EL HIJASTRO DE MI HERMANA. (5).
El culo virgencito de Carlitos dejó de serlo y entre los tres amagan con secarme. Problemas para Julia..
- ¿Querés que probemos despacio?, -le pregunté deseando con todas las ganas que me contestara que sí-.
- Sí, papi, cogeme despacito, yo voy a aguantar, pero no quiero llorar, -contestó parando un poco el culito y apretándome un poco los dedos por la repentina tensión.
Estando boca abajo le dolería más, entonces le puse un par de almohadas debajo del vientre, esa era la posición ideal desde principio de los tiempos, una posición “animal” si se quiere. La hembra, en este caso, el penetrado, debajo y el macho dominante arriba, hasta anatómicamente era mejor y se facilitaba mucho el acceso. “Tranquilo mi amor, relájate porque si no te va a doler, aflojá el culito y dejame a mí”, -le decía hablándole al oído-.
El glande y el culito suficientemente encremado se conjuraron para que el placer se instalara. Yo pasaba el glande por el ano mirando el agujerito que, aun dilatado por los dedos se veía pequeño ante la cabeza del ariete. “Me encanta el culito que tenés, me gusta mucho que me lo entregues, yo te quiero mucho a vos, a tu hermano y a tu mamá”, -le decía hablándole con voz suave- y Carlitos me devolvía gemidos y movimientos de sus nalgas que me demostraban su entrega.
Un poco de presión y la cabeza de la verga entró, el nene se movió y acusó el ingreso, pero la queja se perdió en la almohada, Carlitos se mostraba dispuesto a tolerar el tronco en sus entrañas y un cuarto de mi pija se instaló dentro de su culo, “esperá papi, esperá, me duele”, -exclamó, aunque sin hacer movimientos para escapar o para que se la sacara-… “Algo te va a doler, para gozar, primero tenés que aguantar”, -se lo dije sabiendo que me escuchaba atentamente y asentía-.
Yo también sentía la verga estrangulada por lo estrecho del lugar y tenía una pelea interna, una mezcla rara de deseos encontrados que fluctuaba entre seguir cogiendo con delicadeza o mandarme “de una” para posicionarme de ese culito. Romperlo no me ayudaría y esperé a que él se sintiera dispuesto a seguir. “Me aguanto para no llorar, pero me duele mucho, es muy grande y mi pitito parece que latiera y se me fuera a reventar”, -acotó-.
Dolorido o no, seguramente lo estaba, pero la excitación se hacía sentir, entonces le dije que se tocara el penecito y tratara de generarse las “cosquillas”. Movió un poco una mano, tomó su “aparatito” y los temblores por sus “cosquillas” no tardaron en llegar, su orgasmo “seco” hizo que se aflojara. Fue el momento en que aproveché para avanzar un poco más y ya con media verga adentro, me comencé a mover sin que me importaran los quejidos. Pasada la impresión inicial Carlitos colaboró moviendo sus caderas y ya su tono de voz fue distinto…
- No me dolió papi y me estás cogiendo con todo, quiero que me des tu leche en mi culito, -dijo levantando la voz-.
- Todavía no te entró toda como a mí, tenés que aguantar un poco más, -le dijo Javier que estaba con Nico delante de la cabeza del hermano y miraban todo-.
- Mi cielo, ¿no te animás a chuparles el pitito a tu hermano y a tu amigo?
- Sííí, yo me animo y me gusta, -expresó moviendo el cuerpo para acomodarse-.
Ese movimiento hizo que entrara un poco más en su culito, lo que lo hizo quejarse, pero no quise forzarlo más, allí adentro había algo que hacía más presión y romperlo por romperlo era algo tonto, seguí con mi ritmo sostenido mirando cómo se tragaba uno y otro “chizito”. Parecía un putito totalmente desaforado y yo me sentía en la gloria mirando mi verga metida casi totalmente en ese ex virgen culo, pero ya había aguantado demasiado, entonces apreté sus nalgas y me dejé ir. “Está calentita”, -dijo Carlitos dejando al hermano, aunque pronto siguió con Nico.
Había sido fantástico y el que más contento estaba era precisamente Carlitos, ganas le sobraban de antes, pero miedo también y ya para ese momento no existía, las próximas veces serían mejores. Me encontraba erotizado, pero, a la vez, cansado, no era nada fácil tener este tipo de performance, para mejor, mi verga no aflojaba, apenas si se había caído y costó un poco sacarla de esa estrechez.
Nico me miraba con cara de ternero degollado, había quedado un poco de lado y lo llamé para que se ocupara de mi verga, se tiró de cabeza sobre mi entrepierna y sonreía cuando se tragó toda mi verga con facilidad. Chupaba como absorbiendo y movió el culito como para que me ocupara de él. Con mis dedos no lo dañaría y usando sólo el del medio, lo puse aún más feliz.
“Javi, fijate si le entra tu pitito a Carlitos”, -le dije al hermano mayor-. Era el que lo tenía más grande y entró, dilatación no podía faltar, pero tuve que calmarlo y dirigirlo porque se movía como desesperado. Carlitos la soportaba muy bien, aunque así no gozaría y me gustó enseñarle a tranquilizarse y a moverse entrando y saliendo con cierto ritmo, para mejor, Nico no se había soltado de mi verga y hacía que se me pararan los pelos de la nuca, igual no estaba para más. Los nenes querían seguir y era todo un mar de risas y gemidos, pero les dije que se fueran a su habitación porque yo estaba muy cansado y quería dormir. Me dormí escuchando aún sus risas que venían desde la otra punta de la casa. Cansancio y satisfacción placentera, el caso es que dormí toda la noche como un bendito.
Me desperté temprano, me di un baño para sacarme la modorra y me sentó de maravillas, no los quise despertar a los chicos, una porque estarían cansado y otra porque esos eran “mis momentos”, me preparé los infaltables mates y le fui a dar de comer a los sementales, tomé nota para comprar maíz y un rollo de alfalfa, aún faltaban un par de meses para cosechar las dos hectáreas que tenía sembradas y que me permitiría ahorrar un dineral en ese alimento.
En el corral había quedado uno de los caballos que se usaban en la Equinoterapia, los otros habían salido al campo y éste parecía estar esperándome mientras trataba de rascarse la verga moviendo una de sus patas traseras, eso sólo podía significar que lo había picado un tábano y posiblemente ya tendría gusanos que lo comen por dentro, lastimando el pene y los testículos, es todo un proceso que se da en el verano con los caballos, el asunto fue que le fui a poner crema curabicheras y pronto se sintió aliviado. Efectivamente, estaba lastimado en el interior, tuve que meter medio brazo en el prepucio para pasarle la crema casi en la base del pene y eso de que me esperó para que lo curara es cierto, si uno aprende a notarlo, el caballo tiene una comunicación extraordinaria con el dueño, sólo hay que saber prestar atención.
Después me acerqué al gallinero para darles de comer a las gallinas comunes, allí me fijé que había como treinta pollas de unos dos años y medio que podría utilizar como ponedoras y las aparté alejadas del gallo, no le debe haber gustado nada que lo apartara de las “pendejas”, pero, negocios son negocios.
Me dirigía al galpón de las ponedoras y salió Nico de la casa, tenía cara de sueño, corrió a saludarme y detrás de él aparecieron los hijos de Julia. Dejé todo lo que hacía para prepararles el desayuno y les pregunté cómo estaban y si habían arreglado la habitación. “Está todo ordenado, mi mamá nos dice siempre que apenas nos levantamos tenemos que hacer la cama, esta es más grande, pero la hicimos entre todos”, -me dijo Javier y se me cruzó por la cabeza que la Educación bien entendida y las buenas costumbres comienzan por la casa-.
Lo alcé a Carlitos para ir a la cocina y le pregunté si le dolía el culito, “un poquito me duele, pero si vos querés lo hacemos de nuevo o te chupo” … “Ahora no, -contesté y me dirigí a todos-, Nico ya lo sabe, pero ustedes tienen que entender que hay un tiempo para todo, hay que atender las obligaciones primero, luego habrá tiempo para el “chingui-chingui”. Se rieron por el término que usé y entraron conmigo a la casa.
Ellos tomaban la leche con pan y manteca y me puse a leer lo especificado en el tema de las gallinas, allí decía que para acelerar un poco la producción podía darles de comer dos veces al día y dejar las luces encendidas del galpón, aunque eso implicaba que la vida útil del animal disminuyera a la mitad, ya se vería, por lo pronto debería esperar para escuchar lo que me diría Julia respecto de las ventas, de todos modos, cambiarían los horarios de alimentación.
Cuando terminaron de desayunar nos fuimos los cuatro al galpón, algunos idiotas, la mayoría de ellos que nunca trabajaron en su vida, opinarían que eso era “trabajo infantil”, pero, en realidad, me ayudaban y se divertían, además eran meticulosos con el tamaño de los huevos, el hecho es que, al poco rato, ya teníamos seis maples listos y habría que esperar a la tarde por más. Los veía moverse riendo y jugando entre ellos y comencé a sentir una excitación que ya conocía y me plegué a sus juegos, claro que yo tenía otras intenciones y mis manos pasaban por unas y otras nalgas apretando suave, pero a mansalva, Javier y Nico lo tomaban como juego, Carlitos quería más y me lo hizo saber cuándo se acercó a mí y me tocó el bulto que yo ya no podía disimular y que, a esa altura, tampoco lo quería, también hay que decirlo.
- Papi, tengo ganas de que me lo metas de nuevo, -me dijo mirándome desde abajo y con la mano apretando y soltando mi verga hinchada y aún escondida debajo del pantalón-.
- Javier y Nico se van a enojar.
- No porque a ellos les duele el culito y me dijeron que hoy no quieren ser cogidos.
- Nico, andá a traer la pomada desinflamante, me dice Carlitos que a ustedes les duele el culito.
- Sí tío, a Javier le duele un poco más que a mí, pero algo duele, ya la voy a buscar, -dijo antes de salir corriendo-.
Lo dejé a Javier en el galpón, le dije que lo esperara a Nico y que trataran de no romper nada, yo le explicaría a mi sobrino lo que tenían que hacer, estaba seguro que les encantaría. Luego de eso le dije a Carlitos que fuera a mi cuarto y me esperara con el culito al aire, otro que salió corriendo feliz de la vida. Al regresar con la pomada le expliqué a Nico lo que deberían hacer, “pónganse suficiente pomada el uno al otro, no importa si usan todo el pote y si quieren jugar, jueguen un rato entre ustedes, yo voy a estar en mi cuarto con Carlitos y Nico, no quiero que vengan a molestarme”, -le recalqué serio-.
Me contestó compungido que ninguno iría a ver nada y me di cuenta que se sentía desplazado, entonces lo abracé fuerte poniendo su cara a la altura de mi verga, “después de que salga Carlitos quiero darte un montón de besos y que me la chupes hasta secarme, vos sos mi favorito”, esto lo alegró, asintió con la cabeza y no pudo evitar su sonrisa complacida. Al entrar en mi habitación me lo encontré a Carlitos desnudo, boca abajo y con las almohadas debajo de su vientre, “¿está bien así?”, -preguntó entusiasmado-. Expresé que estaba hermoso y que su culito se veía más lindo y más rico con la luz de la claridad, el halago lo puso bien y movió sus nalgas sonriendo, ya me había dado cuenta que con mimos y halagos se predisponía mejor.
“¿Me vas a chupar el culito?”, -preguntó esperando una respuesta positiva-, obviamente, le dije que lo haría y no tardé en demostrárselo, abrí con mis manos sus nalgas gorditas y apretadas, vi su asterisco amarronado y le mandé lengua como un sediento. Su culito se había cerrado, pero enseguida noté que ya dilataba distinto, pareció latir y permitió el paso de la lengua en punta mientras gemía con ganas y se movía.
- Ahhh, eso me gusta mucho papi, probá un ratito con los dedos o con el pitote, tengo muchas ganas.
- Se llama verga, pija, tronco, polla, tiene muchos nombres, pero vos tenés que pedirme que te meta la verga y no quiero lloriqueos.
- Bueno papi, no voy a llorar, pero meteme tu verga gorda. ¿Es cierto que soy un putito?, mi hermano me dijo que como me gusta la verga o pija soy un putito.
- Sí, pero sos MÍ putito y nadie tiene que saberlo ni tenés que demostrarlo, tu culito es solamente mío y, si yo los dejo, sólo podrán cogerte Nico y Javier, nadie más.
- Sí papi, te lo prometo, nadie me va a tocar, ni se la chuparé a otro, ahh, que rico, ¿esos son tus dedos?…
- Primero meto los dedos con la crema para que no te duela tanto, aunque hoy te va a doler un poquito más porque te voy a meter toda la verga, -le decía mientras embadurnaba su culito metiéndole directamente dos dedos encremados-.
- ¿Me la vas a meter hasta el fondo como a Javier?, soy chiquito papi, no me va a entrar toda…
- Vamos a probar, tu culito me vuelve loco, pero dejame acomodarte, quiero verte la cara cuando esté entrando en ese agujerito.
Carlitos tenía sus visos de sumisión y lo demostraba conmigo, no se negaba a nada de lo que le pedía y se giró para ponerse de frente a mí, enseguida le levanté las piernas para que quedara su penecito erecto y sus huevitos a mi vista, además de su agujerito, decididamente más agrandado que la noche anterior. Su culito ya estaba brillante por la crema y me puse en el glande y parte del tronco pues pensaba en penetrarlo sin que quedara nada afuera, gritara, llorara o pataleara, no pesaba perdonarlo. El gesto de dolor y la boca abierta sin emitir sonido denunció que el glande estaba entrando, me encantaba mirar su cara cuando yo avanzaba despacio en su interior. Por momentos se mordía para no gritar o cerraba los ojos aguantando y por momentos se aflojaba y movía sus nalgas hacia adelante como pidiendo más.
No dejaba de sorprenderme la capacidad de ese culito para tragarse semejante “pedazo”, en realidad me pasaba con todos ellos, a las mujeres adultas no les resultaba tan “sencillo” posiblemente porque los músculos están más endurecidos o… No lo sé, no sé porque era, se me daba por pensar en que los miedos eran distintos, lo concreto es que, la dilatación en los chicos era más “adaptable” y, grititos más o grititos menos, si se hacía bien, terminaban por “comerse” vergas de cualquier tamaño. Lo mismo estaba pasando en ese momento con el culito de Carlitos y mi “garrote” parecía a punto de explotar por esto, el placer era tremendo. La cara de dolor-placer del putito, el esfínter que se asemejaba a una boca que tragaba, la estrechez, el morbo de lo prohibido, todo era un combo de sensaciones a cuál más placentera.
“Pará papi, me está doliendo mucho, tu verga está muy gorda”, -le escuché decir con voz sollozante al pequeño tapado por mi cuerpo-, fue cuando le presté más atención y lo vi un tanto desencajado por el aguante, mi pija había topado con algo más cerrado y le faltaban unos tres o cuatro centímetros para que estuviera toda “escondida” en ese recto deseado. “Aguanta un poquito más mi amor, me falta poco”, -le dije con ganas de perforarlo de un caderazo-.
Quedarme quieto ayudó para que el recto se adaptara, él sólo volvió a mover las caderas como si pidiera más penetración y empujé con ganas sin que me importara el grito de Carlitos cuando recibió el “pijazo” final. Sentí que se vencía una resistencia, como si algo allí dentro me hubiera franqueado la entrada, entonces sí, me quedé quieto acariciando sus tetillas y su rostro surcado por lágrimas, “ya está mi amor, ya sos mi putito completo, ahora te quiero mucho más”, -le decía notando que, hasta tratar de sonreír le provocaba dolor-.
La fui sacando despacio para poder ponerle más crema al tronco y se me ocurrió que la próxima vez tendría que comprar Xilocaína, ese gel les dormiría más la zona. Volver a entrar ya no me costó casi nada y aunque se quejó, no pasó de algo, digamos “normal”, se imponía moverse despacio y fue lo que hice notando que el vaivén le gustaba cada vez más. La cara había cambiado y trataba de acoplarse a mi ritmo, su penecito tenía contracciones y era él quien levantaba su torso para agarrarse de mis antebrazos y trataba de que entrara más.
¿Qué fue lo que toqué en su interior?, no lo sé, pero él se sintió bien y comenzó a gozar con la cogida, para mí y a esas alturas, era sensacional. “Meteme la verga con el culito parado papi”, -pidió con seguridad- y no tardé en satisfacer su pedido. Con la posición distinta y estando en cuatro se facilitó todo y se aunaron mis ganas de cogerlo con más ritmo y las ganas de él por ser cogido o de entregarse con más ímpetu. Fue monumental y más aún cuando llené sus tripas de leche.
Carlitos se estremeció visiblemente cuando sintió el líquido caliente en su interior y se aflojó para dejarse caer en la cama, el descorche fue notorio y el culito no pudo disimular el hueco que quedó latiendo y dejando salir algo del líquido blanquecino. Me quedé con ganas de más e iba a penetrarlo nuevamente, pero me acordé de Nico. A Carlitos no lo movería fácil y me levanté para llamarlo a mi sobrino desde la ventana.
Entró apurado al cuarto y miró a Carlitos que estaba tirado boca abajo con la cara sonriente y el culo abierto, me miró a mí que me había terminado de limpiar con la sábana el lubricante de mi verga y tardó un parpadeo en abrazarme para darme un beso de los que más le gustaban. Otro más que gemía y se retorcía recibiendo mi lengua en todo el interior de su boca, “te quiero tío, te quiero”, -decía aflojando el beso para volver a dejarme que le comiera la boca-.
Luego de un rato, sabiendo a lo que venía, bajó por mi torso hasta llegar a mi entrepierna y se prendió al ariete, sorprendentemente, inhiesto. Se lo tragó sin decir nada, su boca era una aspiradora y su lengüita se movía de forma acelerada recorriendo mi glande desde el interior de su cavidad. Estuvo su buen tiempo entrando, saliendo y dejando un reguero de babas acompañado de resoplidos y gemidos. “Cogeme un ratito tío, ya no me duele”, -pidió denotando que el vicio lo podía-.
Él sólo se puso en cuatro y como tenía crema de antes, el glande se movió cómodo entrando despacio y sin pausas en ese, mi primer culito infantil. Se quejó al recibirla toda y se movió con gusto por la cogida. Nico estaba más suelto para gozar y pidió que le diera más fuerte y más adentro, a la vez que apretaba sus nalgas contra mi pelvis en cada ingreso profundo. Tuvo sus contracciones y le avisé que tenía que tomarse mi leche. Ni ascos que hizo, se giró y volvió a tragarse todo el tronco, mamaba como hambriento y me sacó lo que quedaba aferrando fuerte mis caderas con sus manos chiquitas. La cara que exhibió luego de limpiarme y entretenerse con la pija que se desinflaba aceleradamente era similar a la de un guerrero en miniatura que había triunfado en su cometido.
Luego de esto me abrazó impetuosamente demostrando todo lo que sentía y recibió una caricia de Carlitos que se despabilaba totalmente. Los dos se fueron al baño caminando abrazados y yo cruzaba los dedos para que no apareciera Javier, mi pobre humanidad no daba ni para pensar. Zafé de que apareciera el otro a reclamar su parte y al rato me fui a buscarlo. Javier había ordenado todos los maples en un cajón y se lo agradecí abrazándolo y besándolo con ganas, notando que respondía y cada vez lo hacía mejor.
Después tocó hacer el almuerzo y, verdaderamente, uno se queda extasiado viendo como los chicos comen con ganas para recuperar las energías consumidas, sean estas por juegos o por “juegos”, claro está que esta alegría se empañaba un poco cuando se llegaba a pensar en que no todos los chicos pueden alimentarse de la manera en que estos lo hacían y, además, que colaboraran en la casa del modo en que lo demostraban.
Luego de almorzar me puse a lavar lo utilizado y ellos se quedaron haciendo sobremesa, degustando lo que quedaba del helado y hablando en voz alta con risas que no se disimulaban. En un momento dado Carlitos se acercó a mí y abrazó mis piernas desde atrás actuando cariñosamente, le pregunté qué sucedía y me dijo: “Papi, nos podremos meter a la pileta en lugar de dormir la siesta”. Los autoricé a eso, pero les pedí que dejaran pasar un rato porque estaban en plena digestión.
Aproximadamente una hora después estaban chapaleando o nadando en la pileta, eran como las dos de la tarde, el sol picaba bastante, pero me obligué a estar cerca de ellos mirándolos desde la reposera, eso sí, debajo de la sombrilla grande, yo no era muy amigo del sol, pero tenía claro que los chicos no eran culpables de cualquier cagada que pudieran cometer, siempre eran los adultos quienes los descuidaban.
Tenía la idea que todo lo que pasara con un chico que después se tuviera que lamentar, estaba dado por la desidia o por el desinterés de los adultos de su entorno inmediato. Que un chico se electrocutara por tocar cables de electricidad, que prendiera fuego algo para después quemarse, que se le derramara encima aceite caliente de un recipiente de la cocina, que se ahogara por nadar dónde no debía, que lo atropellara un vehículo por cruzar solo una calle y, desgraciadamente, por muchas cosas más que le podrían pasar, sólo era por la negligencia de los adultos.
El chico sólo quiere experimentar, unos más u otros menos, pero siempre quieren saber un poco más, hasta con el sexo pasa y no todas las veces tienen las mejores experiencias. Pensando en todo eso y viendo que me hacían señas les presté atención, querían que me metiera con ellos a la pileta, pero ni ganas de moverme tenía, hasta que el llamado de una Julia llorosa y angustiada me sacó del modo de atención de los chicos.
- ¿Qué sucede mujer?, ¿qué es lo que te pasa?, -le pregunté cuando la escuché murmurar mi nombre-.
- ¡Se fue, se llevó sus cosas, me zamarreo, rompió un par de maples de huevos, se llevó el dinero que tenía y se fue para no volver!, -decía casi gritando y soltando las lágrimas contenidas-.
- ¿Cómo estás vos?, ¿te pegó, te lastimó?, -le pregunté sabiendo de antemano de quien hablaba-.
- No, no, sólo me zamarreó, rompió algo, me dejó sin un Peso, juntó su ropa y se fue, dijo que tiene otra familia dónde lo quieren más. No sé qué pasó, de lo nuestro no se puede haber enterado, estoy desesperada, ya avisé y hoy no habrá clases de Equinoterapia, estoy desolada. ¿Cómo están los chicos?
- Ellos están bien, ahora mismo disfrutando de la pileta, ¿querés que les diga lo del padre?
- Él no es el padre, yo soy viuda del padre de mis hijos, sólo era mi pareja desde hace cuatro años, igual creo que debo decírselos yo.
- Me parece lo más lógico, por el dinero no te hagas problemas, yo me voy para allá con los chicos y te llevamos más mercadería, ahora es cuando menos tenés que aflojar.
- Sí, gracias Oscar, vos sos mi ángel salvador.
La consolé un poco más, hablé un rato más con ella y en el interín mandé a los chicos a secarse y vestirse, diciéndoles que teníamos que ir al pueblo. Al llegar a la casa de Julia estaba todo revuelto, Carlitos y Javier se asustaron un poco con esto, a ella se le notaba que se había arreglado un poco el cabello, pero al vernos llegar abrazó a los chicos y luego a mí, ahí fue donde se quebró y lloro como forma de descarga. Me dijo que había estado arreglando un poco el desorden del comedor y que le faltaba el dormitorio, allí, exhibiendo cierta seguridad, la mandé a terminar de ordenar y que se llevara a los chicos porque tendría que hablar con ellos y yo lo tomé del hombro a Nico para decirle:
- Acá hay un lío bárbaro Nico, voy a tratar de ordenar y limpiar un poco esto de los huevos rotos, ¿me ayudás?
- Dale tío, yo te ayudo, ¿qué le pasó a la mamá de los chicos?
- Discutió con el marido y éste se mandó a mudar, son cosas de grandes que los chicos no llegan a entender muy bien, pero las sufren.
- Ahh, entonces ahora los chicos van a estar mejor porque le tenían miedo y él no estaba nunca en la casa, igual mucho no lo van a extrañar porque no era el padre verdadero y siempre discutía con la mamá, ellos no querían que estuviera con la mamá.
- ¿Eso te lo contaron los chicos?
- Sí, cuando estábamos en mi habitación y “jugábamos” entre nosotros y antes de dormirnos. Yo les conté que mis papás se habían ido a Alemania por el trabajo y ellos me contaron de lo de ellos.
Estaba claro que entre ellos se entendían con cosas que nunca llegaban a oídos de los mayores. El lugar quedó bastante bien y todos los huevos de los dos maples no llegaron a romperse. Al rato volvió Julia con los chicos y dijo que ya les había explicado. Javier estaba serio adoptando cierto aire protector con la madre y Carlitos se abrazó a mí buscando una protección más acorde. Le avisé a Julia que le había traído mercadería nueva y me comentó que le venía bien porque los tenía encargados, justo en ese momento llegaron dos clientas que se llevaron los maples requeridos y no se notó el faltante.
- Arreglate con eso que te traje, pero ahora vas a tener que expandirte y prepararte para dedicarte a full toda la semana, yo sé que te va a ir bien, por lo pronto, voy a ir a hablar con don Pedro para comprar esas pollas que me ofreció.
- Vos me inyectás energías, no sé qué hubiese hecho si no estuvieras ayudándome. ¿Cómo te puedo ayudar con las ponedoras?
- En nada, yo me ocupo de eso, vos dedicate a hacer clientes. Lástima que no voy a poder contar con estos ayudantes, se portaron de diez, recogieron los huevos los pusieron en el maple y luego en el cajón, les dieron el alimento a las gallinas, estuvieron geniales.
- Yo voy a necesitar a uno para que me dé una mano, si querés, que el otro se vaya con vos. -El “voy yo, voy yo” surgió de cada uno de ellos-.
- Bueno, sin peleas, hoy uno y mañana el otro, los dos van a tener que ayudarnos, uno allá y otro acá. Primero nos vamos a ir a comer un helado y luego sorteamos quien se va para que no haya discusiones, al día siguiente cambiamos.
La mención a los helados fue el mejor calmante y nos subimos todos a la camioneta, no quedaba lejos, pero para no ahondar el chusmerio con Pedro, le di dinero a Julia, le dije que comprara ¼ para cada uno y los dejé en el lugar, yo me fui a hablar con el susodicho y arreglé con él la compra de doscientas pollas de más de dos años, especiales para la producción sin esperas, esas me darían un servicio de dos o tres años más poniendo huevos.
El piedra, papel y tijera decidió que Carlitos se viniera con nosotros al campo y no admití malestares por esto. “Es increíble cómo te hacen caso a vos y apenas si te conocen”, -acotó Julia-, dejando claro también que la autoridad no se declama, se ejerce y sin aplicar autoritarismos. Le dejé algo más de dinero y antes de irnos lo llamé a Javier para hablar a solas con él, “ojo, con el tal Ezequiel, que no se te vaya a ocurrir ni siquiera hablarle”, -le recalqué-. Me contestó que no me hiciera problemas, que no se despegaría de la madre.
- ¿De qué hablan ustedes dos?, -preguntó Julia apareciendo de improviso-.
- Le decía a Javier que no se despegue de vos, pero le prometí que no lo vas a dejar solo en la casa por mucho tiempo.
- No, para nada, hasta los mandados haremos juntos, lo mismo será con Carlitos y cuando vaya para tu casa por las clases me esperaran allí hasta el momento de regresar.
Con todo arreglado pegamos la vuelta. No me quise meter en el cuchicheo y las risas de los dos chicos, pero estaba seguro que tendría que ver con lo que pasaría en la noche, tampoco quería imaginar, después de lo de esa tarde, estaba seguro que me los cogería a pija revoleada a los dos y preferí seguir atento al camino. Al descender de la camioneta en casa se me acercó Carlitos y me preguntó: “¿Esta noche vamos a dormir los tres juntos?
Le brillaban los ojos al muy putito y le contesté sonriendo: “Vamos a ver, depende de cómo se porten hasta la hora de irnos a dormir”. A decir verdad, se portaron de diez, me ayudaron con el tema de la alimentación a las gallinas y acercándome las herramientas cuando puse un cable con un par de portalámparas para iluminar el galpón de noche. Les encantó ver cuando limpié y nuevamente le puse crema curabicheras en el interior de la verga del caballo.
Luego de la cena quise ver algo de las noticias y me senté en el sofá encendiendo la TV, recuerdo que el Periodista hablaba y se veían a muchas personas con banderas y pancartas que les arrojaban piedras a los agentes del orden y luego corrían porque la policía les arrojaba gases lacrimógenos. Escribí recuerdo y no era porque me había desmayado, sucedió que Nico me había abrazado y trataba de “comerme” la boca con sus besos impacientes de lengua más que activa y Carlitos se prendía a mi verga después de haberme bajado el pantalón, claramente no estaba para prestar atención a la TV.
Fue un rato nomás y les dije de irnos a acostar, salieron los dos disparados para la habitación y mientras yo cerraba la puerta principal y apagaba las luces interiores, tuvieron tiempo para desnudarse y esperarme haciendo un “69” con chupadas profundas de penecitos erguidos. Al tirarme en la cama dejaron todo para dedicarse a mí, me miraron como para saber que debían hacer, les señalé la verga y a ella se dedicaron los dos.
Me encantaba escuchar las risitas entrecortadas por chupadas profundas de uno y otro para ver quien se la metía más adentro de la boca, pero verlos a los dos entre mis piernas me ponía a mil y hacía esfuerzos para no terminar cada vez que uno de ellos llegaba con su nariz a tocar mi pelvis. Noté que en el pote quedaba poca crema y me embadurné los dedos para, luego de acercar el culito de Carlitos, meter mis dedos lubricando todo el asterisco, ¿“me pongo como un perrito?”, -preguntó-.
Le contesté que no, que hay haríamos una variante, le dije a Carlitos que se sentara sobre mi verga y que se la fuera metiendo en el culito sin dejar nada afuera, a Nico le pedí que se sentara en mi cara para que le pudiera chupar el culito, pero poniéndose de frente al amigo para que pudiera besarlo y darle ánimos con su auto cogida. La variante les encantó y se manifestaron con risas, alegrías y prontitud para cumplir con lo pedido.
Nico gemía con mi lengua en su culito y con voz entrecortada le daba ánimos al amigo que emitía quejidos, aunque yo no notaba mucha resistencia de su esfínter. “Dale, dale, falta poco, ya casi está, ¿te duele mucho?, dame un beso y seguí”, -decía, preguntaba y exigía Nico moviendo sus nalgas y totalmente excitado-. Finalmente sentí como el culito de Carlitos se aposentaba en parte de mis muslos y su gemido de satisfacción sonó en toda la habitación.
Esperó unos instantes y comenzó a moverse entrando y saliendo, salía unos tres o cuatro centímetros y volvía a dejarse caer, por los quejidos yo notaba que le dolía su auto-cogida, algo similar me pasaba a mí, la presión de su estrechez en el tronco era tremenda. “Me dan las cosquillas, me dan, me dan”, -gritó el putito y vi que se apoyaba en Nico quien también decía que le pasaba lo mismo.
Me costó mucho aguantar y me cansaba horrores por esto, para mejor hubo cambio de lugares y todo volvió a repetirse, aunque no me costó meter la lengua en el culito abierto de Carlitos y eso lo enloqueció. Gritos, risas, quejidos, gemidos, movimientos, todo se convertía en un combo que me llevaba a las nubes. Al final, el premio de mi acabada abundante se lo llevaron los dos ocupándose con sus bocas del mástil erguido que, a poco, tuvo que retirarse vencido.
Toda la semana fue igual, Nico era el único fijo y los hermanos rotaban la entrega de sus culitos, además de ayudar en las dos casas según les tocara. Julia no se quedaba quieta con el tema de las ventas y los clientes nuevos y las ponedoras parecían “trabajar” tiempo extra. En el primitivo gallinero quedaron varios pollos que servirían para alimento, el gallo no tuvo función ni razón de ser y pasó a mejor vida, la carne resultó más dura, pero bien hervida fue pasable y todas las gallinas disponibles y en edad, pues, a producir.
Olga retornó de las vacaciones y las clases se hicieron más llevaderas entre las dos, aunque la “gordita” no pudo disimular la incomodidad por el terreno perdido que, con novio casadero en el medio o no, no podría recuperar. La relación con Julia se hizo más fluida, medio a las “apuradas” y mediante “rapiditos” acontecidos cuando le llevaba mercaderías y los chicos se quedaban en mi casa, su culo duro y dispuesto pagaba las consecuencias de esos acercamientos y ella, más contenta que unas pascuas por eso.
Había hablado varias veces por teléfono con mi hermana, le conté del cambio de rumbo en mi Economía y se alegró por eso, a su vez me decía que su marido estaba terminando el Curso y esperaba novedades sobre la marcha de la empresa y por posibles designaciones. Habló también con Nico que se atropellaba para contarle lo bien que lo estaba pasando, aunque más de una vez le “pinchó el globo” recordándole que faltaba poco para volverse con ella y el padre.
Tampoco faltaron los dichos con “doble intención” y las risitas cómplices en los comentarios que hacíamos con ella y, de alguna manera, generaban algún tipo de expectativas que excedían el marco familiar. Parecía que a ella las ganas le duraban desde chica y a mí, su culo, tetas y físico de mujer no me pasaba para nada desapercibido. Pensé en algún momento que, erotizado como estaba por la profusión de culitos y culo que me rodeaban, no me hubiera costado nada hacer un intento con mi “hermanita menor”. De hecho, hacía un par de noches que había hablado con ella y entre risas me tiró una que no me esperaba, pero que avivó un poco las esperanzas, fue cuando me dijo:
- Yo supe estar muy caliente con vos, ¿sabés cuando me calenté feo, feo y casi me olvido de que eras mi hermano?
- Ni idea hermanita, lástima que no me hubieses avisado en ese momento, jajaja.
- Fue a los diecisiete, cuando te la llevaste de paseo a un recreo del Tigre a mi amiga Flor y le rompiste el culito en una habitación de un hotelito cercano a la terminal de lanchas del puerto de frutos, ¿te acordás de Flor?, yo sé que saliste varias veces con ella.
- Claro que me acuerdo de Flor, respecto a todo lo demás, soy un caballero y los caballeros no tienen memoria.
- No importa, yo lo recuerdo bien, éramos seis compañeras cuando nos contó del miedo que le dio cuando te vio el pedazo de verga que tenías y eso que ella la iba de “superada” porque había tenido relaciones con un novio anterior.
- Lo del novio yo lo supe, ella me contó.
- Además, nos detalló punto por punto lo que le costó recibirla por todos lados, que también la habías esperado con un aguante tremendo y la había hecho gozar como nunca en su vida. ¿Te imaginás como estábamos todas?, conmigo incluida, por supuesto, peor yo que te tenía en casa cada dos por tres.
- Jajaja, haberlo sabido…
- Ya hablaremos hermanito mayor, ya hablaremos, jajaja.
Así, más o menos me terminó la conversación y, no lo puedo discutir, estaba esperando que se cumplieran los treinta días fijados para que regresaran y tratar de tener un “acercamiento” con mi hermanita. El “pedazo de culo”, duro, parado, atractivo y deseable que tenía mi hermana se estaba convirtiendo en una obsesión.
GUILLEOS1 – Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.
Un buen buffet 😊😊
Que rico, tener 3 putitos así y poder usarlos para que te dejen los huevos ordenados mañana y noche