a la Clínica y aboné con la tarjeta la atención, el traslado y el primer mes de internación en el Instituto privado dónde trataría de recuperarse la hija semi comatosa de la Cocinera y madre de Darío. Gimena me agradeció llorando y las otras dos la abrazaron para consolarla, yo preferí irme a dormir un rato de siesta, dos o tres horas me vendrían bien pues me esperaba un buen trajín por la segura alternancia entre culo y culito.
La excusa que Gimena les dio a las chicas era que yo la iba a llevar a ella y al nene a ver a la madre y el lugar dónde estaría alojada, yo agregué que no nos esperaran a cenar, “no sé cuándo terminaremos y prefiero llevarlos a cenar afuera”, -aclaré, aunque no hacía falta-. Cuando subimos a la camioneta, Gimena estaba seria, pero Darío me sorprendió con algo que no esperaba, se mostraba contento, me miró con intensidad y me guiñó un ojo. Sabía a lo que iba y mi verga se endureció casi al instante.
- Gimena, cambiá la cara porque no los llevo al matadero y después decime que le dijiste a Darío.
- Él me aseguró que le gustaba que el padre se la metiera y que quería que vos hicieras lo mismo, por eso le dije que iríamos a una casa para que vos pudieras cogerlo tranquilo, ¿no será muy chico Miguel?, mirá que a mí me cuesta.
- No me pongas de por medio ninguna idiotez, dejá los remilgos de lado o me regreso a la casa, además traje crema dilatadora y voy a tener cuidado, -acoté, pero pensé enseguida que se asombraría cuando viera como ese culito infantil se comía toda mi verga con deleite-. Darío, ¿vos querés que te meta mi verga?, -le pregunté mirándolo por el espejo interior-.
- Sí Miguel, yo quiero que me la metas como me lo hacía mi papá y también te la voy a chupar, -me contestó muy suelto de cuerpo y me volvió a guiñar un ojo sin que la abuela lo viera-.
El pendejo mantenía totalmente la versión inventada y la abuela lo miraba con los ojos asombrados, más asombrados aun cuando le pregunté al nene si no tenía ganas de chuparle las tetas a la abuela. Darío dio un salto de alegría que casi lo hace golpear la cabeza contra el techo de la camioneta y el “síííííí” retumbó en nuestros oídos.
Gimena no dijo nada, tragó saliva y comenzó a desabrocharse los botones de la camisa. “Mi abuela es la mejor abuela del mundo, yo la amo y voy a darle besos y chuparla por dónde quiera para hacerla feliz”, -dijo abrazándola desde atrás y le dio un beso en el cuello para, de seguido, pasarle la lengua desde el lóbulo de la oreja hasta casi la clavícula.
Ya casi no me cabían dudas de que el pendejo era una especie de Demonio pervertido y pervertidor, me sonreí por lo que pensaba. “¡Ahhhh!, pasá, pasá, vida”, -expresó Gimena y el estremecimiento junto al gemido de placer no le permitió hilvanar bien la frase para indicarle que pasara al asiento delantero, igual se entendió y pronto estuvo sentado en su regazo. Ella se desprendió el sostén mirando por la ventana el paso de otros autos y le avisé que no los verían desde afuera.
Lo puso de costado y parecía un bebé grande prendiéndose con boca y manos a uno y otro pezón, yo sabía que a Gimena le encantaba que le chuparan los pezones y pasada la primera impresión, gimió a viva voz elevando los ojos al techo de la camioneta. Tuve que estacionar al costado de un cordón porque no podía seguir conduciendo, la erección me dolía y me acomodé la verga sin sacarla del pantalón, si me tocaba acabaría sin remedio.
La muy puta pronto dejó de lado la condición de “nieto menor de edad” de quien le prodigaba ese placer y le tocó el “pitito” endurecido que parecía querer emerger del pantalón, “mi cielo, mi vida, la abuela también te va a hacer feliz”, -alcanzó a decir antes de que Darío alzara la cabeza y le diera un beso de lengua que la llevó a estremecerse y a devolverlo con ganas-. Se comían las bocas sin disimular sus ganas y reanudé la marcha tratando de concentrarme en el tránsito.
Gimena estaba sacada, salida, recaliente, los pruritos los había tirado por la ventanilla y lo apuró para sacarle el pantalón, faltaba poco para llegar y cuando ingresé a la casa lo tenía en una posición extraña. Darío estaba cabeza abajo con una mano bajo su falda, ella aferraba su cintura y, sin hacer caso de los temblores y estremecimientos del nene, se tragaba su pijita con los huevos incluidos, a la vez movía su cadera y emitía sonidos raros, seguramente por lo que experimentaba entre sus piernas.
El portón automático me permitió entrar al garaje y recién allí les dije que habíamos llegado. Se acomodaron enseguida y descendieron, los dejé que fueran adelantándose, tomé de la guantera de la camioneta el pote de pomada y algo más que había llevado y al pasar por la cocina me tomé una pastillita azul, la había llevado previendo un final de tarde agitado, pero preferí tomarla antes, sin dudas que iba a ser agitado y no podía quedarme sin resto.
Los encontré a los dos desnudos sobre la cama de la habitación principal, hacían una especie de “69” que no podía complementarse bien porque faltaba altura en uno de los participantes. De todos modos, los cabellos casi blancos de Darío emergían de un costado de las piernas de Gimena que chupaba como desesperada y evitaba aplastarlo cuando se convulsionaba.
El cuerpo macizo y curvilíneo de la abuela estaba sobre el nene, “devoraba” pijita y huevos y movía su boca como si los masticara, el placer era palpable porque, a la vez, recibía la mano del nieto que había logrado perderse, hasta casi la muñeca, en la vagina anegada. El chirlo en el culo macizo la hizo detenerse y me miró con la cara desencajada y los cabellos revueltos…
- No se puede creer Miguel, mi nieto me está matando”, -me dijo a media voz-.
- Ponete en cuatro Darío, vos también, pero detrás de él, alzá tu culo y anda preparándole el culito a tu nieto.
Le alcancé el poté de crema abierto porque ya me había puesto un poco en la verga y no bien se acomodó hice lo mismo, no tardé en embocarla de una, empleando para ello dos caderazos inclementes. El grito fue tremendo, pero no llegó a poner crema en el culito que tenía enfrente de su cara y optó por sumergir su boca en el asterisco.
En ese momento fue Darío el que se estremeció y chilló haciendo estremecer a Gimena que se aferró a sus nalgas paraditas, “chupame más abuela, meteme los dedos”, -pedía el muy putito y cada vez que abría la boca Gimena emitía un sollozo en que aunaba el placer de la enculada con el placer que le procuraba al nieto.
- Miguel, ¿ya te la estás cogiendo?, yo quiero que me la metas a mí mientras la chupo toda, -pedía con visos de ruego el pendejo.
- Todavía hay tiempo y yo decido, no me hagas repetirlo, -le contesté y los dos evitaron pedirme nada-.
Al escuchar el pedido del nene, la abuela dejó la boca de lado y se dedicó a meterle los dedos embadurnados de crema, eso sí, sin dejar de gemir y emitir quejidos por los “vergazos” que estaba recibiendo. No sabía si ya había hecho efecto la pastilla, pero yo no paraba y mi pija parecía enorme.
“No lo puedo creer”, -expresó balbuceante cuando pudo meter los cuatro dedos y parte de la palma dentro del culito de su nieto, era desquiciante y, para más, el nene le pedía que moviera la mano.
Cuando más loquita estaba salí del culo de Gimena y le alcancé el strapón que había sacado de la guantera de la camioneta, la verga de plástico tenía unos dieciséis centímetros y su grosor era normal, “ponete esto y cogete a tu nieto”, -le ordené-, caliente como estaba ni siquiera lo dudó, pero tuve que ayudarla a colocárselo.
Gimió cuando lo ajusté porque la pequeña protuberancia que tenía detrás de la base le apretaba un poco el clítoris, aunque el morbo de cogerse al nieto superaba cualquier adversidad. Se lo encremé y la voz del nene fue clara: “No te apures abuela, metelo despacio”, -expresó Darío con los ojos brillantes de deseo y Gimena volvió a colocarse arrodillada, pero parando su culo.-.
El nene gemía y se movía cuando la abuela, con temores y resquemores, comenzó a meterle el falo plástico en el culito, ésta estaba como ida escuchando que el nieto le pedía que se lo metiera más adentro y los hice gritar a los dos. El pijazo al culo de Gimena hizo que gritara y que se moviera hacía adelante, por lógica, la base del aparato quedó como sellada contra las nalgas de Darío, el cual no pudo evitar el grito de dolor.
- No te muevas hijito, ¿te lastimé?, -preguntó ella con temor-.
- No abuela, fue la impresión, metelo y sacalo, está frio, pero me gusta que me cojas, -le contestó sin enarbolar dudas-.
La contestación del nene la enardeció y comenzó a moverse como enloquecida, aunque sin seguir un ritmo parejo, tenía como convulsiones e imaginé que nunca en su vida hubiese pensado en cogerse al nieto mientras tenía el culo penetrado y tener orgasmos por el morbo que esto le producía… “Me dan las ganas de hacer pis”, -gritó el putito y los temblores le vencieron las rodillas-.
El pene plástico se salió y ella tuvo una reacción de hembra protectora porque se lanzó a lamer y besar el culito recién perforado, lo cual hizo que el nieto se moviera como una víbora y le pidiera más lengua. Yo me había puesto a mirarlos y tenía ganas de acabar sobre sus cuerpos, pero sería un desperdicio, entonces le pedí a Gimena que se acostara boca arriba, lo hizo sin pensarlo y le pedí a Darío que se sentara sobre el falo que portaba la abuela.
Tardó muy poco en hacerlo, la hizo entrar en su recto y cuando lo tuvo todo adentro se ocupó de moverse y masajear las tetas y los pezones de Gimena que parecía delirar con sus orgasmos. Yo me coloqué parado sobre su cabeza y la dejé que viera como el nieto se tragaba toda mi verga sin experimentar grandes dificultades, además vio como me moví cogiéndole la boca y, finalmente, como le llené la garganta sin que desperdiciara ni una gota.
Eso había sido destructivo, no sé cuántas veces había acabado Gimena o cuántas ganas de “hacer pis” había tenido Darío, lo que estaba claro es que la “veterana” estaba desencajada como si hubiera traspuesto sus propios límites, había transpirado a mares y tenía sus ojos abiertos como si mirara a la nada. Darío quería seguir y me pidió que fuera yo quien se la metiera en el culito y, como la pastilla me mantenía erecto y palpitante le di el gusto.
El nene tenía el culo abierto y lubricado de antes, yo tenía la verga ensalivada y fue como un mero trámite. Le puse sus patitas al hombro dejando que la abuela mirara, porque eso fue lo que hizo cuando se despabiló alarmada por el tronco que ingresaría en su nieto y sus ojos se abrieron desmesurados cuando mi verga ingresó en su totalidad y me empecé a mover mientras el nene, aun quejándose, exigía más, más y más incentivado por la verga y por los pellizcos a sus pezones.
“La quiero chupar a la abuela”, -pidió con voz deseosa y lo acomodé poniéndolo en cuatro para que metiera la cabeza entre las piernas de la abuela, que se abrieron como por inercia-. La abuela comenzó a moverse y cerró las piernas sobre la cabeza del nieto, pero se aferró a las sábanas para que el orgasmo se exteriorizara con el grito, evitando así los movimientos que podrían haberlo lastimado en su cuello. Respiré más tranquilo y entré y salí cuatro o cinco veces más hasta que le llené las tripas de leche.
No pude entender lo que decía Darío hablando desde la entrepierna de la abuela cuando recibió en sus entrañas el líquido caliente, pero si noté las contracciones de su estrecho canal y escuché a Gimena que pedía como rogando: “Ya no más hijo, me estás matando”. Se la saqué de golpe y el “ufff” que emitió con un quejido ayudó a que apartara la boca y me mirara contento por haber cumplido con sus ganas de chuparla a la abuela.
- No sé si reír o llorar, -dijo Gimena cuando nos estábamos bañando-.
- ¿Por qué no te dejás de joder y te dedicás a disfrutar?
- Sí claro, pero…
- ¡Qué costumbre de mierda tienen para enarbolar “peros” por todo!, ya está, no podés cambiar nada, te cogiste a tu nieto con un strapón y a él le gustó, te chupó la concha y te desquiciaste, amén de todo lo demás, las cartas están echadas y no me vengas con historias raras, -no dijo nada más, pensara lo que pensara, tenía que aceptar lo que yo decía-.
Luego del baño nos cambiamos y hablé con los dos, les pedí de seguir manteniendo las formas y que no se desbandaran con sus ganas, la responsabilicé a Gimena para ponerle freno a las ganas juveniles de Darío antes de que yo tuviera que ponerme serio si se ponía en idiota. Había límites y se imponía respetarlos. “¿Qué pasará con las chicas?”, -preguntó la “veterana”-. Le contesté que yo las iría tanteando y si se daba compartiríamos todo, sino, ya se vería.
No daba para irnos a comer a un restaurant y cuando volvíamos compré comida hecha, lo haríamos en casa solos porque, posiblemente, Josefina ya estaría durmiendo. Comimos los tres en la cocina y luego de esto Darío se recostó en el brazo de su abuela y se quedó profundamente dormido, Gimena lo abrazó y lo miró con amor, la imagen era como para una postal y mirándolos nadie podría decir que hacía un par de horas atrás abuela y nieto daban rienda suelta a sus ganas de brindarse en el sexo.
- Todavía me cuenta asimilar todo esto, estoy triste por mi hija, pero no puedo definir lo de mi nieto. Me hizo gozar como nunca y lo vi gozar a él como nunca esperé.
- No tenés nada que definir, menor o no, él ya eligió su vida y sus preferencias, creo que habrá que cuidarlo y brindarle amor para que entienda que esto no es un revoleo.
- Es que lo veo tan chico…
- Sí, un chico que tiene la capacidad de un adulto para expresar sus ganas de sentir. Su vida no va a ser fácil, pero eso lo vemos desde nuestra capacidad de adultos y, queramos o no, solemos anteponer nuestros tabúes y miedos, creo que deberemos actuar según se presenten las circunstancias, tal como se haría con un chico o chica considerado “normal”. Estoy seguro que no nos va a defraudar.
Más no podía opinar, mi capacidad al respecto también era muy limitada. Lo levanté y lo cargué en mis brazos para llevarlo a su habitación, me pareció que abrazaba a un ángel de cabello casi blanco, pero que escondía un par de alas oscuras, algo que no me afectaba en absoluto. Es más, me convencí que algo incidía su parte oscura en nosotros, tal que Gimena, amor de abuela o no de por medio, me pidió que le dejara el strapón.
Más adelante, tampoco hubo demasiados remilgos en Josefina pues cuando sintió la lengua y la boca de Darío prendida a su clítoris dejó de lado el pequeño remilgo que amagó o dejó traslucir al verlo aparecer desnudo y se brindó para gozarlo y hacerlo gozar. Con Daniela fue distinto, terminó por separarse de su esposo y pasamos a vivir todos juntos en la misma casa, una noche quiso probar una forma de sexo que le rondaba en la cabeza.
Su fantasía era ser atada y vendada mientras gozaba con las caricias, besos y apretones que todos le podíamos brindar y, en lo mejor de su goce, inmovilizada en la cama recibía mi verga en su boca y sus tetas estaban ocupadas por las bocas de Josefina y Gimena, pero… tuvo un orgasmo violentísimo por la boca infantil que absorbía su clítoris y/o introducía la pequeña lengua en su intimidad.
“No puede ser, no puede ser”, -decía cuando dejó de temblar por el orgasmo-, igual mucho no podía hacer, nosotros no la soltamos y le usábamos la boca con besos alternados para impedirle que hablara, mientras tanto, Darío no le dio tregua y el orgasmo siguiente fue desbastador, tal que le costó recuperarse, pero… cuando lo hizo gritaba que la soltáramos porque quería abrazarlo y comérselo a besos.
Pasaron dos años de todo esto, mis padres siguen yendo y viniendo y, hasta ahora, estamos muy bien.
FIN.
Hola!! Pense que sería una sags más larga. Tal vez una recuperación de la hija a puro pijazo luego de una estadía en la casa del protagonista o la involucracion de la madre de este, luego que perdiera a su esposo en un accidente durante su deambular por el globo terraqueo. En fin…
mas que bueno👍 algo asi compartiendo con mas machos, que no siempre seas el unico, estaria bueno👍
No te nace continuarla?