El cumpleaños de mi mujer.
Tenía una fantasía por cumplir con mi señora. Y se me ocurrió que podría hacerlo en el día de su cumpleaños. .
Hace 22 años que estamos juntos con mi pareja, su nombre es Mabel. Ella cumplió 62 años y yo tengo 64. Ella estuvo casada antes con un hombre con el que tuvo varios hijos. Yo anduve con varias mujeres, pero nunca estuve tanto tiempo con una mujer con mi actual.
Mabel es una persona muy abierta y me ha cumplido todas mis fantasías, soy yo el que propone y ella la que me las cumple, no es de proponer, pero es una mujer muy apasionada y fogosa, siempre va un poco más allá de lo que yo le manifiesto.
Hemos practico sexo extremo, como la lluvia dorada y la lluvia marrón, siempre ella me lo ha hecho a mí, y también, alguna vez le propuse si le gustaría cambiar de roles.
– ¿Qué es eso? me dijo, con los ojos saltones, como toda puta curiosa.
-Mirá vos te ponés un arnés, en el agujero del mismo le ponemos un juguete como si fuera una pija y me rompés bien el culo. ¿Qué te parece?
-Fantástico, me dijo. Estoy seguro que eso me va a gustar mucho y me voy a acabar también mucho.
-Como buena puta que sos le dije y le di un beso de lengua.
Desde ese momento no hay ocasión en que hagamos el amor y ella no me dé por el culo con el juguete. Dice que soy su puta Daniela.
Mabel es una mujer de baja estatura, con tetas pequeñas y enormes pezones, y si se los exprime le sale salen gotas de leche que yo tomo con gusto, tiene una hermosa vulva muy peluda y un culo fantástico por lo enorme. Verdaderamente me caliente mucho. Y, además, es multiorgásmica. Es realmente una puta.
Por eso se me ocurrió hacer algo con ella y me fue dando vueltas en la cabeza desde hace varios meses. Pero no le dije nada a ella, quiero que sea una sorpresa. Un amigo mío me recomendó un lugar en donde se pueden buscar mujeres y hombres para entretenimientos sexuales. Fui hasta el lugar y le dije que necesitaba tres sementales, pero muy, pero muy jóvenes, de ser posible que no pasaran los 18 años. Así fue que por tres horas voy a tener el sábado por la noche, día del cumpleaños de mi esposa a los jóvenes para que hagan una fiesta con ella sin ningún tipo de límites.
Y llegó el sábado, por fin, estaba muy excitado con ver a mi mujer cogiendo con otros hombres, sobre todo, jóvenes y sin que ella supiera, también estaba muy excitado por cómo ella podría reaccionar.
A las 21 horas iban a llegar los muchachos a casa, faltando 10 minutos para la hora le dije que vaya a la habitación, que se pusiera linda y que me esperara porque me iban a traer su regalo de cumpleaños.
Tocaron el timbre, estaban los mancebos muy bien vestidos, les dije que se pusieran en bolas que en dos minutos los llamaba a la habitación de arriba y que allí hicieron todo lo que les viniera en ganas con mi esposa. Asintieron y esperaron. Subí a la habitación, Mabel estaba con un vestido ajustado, de color azul, el mismo le llegaba a la mitad del muslo, con breteles muy finos.
-Estoy sin nada debajo, amor, me dijo con una sonrisa picarona.
-Muy bien, le dije, así me gusta, mi putona hermosa, ya le traigo el regalo, pero antes déjeme que le vende los ojos con este pañuelo.
-¡¡¡Epa!!!, me dijo con asombro, de qué se tratará.
-Dame u minuto y te lo traigo, luego te quito la venda de los ojos y hace lo que vos quieras. No tengas ningún tipo de pudor, ni de vergüenza, ni nada.
– ¿Puedo hacer lo que quiera?, me dijo con voz entrecortada, como adivinando que algo iba a pasar y la iba a poner de fuego puro.
-Sí, lo que quieras sin límites, mi bebota hermosa.
Le hice una seña a los muchachos que subieron rápidamente, se pudieron delante de ella, ya tenían sus vergas duras y con sus manos se masajeaban la pija como si se estuvieran haciéndose una paja.
Fue por detrás de ella y le quité la venda de los ojos. Quedó asombrada, me miró y rápidamente se abalanzó sobre los jóvenes sin decir una sola palabra, se arrodilló y comenzó a chuparles las pijas, una por vez, y a las otras las toqueteaba descubriendo y tapando el glande colorado de esas vergas súper duras.
Los chicos le sacaron el vestido y comenzaron a chuparles las tetas, les dije que si apretaban un poco iban a sacar algunas gotas de leche, uno me hizo caso y le hizo gotear los pezones, mientras tomaba de ese jugo, otros chupan su concha peluda y, más tarde, la dieron vuelta para pasarle la lengua por agujero del culo.
A todo esto, yo me había sentado en una banqueta a ver ese gran espectáculo, mientras me iba sacando la ropa, tenía la pija muy dura de ver cómo le daban a mi esposa, estaba recaliente. Ya sin ropas, gozaba de esa escena de sexo puro, ella gemía como una puta cada vez que se la metían en la concha y al mismo tiempo se chupa otra verga, más tarde le hicieron doble penetración y ella brincaba con las dos pijas adentro como una yegua en celo. Más llegó el tercero y le puso la pija en la boca, yo estaba encantado de ver como los tres agujeros de mi esposa estaban sellados con vergas listas para eyacular en cualquier momento.
En un determinado momento le preguntaron si le ponían dos pijas en el ojete y ella dijo que sí, nunca había pensado que Mabel tuviera ese aguante, la lubricaron y le metieron las dos vergas juntas, el agujero del culo se estiraba y recibía esos chipotes con toda la lujuria que se podía uno imaginar. Yo estaba más que excitado como loco.
Todo esto habrá durado algo así como unos treinta minutos, en ese momento le dije a los mancebos que le acaban toda la leche caliente en la cara. Los jóvenes asintieron, la pusieron de rodillas y ellos la rodearon, mientras uno a uno iban descargando sus gotas y chorros de esperma en la cara de mi mujer, estaba llena de leche la muy puta, me paré y le dije que ahora me tocaba a mí pero que quería que abriera la boca y se la llenaría de semen tibio, abrió su boca y acabé, me corrió un frio por la espalda y no dejé de temblar por unos instantes, mientras ella me chupaba la pija despaciosamente, luego se la chupó a los otros tres que aún tenían sus vergas erectas.
Le dije a mi esposa que espera dos minutos en la cama, que ya volvía, despedí a los jóvenes y subí las escaleras corriendo, estaba ansioso por saber que había experimentado.
-Hola bebé, ¿cómo estás?, le pregunté. Todavía estaba con la leche sobre su rostro, cosa que me excitaba más.
-Bien, amor, me dijo sonriente.
– ¿Te gustó?
– Mucho.
– Me encanta que te haya gustado, a mí me excitó mucho, le dije. Dame una media horita o cuarenta y cinco minutos y te cojo de nuevo. Me enloquece que seas una yegua puta y calentona. Eso me enamora más de vos.
-Bueno, me dijo mientras se levantaba e iba para el cuarto de baño.
– Sacate la leche, pero no te laves nada más, le dije. Quiero lamerte esos agüeros tal como están.
– ¿Así, usados?, me preguntó.
– Sí, dejalos así, te los voy a lamer enteritos a los dos.
-Bueno, como vos digas, amor mío.
– ¡Ah! Era como decía mi amigo Marcelo, no hay nada mejor que tener la puta en casa.
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