EL HIJASTRO DE MI HERMANA. (3).
Aparece Julia, la otra profesora de Equino-terapia, además, una sorpresa que no esperaba y que hizo que se “me dispararan los ratones”..
La parrilla a la que fuimos era muy coqueta, se comía bien y, aunque había poca gente nos sentamos un poco apartados de otros comensales. La parrillada, los trozos de vacío y el asado en tiras finas estuvieron espectaculares, nos terminamos riendo con los chicos porque la comida desaparecía al poco rato de que la dejaban en la mesa, no perdonaban nada, los mayores tampoco lo hacíamos y desechamos el postre porque no nos entraba más comida. Los chicos no dejaron pasar la oportunidad y entre risas, devoraron el helado que pidieron, nosotros optamos por el café.
- Me encanta como se llevan con Nico, mis hijos no están acostumbrados a esto, en casa hay que “remarla”, pero, aunque podríamos hacerlo porque la Equinoterapia anda muy bien, mi marido no acompaña.
- No creo que sea porque tiene a una mujer fea al lado, sabiendo lo que hay, yo tampoco saldría mucho, cenaría en casa y ni perdería tiempo mirando televisión, seguro hay más calidez de dormitorio.
- ¿Vos te referís a…?, ni hablar, sí, sí, mejor ni hablar.
- Tenés razón, mi opinión es desubicada, me dejé llevar un poco por las ganas que generás, sos una hermosa mujer y destilás sensualidad.
- Encima decís piropos que a una le llegan, no sé si será el vinito o tu pecho velludo, pero esta noche estoy un tanto “embalada” y envidiándola a Olga que es más lanzada.
- A mí me pasa igual, tu cara, tus labios y tu físico me generan el mismo “embale”, aunque… no, mejor no digo nada…
- Ahh, no, no me dejés con la intriga, eso no se le hace a una mujer…
- Pensé con un poco de egoísmo en que podrías quedarte en casa, vemos si podemos congeniar y el día de mañana disfrutás con los chicos de un día de campo con pileta, podemos comer otro asadito, pero esta vez “casero”.
- Estoy más que tentada, yo vivo sola con los chicos en casa y, por lo que ya sabés, hoy no tengo que darle explicaciones a nadie por un faltazo del cual nadie se puede enterar. ¡Uff, lo que estoy diciendo, qué vas a pensar de mí!
- Nada extraño, somos dos adultos que se atraen y nadie está dispuesto a joder al otro, jajaja.
- ¿De qué te reís?
- De que, si fuéramos españoles, ese “joder al otro” tendría otro significado.
- Tonto, sos un tonto, pero, ¿cómo haríamos con los chicos?, -preguntó ya decididamente jugada-.
- Habitaciones me sobran, preparamos una para vos y otra para los chicos, vos sabrás si usás la tuya. Dejame que les pregunte a ellos. -Me miró con un poco de temor, pero no me dijo nada y se dirigió a ellos-.
- Chicos Oscar quiere decirles algo, -expresó y los tres se quedaron mirándome-.
- Le estaba diciendo a su mami que se nos hizo un poco tarde y como tengo ganas de que mañana pasen el día en la pileta o andando a caballo y aprovechar para comer otro rico asado, le pregunté qué quería hacer, pero ella me pidió que lo consultara con ustedes.
- ¿Qué es?, -preguntó el mayor-.
- O los llevo ahora hasta su casa y vemos de hacerlo otro día o se vienen para casa y mañana nos levantamos y tratamos de pasarla bien. Nico tiene su habitación, yo tengo la mía y hay otra para que ustedes duerman con mami, ¿qué opinan?, ¿vamos ahora o lo dejamos para otro día?
- Vamos ahora, vamos ahora y que mamá duerma sola como hace siempre, nosotros queremos dormir todos juntos con Nico, -dijo Javier (el mayor)-, Carlitos quiere lo mismo que yo, –Carlos (el menor) asintió con la cabeza-.
Todo había quedado decidido, los chicos se pusieron a cuchichear entre ellos y Julia me miró ruborizándose, seguramente por lo que le pasaba por la cabeza, pero lo mejor fue que, con rubor y todo, el brillo de sus ojos anticipaba placeres por dar y recibir. Cuando subimos a la camioneta para irnos a mi casa, Julia me pidió en voz baja, “pasa antes por mi casa, quiero llevar los trajes de baño y una muda, no tardaré mucho”. Efectivamente no esperamos tanto, los chicos aprovecharon para pedirme que los dejara ver un rato de TV y les dije que lo hicieran sin hacer mucho ruido porque yo tenía que dormir y Nico me miró con picardía, sabiendo que no dormiría mucho o, por lo menos, lo imaginó. Noté que cuando Julia regresó se sentó más relajada, como si se hubiera convencido de lo que debía hacer y decidida a todo.
Ninguno de los tres conocía mi casa, ella alabó las instalaciones y los chicos se pusieron a recorrerla con corridas, risas y gritos de alegría, luego de embadurnarlos con repelente salieron a ver la pileta y Nico los llevó, a la entrada de los gallineros y al corral del semental. Julia se mostró un tanto temerosa porque era muy tarde, pero le serví una copa de vodka con naranja y le dije que los dejara, además, había columnas de luces por tramos y estaba todo iluminado. Cuando los chicos regresaron a la casa, Nico abrazaba a Javier y me pidió que le prestara la compu portátil aduciendo que quería mostrale al nuevo amiguito unas fotos del gimnasio náutico al que concurría. No puse objeción, pero, conociendo como era y sabiendo de su despertar temprano al sexo, se me cruzó por la cabeza que querría mostrarle algunas cosas más a Javier.
Yo también, a esa altura, tenía la cabeza un poco podrida y no me privé de mirar los culitos de los hijos de la profe de Equinoterapia. Los dos nenes tenían sus culitos duros y parados, muy similares a las formas que mostraba la madre, aunque, lógicamente, en tamaño chico. Me desentendí de ellos que se fueron juntos a dormir en la habitación más lejana y le mostré la habitación que, hipotéticamente, usaría Julia. “¿Cuál es tu habitación?”, -me preguntó al tratar de salir del cuarto-. No la dejé, me puse delante de la puerta y abracé su cintura con uno de mis brazos para poder tenerla cara a cara. Fue evidente que era lo que estaba esperando porque entregó su boca con un gemido apagado y su pelvis trató de juntarse con la mía.
Sus labios llenos besaban y se dejaban besar, sus tetas se apretaban a la altura de la boca de mi estómago y su lengua parecía enfebrecida. Mi mano soltó su cintura y las dos juntas se adueñaron de sus encantadoras nalgas, eran duras, turgentes y dispuestas. “Me tenés en el aire desde esta tarde, no puedo más de la calentura, cogeme porque voy a reventar”, -afirmó al separar su boca-. No sólo lo decía, también lo demostraba y la tomé de la mano para irnos a mi habitación, estaba tranquilo porque había escuchado cuando Nico trabó su puerta y ellos tenían un baño interno en su cuarto, así que era difícil que lo abandonaran en la noche. Entró primero a mi “territorio” y la abracé por detrás después de cerrar la puerta, el bulto de mi pene erecto se hizo sentir y gimió por el placer anticipado.
Mis dos manos acariciaron sus tetas de pezones grandes que el sostén no podía disimular y le besé el cuello sintiendo los escalofríos que la asaltaban. “Según Olga, tu pija se hace sentir, te pido que me trates con cariño porque no estoy acostumbrada”, -acotó como ronroneando-… “No le hagas mucho caso a lo dicho por Olga, te prometo que te voy a hacer gozar”, -le respondí mientras le sacaba la remera por sobre su cabeza-.
Se sentó en la cama desabrochándose el sostén y la vista de sus tetas desnudas de pezones erguidos me encantó, tanto que no pude evitar llevarme uno de ellos a la boca y lo aspiré como si la quisiera ordeñar, eso le gustó y se tapó con la mano para no gemir más de lo debido. Sacarle el jeans junto con la vedettina fue un trámite corto y su desnudez sobre la cama me resultó por demás excitante.
Me devoró con los ojos cuando me saqué la remera y miró mi pecho, pero no pudo ver cuando me aflojé el jeans para sacármelo, su vagina parecía llamarme y zambullí mi cara en su entrepierna, tembló y manoteó una almohada para ponérsela en la boca cuando le di el primer lengüetazo, “¡Por Dios Quique, eso me enloquece!”, -afirmó con contracciones y gemidos ahogados-. Estaba toda mojada y, como usar la lengua me encantaba, su vagina, clítoris y culito recibieron mis mejores intenciones.
Daba gusto notar como Julia tenía orgasmos tras orgasmos cortos sin tiempo para recuperarse, mi cara estaba empapada y la escuchaba casi rogar, aunque no le daba mucha pelota, “¡Quique, Quique, piedad, me estás matando!”, -decía en vos baja, pero perfectamente audible. Saqué la cara de allí y quedó mirando el techo con los ojos perdidos en el techo, eso lo aproveché para sacarme los pantalones junto con el bóxer y, gateando, la acomodé para colocarme sobre su cuerpo desmadejado.
La besé profundo cuando el glande buscó su hendidura y, al aflojar el beso habló risueña: “Parece que me estuvieras dando juguito con gusto a pescado, jajaja… ¡Quique, por Cristo, despacio, ¿qué me estás metiendo?” Se le cortó la risa cuando el glande ubicó la entrada y comenzó a deslizarse duro, erguido, palpitante y arrollador. Lo hice despacio, sin detenerme y notando todas las rugosidades de su interior, Julia me miraba con los ojos abiertos por la sorpresa, aunque los cerró cuando mis manos se ocuparon de sus tetas y pezones, llegué hasta el tope de su interior con lo justo para que las pieles de pelvis y pelvis se rozaran y… se enloqueció…
“Cogeme carajo, tendría que haberle dado pelota antes a Olga, cuando me contó de tu verga, dame duro, ¡Cristo santo qué cogida tremenda!”, -expresó levantando un poco la voz que enseguida disminuyó en el tono- “Más, más, dame más”, -pedía moviéndose y adelantando su pelvis-. Al principio había resultado algo estrecha, pero enseguida se amoldó al ariete y se movió con desenfreno.
En esa posición no me gustaba tanto y, le saqué la verga en pleno orgasmo para ponerla en cuatro, la moví como si fuera un trapito y volví a penetrarla con ganas, su grito de dolor-placer se ahogó en la almohada y lo suyo se convirtió en un “perreo” en toda regla, hasta que nos amoldamos a un ritmo más tranquilo y “ataqué” con mis pulgares en su agujerito fruncido, pero, a todas luces, ya “usado”. La reacción que demostró cuando uno de mis pulgares entró en su recto, me encantó, si en el “vaginal” era una delicia que pedía y se entregaba sin retaceos, con el anal “a dedo” se superó y me costó seguir sus movimientos desaforados. “Haceme la cola que me gusta, me va a doler, pero entrá con ganas”, -pidió y, como lubricación sobraba, cambié de lugar.
¡Agggg, mierda, es enorme, no te pares, no te pares!”, alcanzó a decir antes de ahogar el grito de puro dolor en la almohada. Mis movimientos se incrementaron incentivados por su pedido y por sus gemidos, salía casi por completo y volvía a penetrarla con cierta violencia que a ella parecía encantarle. “Dejame toda la leche adentro”, -pedía sin parar de moverse, pero, en principio, no le hice caso, ella había entrado en otra seguidilla de orgasmos un poco más violentos y yo gozaba con eso.
Finalmente, cuando pensé que ya era suficiente, regué sus tripas con una acabada sensacional, por lo menos eso fue lo que a mí me pareció y, creo que a ella también porque me acompañó con otro orgasmo muy demostrativo del placer experimentado y con ganas de gritar como desquiciada, pero se contuvo mordiendo la almohada. Las rodillas se le vencieron y la acompañé en su estirada tratando de no lastimarla con mi peso y con una penetración dura. Quedamos semi destruidos y separados pecho y espalda por una gruesa capa de transpiración, allí fue que aflojó y como que se declaró vencida…
- No puedo más, por favor, no te muevas, me rompiste de todos lados, mi culo está destrozado y me cuesta moverme, pero fue la mejor cogida de mi vida.
- Por lo visto, te gusta todo.
- Cuando era estudiante hubo una cierta “variedad”, después siempre fue con mi marido, pero nunca con ese “volumen en barra”, jajaja. ¿No entiendo como a Olga no le gusta que le hagas la cola?
- ¿Eso te dijo?, a mí siempre me demostró lo contrario, pero para mí es como que se murió, si hay algo que no me gusta es la mujer “charlatana”, menos en este aspecto íntimo.
- A lo mejor me expresé mal, nunca me dijo que no le gustara, sólo que quedaba muy dolorida y después se sentía molesta.
- Como sea, yo nunca cuento lo que sucede con mi pareja y ella no tendría que haber abierto la boca. De todos modos, no estamos para hablar de Olga, espero que se pueda casar con este nuevo novio.
- No te enojes y por mí no te hagas problemas, eso sí, de vez en cuando no me vendría mal una “removida” como esta, una vez que me decidí tengo que aprovechar, jajaja, sólo me faltó gritar un poco como a mí me gusta.
- Con mi sobrino acá va a ser difícil, pero si nos vamos alguna vez a cierto hotel, podrás gritar a gusto, a mí me encanta escucharte. ¿Seguimos?…
- Nooo, sos un salvaje, debo tener todo en carne viva, tenés un aguante tremendo y el “meta y ponga” me peló o raspó todo, si querés te la chupo.
No la dejé que se pusiera a esa tarea, lo de “seguimos” fue de fanfarrón, sólo para alabar mi propio ego, responder, respondería, pero me tendría que esforzar y había estado demasiado bueno para tratar de hacerme el “machito cogettuti”. Dijo de ir a ver si los chicos dormían y a abrir la cama para hacer creer que había dormido allí porque quería dormir conmigo.
Hizo lo que quería hacer y volvió complacida diciendo que no se escuchaba ningún ruido y que la puerta estaba cerrada, “debe haber sido Nico, los padres se enseñaron a cerrar la puerta y lo hace como por inercia, yo lo dejo”, -afirmé con seguridad-. Cada uno fue al baño a lavarse, no daba para bañarse, accioné la alarma del celular a las seis de la mañana y se acostó a mi lado pidiéndome permiso para abrazarme.
Antes de que sonara la alarma del celular pude comprobar que Julia sabía cómo mamar una buena verga, aun con algunas arcadas, se la comió enterita como si devorara un manjar, tragó todo con deleite y se fue a su habitación. Yo seguí durmiendo, pero antes apagué el celular, seguramente Nico vendría a despertarme y fue lo que hizo, pero me llevé una sorpresa mientras me hacía el dormido.
- Vení entrá y no hagas ruidos, es difícil que se despierte, yo ya se la toqué varias veces y tengo ganas de chupársela, pero tengo miedo de que se dé cuenta.
- Yo tengo más miedo que vos, si se despierta y se enoja o si mi mamá o mi papá se enteran me matan, pero me dan ganas, -dijo Javier sorprendiéndome, jamás lo hubiese esperado-.
- No seas tonto, mi tío duerme como un tronco, tocala despacio y fijate cómo crece, seguro que es más grande que la de tu vecino, decía Nico y estaba seguro que sabía que yo estaba despierto-.
- Sí, tenés razón y es suavecita, mirá, mirá, se le está parando, –Javier me rodeaba el tronco dormido con su manito y mi verga estaba reaccionando-.
- Si te animás, chupásela, tomate el juguito, parece que está bien dormido, hacé como hacía el chico del video o como se lo hacés a tu vecino.
- Tengo ganas, pero no me animo, es muy grande, esa pija no me entraría en el culito.
- Yo creo que sí, a mí me entró la de mi profesor de natación y era igual de grande, dolió un poquito, pero entró, -casi doy un salto cuando escuché que dijo eso, el muy pervertido lo convencía con una mentira y se aprovechaba de que la habitación estaba en penumbras con las cortinas corridas-.
- A mí también me dolió, ahora me gusta un poco más, aunque mi vecino es muy bruto.
- Bueno, dejame a mí, voy a tratar de chuparla sin que se despierte, vigilá que no venga tu mamá, -el muy putito lo mandó a la puerta y se tragó mi verga como había aprendido, no acabé porque venía muy servido, pero estaba con los pelos de punta-.
Me moví entreabriendo los ojos, Nico dejó de mamarme y me miró, guiñó un ojo y me tapó con la sábana, “vamos, vamos, casi lo hago acabar y estuvo a punto de despertarse”, -le dijo al amigo y salieron los dos disparados de mi habitación. Mi sobrino putito me estaba “sirviendo en bandeja” a su nuevo amiguito y, entre una cosa y otra, ya me había dado a entender que Javier no era virgencito y que algún vecino se lo estaba cogiendo.
Ya no pude seguir durmiendo, miles de pensamientos e interrogantes me “caminaban” por la cabeza, ¿cómo se descubrían?, ¿cómo se detectaban?, ¿qué los llevaba a darse cuenta que eran afines en sus gustos?, eran “vivos”, despiertos, sagaces, no daban muestras de ser afeminados, ¿qué es lo que los llevaba al gusto por la verga ajena? Nico me había dicho que eran ganas de descubrir cosas nuevas con el amiguito, que tuvieron ganas de practicar después de haber visto unos videos en Internet, ¿sería éste un detonante?…
En definitiva, no tenía ni idea, a mí nunca me había pasado por la cabeza y cuando me comencé a interesar por el sexo me sentí atraído por las mujeres, en el barrio no había chicos con esas inclinaciones y eso que chicos sobraban, como decía una tía, “salían de debajo de los ladrillos”, eso sí, no nos juntábamos mucho con los más grandes, tampoco nos daban mucha bola. Quizás no existían adultos con la libido exacerbada por las propagandas en que abundaba el sexo, las novelas televisivas eran recatadas, no existía la pornografía tan abierta.
Indudablemente, siempre aparecerá alguno que quiera explicarlo acorde a su particular punto de vista y yo no pensaba en hacer ningún censo con eso, pero, por lo pronto, ilegalidad o no, no estaba exento de aprovechar las ganas de vergas de esos culitos infantiles. No pude seguir en la cama y el baño ayudó a que desapareciera el pequeño dolorcillo de huevos que me habían provocado mi sobrino y su amiguito.
Como a las ocho y media de la mañana me puse a hacer el desayuno y el olor a café y tostadas actuó como despertador, el primero que apareció, somnoliento, aunque con la cara recién lavada fue Carlitos, “hola Oscar, ahora viene mami, la fui a despertar para que me diera el short de baño”, -me dijo después de darme un beso en la mejilla-. Después aparecieron los dos “amiguitos” y Javier, después de saludarme también con un beso me dijo que la madre enseguida venía, que estaba bañándose.
Nico se mostró más efusivo, “hola tío, buen día”, -dijo y se colgó de mi cuello para darme un beso sonoro en la mejilla ante la mirada atenta de Javier que tenía la cara arrebolada-. “Hola chicos, hola Oscar, ya estoy lista, enseguida pongo la mesa”, -dijo Julia apareciendo apurada y besando a todos-. Se la veía hermosa y rozagante con la cara lavada y el cabello húmedo, calzaba zapatillas, vestía la misma remera de la noche anterior y un shorcito de jeans que marcaba las nalgas pedigüeñas de la hermosa morocha.
- ¿Cuál es el plan?, -preguntó-.
- Decidan ustedes, yo tengo que darle de comer a las gallinas, luego le daré granos y algo de alfalfa a los sementales.
- Vamos todos, ¿qué les parece chicos?, ustedes se meten entre medio de todas las gallinas o pollos y les dan de comer, -acotó Julia y tuvo aceptación-.
Primero fue ir al gallinero y cada uno de los chicos llevó un recipiente para llenar los comederos de maíz partido, fue divertido porque pronto se vieron rodeados por las casi doscientas aves entre pollos, pollitos, gallos y gallinas desesperados por comida. Julia me preguntó por el tema de los huevos y que hacía con ellos, me tenté como para hacerle una broma, pero decidí obviarlo por los chicos.
Le señalé una edificación aledaña y separada del resto dónde había más de doscientas gallinas entre blancas y coloradas cuya función era sólo de ponedoras. Había sido un “ataque” que me dio hacía unos tres meses, cuando recibí un buen dinero por tres servicios seguidos del semental. Había pensado en ponerme a vender huevos, pero no resultó y ahora tenía un gasto enorme y animales improductivos.
- Me pareció una buena posibilidad, pero lo dejé de lado rápido porque no supe como comercializarlos, hay un par de familias que se llevan varios maples por semana, el resto lo tiro, me la paso rompiendo los huevos en el fondo de un pozo ciego en desuso, jajaja.
- Vos estás loco, ¿cuántos huevos desperdicias por día?
- Unos cuatro o cinco maples por día, a veces más, salvo cuando vienen a buscar los que regalo, hoy tendría que ir a recogerlos porque hace dos días que no los levanto y deben estar los nidos llenos de huevos.
- ¿Son grandes?
- Todos números 1, salen muy pocos chicos y las coloradas ponen los de doble yema, pero hay que, buscar clientes, recogerlos, ponerlos en maples, salir a repartirlos, ni siquiera hice un estudio de costos, lo de los sementales y el alquiler de ustedes me deja más dinero.
- Te cuento bien porque vos me podés ayudar mucho con eso. Lo de la Equinoterapia no es todo para nosotras, el Instituto no es nuestro y de ahí cobramos un sueldo, la mayor ganancia se la llevan ellos.
- Eso lo sabía, los contratos de alquiler están hechos con ellos, ustedes me pagan a término, pero sé que el dinero viene de ellos. ¿En qué decís que te puedo ayudar?
- ¿Tenés idea de cuánto vale un maple de 30 huevos?
- Jajaja, si tengo que ir a comprar huevos me suicido, no, no sé, nunca me fijé.
- ¿Por qué no nos sentamos y hacés los costos?, yo los vendo, vos no perdés y no tengo que salir a hacer changas para aportar otro ingreso que se necesita en la casa. Cada maple sale tanto, una docena sale la mitad del maple y media docena es más cara, en relación a la docena, si se hace un precio más barato, nos lo sacan de las manos y no te cuento si se hace un reparto, no te alcanzarían las gallinas.
- ¿Qué changas hacés?
- Voy cuatro veces por semana a trabajar en una verdulería que tiene una tía, me paga por día y es una miseria, hoy me tomé franco.
- ¿Qué es lo que querés hacer?
- En casa tengo un garaje a la calle que no se usa, si lo uso de local y vendo huevos desde allí, van a hacer cola para comprar, yo soy nacida y criada acá, me conocen hasta los perros. Además, no abandonaría las clases de Equinoterapia.
De resultas de esta charla, terminé de hacer lo de todos los días con los caballos, los chicos se metieron a la pileta y nosotros nos fuimos a ver a las ponedoras. Le miraba el culo mientras Julia caminaba delante de mí y se me dio que podría “embocarla” en ese lugar más apartado de la casa. Se me hacía agua la boca, pero Carlitos me arruinó los planes porque se plegó a la madre y no quiso quedarse en la pileta para meterse en el agua.
Como sea, Julia se enloqueció con el tamaño de los huevos y nos pusimos a juntar el producto de las gallinas para ponerlos en maples de 30 huevos, juntamos 9 maples y nos quedaba revisar mis costos para ver en cuanto se los podía vender. Esos se los di sin cargo para que probara que tal le podría resultar, pero allí tomé conciencia de la enorme diferencia que existe entre el precio de lo que se produce con los gastos que ocasiona y el precio final que le sale al público.
El ejemplo era más o menos así: Yo, exagerando y con precios estimados, gastaba diariamente $100 en alimento, mano de obra, luz eléctrica, cartón de maple e impuestos (si es que lo declaraba). Vendiendo al comerciante, en este caso a Julia, a $100 cada maple de 30 huevos, a razón de 5 por día, implicaba la recuperación del gasto y me dejaba una ganancia del 400% diario, no venía nada mal. Julia podía vender los huevos por maple, por docena o por media docena, los precios variaban también de acuerdo a tamaño, pero si vendía sólo maples a $350 o $400, su ganancia sería muy acomodada y clientes tendría porque en los negocios se comercializaban a $600 por maple y no todos eran de la mayor medida, los más grandes eran más caros.
La profe estaba embaladísima con esto y regresamos para el lado de la pileta cargando un cajón de huevos y con ella haciendo planes. Me ayudó con la carne para el asado mientras yo hacía el fuego, luego puse todo en la parrilla y en ese interín, con papel, lápiz y una pequeña calculadora, saqué las cuentas que antes detallé. En un momento se acercó a dónde yo estaba sentado y como los chicos estaban lejos me dijo, destilando picardías en la mirada y en los gestos, que tenía ganas de sentirme en su culito.
Estaba recaliente y me contagió, pero los críos exigían la comida y tuvimos que posponerlo hasta la siesta. Habíamos armado la mesa bajo un árbol y nos comimos hasta los tenedores. Cuando ya habíamos terminado de almorzar recogimos todo y viendo el sol que había que te cocinaba los sesos Julia les dijo a los hijos que se fueran a jugar adentro con la computadora, a ver televisión o a dormir un rato la siesta porque nosotros teníamos que terminar de preparar las cuentas que estábamos haciendo.
Nico me preguntó si podían ir a pasear debajo de la arboleda que quedaba como a cien metros porque Javier le quería enseñar a usar la gomera y ver su podían cazar algunas palomas monteras y le dije que sí, pero que se fueran los tres y nada de andar caminando bajo el sol. “Yo te enseño mejor porque tengo más puntería que Javier”, -dijo Carlos y mi verga dio un respingo pues le volvería a romper el culo a Julia que se mordía los labios-.
Se llenaron los bolsillos de piedra chiquitas y se fueron caminando hacía la arboleda, allí no había ningún peligro y Julia no se aguantó, “vamos a la cama, quiero que me cojas con todas tus ganas”, -exigió y no la hice esperar-. Cerré con llaves la puerta principal y la de la habitación, cuando giré hacia el interior me encontré con el culo desnudo de Julia que me apuntaba desde la cama. Estaba en cuatro y me dijo: “Rompémelo de una, te necesito adentro”, eso implicaba sin “chiches” y tomé la crema de la mesita de luz.
Comenzó con sus gemidos, contracciones y temblores apenas apoyé mis dedos encremados y los deslicé en su interior, era una delicia verla mover el culo esperando el pijazo y no esperé, me puse crema en el glande, entré sin paradas y un poco más rápido que a la noche. El grito se escuchó cuando llegué al tope de mi pelvis, luego, entrar y salir con cierto ritmo se convirtió en una constante del “rapidito anal”.
- ¡Hijo de puta qué pija que tenés!, me estás haciendo mierda, vas a hacer que sueñe con ella, seguí, seguí, dame duro y no te pares, cogeme más”, -pedía desenfrenada y le hice caso.
Tiraba el culo hacía atrás, movía las nalgas en un perreo alucinante y temblaba como descocida, gimiendo y varias veces alzó la voz entremezclando una especie de gritos de placer con chillidos algo histéricos. El orgasmo final la sorprendió con temblores que no pudo contener y soltó una especie de sollozo que no pude definir, tampoco tuve mucho tiempo porque no pude aguantar y soldado a sus nalgas acabé como para que mis huevos se vaciaran y a fe cierta que lo hicieron, aunque todo no quedó dentro de sus tripas.
Se giró haciendo una cabriola y me gritó: “Dame lo que queda en la boca”, dicho y hecho, cómo lo hizo no sé, pero ni una gota cayó en la cama y me exprimió con su boca de ensueño tragándose todo el tronco. Pegó la nariz en mi pelvis y desde allí absorbió como sopapa, mamaba como un ternero hambriento y no sufrió contratiempos “naturales” porque se había preparado y mi verga había salido limpia de su culo, a más, la crema dilatadora tenía un sabor a fresas que saboreó gustosa.
Me desinflé dentro de su boca y eso le encantó, en ese momento fue cuando noté las lágrimas en su rostro. “¿Estás bien belleza?”, -le pregunté-, primero me afirmó con la cabeza y al dejar salir al ariete me dijo que la había valorado como mujer y que hacía mucho tiempo que no sentía igual. Me vi venir alguna especie de “enamoramiento” o algo similar y me atajé de entrada…
- Me alegra enormemente que te sientas bien, aunque ya sabés cómo es esto, puedo y quiero brindarte algún placer y te voy a ayudar en lo que pueda, pero…
- Sí Quique, lo tengo claro y no es con vos el problema, a veces me parece que mi vida se convirtió en un desperdicio.
- Eso no lo digas ni en joda, puedan andar algunas cosas mal, pero tenés dos hijos y siempre hay algunas luces nuevas de esperanzas, por lo menos la escapada de hoy día te ayudara con nuevas expectativas, además me ayudás a mí para no seguir perdiendo.
- Ya lo creo, no te voy a defraudar con el tema de los huevos y le voy a poner todas las ganas y ahora vamos a vestirnos porque tu verga es adictiva y pueden volver los chicos, jajaja.
Al rato, ya lavados y vestidos continuamos con las cuentas y vimos regresar a los chicos, venían los tres riendo divertidos. Nos contaron que no habían cazado nada y se fueron a la habitación de Nico mientras los hijos de Julia se reían porque mi sobrino no había aprendido a usar bien la gomera.
- Nunca los vi disfrutar tanto a mis hijos, cuando no es por una cosa, es por otra y no comparto mucho con ellos, es más, están solos casi todo el día…
- No te digo hoy, pero, como están de vacaciones escolares podés traerlo mañana a uno o a los dos y que pasen el día con Nico, se llevan bien y un poco de puro aire de campo no les va a venir mal.
- ¿No te jodería mucho a vos?
- Si me lo preguntabas la semana pasada, hubiese dudado, pero Nico se porta muy bien y tus hijos parecen estar bien educados, de comer no les va a faltar, tienen la pileta, la compu, los animales y lugar para retozar y hasta me ayudarían a recoger los huevos, jajaja.
- Esta noche lo hablo con ellos, cualquier cosa te los alcanzo mañana.
Le podía haber dicho que se quedaran esa noche, pero preferí quedarme solo con Nico, el putito tendría que explicarme un montón de cosas y seguramente andaría con ganas de que le reventara el culito, además, a mí tampoco me faltaban ganas para tenerlo de nuevo apretado y escondido bajo mi cuerpo mientras ponía caras y hacía gestos al penetrarlo con mi verga. Ya habría tiempo para intentar con Javier y romperle el culito a ese putito mal cogido.
Como a las cuatro de la tarde los chicos le pidieron a la madre que se metiera en la pileta, no se hizo rogar y como yo sabía que tenía el traje debajo del short, pronto quedó vestida con un biquini de color blanco y se metió al agua de un salto Julia nadó un rato y jugó con los chicos a pasar nadando debajo de sus piernas, pero pronto se cansó y decidió salir para ponerse a tomar sol en una reposera.
Yo tuve que ocupar su lugar y como quedábamos fuera de la vista de la madre, jugando a las luchitas y tirándolos al agua después de levantarlos con las manos aproveché para tocarle el culito a los tres, por momentos toda mi palma ocupaba las dos nalgas de cada uno de ellos y ninguno puso mala cara o se quejó por esto, es más, cuando emergían, buscaban de repetir.
Javier fue un poco más osado y se abrazó a mí quedó con el agua a la altura de los hombros, me tomó los muslos con las manos y apoyó su mejilla en mi bulto. Nico estaba caliente, ya había notado que se refregaba con Carlitos y le apoyaba su bultito en el culito mientras lo tenía abrazado. Javier movía la cara como si me acariciara la verga y les pidió a los otros chicos que pasaran por debajo de nuestras piernas, estábamos pegados y el ariete comenzaba a hincharse, entonces, jugado por jugado, me acerqué a su oído y le dije:
- Tu culito es una belleza y me encantaría tocártelo, ¿me dejás?, -levantó los ojos para mirarme, su rostro se cubrió de rubor y me contestó: –
- Sí Enrique, podés tocarlo, pero no le vayas a decir nada a mi mamá.
- Nunca le diría, este será un secreto de hombres y los hombres no cuentan sus secretos a nadie.
Afirmó moviendo la cabeza y se volvió a apoyar en mi bulto, pero yo no sólo le toqué el culito por sobre el short, cuando vi que pasaron Carlitos y Nico por debajo de nuestras piernas y que éste tenía las dos manos en los glúteos del hijo menor de Julia haciendo como que lo empujaba, metí la mano por el elástico del short y toqué y apreté la piel de las nalgas dura y tersas de Javier. Me encantó escuchar una especie de gemido y aproveché para llegar con el dedo medio al agujerito y allí dejé la yema apoyada. El ano infantil parecía latir y la mitad de la yema ingresó en el esfínter dilatado, provocando todo un estremecimiento en el cuerpo de Javier y una mano me apretó el muslo, quizás como parte de toda esa contracción general.
- Se nota que te gusta y que ya te han cogido porque está muy abierto, ¿me dejás que te meta un poquito el dedo?
- Sí, pero metelo sólo un poquito, nos pueden ver. ¿Cómo sabés que ya me cogieron?
- No lo sabía, pero me lo acabás de confirmar, además el culito se te abrió enseguida porque te habrá dado fuerte, ¿saben tu mamá y tu papá que te cogieron?
- No, no saben, por favor Oscar, no le digas nada, me matan si saben, -cerró las piernas por el susto y las volvió a abrir rápido porque casi engancha al hermano que pasaba entre nuestras piernas-.
- Está bien, quedate tranquilo, ya te dije que es un secreto de hombres, pero ahora yo también quiero cogerte, a menos que quieras que cuente.
- No, no cuentes, bueno, está bien, yo me dejo, pero tu pija es muy grande para mi culito, me vas a sacar sangre y me dolerá mucho, -dijo con la voz medio quebrada y movió la mano para apretar mi verga endurecida-. Ves lo que te digo, es enorme, me da miedo.
- No tenés que tener miedo, yo te voy a chupar el culito y te voy a poner crema para que entre sin que te duela.
- Sí, sí, bueno, ¿me lo prometés?… Me gusta lo que me hacés con el dedo, seguí que me están por dar cosquillas, -claro que le gustaba y yo ya metía hasta medio dedo medio en su culito que se me antojó tan caliente como el de la madre-.
Le dieron las cosquillas y se le aflojaron las piernas, se mordía para no gemir y me apretaba la verga con un poco de desesperación. Yo estaba tan caliente que si no estuvieran todos los demás en la pileta me lo cogía de prepo y sin esperar tanto. Carlitos y Nico jugaban a bajarse los shorcitos y, entre risas dejaban sus culitos blancos al aire y yo hervía aun dentro del agua.
- Escuchá bien, mañana tu madre los va a traer para pasar todo el día, vamos a tener que ver qué hacemos con Carlitos.
- Mi hermano la chupa nada más, le gusta mucho tragarse la leche, pero todavía no se lo cogieron. Anoche se la chupamos a Nico y él nos la chupó a nosotros, pero no se la pudo meter.
- Una cosa que van a tener que aprender los dos es a no contar nada de nada de lo que hacen, nadie tiene que saber que hacen o dejan de hacer porque alguien le puede contar a tus padres y eso sería terrible, hasta presos pueden ir. ¿Quién fue que te cogió?
- Un vecino que tiene quince años y a veces nos cuida, pero es muy bruto por eso Carlitos no quiere y se larga a llorar como un loco.
- Está bien, no se dejen tocar nunca más por ese flaco ni por ningún otro, sus culitos van a ser sólo míos. Si insiste le dicen que le van a contar a tu mamá o inventale que tenés un tío policía.
- Pero, no le puedo contar a mi mamá…
- No importa, vos no le vas a contar, pero él no lo sabe y se va a asustar, además tu mamá estará casi todo el día allí con el tema de los huevos y no es necesario que vaya más a tu casa. Después les explico bien, ahora voy a nadar un rato.
Me largué a nadar un rato y desde el borde de la pileta la llamé a Julia porque se había dormido con el sol de frente, debía estar cansadísima porque me agradeció y se giró para seguir durmiendo. A mí se me había bajado la erección, pero seguía caliente interiormente, quería que Javier me diera, aunque más no sea, una mamada, no se me ocurría nada para hacerlo salir del agua, hasta que pensé en la merienda.
Salí del agua y me sequé bien, luego me acerqué y le dije a Javier que saliera y se secara porque me tenía que ayudar con la merienda, pero que no dijera nada. Hizo un gesto afirmativo con la cabeza y lo vi salir del agua cuando yo me metía en la casa. No tenía mucho tiempo como para irme a la habitación y cuando entró en el living lo llamé y me metí en el baño más próximo con él.
“Si alguno te busca decí que estás descompuesto y yo te estoy ayudando”, -le dije bajándome el short y sentándome sobre la tapa del inodoro-. “Arrodillate y chupámela, vamos a ver lo que aprendiste”, -casi que se lo ordené tirando una toalla en el suelo-. Javier se sorprendió al ver mi verga a plena luz, pero los ojos le brillaron de la excitación, la tomó con las dos manos, no perdió tiempo, lamió el glande y se lo metió en la boca, dándome a entender que es lo que estaba esperando o un gusto que se estaba dando.
Ni por asomo hacía lo que había aprendido Nico, pero se esmeraba tratando de ingresar lo más que podía en su boquita, ni siquiera movía la lengua y apenas si pude meterle media verga cuando lo asaltaron arcadas, tosió y los ojos se le llenaron de lágrimas, me di cuenta que tendría que forzarle la garganta y no estaba por la labor, al margen de que el tiempo me apuraba.
Se la saqué de la boca y le pedí que se apoyara en el borde de la bañera, también lo hizo sin decir nada, como si estuviera acostumbrado a obedecer y le bajé el short, ante mis ojos quedó expuesto un culito parado, duro y apetitoso que, de buena gana hubiera perforado sin clemencia, sin embargo, me arrodillé detrás y me hice un festín a base de lengua. Javier se desesperó con esto, su agujerito pareció que latía y gimió sin poderse contener.
La punta de mi lengua entraba lo más que podía en su conducto con gusto a cloro y sus contracciones y temblores me dieron a entender que había plasmado sus “cosquillas”, luego le pasé el glande por el huequito y lo cerró impresionado y esperando la penetración. Volví a contener mis ganas y pincelé toda la zona lubricándola con mi líquido lubricante natural, “metela un poquito, pero despacio”, -pidió con un hilo de voz-.
“Ahora no puedo, quiero cogerte cuando estemos tranquilos, sólo voy a usar los dedos”, -expresé-. Luego emitió un quejido cuando el dedo medio se fue perdiendo en su interior con relativa facilidad, se mordía para no gemir y empujaba su culito al encuentro de mi dedo que entraba y salía con movimientos de cierto ritmo. Mi verga estaba a reventar y me senté a su lado para que me volviera a mamar.
Lo hizo sin decirle nada y se metió media verga en la boca, quedó semi tapado por mi cuerpo porque me tiré sobre su espalda para no dejar de mover mi mano y moví mis caderas sintiendo como llenaba mi pija de saliva. “Tomala toda”, -le dije mientras mi dedo llegaba a tope en el interior de su ano y su boca se llenaba de leche-. Salir no podía salir de allí, mi otra mano sostenía su cabeza y, le gustara o no, tuvo que tragar.
Me saqué las ganas y no lo dejé retirar la boca hasta que me dejó la pija reluciente. Mi dedo estaba apretado por su esfínter, se contraía a pleno por las sensaciones que experimentaba y su culito parecía moverse por inercia. Su gozo al tener el conducto ocupado era evidente y sus ojos me miraban suplicantes porque, sin ninguna duda, quería más.
- ¿Te gustó?
- Sí, me gustó mucho y, aunque es grande, quería que me la metieras.
- Ya lo haremos con tiempo y vas a aprender y gozar mucho cuando te coja porque ese culito merece ser cogido con paciencia, -le dije sacando el dedo de su interior-. Enjuagate la boca y vestite, yo voy a preparar la merienda y recordá lo que te dije, nadie, nadie puede saber nada de nadie y avisale a tu vecino que le vas a decir a tu tío policía.
- ¿Y si se lo quiere coger a Carlitos?
- Nada, que no lo deje y que no entre más en tu casa, ustedes van a ser sólo míos y sino le cuento a tu madre todo lo que hacen.
La cara de terror de Javier por esto que le dije era para filmarla, luego salí del baño y nadie se había dado cuenta de nuestra “escapada”. Mi morbo estaba absolutamente acelerado pues tendría a tres culitos infantiles a mi disposición y a uno adulto que era extremadamente vicioso y necesitado de mi verga. Llevé todas las cosas de la merienda a la mesa que había debajo de la sombrilla grande, lo miré feo a Nico que estaba abrazando a Carlitos y éste acusó mi mirada poniéndose un tanto nervioso, después la llamé a Julia para que se viniera a la mesa.
Nico se dio cuenta de que se había desfasado y de que a mí no me gustaba nada lo que hacía, además, seguramente arrastraba cierta culpa por lo que había hecho en la noche con los dos chicos y no sabía cómo lo iba a tomar yo. Se acercó a la mesa con la mirada baja y me preguntó si necesitaba que me ayudara en algo, “ya te vas a enterar cuando nos quedemos solos sobre qué cosas me gustan y cuáles no”, -le contesté en voz baja, empleando cierta dureza y enojo con el tono y mirándolo con seriedad-.
GUILLEOS1 – Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.
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