LA ESCUELITA DE FÚTBOL – (1).
Algunos detalles de cómo fui, de cómo soy y por si faltara algo, me embarqué en una linda aventura….
Hay algo que trato de aclarar de entrada, soy argentino y escribo con mis «modismos» y mis tildes (o no tildes) de argentino que, muchas veces, no se llevan bien con el diccionario de la RAE que viene incorporado en el Windows. Si a alguno no le gusta, lo lamento, no pienso cambiar, eso sí, no existen otras faltas de ortografía, creo que un buen lector no merece esa falta de respeto.
Soy Ignacio y, como suele pasar con todos los que se llaman Ignacio, por obra y gracia de la costumbre o de la comodidad, desde muy chico pasé a ser nombrado como “Nacho”. Hubo un tiempo de revaloración de mi propio nombre o quizás fue por la rebeldía que la época me marcaba, el hecho es que me molestaba mucho y me enojaba que me llamaran “Nacho”, poniéndome incluso en contra de todos los apelativos y sobrenombres con que la gente se suele dirigir a las personas de confianza.
El razonamiento era muy simple, cuando sos padre o a punto de serlo, te tomás un tiempo prudencial para ponerle nombre al futuro bebé, que suene bien, que no sea disonante con el segundo nombre y que, de alguna manera, quedé acorde al o los apellidos, es más, si como hombre de arrestos machistas, te interesa poco esto, es tu pareja quien se encarga de recordártelo inflándote los huevos para elegir el nombre entre los dos. El caso es que todo eso, al poco tiempo, se deja completamente de lado, si no son los padres, son los familiares más directos, luego los compañeros de la escuela y el sobrenombre, mal que pese, queda “instituido”.
Los padres comienzan defendiendo la pronunciación del nombre completo, hasta que primero la madre y luego el padre se tienen que rendir ante las costumbres del resto, olvidándose de los cambios de opiniones entre ellos o el tiempo utilizado para elegir el mejor nombre de su o sus hijos y se comienzan a descolgar con algún “Nachito” cuando sos chico y puede que cambien a “Nacho” cuando ya te salen pelos hasta en las uñas.
Bueno, al margen de esto, tengo treinta y cuatro años, mido un metro con ochenta centímetros, mi cabello es corto, mi rostro bastante varonil (de rasgos cuadrados y con personalidad, decía una tía) y se destacan en él un par de “faroles” verdes tapizados de largas pestañas que, modestia aparte, suelen llamar la atención. Físicamente son un tipo normal, tirando a “llamativo”, aunque eso siempre depende de los ojos del que mira, tengo claro que no soy un “guerrero espartano” lleno de “tablas”, pero soy muy proporcionado de pies a cabeza, incluso con las partes que no se suelen mostrar al “menudeo” …
¿No se entiende?, pues, es sólo para dar a entender que “mi amigo” mide unos veinte centímetros de largo con un grosor que anda en los seis (comparen, es algo así como un envase de desodorante de ambientes en aerosol, pero no tan largo), por otro lado, no hay gordura y mucho menos “grasita” que sobre o se haga notar en ninguna parte de mi cuerpo.
Durante toda mi vida practiqué distintos deportes, incluso algunos de verdadera competencia y aún hoy, de vez en cuando, me acerco al gimnasio a “despuntar el vicio” haciendo alguna que otra rutina para “no perder la línea” y varias “tablas” se me notan. Soy de darme bien con la gente, amable y respetuoso sin permitir faltas de respeto para que todo sea equilibrado, soy “entrador”, tengo, “charla”, “verso”, “poder de convencimiento”, “facilidad de palabra”, llámenle como quieran y, sin creérmela, a mí me resulta.
Hay además otra ventaja enorme, mi viejo, por su trabajo en Seguridad, me jodió y “pinchó” siempre con ser observador y me enseñó, quizás no todo, pero si muchísimo del “Lenguaje de Gestos” que utilizo como por inercia cuando converso con la gente. Soy enteramente heterosexual, las mujeres me encantan, que hagan lo que quieran entre ellas, estando yo presente también me encanta, pero… que no me hablen de otros hombres en el medio y mucho menos “mezclados” entre ellos. Como digo siempre, “cada cual, de su culo un pito, sólo que a mí no me lo pidan prestado”.
Me crie prácticamente jugando en la calle con otros amiguitos por la libertad que me daban y también hice deportes en distintos clubes con otros chicos de mi edad, en todos los casos fui uno de los líderes en el trato y en la competencia y jamás, jamás vi a ningún compañero con otras intenciones que una amistad normal, ni los vi caminar moviendo el culito o teniendo actitudes un tanto afeminadas como para pensar otras “cosas” de cualquiera de ellos.
Sé que no es medida o puede que me haya “cerrado” para no ver o entender lo que no me gustaba, escribo esto porque dos de mis más conocidos “salieron del placard” como a los veinticinco y ni yo ni los restantes conocidos los juzgamos, es más, defendimos sus decisiones cuando nos tocó hacerlo, ya lo dije y lo mantuve siempre, “cada cual de su…”.
Otra de las cosas que siempre tuve presente es que, cuando uno se daba a una tarea determinada, en cualquier orden que fuere, había que intentar hacerla de una manera excelsa, podían surgir los imponderables para esto y el resultado no sería el pretendido y por eso eran imponderables, yo intentaba lo mejor, el resultado sería un resultante bueno o malo, pero de mi intento.
Como pasa siempre, no todos fueron resultados halagüeños y “patiné” montones de veces, pero al saber que intentaba con lo mejor de mí, me daba fuerzas para nuevos intentos. Antes escribí, “en cualquier orden que fuere” y esto incluye a lo sexual. Una “pinturita” no debo ser porque continúo soltero y sin ganas de concretar nada a nivel pareja pero no me quejo, yo salí siempre bien parado y satisfecho, para mejor ninguna de mis parejas se quejó (por lo pronto, nunca me lo dijeron, jajaja).
Tuve una ventaja enorme para esto, cuando comenzaban a despuntar las hormonas y los pelos púbicos, una “vieja” de treinta y dos años que vivía a una cuadra de mi casa, le pidió permiso a mi madre y me “contrató” para arreglarle el jardín algunos días por las tardes. Recuerdo que mi madre se enojó mucho cuando mi padre hizo un comentario elogioso, aunque con tono chistoso dirigido a mí, sobre el físico de la mujer en cuestión
El jardín que daba al frente de la casa y el que estaba en los fondos de la misma, siempre tenía algún “yuyo” por arrancar o alguna plantita por enterrar y ella resultó ser una “maestra” sensacional para algunas enseñanzas. Era una media hora en el parque y el jardín y casi dos horas en el “aula interior”, dormitorio que le dicen… Claro está, esto hasta perder los miedos al saber que el marido trabajaba en la capital y no regresaría hasta la noche y las peores dudas y temores de inexperto que comenzaron no bien me mostró las tetas y “abusó” de mi inocencia, (gracias doña xxxx por ese “abuso”) …
Aprendí a “manejar” la lengua para lamer por donde quisiera, para ello se sentaba sobre las almohada apoyando su espalda en el respaldo de la cama, abría las piernas flexionando las rodillas y lo que en un principio me daba un poco de temor por lo desconocido y por la mata de pelos negros que cubrían su entrepierna, labios incluidos, después me enloquecía por el aroma de su intimidad y lo copioso de sus jugos que tragaba como si tomara de una bota vasca, mientras movía la lengua tratando de abarcar toda esa superficie “prohibida”.
Ni hablar cuando me hizo descubrir una pequeña protuberancia en la parte superior de su vagina, el clítoris, que, luego de mucho tiempo, así supe que se llama, se descapullaba totalmente y ella gritaba y se movía como descocida cuando lo absorbía con mis labios y jugaba con mi lengua en él. Sus temblores, contracciones y gemidos altos me exacerbaban y apretaba sus caderas con mis manos para que nada me apartara del gusto que me daba ese “caramelo”.
Aprendí a contenerme todo el tiempo que hiciera falta, penetrándola en distintas poses, “cucharita”, “de cotté”, “misionero”, “de perrito”, “de tijera”, “patitas al hombro” y aunque las primeras veces me “iba” no bien entraba en ese túnel cálido, ni problema que nos hacíamos, yo seguía adentro y en segundos ya estaba listo para continuar “machacando” porque esa palabra, entre otras, era la que usaba para pedir:
“Machacame más pendejo, ¿qué pija que tenés!, el “maní” de mi marido nunca pudo lograr esto”, -decía mientras hacía gestos de dolor y daba quejidos porque yo chocaba contra su interior-, también al tiempo supe que es lo que era esa especie de barrera y que el “aparato” que portaba desde chico era para respetarlo.
A veces era entrar muy despacio sintiendo como se abría su conducto y casi que lloraba de felicidad cuando yo llegaba a tocarla con mi pelvis, otras veces me pedía que entrara rápido y decidido hasta el final. Nunca supe por qué le pasaba esto, es que, apenas entraba a la habitación y sin preliminares, se ponía en cuatro y me pedía: “Hoy cogeme bien a lo bruto”, algo que me encantaba y que era acorde a sus ganas, aunque llegó un momento en que yo decidía como hacerlo y ella aceptaba sin decir ni pio.
Aprendí sobre sexo anal, ni se me ocurría pensar en el agujerito del culo hasta que descubrí que al tocarlo ella se estremecía como si le dieran electricidad. Mis ganas de experimentar algo nuevo chocaban con sus miedos por el tamaño de “mi amigo” … “Por ahí ni en pedo, si me metés esa pija por el orto, me lo rajás todo y voy a estar una semana sin poder sentarme, mi marido quiso una vez y vi las estrellas”.
Aun respetando sus deseos, luego de esa vez, mis dedos no volvieron a quedarse quietos y hasta dos de ellos, debidamente ensalivados, incursionaban ingresando en su totalidad haciendo que, cada vez que sucedía, gritara como loca por el placer. Dos más dos, igual a cuatro, el resultado fue lógico, casi llegando a los dos meses, sin yo pedírselo y mientras jugaba con mis dedos me pidió que tratara de usar otro y lo abriera más porque tenía ganas de sentirla ahí dentro. A la vez que me dijo eso, se estiró, tomó y me alcanzó para la “faena” un pote de crema Hinds (recuerdo que pensé que mi mamá la usaba y pensé también si con ella era o sería para algo más que las manos).
El tema con la crema fue soplar y hacer botellas, bueno, no tanto, pero me puse tan “loco” con sus movimientos, sus lloriqueos y sus orgasmos porque, sin dudas que los tenía y sin disimular cuando intentaba meter la “cabeza”, (ni glande ni nada, para mí y los amigos del barrio era “la cabeza”) desde la primera vez, al comenzar a entrar, supe que debía seguir y ya no me detendría, ensordeciéndome hasta dejar de escuchar sus ruegos.
Recuerdo que ella estaba en cuatro y cuando choqué contra sus nalgas, salí y entré, de principio a fin, del mismo modo y por un rato bastante largo, a la par que las acariciaba y apretaba. La vecina era unos diez centímetros más baja que yo pues ya había “pegado el estirón”, aunque a mí era lo que menos me importaba, tiraba para “gordita” y su culo era lo que más se notaba al verla caminar, se movía y no decía nada, aunque en esa tarde yo lo hice “hablar”.
Tardó un rato para acomodarse a mi ritmo y fue cuando hipando la escuché decir: “Me rompiste el culo en cuatro partes Nacho, me sigue doliendo, pero no me importa seguí con ganas, desde hoy hay que acostumbrarlo”, creo que fue allí cuando cambió su actitud dominante conmigo y no faltó día sin agujero por tapar.
Aprendí a gozar con los gritos y gemidos provocados por sus orgasmos, me calentaba mucho esto y buscaba por todos los medios que gozara orgasmando, aunque más no fuera el primero de ellos y parecía ser mí mejor aliciente para las entradas y salidas con ritmo, todo hasta que prácticamente me pedía por favor que parara, “por mi madre Nacho, para que me muero, por favor, no puedo más”, -se lo escuché repetir muchas veces y me parecía genial-, es más, aún hoy busco que me pidan eso.
Aprendí a besar y gozar con besos, descubriendo que me hacía sentir más que bien todo aquello y me grabó “a fuego” eso de saber utilizar “códigos” que me impedirían abrir la boca sobre lo que hacía o dejaba de hacer con alguna mujer, algo que también siempre me fue de utilidad.
Un año y medio de “clases” tres veces por semana aprendiendo la diferencia entre “hacer el amor y/o coger” y cuando se mudó por el cambio de trabajo del marido, me dijo: “Nachito, es una lástima que no pueda darte un Título en un papel para que sepan que aprobaste con sobresaliente en todas las materias”.
Nunca más la vi a Doña… el nombre no tiene importancia, me basta con saber que lo conocía y que lo recuerdo más que bien, además, alguna vez pensé en que me hubiese gustado encontrármela unos diez años después… el asunto es que, con su adiós, desde que se fue, pasé por una “sequía” importante. Fueron casi dos años de no “verle la cara a Dios” y no me salieron callos en los dedos de mi mano derecha, pero… casi, casi, porque intentar lo intenté.
Dependía de mis viejos para vivir y moverme, el dinero nunca sobró y gastar en invitar a alguien, aunque más no sea a tomar un café, era prohibitivo e impensable. Fue en tercer año del secundario que se me dio con una de quinto, sucedió y comenzó en unas Jornadas Deportivas Intercolegiales, yo jugaba al fútbol, me destacaba en eso y en el equipo del colegio la mayoría de los jugadores cursaban el último año, salvo yo que era el más chico, pero tenía muy buenas condiciones para jugar y por eso compartía equipo con ellos.
Ella era de las “lindas”, realmente, de las “mejores”, rubia, alta, ojos celestes, con un par de tetas que te daban vuelta y lo sabía, aprovechándose de ello para el trato con los demás compañeros varones. En esa ocasión se acercó al grupo que festejaba después de haber ganado el partido y cuando me arrimé pretendiendo saludarla y hablarle, quiso humillarme haciéndose la “vampiresa” o la “femme fatal”.
En el acto me di cuenta que justamente venía a eso mientras las amigas esperaban por lo que pasaría, lo vi en sus caras expectantes y cuchicheos mientras me miraban, seguramente algunos chicos también sabían porque se apartaron un poco.
- Disculpame, apenas te conozco y no hablo con pendejos, sos demasiado chiquito para acercarte a mí y pretender que te salude, -lo dijo en voz alta para que la escucharan-.
- Tenés razón, mejor nos ignoramos, ahora que te veo de cerca y hablo con vos me doy cuenta que no somos para nada compatibles, aún si quisieras no podrías aguantar ni mi experiencia ni lo que tengo entre las piernas, -se lo dije acercándome a su oído-.
No tuvo tiempo a contestarme, primero por la sorpresa y después porque me di media vuelta y saludando a los chicos con mi mejor sonrisa, me fui silbando bajito como si la ignorara y no hubiera escuchado nada de ella, eso sí, las piernas me temblaban y el corazón me palpitaba a mil porque nunca pensé que pudiera contestarle así. Quedó con el orgullo destrozado porque se rieron todos a costa de ella, tanto así que, por su despecho, no tuvo empachos en contar lo que yo le había dicho y, según me enteré después, fue Pedro un compañero de ella y bastante boca-suelta el que la terminó de embarrar.
- De la experiencia no te puedo hablar porque nunca cuenta nada de lo que hace, pero del “pedazo” que tiene, los chicos y yo te podemos hacer un dibujo porque más de una vez nos hemos bañado juntos después de las prácticas y las jodas siempre se las hacemos por el tamaño. Nosotros no nos enamoramos, pero es para envidiarlo, jajaja.
Me contaron que las risas fueron generales y que se fue sintiéndose ofendida. No les voy a contar toda la estudiantina, pero, de resultas de esa vez, me invitaron a una fiesta que se hacía en el campo del padre de unos de los chicos mayores, fuimos en un ómnibus alquilado al efecto y desde el primer momento se sentó a mi lado.
Terminamos en un cuartito de herramientas un tanto alejado de la casa, supe allí que virgen de la vagina no era, pero fue como si lo fuera, aunque antes de esto la besé como nunca se lo hicieron recorriendo toda su boca con mis labios y mi lengua, sin olvidar sus mejillas, párpados y la zona del cuello que te lleva a gozar anticipándose a lo que puede venir, a las hermosas tetas que tenía (o tiene) se las gasté a base de besos, caricias, lamidas y chupones a los pezones diminutos.
Se volvió loca con todo eso y cuando la hice extender en un sillón arrodillándome frente a su entrepierna no entendió lo que quería, comprenderlo la llevó a gemir como “sacada”, moverse como si la tuvieran enchufada a 220 voltios y morderse los labios para no gritar su desesperación al pasar de un orgasmo al otro. Al sacar la boca y la cara embadurnada de allí, ella no hablaba, sólo me hacía señas con la mano como no queriendo más “sopa”, igualmente, poca “bola”, no me costó nada ponerla de rodillas y embocarla para entrar despacito en su concha empapada y más que estrecha.
El ariete abría silenciosamente sus estrecheces y sus gemidos eran una mescolanza de dolor y placer, en el que privó el placer que denunció comenzando a moverse cada vez con más ganas. Los orgasmos y su seguidilla se presentaron nuevamente y los potencié con un pulgar metido en su culo. Sus nalgas llamativas me llevaron a eso, nada que ver con las de mi vecina, pero estaban para hacerle sentir el rigor de una buena cogida, igual decidí por “motus propio” que no se lo haría en ese momento, estaba seguro que no faltaría oportunidad.
No daba para más y apuré un poco, aquí fue cuando trajo a la Virgen, a un par de Santos, a la madre y no sé a quién más para que tuviera piedad de ella y repetía “adentro no, adentro no”, me limité a sacarla y dirigir mi acabada hacia el piso debajo de una mesa. Me dio las gracias por eso y luego le costó acomodarse sobre el sillón en el que estaba, la tuve que ayudar a arreglarse la ropa y seguido de esto me preguntó si íbamos a “salir” … “No, sos hermosa y muy deseable, pero esto es sólo sexo, si te gustó podemos repetirlo, sino está todo bien, yo no estoy buscando pareja” …
Ninguna palabra sonó en un tono más alto que la otra, era más chico, pero la experiencia obtenida haciendo de “jardinero” jugaba a mi favor, tampoco me mostré como un tipo “superado”. Se mordió para no contestarme, (yo estaba seguro que casi me lo rogaría), los ojos le brillaban demasiado, la pera le temblaba y me pidió quedarse un rato más para descansar, la besé con un piquito y me fui sin decir nada más.
No había hecho cuatro metros de la puerta de ese cuartito cuando me crucé con las dos mejores amigas de Emilce (así se llamaba) que la buscaban. Me preguntaron por ella y señalando con el pulgar por sobre mi hombro les contesté, “está descansando”. Casi a la vez, la dos me “ametrallaron”, “¿qué pasó, te pateó?, era de esperarse, te hiciste demasiadas ilusiones, ella es muy jodida para decidirse”, -en obvia referencia a que me había dejado de lado-… “No sé, nunca hablamos de nada de eso, quiere estar sola y la dejé sola, nada más”, -les dije yéndome para el lado de la casa-.
Lógicamente que les contó a las amigas y en el Colegio se alborotaron todos los ratones, salí con ella un par de veces más, incluso conocí un hotel alojamiento o albergue transitorio que ella pagó, (yo parecía mayor de edad y entré sin problemas). Allí adentro tuvo orgasmos como descocida, se dieron cuando me movía dentro de ella cambiando los ritmos de entradas y salidas y también cuando, con mucha crema y luego de gritos amortiguados por la almohada, penetré con firmeza el culito que deseaba. Al dejar de salir con Emilce y no concretar nada más, tuve para elegir, las primeras fueron las amigas íntimas y hasta hoy no me quejo de la variedad.
Luego se crece y las cosas cambian (algunas)… Hoy en día trabajo desde las siete de la mañana hasta las tres de la tarde cumpliendo funciones como Director de Recursos Humanos en una empresa de nivel medio alto en la elaboración de comestibles, cobro un dinero importante, me muevo en un buen auto de alta gama, no me privo de darme algunos gustos y vivo más que bien.
Tengo un hermoso chalet de cuatro habitaciones en una sola planta, con altillo total y dependencias, tiene pileta de natación, parque y tupida arboleda, está situada en un barrio residencial de una de las más populosas ciudades de la Provincia de Buenos Aires de la cual soy oriundo. También logré comprar un semi-piso de cuatro ambientes en un décimo piso, en el corazón de la ciudad capital, es cercano a las oficinas centrales de la empresa y allí me suelo quedar seguido.
Hace cosa de seis meses, en la tarde-noche, salí a tomar algo a una confitería de la cual era cliente asiduo, estaba aburrido en la casa y en ese lugar siempre podía “pintar” algo femenino interesante. De “femenino” nada, allí me encontré con un amigo del fútbol al que hacía tiempo no veía, lo invité, tomamos un café y, entre otras cosas, me comentó que tenía que irse a trabajar al interior del país y tenía que desprenderse de una Escuelita de Fútbol que estaba explotando.
El tema me interesó enseguida, el enseñarles a los más chicos a conocer algunos secretos del mundo del fútbol, era una materia pendiente que tenía, había visto demasiadas veces que en estas “escuelitas”, le tiraban una pelota a la cancha y los hacían correr a todos por detrás, eso me molestaba porque había mucho por enseñar y aprender. Además, siempre creí que las famosas “escuelitas” se utilizaban sólo para hacer dinero a costa de las ganas de los chicos de jugar en competencias y ser como sus ídolos, sin dejar de lado a los padres que quieren a un “Messi”, a un “Ronaldo” o a un “Iniesta” durmiendo bajo el mismo techo o dependiendo de ellos para que manejen sus “futuros ingresos”.
Lo que menos me importaba era el tema de “hacer dinero”, aunque perder no iba a perder y me inclinaba más por el hecho de enseñarles a pararse en la cancha, a que supieran como marcar “apretando” al contrario contra la raya, a fomentar el compañerismo y el sentido de grupo o de equipo, a mandar sin gritarle al compañero, a “pedirla”, a “esconderla”. También a sacar un lateral con fuerza y dirección, a saber “desmarcarse”, a perder la timidez o el miedo a la “redonda”, (siempre dije que había que quererla, que no “mordía” y que había que hacerse “amigo” de ella), a “tirar paredes” y moverse para recibir la devolución… ¡Qué sé yo!, es mucho para explicar, sin olvidar lo de los arqueros, que ellos también juegan.
La cuestión es que después de la conversación con mi amigo, me “embarqué” en el asunto de la “Escuelita de Fútbol”, al otro día fuimos a hacer la transferencia del alquiler de las dos canchitas y las instalaciones, no hubo ningún problema con esto, tenía avales suficientes y me presenté ante algunos padres que estaban en el lugar y que solían acompañar a los chicos, (mayormente madres, la relación de asistencia suele ser de cuatro a uno,).
Eso cuando iban, que también hay que decirlo, pues muchas/os suelen utilizar la “escuelita” como guardería, los dejan, se “rajan” por un par de horas y regresan luego a buscarlos. Funcionaba en un lugar totalmente cubierto, tres días a la semana, martes, miércoles y viernes de 16 a 20 horas, más el sábado en que se competían en una Liga de Escuelitas desde las 09 a las 14 o 15 horas. Mi amigo cobró la cuota de los padres de ese mes, le aboné lo pactado y estuve toda la semana yendo al lugar junto con él para hacerme conocer por los chicos y los padres y madres. Eran casi sesenta chicos de distintas edades y salvo siete u ocho de ellos, en que se podía notar el sacrificio de los padres para mandarlos a aprender a jugar, el nivel social se podía catalogar de medio-alto.
Los menores partían desde los siete años y los mayores no pasaban de los once. No podía presentar completas todas las categorías en la competencia de Escuelitas, pero se buscaba de mezclarlos para que todos tuvieran la oportunidad de estar allí. Los ingresos de cuotas me alcanzaban cómodo para solventar el alquiler y pagar a un ayudante, (Roberto), un alumno del último año del Profesorado de Educación Física que me recomendó un amigo, el resto lo guardaba para gastos eventuales, ropa deportiva, trofeos, algunas que otras pelotas nuevas, etc.
Cualquiera podría preguntarse por qué me había metido en ese “baile” a sabiendas que no necesitaba en lo material, pero yo lo tomaba, como lo expresé anteriormente, como una “materia pendiente”, así sepas mucho, enseñar no es para todos y quería demostrarme que podía hacerlo. Ver en la práctica que los chicos aplicaban lo que uno les enseñaba producía una satisfacción aún mayor que la esperada y, según pude darme cuenta a medida que pasaban los días, los chicos iban acompañados de muy pocos padres a los que tuve que demostrarles que mis conocimientos sobre el tema fútbol era superior al de ellos para que se “abrieran” más en el trato hacia el “Profe”, (Título que te dan los chicos y termina enquistado en todos).
Distinto era con la mayoría de las acompañantes, éstas eran madres, tías, hermanas y alguna que otra abuela que, aunque podían convertirse en “hinchas de tablón” y/o casi “fieras guerreras” cuando se trataba de alentar en las competencias, buscaban siempre que los chicos se divirtieran, jugando y haciendo amigos a la par que aprendían.
Entre todo esto, como ya dije que era muy observador, comencé a notar que había cambios en las mujeres que concurrían acompañando a los chicos, a veces sutiles, otras veces no tanto. Lo notaba en pequeñas “mejoras”, algunas uñas arregladas con Manicura, un poco de sombra o rímel en los ojos, el cabello bien peinado, una que otra remera más ajustada o jeans elastizados o un vestido nuevo o el juntarse entre cuatro o cinco para cuchichear mirando hacia la cancha donde corrían los hijos rodeándome.
También estaba el modo de arreglarse el cabello cuando hablaban conmigo antes o después de las prácticas mientras los chicos se cambiaban. Mi ego agradecido y a cada una de ella en que veía algún cambio se lo hacía saber con un halago, mi morbo me decía que alguna ventaja tendría que sacar de estas mujeres, no de todas, eso también hay que decirlo.
De todos modos, no me quería apurar y disfrutaba del tenor de sus conversaciones debido a que las más osadas no dudaron en preguntar en voz alta sobre mi estado civil, si tenía novia, si era divorciado o casado, “casado seguro que no porque no tiene anillo ni marca en el dedo”. -dijo una de las dos abuelas que traía a su nieto de siete años-.
Ya le había echado el ojo y la había visto cuando me observaba, era de muy buen ver, las tetas de una medida que calculé en 95 resaltaban de su físico de un poco más de 1,70, el cabello era rubio y caía en cascada sobre los costados de su cara dejando a la vista un par de ojos celestes dignos de admiración, su boca era de labios medianos y su nariz era poco menos que perfecta. Vestía siempre de remera de cuello redondo, chaqueta y pantalones ajustados que dejaban adivinar un culo mediano que no parecía tan duro pero que, sin dudas, era un imán para ojos y manos, descollaba entre todas y no aparentaba para nada los casi sesenta que tenía (en realidad cincuenta y seis). Además, era una especie de líder entre las otras madres.
- Mal que a algunas de mi pasado les pese, soy y seré soltero, le tengo un poco de miedo al compromiso, -le contesté mirándola a los ojos-.
- Novias no le deben haber faltado, -opinó afirmando otra de las madres-. Ésta (Sandra) era chiquita de físico, pero bien proporcionada, dada, entradora, conversadora y pizpireta.
- Y sí, no lo puedo negar, algunas novias tuve.
- Contá, Nacho, contá, ¿eran de la zona o de otros lugares?, nosotros somos “tumbas”, jajaja, -expresó (Diana) una de las mamás, morocha, llena de curvas y con las picardías dibujadas en su mirada de ojos negros.
- Lo lamento señoras, podemos hablar de lo que quieran, de mi casa, de mi auto, de mi trabajo principal, no tengo problemas en contestar, pero de las mujeres que han estado a mi lado y/o de los momentos que pasamos juntos, jamás de los jamases lograrán arrancarme una palabra, por favor, comprendan, es por Educación y por códigos. -Las miradas que se pasaron entre ellas fue elocuente, la respuesta había caído muy bien y era mi mejor incentivo para quienes tuvieran ganas de «trampear».
Esta conversación no fue de buenas a primeras, se dio así luego de casi dos meses de compartir esos momentos en que esperaban a sus hijos y para eso nos sentábamos alrededor de una mesa redonda como para doce comensales que había en el bufete del lugar y participaban quienes querían, hombres incluidos porque siempre uno o dos padres se arrimaban a la charla.
Una tarde de sábado a finales de la primavera que estaba siendo muy calurosa, nos tocó ir a jugar a un lugar descubierto, la temperatura era de unos 32°, inusual para la época y todo el finde estaría igual, algunos padres (la mayoría) después de que los hijos jugaban se volvían para la casa. El grupo de siempre permaneció hasta el final y, mientras Roberto se encargaba de los chicos repartiendo las gaseosas, se me ocurrió decirles que nos vendría bien una pileta para meternos todos y sacarnos de encima el calor que nos habíamos “comido”.
Fue con doble intención, el jardinero que se encargaba de esto en mi casa había llenado la pileta hacía dos días y más de una me había “pinchado” respecto a dónde vivía y cuando iríamos todos a conocer el lugar. De inmediato se miraron entre ellas, una dijo que en la casa no tenían la pileta con agua, otra opinó lo mismo y la “abuela” (que era la que me interesaba) preguntó, ¿por qué no vamos a tu casa, aunque no haya agua vamos a estar más fresco que aquí?… No hubo más que hablar, eran diez mujeres y mi ayudante, otro padre y yo, chicos eran como quince.
Me había “calentado” con la “veterana”, había aparecido en la jornada con unos shorcitos de jeans que apenas tapaban su culo apetecible, tenía zapatillas deportivas y una remera blanca de hilo, de cuello volcado, que apenas contenía sus tetas que pugnaban por salirse del sostén que se adivinaba de encaje también blanco, su cabello estaba recogido en una coleta, lo cual dejaba al descubierto el par de faroles celestes de sus ojos, que estaba de maravilla, era decir poco.
Nos repartimos en unos ocho automóviles y les marqué el camino, recién eran las dos de la tarde porque debido al calor habíamos adelantado el horario de los partidos. El tema es que, llegados a mi casa, los chicos se desparramaron por el parque para seguir jugando y me llovieron los elogios, no esperaba menos, era un “chiche grande” que mantenía una señora que venía tres veces por semana. Elena, que así se llamaba la “abuela” me dijo que no esperaba tan linda casa y tan acogedora en un tipo soltero, le agradecí y les pedí que dispusiera a placer.
Tenía la enorme heladera de acero inoxidable con varias botellas de gaseosas de dos litros y en la alacena había sobrecitos para preparar jugos, no obstante, dije de acercarme a un Súper cercano que no cerraba al mediodía y compraría pan, fiambre surtido y queso de máquina para hacer emparedados. Elena se ofreció a acompañarme y le contesté mirándola fijo:
- Mejor voy solo, con vos a mi lado me sentiría muy turbado, bastante alborotado estoy por el modo en que viniste vestida.
- ¿Qué decís loco?… ¿Cómo te vas a sentir así con una vieja?…
- Viejos son los trapos y no me engañes, los dos sabemos que estás como para treparse a las paredes…
No pudo contestarme porque se acercaron otras madres y aproveché para irme de allí dejándola con las ganas de escuchar más halagos. Me fui con mi ayudante y aproveché para comprar una caja de vino, cuatro packs de gaseosa, más sobres de jugos, pan, fiambre y queso para repartir, carne, chorizos, achuras y carbón porque si eso se estiraba habría que cenar y aunque la alacena estaba más que completa, me encantaba la carne asada.
Les había dicho que usaran sin problemas las bebidas del bar que tenía en un rincón del living, el vino en la bodeguita del sótano y la cerveza en el freezer chico. Roberto, mi ayudante, me dijo riendo que cuando volviéramos iba a haber más de una madre culo para arriba por la bebida. “Espero que no porque te vas a tener que hacer cargo para llevarlas a la casa”, -le contesté en el mismo tono-.
La pileta tenía marcado en los bordes la profundidad y no faltaba la soga de protección que cruzaba por una cuarta parte de la misma y al regresar vimos que casi todos los chicos estaban adentro del agua con la mayoría de las madres paradas en el borde vigilándolos y con ganas de meterse. Elena, Sandra y Diana fueron las primeras en acercarse al auto para ayudarme con las compras y el comentario fue unánime… “Sos un exagerado, compraste una barbaridad de cosas” … “Más vale que sobre, por otro lado, existen los freezer, acá todo se aprovecha, nada se descarta” …
Noté que Elena me miró, pero me hice el desentendido y seguí con otra cosa, ya adentro de la casa me preguntaron que quería tomar y vi que cada cual tenía su vaso, elegí un vodka con naranja y luego de preguntarme dónde tenía una fuente para los emparedados, me “echaron” de mi cocina, la “abuela” se hizo cargo de todo y no faltaron los cuchicheos entre ellas.
No bien terminaron de hacer los emparedados juntaron a los chicos en una mesa que se encontraba debajo de dos árboles enormes a escasos metros de la pileta y como ya les habían avisado estaban casi secos porque la orden de salir de la pileta no se discutió. Algunos de parados y muy pocos sentados, pero se hicieron cargo a las apuradas de las gaseosas y de los emparedados, los grandes no se quedaron atrás y los “vivas” y aplausos de los chicos me tuvieron como destinatario. Me sentí muy bien con todo eso.
Diana no se aguantó y preguntó delante de todos, “¿la carne la compraste para cenar esta noche?” … “Como gusten, -contesté-, tenemos dos opciones la cocinamos en la cena o vienen mañana y hacemos asado al mediodía, aunque tendré que comprar otras cosas porque me quedé corto” … Los chicos hacían fuerza para que se quedaran, pero las madres no transigieron, la mayoría tenía que volver a sus casas, aunque habían avisado, las esperaban, ya bastante habían hecho “escapándose” todo el sábado.
No obstante, deliberaron un rato entre ellas y decidieron venir el domingo en la mañana, algunas de ella con sus maridos. Terminé riendo para mí mismo porque, no las escuché, pero por los movimientos de sus manos señalándose los brazos y algunas de ellas, las piernas, supe como venía la mano… Había que ponerse el traje de baño y se imponía una depilación. Estaba pensando en eso e imaginando a varias de ellas en tanga, si es que las usaban, aunque más no fuera unas dos piezas, en ese instante se acercó Elena a conversar conmigo.
- Nacho, ¿qué es lo que vas a comer esta noche?…
- Me arreglo con cualquier cosa belleza, de última pongo un trozo de carne en la plancha y corto un tomate, con eso será suficiente.
- Si querés y te lo dejo claro, sin compromiso ninguno, vengo más tarde y te cocino algo, yo no tengo problemas, la llave de casa la tengo yo sola y aprovecharíamos para continuar la charla de hoy.
- Me encantaría eso, pero no vengas con esos shorcitos porque se me alborotan todos los “ratones”, jajaja.
- Vos estás loquísimo, esperame a eso de las nueve de la noche, esto es entre vos y yo, nadie tiene que enterarse de nada.
¡Plim caja!, salió de ella y me encantó notar que se mordía los labios inferiores antes de girar el cuerpo, llamar al nieto y decirle a las demás que ella se iba. Fue como una orden y después de los saludos de rigor, diciendo que volvían en la mañana, se acomodaron en los distintos autos y me quedé solo en la casa.
Eran las siete y media de la tarde y entré en la casa para ir a darme un baño y sacarme de una vez el slip ajustado que tenía, había decidido usarlo siempre que tenía que encontrarme con la gente de la Escuelita, no me gustaba andar mostrando bulto sospechoso, ni que nada estuviera flojo bamboleando con escaso control.
La casa estaba en orden, no había nada fuera de lugar y me gustó el detalle, esperaba más lío porque recorrieron el lugar sin ningún tipo de impedimento y siempre suelen quedar cosas desacomodadas y eso, para un tipo pasado de soltero, atildado y con manías difíciles de erradicar, no solía ser conveniente. Me vestí con un jeans ajustado y una remera de color beige, calzaba mocasines náuticos y, no llevaba ropa interior, por cómo pensaba que venía la mano, seguro que molestaría.
Había prendido todas las luces de entrada a la casa y varias que alumbraban el parque y la pileta, me encantaba que se viera todo, bueno, ¡qué joder! era mío, me lo había ganado con trabajo, dedicación y mérito propio, primero estudiando como alumno destacado y después consiguiendo, con el aval de las notas universitarias, un puesto de privilegio en una empresa de renombre, los sacrificios de mis viejos y el mío propio no habían sido “de balde”. Tomaba una copa mirando el parque y vi las luces del auto.
Elena llegó puntual y pasó directamente hacia la parte de las cocheras en los fondos de la casa, la admiré al verla aparecer, el vestido cómodo, aunque de buena confección y calidad, a media pierna y de verano resaltaba sus curvas, el cabello lo tenía suelto y sus pantorrillas destacaban porque las sandalias de taco alto lograban lo que se buscaba con ellas. La recibí en la puerta con un beso en la mejilla y la tomé de la mano para hacer que su cuerpo girara sobre sí mismo…
- Por favor, ¡qué suerte que tengo!, permitime admirarte, estás bellísima…
- Sos un adulador, son las pequeñas ventajas del dinero que sirven para disimular las arrugas, aunque me encanta que me halagues sin medias tintas.
- Siempre prefiero las verdades y verte así hizo que se me fuera el hambre de comida, mis ganas ahora tienen que ver con el postre.
- Salí loco, voy a terminar por creérmela.
La noté como entregada ante los elogios y cuando me apoyó una mano en el pecho para que la dejara entrar, la tomé de la mano y quedamos pegados por el pecho y con los labios casi tocándonos. Ni siquiera llegué a amagar para intentar el beso, fueron sus labios los que salieron disparados al encuentro de los míos y se fundieron entreabiertos para permitir que nuestras lenguas jugaran en la cavidad del otro y se entrecruzaran con ganas no tan retenidas. Gimió y movió su cuerpo cuando hizo que nuestras pelvis se juntaran y sus tetas se aplastaran contra mi pecho, si ya estaba un tanto excitado esperándola, cuando se dio lo del beso y el gemido, la erección se hizo dolorosa. Me apreté más contra su pelvis, mis manos se aferraron a sus glúteos y los apreté con ganas, ella movió su cuerpo, bajó sus manos y dijo acariciándome:
- ¡Nachooo, ¿dónde tenías esto guardado?… ¡Madre de Dios, esta va a ser una noche larga y sufrida!, jajaja…
Se soltó el vestido y quedó parada frente a mí, vestida sólo con un pequeño sostén de encaje que cubría media teta, el triángulo de su tanga que cubría su vagina y las sandalias de taco alto. “Mujer de bandera”, dicen los españoles y en ésta estaban las de varios países. Apenas unas arrugas en el frente del vientre y luego, según vi, otras debajo de sus nalgas, aunque no la afeaban en absoluto, se cuidaba mucho y engañaba horrores con la edad. Amagó con abrirme el cinturón y bajar el cierre, pero decidió ir a la habitación y tomándome de la mano caminó por delante sin que pudiera evitar acariciarle las nalgas que ya me tenían a mil.
No hicieron falta indicaciones, habían “chismeado” con las otras mujeres por el interior de mi casa y se dirigió resuelta al cuarto. Ya en él y conociendo ella lo que tenía y sabía mostrarlo, subió gateando a la cama y se tardó para girarse y dedicarse a desnudarme, yo hice un movimiento en el sostén y sus tetas de areolas medianas y pezón acorde, quedaron a disposición de mis manos, toqué, acaricié y agachando la cabeza besé y mamé con ganas de morder, desde allí dejó de sacarme la ropa para desmadejarse sobre la cama seguida por mí que no despegaba mi boca.
“Chupalas con ganas Nacho, me enloquece eso que me hacés, arrancá, mordé los pezones y apretá con ganas, allí no hay plástico” … Lo decía orgulloso de eso e incentivado por sus gemidos y por los temblores y contracciones de su cuerpo, me hice un festín de tetas. “¡Ohhh, Nachito!, ¡esto es increíble!”, -expresó mientras, para sorpresa de los dos, tenía un orgasmo que la dejó como con escalofríos, lo que me permitió despojarme de toda mi ropa en un pestañeo, a más, en la posición en que estaba se imponía otra cosa.
Me puse entre sus piernas, bajé su tanga ayudado por los movimientos de sus caderas y me quedé admirado de la suave línea que se dibujaba en medio de sus labios cerrados y también de la tersura y suavidad de su pubis y su entrepierna, después me comentaría que se había hecho la “laser” cuando recién hacía su aparición, en la época en que modelaba (nunca lo había preguntado, pero tenía todo el porte de una modelo de categoría).
Con los dedos de mis manos despegaba sus labios íntimos y actuaron como una flor dejándome ver las distintas tonalidades de un rosa que de pálido pasaba a casi rojo. El clítoris asomaba escondido como con timidez, el perfume de su desodorante íntimo junto a los aromas de su intimidad, embriagaban todos mis sentidos y pasé la lengua desde el rosado asterisco cerrado de su culo hasta el clítoris que ya se notaba palpitante.
El gemido alto, casi grito y el amago para cerrar sus piernas, algo que no pudo hacer porque mis brazos no se lo permitían, pareció como si se actuara echando combustible al fuego, entonces lamí y penetré con mi lengua por todas sus oquedades, absorbí como con saña al clítoris entregado a mis designios y no me importaron ni sus gritos ni sus pedidos llorosos para que tuviera piedad de ella.
Los orificios delantero y trasero parecieron dilatarse por sí solos, el pulgar firmemente enterrado en su recto, sus movimientos y la absorción de su botoncito más erótico la colocaban en una posición rara, las rodillas flexionadas, la planta de los pies sobre la cama y la cabeza era lo único que la unía a ésta pues las dos manos aferraban mi cabeza a la altura de las sienes y me empujaba hacia sí como para que mi cara desapareciera en ese túnel de placer.
Las contracciones y temblores no cesaban, yo tragaba lo que ella expulsaba, pero alguna vez fue tan fuerte su orgasmo que me empapó todo el rostro. Tomé conciencia de cómo estaba cuando su cuerpo se abandonó y cesaron los temblores y los movimientos, la miré saliendo de entre sus piernas y no me hablaba, sólo movía la cabeza de lado a lado como diciendo “no más, no más”. Se había sentido superada por los orgasmos y yo estaba como un semental en celo ante semejante hembra.
Subí sobre ella en la posición del misionero, pensaba en besarla y de camino mis manos acariciaron sus tetas mucho más firmes de lo esperado y con pezones que se encontraban altivos y durísimos. Luego de besar el sudor de su pecho llegué a estar cara con cara, aparté los cabellos que le cubrían casi todo el rostro y la besé con ganas, pero con la suficiente dulzura como para que se sintiera bien y la ayudara a recuperarse. Lo debo haber hecho bien porque cuando me miró esbozó una hermosa sonrisa pícara, los ojos le brillaban y me habló con un poco de dificultad…
- Te juro Nacho que venía dispuesta a un “polvito” y me destrozaste, hace tiempo que no estoy con nadie, ya me estaba olvidando, jajaja, oportunidades hubo, pero… o eran de mi edad con panza y miles de historias por detrás o muy jóvenes o de tu edad y estos no se animaban o se inhibían apenas hacía un comentario con doble intención. Me costó decidirme para estar contigo, lo vengo pensando desde hace un tiempo, hasta que hoy cuajó justo. Sos un “ideal”, bien “calzado”, lindo, tenés un aguante importante, esperás a la mujer, sos muy atento y más que discreto, especial para las mujeres que tienen ganas de “trampa” y de esas te aseguro que estás rodeado.
- Ni cuenta me he dado de eso que decís, jajaja, en cuanto a los hombres, los comprendo Elena, no es fácil tratar de ponerse a la altura de la calidad de mujer que dejás entrever, nuestro machismo nos convierte en temerosos e inseguros, el tema pasa por “dar la talla” y si en eso te entran dudas, fuiste. Yo espero haber estado a la altura en el “anticipo”.
- Quedate encima de mí, me encanta sentirte así entre mis piernas y que podamos conversar sin que tengas el apuro por meterla en dónde sea, ya pasé la época de ese sexo a las “apuradas”. Doy gracias porque tu “vara” es larga y tenés “talla” para repartir.
- Me causa gracia cuando hablás de “vara larga”.
- No te rías, tonto, tu lengua estuvo genial, creo que mi presión arterial subió y bajó más veces de la debida, algo que nunca esperé y sé que lo tuyo no es precisamente una “vara”. No la vi, pero al notarla hace que se me frunzan todos los huecos, aunque primero es lo primero y quiero devolver gentilezas, jajajaja.
Me dio un “piquito”, giró el cuerpo para dejarme debajo de ella y fue bajando por mi torso sin dejar lugar por lamer y besar. Me quedé quieto dejándola actuar, esperé por lo que sabía que me causaría mucho placer y cuando llegó a mi entrepierna, tomó mi pene con las dos manos y exclamó:
- ¡Madre de Dios!, ¿cómo voy a hacer con esto?, me encanta, pero me van a doler hasta las pestañas, dejame hacer a mí, ¿sí?… -Claro que la dejé y se lo reafirmé-.
- Hacé lo que quieras conmigo, en esa posición sos vos la que dirige, apenas si te puedo prestar la “batuta”, jajaja.
- ¡Vaya “batuta”!, nunca se te notó nada, jajaja, no me mires así, las mujeres nos fijamos en los bultos. Haber sabido “tu secreto” y Diana o Sandra ya hace rato que se me hubiesen adelantado, jajaja.
- En este momento no conozco a nadie, excepto a Elena que me está por hacer ver el Cielo.
- Lo voy a intentar dulce y esta noche seguro que no duermo, tengo que ir temprano a buscar a mi nieto y pasaré un domingo con sueño y caminando torcida, pero habrá valido la pena.
Cerrando un puño sobre el ariete aún le quedaba un buen pedazo libre y con una mirada más que morbosa comenzó a introducirlo en su boca, demostrando que sabía bien lo que hacía. No podía pasar de la mitad por más que lo intentaba y retrocedía rápido con arcadas, pero la mirada que me brindaba me tenía “dado vuelta”.
Jugó lo que quiso y tuve que aguantar las ganas de llenarle la boca, “damela toda”, -me pidió- y esperando por el orgasmo que se estaba procurando con los dedos, hice que ambos coincidieran, fue una delicia ese “polvo” y, como no podía ser de otro modo debido a su experiencia, no dejó escapar ni una gota. Luego de limpiarla bien con su saliva le pedí que se colocara encima de mí y lo hizo rápido para besar mis labios en los que quedó el regusto del semen recién tragado.
Todavía quedaba noche por delante y después de un rato nos fuimos a comer algo, preparó un plato ligero con carne en rodajas finas y ensalada de tomates. Nos mirábamos los dos riendo porque nos movíamos por la cocina haciendo la cena completamente desnudos y así nos sentamos a cenar, ya averiguaría lo de las demás M.I.L.F., ahora era momento de cena y de la “película” que me hacía pensando en que no le perdonaría ni las orejas…
Continuará… Por favor, valoren y comenten. GUILLEOS1, se los agradece.
Buen comienzo es excitante.
Esta es la segunda que más me intriga hasta ahora xd