Inicios de una cornuda
Como una mujer se sumerge en el placer de ser traicionada..
México 1930
En un pequeño pueblo entre las montañas, dentro de una pequeña y humilde casa, una hermosa mujer de unos 25 años se sentó cabizbaja en un asiento contra la puerta, su nombre es Eleonor, debajo de su holgado vestido se notaba que era una mujer muy atractiva, aún con los esfuerzos de la conservadora ropa por ocultarlo, su figura delgada, con prominentes caderas y abultados pechos herguidos, ella debería ser una belleza orgullosa y arrogante… pero….
«¡Aaah! ¡Que rico!»
«¡Carajo puta!»
«¡Soy una puta! Soy tu puta de grandes tetas!»
Detrás de esa puerta, se escuchaban sonidos de piel contra piel y los gemidos enloquecidos por el placer de un hombre y una mujer, su marido… y su hermana mayor.
Por más desagradable que fuera esa situación, no tenía otra salida, cuando se escapó de casa para estar con su marido, se llevó solo a su yegua consentida, pero estaba a nombre de su padre, él lo dejó pasar, pero su hermana no, ahora que heredó las tierras de su padre, la amenazó con denunciarla por robo, como condición para no hacerlo, ella quería tener un hijo de su esposo.
Por más espectacular que sea su figura, su hermana simplemente era la encarnación de la lujuria, sus pechos eran literalmente más grandes que melones y aún si tenía una complexión algo más gruesa, seguía siendo esbelta, la mayor destruía su autoestima, sobretodo por que a su marido, el hombre que hasta ahora era solo suyo, se estaría enamorando de sus enormes pechos, como hasta ahora había amado los suyos.
La amargura y los celos la hacían sentir un fuerte ardor en el pecho, sentía que algo la quemaba por dentro, escuchaba como chocaban los cuerpos tras cada embestida que daba su hombre, esas embestidas salvajes que ella conocía tan bien que aunque no quisiera, podía imaginarlas a la perfección, podía escuchar sus jadeos, gruñidos y los gemidos de su hermana, incluso el rechinar de la cama, se sentía humillada, pero esa humillación y ese doloroso ardor, por alguna razón, la hacían sentir caliente.
Centró su atención en escucharlos y ahora voluntariamente intentaba hacer más vivida su imaginación mientras llevaba su mano a sus pechos y a su intimidad, tuvo que morderse los labios para no soltar un gemido.
«Mmmh ¿te gustan mis tetas? Aah… ¡Me encanta como las miras!»
«¡Me gustan tus pechos! ¡Eres mi perra tetona!»
Entre gemidos y con la voz temblorosa, escuchó como esa mujer le preguntó aquello y la dolorosa respuesta de su hombre, esas palabras le quemaban la vagina de la excitación que le provocaba, le dolía, la lastimaba pero por alguna razón lo difrutaba tanto.
«¿Te gustan más que los de mi hermana? ¡Ooh! Te gusta que sean más grandes ¿no es así?…»
«Aah~»
De tan solo escuchar la pregunta de su hermana mayor, la humillación y el morbo de la situación le sacaron un gemido a la joven esposa detrás de la puerta, uno que pasó desapercibido dentro de la habitación donde había tanto ruido.
«¡Dios!»
Exclamó la mujer que estaba siendo follada debajo de su cuñado. Sintió el espasmo en el falo dentro de ella cuando se comparó con su hermana, eso la volvió loca.
«¡Admitelo! ¡Soy más mujer que ella! ¡Te excito más que esa perra!»
Un segundo gemido escapó de la menor, ser denigrada de esa manera por su hermana le daba tanto placer.
Lo siguiente que escuchó fue una fuerte bofetada y un gran gemido la otra mujer.
«¡Callate puta! ¡Ella es mi esposa!»
Eleonor se conmocionó por esas palabras, la dejaron en shock, la zorra de su hermana debió hacer algo para seducirlo por que su esposo comenzó a gruñir y las embestidas sonaron más fuertes, finalmente se escuchó la ronca voz de su hombre.
«¡Tus tetas de puta son más ricas que las de mi esposa!»
Escuchando a su marido hablar así de ella, comparandola con su hermana, tuvo un orgasmo tan fuerte que perdió la noción de la realidad, lo último de lo que fue consciente fue del grito de perra en celo que dió la mayor, aparentemente ambas hermanas habían acabado con lo que dijo.
Volvió en si cuando escuchó el ruido de la puerta abrirse, no sabía cuanto tiempo estuvo semi-inconsciente, pero debió ser suficiente tiempo para que terminaran y se vistieran. Ella había entrado a la habitación con un gran abrigo negro que cubría toda su vestimenta, al salir, llevaba dicha prenda abierta y pudo ver su enorme escote y su cuerpo sudoroso antes que volviera a cerrar el abrigo.
Su esposo detrás de ella, descalzo, con su camisa desfajada y su pantalón sin cinturón, la miraba con algo de culpa pero también orgullo, un orgullo que hizo latir más fuerte el corazón de Eleonor, al saber que ese orgullo era por haber tomado a otra.
«María…»
Tenía sentimientos encontrados al ver a su hermana, le invadían la ira y los celos pero también el morbo que tanto le calentaba.
María miró sonriente y triunfante a su hermana, con desdén. Se acercó a su oído y usó una voz de completa burla.
«Volveré, tu hombre me hará suya una y otra vez hasta que me embarace»
Con la misma actitud burlona, besó a su marido en la comisura de sus labios y se retiró.
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