EL HIJASTRO DE MI HERMANA. (1).
Mi hermana y mi cuñado tienen que viajar por trabajo y debo hacerme cargo de mi sobrino..
Era principio de año y el verano ya venía apretando desde antes de que terminara la primavera, en el campo no se sentía tanto como en la ciudad porque siempre había un árbol que te ayudaba a paliar la canícula. Y sí, desde hacía un tiempo vivía en el campo y alejado del mundanal ruido. En algún momento había echado buenas, elegir seis números al azar en una boleta de apuestas me había deparado una alegría inmensa y el buen pasar que cualquiera siempre se imagina, pero que, casi nunca se traslada a la realidad.
En este caso fue distinto, era el pozo más grande que alguna vez se había llegado a juntar en un sorteo y… a mí, a Oscar XXXX, me tocó en suerte como único ganador. Me vino fenomenal, próximo a cumplir los cuarenta, alto, soltero y enemigo del tan mentado “emparejamiento”, bien formado, musculoso, “entrador”, amigo acérrimo de la noche, morocho de ojos verdes y pelo en pecho, para mejor, bien dotado con unos 21×7 centímetros que había hecho y hacía las delicias de más de una “normal” y de una “con manija” que, de vez en cuando, visitaba.
Supe tener una novia que me hacía la “segunda” en todas, pero cuando vio la posibilidad del dinero, se volvió insoportable, me urgía a “engrillarme”, comenzó a ponerme pautas, a vigilar mis horarios, a prohibirme que saliera con conocidos, pero, como siempre tuve pocas pulgas para hacer lo que los demás querían, lo único que logró fue una enorme desilusión y un “si te he visto, no me acuerdo”, peor fue cuando me di cuenta que se consoló rápido con uno que se la daba de amigo.
Yo tenía una sola hermana a la que le llevaba unos siete años, ella se había casado hacía poco con un viudo joven de su misma edad que aportó un hijo a esa relación. Él nunca me molestó, parecía un buen tipo, tenía un excelente trabajo y jamás me pidieron nada, además, era elección de mi hermana y nunca fui de meterme en las decisiones de los demás, del mismo modo en que, fuera quien fuera, no permitía que se metieran en las mías.
A todo esto, mis padres habían fallecido y los demás parientes no existían en mi consideración. Como les contaba, la pequeña fortuna me convirtió en una especie de “mirlo blanco” y comencé a cansarme de los amigos y amigas “de ocasión” que aparecían y aparecían, a más, de la misma noche y sus bemoles, porque les aseguro que cansa. Por eso fue que “desaparecí” de la concurrencia a boliches y amistades fáciles. Compré una buena camioneta, diez hectáreas de tierras con una buena casa en una localidad del interior, en la provincia de Buenos Aires, pero cercana a la capital, refaccioné todo para vivir con comodidades y ciertos lujos, para dedicarme a los caballos.
Había comprado dos sementales de buen pedigrí, eran puras sangre de carrera y alquilaba sus servicios como sementales, además de estos tenía seis caballos más que los utilizaba alquilándolos tres veces por semana para una Institución que se dedicaba a brindar Equinoterapia, algo que parecía funcionar muy bien porque ya me habían pedido de ver si podía comprar tres caballos más. A ellos les era engorroso tener a los caballos en campos propios y tenían destinado un lugar en mi campo para estar con sus pacientes.
Con una hectárea perfectamente demarcada y un poco más para que los padres estacionaran sus vehículos les alcanzaba cómodo y ni siquiera tenía que tratar con padres de pacientes o pacientes con problemas, apenas si les entregaba a las dos instructoras o profesoras los mansos caballos ensillados, ellas se ocupaban de todo lo demás. Claro que yo no era ni pasaba por ogro y con una de ellas, llamada Olga, solíamos tener algunos “tiroteos” amistosos, la “petisa” rubia y tetona no se privaba de gritar y gozar con el semental humano.
Ese día en particular no esperaba a nadie, eran pasadas las diez de la mañana y “pintaba” como para cocinar huevos a la plancha exponiéndolos al sol. Yo nadaba en mi pileta para pasar el tiempo y tenía preparados un par de bifes de chorizo, grandes y altos para tirar en la parrilla cerca del mediodía. El plan no era muy rebuscado, un buen vaso de vino tinto, una ensalada de tomates, los bifes y luego una siesta debajo de un par de robles que daban una sombra tentadora.
La tranquera de entrada al campo estaba como a unos 150 metros y el bocinazo del auto que se encontraba parado frente a ella me sacó de mis pensamientos. Esperaba a uno que me traería una yegua, pero había quedado con él a las cinco de la tarde, además, cuando me fijé no vi ningún tráiler de los que se usan para trasladar equinos y entendí que él o los visitantes eran inesperados. Me asomé al camino y les hice señas para que avanzaran, pues yo había sacado el candado y el acceso estaba libre. Eran mi hermana y mi cuñado, habían cambiado el auto y no los había individualizado por éste.
Ellos eran los únicos que conocían el lugar en que ahora vivía y mantenían el secreto porque así se los había pedido. Mi hermana bajó del auto, corrió a saludarme dispuesta a darme un abrazo y no pude dejar de admirar el cuerpo plagado de curvas de “la mía sorella”, era morocha, de piel clara, alta, más de un metro setenta de mujer, el cabello renegrido le llegaba a mitad de la espalda y la remera ajustada junto a los shorcitos de jeans hacían notar su calidad de hembra apetecible.
De jovencita adolescente andaba un tanto “alzada” detrás de su hermano mayor y más de una vez me vi tentado a pasar los límites, fui yo quien no me animé amparándome en que para ese entonces tenía novia, pero hubo un par de “manotazos” de por medio y algunos “piquitos”, aunque demasiados pruritos y nunca se llegó a más. En ese momento, como en un pantallazo, pensé en que, acorde al modo de pensar que tenía ahora, no me costaría nada dejar de lado determinados pruritos. Como sea, sus tetas se estrellaron contra mi pecho al saludarme y me encantó sentir su dureza…
- Raro ustedes por aquí, ¿qué les anda pasando?, -les pregunté saludando también a mi cuñado con un apretón de manos y dándole un beso al hijo de éste que respondió abrazándome por el cuello-.
- Una para saludarte y otra para pedirte un favor, -expresó mi hermana Laura abrazándose a mi antebrazo-.
- Ustedes dirán, si puedo, trataré de ayudarlos, porque no me convence mucho eso de venir solamente a saludarme, jajaja.
- Tenemos un problema enorme con el nene y sos el único que nos puede dar una mano, -acotó mi cuñado-.
- ¿Qué le pasa a Nicolás?, ¿tiene algún problema de salud?, -pregunté un tanto alarmado-.
- No, nada que ver, está muy bien, el problema lo tenemos nosotros, ninguno de los dos tenemos parientes más cercanos, salvo vos y tenemos que ausentarnos treinta días del país, no tenemos dónde dejarlo, nadie nos genera demasiada confianza, -agregó mi hermana mirándome con los ojos verdes suplicantes-.
- ¿Andan con ganas de irse solos de vacaciones y pensaron en el tío para dejarle al crio?, -pregunté sonriendo-.
- Algo así, pero no son vacaciones, la empresa me envía por un mes a hacer un Curso en Alemania, me puede ayudar mucho en mi carrera y fui uno de los dos elegidos para esto, el problema es que, la condición es viajar con las esposas, pero sin hijos.
- ¿Así como así, no tiene hijos esos sátrapas?
- Estos tipos no se fijan mucho en el problema que generan, ellos te ordenan y vos tenés que arreglarte con tus hijos, es algo así como un “tómalo o déjalo”, aunque si no lo tomás, te cavás la fosa en tus aspiraciones dentro de la empresa.
- Te entiendo, pero, no sé si podré estar a la altura, no tengo nada de experiencia con chicos y no sé cómo se podrá sentir acá rodeado de caballos, aves de corral y ningún otro chico para compartir.
- Ya lo hablamos con él y dice que se va a portar muy bien y va a hacerte caso en todo, además, le encanta el campo y es muy sumiso para obedecer, no tiene cosas de chico rebelde, si lo dejás frente a la TV o a la computadora ni lo vas a notar, -opinó mi hermana-.
- Me ponen en un brete, estaba por hacer un asadito, ¿se quedan a comer o andan medio apurados con la respuesta, -les dije notando que estaban los dos impacientes por mi sí o no-.
- Andamos a las corridas porque nos avisaron de esto ayer por la mañana y se nos “quemaron todos los papeles”, nos tenés que hacer este favor hermano, sos el único con el que podemos contar.
- ¿Cuándo viajarían?
- El vuelo es hoy a la madrugada y no nos quedan opciones.
- Tampoco me dejan muchas a mí, bueno Carlos, habla con tu hijo y hacele saber que yo no soy de aguantar caprichos y bueno, trataré de hacer que lo pase bien.
- Gracias cuñado, vení Nicolás, papá quiere hablar con vos para decirte cómo te tenés que portar con el tío, -le dijo llevándolo hacia el lado de los corrales-.
- Gracias hermano, no sé cómo agradecerte esto, -acotó mi hermana abrazándome-.
- La verdad, viéndote con ese shorcito se me ocurren algunas cosas con las que podrías agradecerme, a esta altura no me importa que seas mi hermana, jajaja.
- ¡Oscar, sos terrible!, pero, ya veremos cuando regrese, de algún modo te voy a pagar este favor, puede que la cosas sea de mutuo beneficio, -expresó mirando al marido que paseaba con el hijo-.
- ¡Epa!, ¿qué sucede hermanita?, ¿hay mar de fondo?, ¿está ciego el tonto y no ve la “mercadería” que tiene?
- Algo así, trabaja de sol a sol y en casa, “naranja”, espero que este viaje nos ayude y podamos recomponernos.
- Bueno, por este mes olvidate del nene y traémelo con varios kilos menos a mi cuñado, jajaja, en una de esas los aires alemanes les vienen bien a ambos.
No quisieron quedarse más, adujeron que tenían muchas cosas que hacer, bajaron un par de bolsos con las cosas de Nicolás y se despidieron rebosantes de agradecimientos. Lo admito, miré el culo de mi hermana con otros ojos, el shorcito no podía tapar la totalidad de sus nalgas y parte de ellas se escapaban por debajo convirtiendo el cuadro en excitante. ¿Qué vamos a hacer ahora tío?, -me preguntó Nicolás mirándome con sus ojos celestes y tomándome de la mano. Le despeiné su cabellera rubia pasándole la mano por ella y le contesté que lo primero que haríamos es preparar la carne en la parrilla.
- Después te buscamos una habitación y dormimos un rato la siesta, hace mucho calor como para andar mostrándote el lugar, luego podrás verlo bien, conocer a los animales o nadar un rato en la pileta.
- Yo no duermo la siesta en mi casa, pero me dijo mi papá que te hiciera caso en todo. ¿En serio tenés una pileta para nadar?, yo estoy tratando de aprender a nadar en el club.
- Yo te voy a enseñar y cuando vuelvas vas a ser un campeón de natación de ocho años.
- Ya estoy por cumplir nueve, tío y ya tengo una novia en la escuela y un novio en el club, -lo dijo como algo natural y me sorprendió con esto-.
- ¿Cómo es eso de que tenés un novio en el club?, -le pregunté tratando de resultar comprensivo y un tanto indiferente-.
- Sí, Cristian tiene diez años, es mi novio y no lo tiene que saber nadie, ni mi papá ni mi mamá, ni nadie, pero mi papá me dijo que a vos no tengo que ocultarte nada.
Lo dijo de lo más convencido, pero, a su vez, sabiendo que no era correcto ni seria bien visto eso de “tener novio”, bien porque le surgía como algo prohibido o porque alguien se lo había recalcado así, no quise insistirle con el tema, aunque en mi cabeza se formaban un sinfín de interrogantes. Le pedí que me ayudara con la ensalada y cuando la carne estuvo lista nos sentamos a comer.
- ¡Qué rica que es la carne asada tío!, en mi casa nunca comemos así, nosotros no tenemos eso para hacer fuego, cuando quiero carne mi mamá hace hamburguesas.
- Es porque en el departamento no se puede hacer fuego, acá vamos a comer lo que vos quieras, si querés, a la noche nos comemos un pollo asado.
- ¿Tenés una pollería cerca para comprarlo?
- Jajaja, no, no hay pollería, hay gallinero, después me vas a ayudar, te voy a enseñar a atrapar un pollo, a pelarlo, a limpiarlo y después cuando ya está listo, mandarlo a la parrilla.
- Dale tío, vamos, enseñame, quiero aprender de todo lo que se hace en el campo, -expresó parándose-.
- Tranquilo, Nico no te apures, ya te voy a enseñar, pero vos me tenés que contar todo lo de tu novia y tu novio, ¿es un trato?
- Sí tío, es un trato, pero no quiero que te enojes.
- ¿Por qué decís que me voy a enojar?, ¿hiciste algo muy malo?
- No, pero el profesor de natación nos vio cuando nos dábamos un beso como los de la televisión con Cristian y nos dijo que no podíamos decirle nada a nadie porque nos castigarían y que él nos iba a enseñar como se hacía bien.
- Y, ¿les pudo enseñar a dar besos de lengua?
- ¿Besos de qué?
- De lengua, se llaman así porque se usa la lengua junto con los labios, ¿no les enseñó?
Esto se lo volví a preguntar notando que me estaba excitando al pensar en esos dos pendejitos besándose y en el profesor que sacaría o sacaba partido de eso, no me podía parar de dónde estaba sentado porque el bulto se notaría demasiado debajo del short.
- No pudimos aprender porque al regresar a casa me dijo mi papá que me traerían acá y cuando yo le avisé a Cristian me dijo que no quería ir más a natación porque no le gustaba el profesor porque le apretó fuerte la cola.
- ¿Y a vos te gusta?
- Más o menos, es lindo, pero Cristian tiene razón, ayer cuando nos dijo de los besos a mí también me tocó y me apretó la cola y decía que me la iba a comer, tenía una cara de loco que me asustó.
- Vos tendrías que llamarlo por el celular a tu novio y decirle que no vaya más y si va que le diga que si lo vuelve a tocar él le va a contar al padre.
- Pero, el papá de Cristian se va a enojar mucho con él.
- Que no le cuente, pero que el profesor se lo crea para que no lo vuelva a tocar.
- Ah, ya entiendo, luego lo llamo y le digo. Tío, ¿vos sabés dar besos de esos de lengua?
- Sí, yo sé, pero ahora ayudame que voy a levantar la mesa y vamos a esperar porque me tienen que traer una yegua para que el semental la sirva.
- ¿Para qué la sirva?, ¿en qué le tiene que servir?
- El caballo le tiene que meter el pito en la chucha a la yegua para que quede preñada o embarazada.
- Tío, se dice el pene en la vagina para que le eché el semen, eso lo aprendimos en la escuela y es lo que le hace mi papá a mi mamá, yo los vi varias veces, ¿eso también lo hacen los caballos?
- Si querés después te muestro, ahora andá a llevar esos platos y ponete a ver la TV o usá la computadora. ¡Mierda con el pendejo!…
“Bueno tío”, -me contestó solícito-, se fue caminando hacia el interior de la casa y me puse a mirarlo distinto, nunca se me había dado por esto, no obstante, sus muslos se veían firmes y sus nalgas estaban paraditas y duras… ¿Cómo sería tener ese culito a disposición para chupárselo a gusto?, además, ¿qué se sentiría al penetrar esos labios gordezuelos con mi verga rígida?… Me la tuve que acomodar y recordé que la “petisa” Olga hacía como diez días que no aparecía por la casa.
Nicolás se puso a ver unos dibujos animados en la televisión, yo terminé de lavar los utensilios utilizados en el almuerzo y luego me fui a buscar al semental para apartarlo y dejarlo listo para su faena, Nico no se quiso quedar solo en la casa e insistió para acompañarme, lo dejé con la condición de que se mantuviera apartado y del lado de afuera del corral. El brioso semental parecía que sabía que iba a tener una “alegría” porque desde el momento en que lo acerqué al corralito, que tendría unos diez por diez metros, con un pequeño techado y lo dejé allí adentro comenzó a escarbar el piso con sus patas delanteras y a bufar.
Su miembro se había encabritado y asomado en todo su potencial mientras se golpeaba el vientre con el glande y el tronco. Mi sobrino, apoyado sobre una de las maderas del corralito, tenía los ojos abiertos como el dos de oro y se tocaba disimuladamente su entrepierna, la verga hinchada del caballo lo excitaba y como dice el dicho: “solito le brota el humo” y de chiquito.
El dueño de la yegua llegó puntual e ingresó directamente trayendo a la yegua en un tráiler individual, lo saludé y me dijo que me dejaría el tráiler y al animal hasta el día siguiente porque no podía quedarse a esperar. Yo sabía que un sólo “polvazo” dejaría preñada a la yegua, pero me limité a contestarle que no habría inconveniente, que les pondría agua, alfalfa y granos y los dejaría a los dos en el mismo lugar para que “se sacaran las ganas”.
Se fue riendo y yo me ocupé de sacar al animal de su transporte y acercarlo hasta meterlo al corral sin sacarle el cabestro. Vi que era una hermosa hembra de cuartos traseros bien puestos y enseguida se fue a juntar con el macho, yo corrí al interior de la casa a muñirme de una pequeña filmadora pues tenía por costumbre filmar los servicios, nunca había tenido problema, pero, si surgían, me curaba en salud, el caballo había cumplido y eso quedaba registrado. Al regresar nuevamente al corral me alertaron los gritos de Nico y corrí hasta allí.
- Tío, tío, vení, le metió todo el “coso” enorme que tiene, bueno el pene de caballo, primero la lamió toda y ahora la está mordiendo en el cogote.
- Es normal Nico, el caballo está caliente y la yegua también, por eso recibe el mordisco con ganas, pero no la lastimó, -le dije mientras filmaba lo que sucedía en el corral-.
- Sí, enseguida la soltó, pero me parece que le dolió porque dio un chillido cuando le entró el “coso”, debe ser muy doloroso.
- Es sólo al principio, mirala ahora, ya no chilla más y parece que le gusta.
- Sí, se la está cogiendo como a las mujeres y a los chicos del video de Internet, está brutal, me hace sentir unas cosquillas raras.
- Jajaja, es normal, te hace calentar, pero, ¿qué es eso del video de Internet?
- No nada tío, es algo que vimos con Cristian.
- Bueno, después me lo mostrás, a mí también me gustan esos videos.
No le dije más nada, pero aun cuando tenía la cámara enfocada en los caballos, no dejaba de mirarlo, estaba entusiasmado y excitado con el coito de los animales, el bultito que tenía en el pantalón lo denunciaba, además, tenía los cachetes colorados y se mordía los labios. A pesar de la gorra con visera que yo le había dado se le notaba la transpiración en la frente y pequeñas gotas le caían por las sienes.
El espectáculo no duró mucho, pronto el macho se bajó y Nico exclamó: “Es enorme, el pene es enorme, está brillante y a ella le debe haber quedado todo abierto, ¿va a seguir un rato más?” … Le contesté que no, primero debería descansar y recuperar un poco de energías. Se estaba levantando fresco, el cielo se oscurecía amenazando lluvia y le dije de irnos hasta el gallinero para elegir un pollo que luego deberíamos asar en el horno de la cocina.
- ¿No lo vas a cocinar en la parrilla?
- No Nico, se está poniendo feo y creo que va a llover.
Lo aceptó no me hizo ningún comentario, estaba seguro que todos sus pensamientos pasaban por lo que había visto hacía un rato en el corralito y yo volvía a calentarme al mirar su culito parado y apenas tapadas sus nalgas por el shorcito de lycra que las ajustaba. Entramos al gallinero y se asombró de la cantidad de aves de corral que había, “a las gallinas no se las coge nadie porque ponen huevos”, -expresó dándome la pauta de que el sexo era lo que en eso momento tenía en la mente-.
- Estás equivocado, el gallo les mete su pitito para que los huevos puedan fertilizarse y luego la gallina los empolla, si no fuera así, los pollitos no nacerían, nosotros comemos los huevos que no tienen galladura, es decir, los que no están fertilizados, -le dije mientras atrapaba a un pollo de la pata con un alambre largo y le retorcía el cogote-.
- ¿Cuándo hacen eso, en la escuela no nos dijeron?
- Si te ponés a mirar, mañana o pasado lo vas a ver, es cuando el gallo se les pone arriba y las pisa, es como si fuera un “rapidito”, jajaja.
- ¿Qué es eso del “rapidito” tío?
- Luego te explico bien, pero antes me tenés que contar todo lo del video y lo que ya hiciste o dejaste de hacer con ese Cristian.
- Me da cosa tío, pero, te prometo que te voy a contar todo.
El agua caliente en la olla, la práctica para desplumar al pollo, la limpieza de todas las vísceras ante la atenta mirada de Nico, papas, batatas, algo de condimento y el pollo pronto estuvo en el horno. Afuera estaba oscurecido, la noche se nos había venido encima y la lluvia comenzaba a repiquetear en los techos de chapa de toda la casa. El nene se puso a navegar en Internet con conocimiento pleno de lo que hacía y luego de lavarme bien las manos me fui a sentar con él.
“Vamos a ver cómo es esta historia, sentate sobre mis piernas y mostrame el video del que me hablabas”, -lo hizo sin decir nada y acomodó sus nalgas sobre uno de mis muslos para buscar la página en la pantalla-. Me mostró primero las páginas en las que se veía sexo heterosexual con hombres y mujeres jóvenes, pero comenzó a ponerse nervioso y buscó de acomodarse sentándose entre medio de mis piernas…
- Estas son las que empezamos a ver con Cristian y yo le conté que los había visto a mi papá con mi mamá y él me dijo que había visto lo mismo con los suyos y nos daban como cosquillas, pero después descubrimos otras páginas y quisimos practicar.
- Me imagino que allí comenzaron a tocarse y a darse besitos, ¿no?… A ver, mostrame cuales eran…
- Eran estas, ves, son de chicos dándose besos y otras cosas más.
Me mostró una página en que había sexo homosexual, pero con jovencitos, abundaban allí los besos, las caricias, el sexo oral y las penetraciones, aunque los miembros no eran de los más agraciados en tamaño, tampoco había muchas quejas ni exclamaciones de dolor cuando cada uno de los sodomizados era penetrado.
- ¿Dónde veían todo eso?
- En mi casa, en la compu de mi habitación, Cristian venía a hacer los deberes conmigo, mi papá no estaba nunca y mi mamá nos dejaba solos allí, a veces salía y nos dejaba tranquilos por un rato largo y ahí practicábamos.
- ¿Qué es lo que hacían aparte de los besos?
- Nos tocábamos los penes, nos chupábamos y nos metíamos los dedos en el culito, pero no era malo, lo hacíamos para sentirnos bien y era lindo, -me decía y movía sus nalgas tratando de sentir mi bulto contra su culito-.
- ¿A vos te gustaba que te chuparan y te metieran el dedo en el culito?
- Sí, me gusta y a Cristian también, pero nunca pudimos cogernos porque nuestros penecitos no nos entraban.
Yo tenía una calentura magnificada, estaba seguro que no se negaría ante alguna insinuación, aunque, quizás por algunos pruritos me contenía para tocarlo, se me hacía que si comenzaba me costaría detenerme, pero, a la vez, me daba vueltas en la cabeza su culito durito y bien formado y se me ocurrió pensar que, si no era yo, el que viniera después de mí haría uso a mansalva de ese culito, a todas luces, perforable.
La madre naturaleza, en cierto modo vino en mi ayuda con un trueno que hizo temblar los vidrios de las ventanas, generando que Nico se asustara, diera un grito que sonó a histerismo, se girara para sentarse directamente sobre el bulto y me abrazara poniendo su cara junto a la mía, “tengo mucho miedo tío, están cayendo rayos”, -me dijo temblando y apretándose contra mí-, entonces aproveché para pasarle una mano bajo la remera y la otra se aposentó en sus nalgas abarcándolas casi en su totalidad.
Le pedí que se calmara mientras lo acariciaba y besaba sus mejillas, sus ojos y su cuello, ante esto noté un gemido débil que prácticamente escapó de su boca y pidiéndole que me mirara, le di un pequeño piquito sobre los labios. Él acusó eso con un pequeño temblor y me decidí a gozar y hacer gozar al hijastro de mi hermana.
- Tus besos son más lindos que los de Cristian me dijo y no me hacés doler la cola cuando me tocás. Yo siento que se te puso duro el pene, ¿es porque tenés ganas de darme besos con la lengua?, ¿me vas a enseñar? -me preguntó poniendo cara de inocencia no exenta de cierto tono de deseo.
- Sí Nico, te voy a enseñar, pero vamos a tener que poner algunas cosas en claro porque si no, no te puedo enseñar nada.
- Sí, dale tío enseñame, te prometo que yo te hago caso en todo y me voy a portar bien, -respondió moviendo sus nalgas sobre mi verga endurecida-.
- Aparte de hacerme caso y portarte bien, no podés decirle nada a nadie, absolutamente a nadie de lo que te pueda enseñar y no vas a mirar a otro chico u hombre, a cambio voy a tratar de hacerte gozar de una buena verga, pero me lo tenés que jurar por tu papá y tu mamá, que se mueran si no cumplís.
- Yo te lo juro por mi papá y mi mamá, nunca voy a decir nada y nadie me tocará más que vos. La verga es el pene, ¿no?, ¿vas a querer que te la chupe como a Cristian?, ¿puedo verla?, ¿es grande?…
- Veremos, primero antes de chuparla tenés que aprender otras cosas, pero, si nos vamos a mi cama y nos desnudamos vamos a estar más cómodos, ¿qué te parece?…
- Sí tío, vamos, enseñame bien.
Se me caían las babas cuando lo vi salir disparado para mi habitación, casi me acabo en los pantalones al imaginar desnudo a ese culito chiquito que parecía llamarme a gritos. Apagué todas las luces, cerré la puerta y me fui al cuarto, sólo estaba prendida la luz del velador y Nico me esperaba totalmente desnudo y ubicado en el medio de la cama King. Me quedé con el bóxer puesto, me gustaba que me lo sacaran y el nene no despegó la vista de mi pecho ancho y de mi protuberancia evidente.
Lo primero que hice fue sacar la crema dilatadora que siempre tenía a mano y que Olga, la “petisa” me exigía para, según ella, que no se lo rompiera, aun a pesar de que se la comía toda y se deleitaba con eso. “Vamos a comenzar con los besos”, -le dije y Nico que puso la boca haciendo trompita y esperó con los ojos entrecerrados-. La, literalmente, “comida de boca” lo sorprendió y pugné con mi lengua para introducirla en su boca, sus labios llenitos respondieron y los abrió para recibir mi “sin huesos”.
Movía su boca y su lengua gozando con la mía que avasallaba su interior y lo noté entregado y gimiente ante esa nueva forma de placer que lo asaltaba. Luego me separé y lo besé suave pidiéndole que fuera él quien lo hiciera mientras se tocaba su penecito endurecido, no tardó en hacerlo y, aunque un tanto brusco y moviendo la lengua sin ton ni son, me besó dejando a la vez que mis labios cubrieran los suyos y que mi lengua invadiera nuevamente toda su cavidad bucal.
Gemía y temblaba ante esto, pero lo mejor fue verlo como comenzó a sacudirse y abrió los ojos sorprendido, entonces aparté mis labios y lo dejé hablar, “me dieron muchas cosquillas y parecía que me iba a hacer pis, pero fue lindo”, -me dijo antes de volver a tratar de meterse mi labio inferior en la boca-. Visto esto, y contento por haberle arrancado ese orgasmo impensado, tomé la crema y me puse la suficiente en los dedos de una mano para recorrer la zanja de sus nalgas y llegar al asterisco.
Lo acerqué a mi boca pasándole una mano bajo el cuello y la otra mano la pasé entre sus piernas, mi antebrazo rozaba sus huevitos y mis dedos tamborileaban en el agujerito virgen de su ano. Nico se tensionó con esto, “tranquilo Nico, tranquilo, son sólo mis dedos, si te duele un poco tratá de aguantar”, -le dije en voz baja mientras punzaba con la yema del dedo medio-. Se fue aflojando de a poco y se quejó cuando la punta de la primera falange penetró en su culito, ahí la dejé hasta que la moví suave al sentirlo que aflojaba.
Su hombro tocaba mi bulto erecto y trató de mirar encontrándose con mi bóxer, “si te animás a chuparme la pija como a Cristian bajame el bóxer”, -expresé hablándole al oído y me contestó afirmativamente moviendo la cabeza-. De inmediato dejó de besarme y giró su cuerpo para tratar de sacarme la prenda, no fue fácil, tuve que ayudarlo y quedó boca abajo, con la cara pegada a mi verga y con el culito a disposición de mis manos, “no uses los dientes y tragá lo más que puedas”, -le pedí-.
“Es muy grande y gorda tío, no me va a entrar en la boca”, -acotaba apretando la verga con una de sus manos que no podía abarcarla, luego le pasó la lengua lamiendo el líquido pre seminal, lo degustó sin preguntar y trató de cubrir el glande con los labios. Fue una delicia, apenas si podía con todo, pero el morbo al tener a ese nene chupándome la pija me tenía a mil y más crema fue a parar a su culito para que mis dedos se movieran con más libertad. “Me duele un poco tío”, -dijo dejando el glande y quejándose cuando el dedo avanzó un centímetro más-. Le pedí que siguiera y se aflojara que yo estaba tratando de que no le doliera casi nada. El aire acondicionado no daba abasto, yo transpiraba hasta de los ojos y otro trueno bastó para que tragara algo más de verga y para que mi dedo se hundiera un poco más de la mitad.
Tosió y casi vomita por esto, se la sacó de la boca y me miró con cara de cordero degollado y torciendo la cara. “Tranquilo, tomalo con calma, poquito a poco”, -le dije mientras le seguía acariciando la espalda y los glúteos con la mano que no tenía ocupada. Pareció como que ronroneaba cuando mi dedo se movió sin trabas, pero sin profundizar y se metió nuevamente la verga en la boca.
Estaba a mil y me asaltaban las ganas de empujarle la cabeza para que se la tragara toda, aun sabiendo que eso le haría mal, igual me aguanté e intensifiqué lo del dedo. Mi futuro putito metía el glande en su boca y lo sacaba haciendo un plop como si jugara con él y sus nalgas se movían y se elevaban un poco como pidiendo más dedo. Su quejido fue casi imperceptible cuando todo mi dedo estuvo instalado en su interior y me lo cogí “a dedo” haciendo que subiera y bajara las nalgas gimiendo como una nena.
Entré y salí con ganas y no bien sentí como temblaba apoyé mi mano en su cabeza y no le dejé sacar la boca de mi verga que escupió leche a mansalva, “tragala Nico, tragala, no pierdas nada le grité” y se esmeró para esto. Con sólo el glande en la boca tuvo espacio para tragar mi acabada, aunque algo se le escapó por la nariz, tosía y su esfínter apretaba aún mi dedo cuando salí despacio de su interior.
Me apoyé en el respaldo de la cama y lo moví para sentarlo sobre mí y apoyar sus nalgas desnudas sobre mi verga morcillona, “¿eso que me tiraste en la boca era el semen?”, -me preguntó-, le contesté que sí y agregué que no me pude aguantar porque todo él me encantaba. “No es feo, tampoco es muy rico, es raro, pero me gustó”, -agregó sonriendo- y le expliqué que cada vez que me mamara se lo tendría que tragar, “está bien tío” -contestó moviendo su culito sobre mi verga que no terminaba de desinflarse.
- Me gustó mucho que me cogieras con el dedo, ¿así se llama?, ¿no? y no me dolió nada.
- Si mi putito, ya me di cuenta que te gustó, vamos a hacerlo varias veces más con el dedo hasta que te acostumbres, tengo ganas de meterte la pija, pero tu culito no podría aguantar.
- Ya me di cuenta que la tenés grande, creí que me ibas a hacer como en el video y tenía un poco de miedo, pero ahora ya no tengo más miedo, aunque estoy cansado porque tuve muchas cosquillas.
- Bueno, vamos a tratar de dormir y mañana la seguimos, te voy a coger como vos querés, pero tratando de que no te duela mucho.
- Te quiero mucho tío Oscar, -me dijo acomodándose para dormir a mi lado-.
GUILLEOS1 – Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.
Me ha encantado el relato, la forma de narrarlo y lo caliente que me ha puesto
Es una delicia lo que hacen estos relatos con nuestras vergas
Delicioso relato, me hubiera encantado ser el putito de algún familiar, o tener un putito hoy día