Iniciando como cornuda parte 2
Como una mujer que descubre su fetiche seduce a su hombre para que desee otras.
Apenas la puerta se cerró y quedaron solos en la casa, Eleonor cayó al suelo de rodillas preocupando a su esposo, pero esa emoción no duró en él mucho al ver como su mujer se abalanzó a su pantalón y con desesperación liberó su pene para darle sin pudor ni dignidad una sucia mamada demasiado salvaje.
Ella no supo desde que momento llegó el pensamiento a su mente pero la idea de chuparsela a su esposo, de rodillas como una puta sumisa, apenas acabando de follar a otra, aún con el sabor de la vagina de esa perra en su pene, era tan humillnte, tan denigrante, se rebajaba tanto.
¿Qué tan rudo y salvaje tuvo que ser su esposo para que hubiera algo de sangre?
Su boca ahogó un fuerte gemido contra su pene, había tenido un pequeño orgasmo ante el pensamiento ¡Su marido se había excitado tanto con la otra que se volvió loco y la cogió tan duro que le sacó sangre! ¡Y ella le chupaba esa verga sucia!.
«Urgh»
Su frenesí fue tal, que se ahogó por hacer tan duro una garganta profunda y tuvo arcadas que intentó contener pero tuvo que retirarse y respirar.
‘Mi esposo disfrutó cogerse a mi hermana por que soy muy poca mujer para él’
Sus propios pensamientos tan hirientes y humillantes la enloquecían más y aumentaban su ya desbordada lujuria.
«¡Lo siento! Soy muy poca mujer para ti ¡Soy una puta inútil!»
Como una perra fiel, comenzó a lamer el falo de su hombre desde la base hasta la punta, desde su bolas hasta la parte inferior de su glande.
«No merezco este delicioso pene..»
Con tristeza a la vez que amor en su voz y en su mirada tomó su pene entre sus manos con cariño y depositó un devoto beso a la mitad de su miembro.
«Eres muy hombre para mi, tu pene necesita otras mujeres que sí te complazcan»
Tanto en belleza como en virtudes ella tiene todo y más para merecerlo a él y su amor, quizás como ella estaba enamorada de él lo veía como el hombre más valioso pero aún así, no se trataba de eso, Eleonor se engañó a si misma, se había convencido de ser insuficiente, quería sentirse poca cosa, se había enamorado de ese masoquista sentimiento.
El pensar en él como un hombre tan superior era injustamente atractivo, él era un Rey que merecía todo y ella basura que no merecía nada.
La mujer acalló un chillido que salía de su boca mordiendo el muslo del hombre que aguantó la queja de dolor. Le excitaba tanto verla así, no sabía que pensaba su mujer pero fuera lo que fuera, la tenía en trance y estaba corriéndose multiples veces como en muy rara ocasión o nunca lo había hecho.
Con fuerza, la jaló del cabello para escupirle el rostro y la arrojó boca abajo al suelo, como ya estaba de rodillas ni siquiera hubo dolor. Desgarró el vestido y las pantys que llevaba antes de empezar a joderla en su excesivamente lubricado interior.
«¡Tienes razón perra! ¡Eres una esposa inútil!»
«¡Aah! ¡Oh! ¡Maldita sea!»
Ella gimió y maldijo como única forma de desahogo al no encontrar forma de expresar su inimaginable lujuria.
«¡Lo siento! ¡De verdad lo siento Señor!»
Maltratarla de esa forma, ser tan cruel con su cuerpo y con sus palabras era delicioso, le daban un mundo de placer hasta ahora desconocido.
«¡Voy a castigarte perra!»
Apenas terminó de hablar gruñó sin control pues sintió como ante sus palabras la vagina de su -perra- se contrajo con espasmos de placer, como si su intimidad respondiera por si misma -¿Va a castigarme señor?-.
«Voy a obligarte a ver como hago mía a otra mujer, vas a ver como te engaño por ser una mala esposa»
«¡Aaah!»
Tal como esperaba ella solo gritó de placer y dolor, miraba como asentía frenéticamente con la cabeza y probablemente se mordía los labios.
«¿Se te ocurre quien podría ser?»
Le pareció divertido obligarla a elegir, tras su pregunta azotó su trasero con fuerza disfrutando de su dolor.
«R-Rosa»
«¿Rosa?»
«¡Sí! A mi señor le gustan virgenes ¿no? ¡Ella es pura!»
Escucharla hablar de esa forma lo arrebasó y por segunda vez esa noche eyaculó en el interior de una de las hermanas Montero.
Su vagina estaba muy sensible luego de tantas corridas, ser llenada por su esposo fue demasiado y desencadenó su último clímax.
Agotado, él cayó rendido en el suelo al lado de ella, pasaron unos momentos en los que la calentura se disipó y entonces la chica se acurrucó temblorosa junto a él.
«¿Me amas?»
Un -Te amo-, un beso cariñoso, un abrazo y caricias fue todo lo que ella necesitó para recuperar su tranquilidad y dormir.
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