LA ESCUELITA DE FÚTBOL. (9)
Lo de Ángeles fue más que placentero, la empresa marcha mejor, lo de Leticia todavía está “latiendo”, Ivón tiene problemas y regreso a la Escuelita..
ÁNGELES – DECISIONES PARA TOMAR. -9-.
De regreso en el taxi iba pensando en las “fechorías” en que podrían haber participado en sus años jóvenes de modelajes y pasarelas, Ángeles (que así se llamaba la esposa del dueño de la empresa) y Elena. Las dos eran de “armas tomar”, de aquellas que, como decía el dicho: “no pregunto cuántos son, sino que vayan pasando”. Seguramente no tan así pero muy seguras de lo que podrían dar y con un “lomo” que aguantaba sin problemas. En realidad, eran pensamientos que se me ocurrían al azar pues no sabía nada de Ángeles, aunque me quedaba más que claro que Elena había contado “cosas” de nosotros dos y a la “jefa” no le disgustaría experimentar lo mismo que su amiga.
Yo corría con una ventaja que ninguna de ellas conocía, me encantaban las mujeres jóvenes y las de mediana edad, pero las “maduritas” de buen ver me “daban vuelta”, mi libido y mi morbo se incentivaban enseguida ante cualquier demostración de picardía de ellas para conmigo. No tenía dudas de que esto, como lo diría cualquier Analista, lo “arrastraba” desde adolescente cuando una “madurita” me enseñó todas las mieles, aunque esto no me quitaba el sueño ni lo tomaba como trauma, siempre estuve agradecido a esa vecina.
Dormí muy bien y me levanté con un “palo” tremendo, índice evidente que alguna de las “maduritas” o las dos habían estado paseando en sueños por mi mente, nunca recordaba lo que soñaba, pero, por lo que mi cuerpo manifestaba, no había sido con peces de colores. No tardó Ivón en pasar por mi cabeza haciendo algún “trabajo extra” en mi oficina, sus mamadas eran sublimes. El timbre pulsado por Roberto que me venía a buscar enfrió todas mis elucubraciones. Ya en el auto me pasó todas las novedades y me dijo que habían hablado con el Subcomisario para conseguir a dos conductores para los días de semana y eso no me gustó…
- Roberto, le dije a Javier cuando hablamos de esto que “ya vería”, el tema no es que ustedes hagan lo que se les “canta las pelotas”, debían haber esperado mi decisión… -Se lo dije con un tono de tranquilidad que podría anticipar tormenta, el custodio lo entendió así y se puso pálido-. No se hace nada sin mi autorización previa, luego voy a hablar con el Subcomisario.
No le dije más y tampoco amagó a intentar algún tipo de excusa, eso me gustó. Entré a la oficina y saludé a las tres mujeres que allí había, Ivón, Leticia y Marisol, vestida en esta oportunidad con un hermoso vestido veraniego que marcaba sus formas y calzada con unas sandalias de taco medio que resaltaban sus piernas bien formadas, no quise mirar más y pregunté que necesitaba…
- Le traje un presupuesto para la compra de dos antenas satelitales de última generación, la instalación corre por cuenta del vendedor, pero, hay que comprar, cambiar y reforzar el tendido de cables específicos en cada una de las Direcciones, ya tengo el presupuesto de lo que se necesita para la primera Dirección, el tema es conseguir al personal, por lo menos seis, que puedan hacer este trabajo. -La llamé a Ivón mientras le autorizaba las compras-.
- Ivón, ponele mi sello a estos presupuestos autorizados y comunicate con el Director de Mantenimiento para que ponga a seis operarios a disposición transitoria de la Dirección de Informática. Marisol ponete de acuerdo con Mantenimiento para que te dé el personal que consideres idóneo. Algo más Ivón, llamalo al Director de Contaduría para que destine un presupuesto de trescientos mil dólares a la Dirección de Marisol y lo mismo para la Dirección de Leticia, así no vienen a cada rato a autorizar compras.
- Hay que ver la compra de los equipos para mi Dirección, -terció Leticia-.
- Bueno, aprovecha y hablá con Marisol, la Dirección de ella será quien adquiera los equipos necesarios para cada Dirección, -le contesté-, yo me voy a tomar un cortado doble con un par de facturas porque no desayuné y ya me están “peloteando” desde temprano.
Pronto tuve el cortado servido con un par de facturas de “confitería”, a fin de cuentas, de “panadería” pues eran las mismas con un poco más de “brillo” que les daba otro “nivel”, me puse a comer, Marisol se fue y quedaron conmigo Ivón y Leticia.
- ¿Descansaste bien Nacho?, -preguntó Leticia-.
- Sí, me dormí todo, aunque desperté algo contracturado, tendría que recurrir a los masajes que me ofreció ayer Ivón, anoche me invitaron a cenar en la casa del ex Presidente y no pude zafar.
- ¿Estuviste en casa de Félix y Ángeles?
- Sí, cené con ellos dos y como parece que tu madre se prendió al teléfono y le contó a Ángeles algunas cosas, entre ello, la RCP que le hice y que habías sido nombrada Directora, se alegraron por esto y me dijo que quería pasar a saludarte e invitarte a cenar y luego del horario de la empresa juntarse para hablar conmigo sobre los planes que quiero instrumentar, lo cual me jode para ir a la Escuelita, pero, no le puedo decir que no.
- Sí, claro, me imagino… hablar con vos por los planes a instrumentar en la empresa… Ya voy a hablar yo con mi madre por lo boca-suelta que es, -expresó Leticia un tanto disgustada e Ivón lo notó-.
- ¿Pasa algo con ella, no te agrada?, -inquirió la secretaria-.
- Al contrario, ambos siempre me trataron de maravilla, aunque sé que nunca fue una empresaria dedicada a la empresa es una mujer muy dada, muy simpática con quien quiere serlo, en fin, yo me entiendo…
- Como sea, yo no dependo de ella para actuar, pero no voy a ser el “ogro de la historia”, si quiere hablar, hablaremos.
Leticia se retiró aduciendo que tenía que recibir a los postulantes e Ivón me miró con toda la picardía en la sonrisa, “cuando quieras te doy los masajes para hacerte sentir muyyy bien y recordá que, si esta “brujita” te dice que es carnaval, apretá el pomo, jajaja, está “hasta las manos” la Doctora, jajajaja”. Se fue sonriendo y no pude menos que acompañar su sonrisa, no se le escapaba una. De lo que no me cabían dudas era que Leticia conocía muy bien el proceder de Ángeles y más se me metió entre ceja y ceja el culito de la “veterana”.
La mañana transcurrió sin demasiados pormenores, apenas un par de representantes de empresas para tratar de lograr los servicios de distribución general de mercaderías, que fueron filtrados por Ivón y derivados a Leticia. Respecto al tema de los camiones y los fletes al interior de la Provincia y a todo el país, le encargué a la Dirección contable un estudio de factibilidad para tener nuestra propia flota de transportistas sin necesidad de tener nuestra propia flota de camiones, todo lo cual tenía que verlo también Legales. La idea era que camioneros independientes, debidamente contratados y organizados, trabajaran para la empresa.
Yo lo veía de este modo, las empresas de transportes y cargas brindaban el servicio a las empresas recurriendo a camioneros independientes, generando por contrato una determinada relación de dependencia con ellos que cobraban por viaje realizado, no tenían una chorrada de inversión de camiones como propios de esa empresa. Ni siquiera se hacían cargo por la rotura de los vehículos o la enfermedad del dueño del camión, si estaba en condiciones y le tocaba el turno hacía el viaje, sino lo hacía el que estaba en el turno posterior, hasta el Seguro del vehículo y el canon del Sindicato corría por cuenta del camionero.
A ver si me explico, era algo similar a lo que sucedía con las Agencias de Seguridad, te brindaban el servicio haciéndose cargo de los gastos de ese personal, gastaban diez (10) para brindar el servicio y a la empresa a la que le brindaban el servicio le cobraban veinte (20) o más. Los emolumentos para estas empresas de servicios eran siderales y solventaban con esas ganancias los gastos propios de la empresa que montaban, empleados administrativos, impuestos y pingues beneficios para quienes dirigían y repartían sin invertir, ¿por qué no hacer eso directamente con la empresa que tenía los viajes ya programados?… No era sencillo, pero, el estudio de factibilidad desde el punto de vista contable y el estudio desde el punto de vista Legal ameritaban el intento porque era mucho dinero el que estaba en juego y yo lo veían como una sangría evitable.
Un poco antes de las dos de la tarde apareció Ángeles, se presentó con mi secretaria y zafé de recibirla porque estaba recorriendo la planta de elaboración, Ivón le hizo saber que enseguida me llamaba, “no es necesario que venga corriendo, no lo tengo a Ignacio como una de esas personas, ni quiero ser inoportuna, que atienda tranquilo, por favor, sólo avísele que yo llegué y estoy charlando con Leticia”, -le contestó-, luego golpeó en la oficina en que le dijeron que estaba la hija de Elena y, según me dijo, Ivón no pudo evitar la sonrisa cuando escuchó: “Leticita, cuanto hacía que no te veía”.
Me tomé mi tiempo y regresé a mi oficina cuando faltaba poco para terminar la jornada, fui a la oficina de la Abogada, la “jefa” se levantó para saludarme con un abrazo efusivo y un beso en la mejilla apenas entré, algo que pareció generar un chispazo en los ojos de Leticia. La morocha ex modelo vestía muy similar a la noche anterior, lógicamente con otro vestido ceñido y de marca y otro par de sandalias.
- Hola Nacho, no te extrañamos para nada, imaginé que estarías ocupado porque hay que cubrir varios frentes, pero charlando con Leticia, el tiempo me pasó volando, hacía mucho tiempo que no la veía y está cada día más hermosa.
- Me alegro que hayas estado bien, no podía zafar porque era una visita programada con los Delegados sindicales y la gente, ya sabés que hay que estar bien con ellos.
- No hay problemas por ello, Leticia me decía que tiene que irse para llevar al nene a la Escuelita, podríamos haber tomado el té los tres juntos porque me pidió Félix que te pregunte de varias cosas, aunque no faltarán oportunidades de compartir ese té, de hecho, la invité a cenar una noche de estas y no sería mala idea el que vinieras con ella.
- Eso lo vemos después Ángeles, ahora me estoy yendo porque el “enano” de mi hijo me tiraniza un poco y no quiero hacerlo esperar, avisame cuando te quede bien lo de la cena, en una de esas, si mamá está bien, vamos las dos, mandale un beso enorme a Félix, -expresó Leticia con ganas de salir de raje-.
Pasamos a mi oficina, le dije a Ivón que se podía retirar y pedí, por favor, que le avisara a Roberto que se llevara el auto, yo me movería con el auto de Ángeles o en taxi. Al quedar solos entendí que los disimulos estaban de más y le pregunté:
- ¿Qué habrá sido lo que Elena te estuvo contando de mí?, anoche hablabas como si supiera bastante.
- Ya te lo dije, nos conocemos bien desde hace mucho tiempo y somos confidentes, me contó que gozó con vos como nunca le había pasado y eso que yo la vi gozar bastante, igual, no le creo mucho.
- Jajaja, ¿es una técnica para que me pique en mi orgullo?, conmigo no te va a dar resultado, no suelo hacerme propaganda, apelo a la discreción, pero si hay que dar una opinión prefiero que sea “después”.
- No, nada que ver, resulta que creo que Elena es de idealizar, pero… me interesa mucho saber que puedo opinar yo “después”.
- Hecho, te propongo algo y aclaro que ya de entrada voy perdiendo porque sos muy hermosa y me cohíbo un poco.
- Sí, claro, ya me lo estoy creyendo, te voy a seguir la corriente.
- Acá es preferible no intentar nada, nunca falta un “buey corneta” que se destaca por hacer lo que no debe, ¿por qué no vamos a mi departamento y tomamos el té con un poco de intimidad?
- Dale, vamos pero que no te sorprenda que tome la iniciativa, soy muyyy fogosa y en una de esas quiero descubrir si es verdad lo que me contó Elena.
Ya estaba recaliente, no sólo era por lo que pensaba que haríamos, la mirada de deseos que dejaba asomar anticipaba placeres que tenía ganas de disfrutar. Con el coche no tardaríamos más de cinco minutos para llegar y no habló nada mientras manejaba, pero la mirada profunda de sus ojos negros me daba a entender que estaba dispuesta a darme una “paliza sexual”. Además, había poco que hablar, ella sabía a lo que había venido y los dos sabíamos para que íbamos a mi casa.
Entró directo a la cochera y desde allí subimos hasta el décimo, se notó que el lugar le gustó, miró de pasada el recibidor y entró como si fuera la dueña del lugar. Caminó unos cuatro pasos por delante, la vi girar para mirarme de frente y despojarse del vestido que cayó a sus pies, una escultura con formas de mujer vestida sólo con un par de sandalias quedó parada en frente de mí y, acostumbrada a que la admiraran con una pose de pantera a punto de saltar, preguntó:
- ¿Te gusta la “viejita” que ves?
- Me encanta el exponente de mujer que me estás mostrando.
Para que voy a negarlo, contuve las babas y las ganas de arrojarme sobre ese cuerpo de treinta con antigüedad muy bien disimulada de casi sesenta y no dije más. No había parte de su cuerpo que no me llamara, depilada por completo, sus tetas operadas, con un sistema que no las convertían en un molde de bol, sino que las mantenían con determinada altivez. El vientre chato, las caderas delineadas que dejaban adivinar unas nalgas primorosas y un par de columnas firmes que mantenían en pie a la obra de arte, incitaban a abrazarla y devorarla degustando cada pedazo de piel cual si fuera el más dulce de los postres.
Mi saco y mi corbata habían quedado en el recibidor y me acerqué a ella desabrochándome la camisa, se notó que lo que vio no le disgustó y traté de contener mis manos, apenas si rocé sus tetas pasando mis brazos por debajo de los suyos y la abracé apoyando las palmas de mis manos en su espalda, la apreté contra mi pecho y besé sus labios llenos. Su boca se abrió entregada y el gemido profundo dejó saber que el gesto de no apurarme le había agradado, me lo demostró apretándose contra mí, sus tetas parecían querer hundir mi pecho y su pelvis se apoyó buscando el bulto que el slip apretado no podía contener.
Separó un instante sus labios de los míos para decir en voz baja, “creo que Elena no me engañó”. Luego de la “pelea” de bocas, dientes y lenguas, se separó para sacarme la camisa y aflojar el cinturón, pero el gemido y el temblor que la asaltó cuando besé su cuello la hizo desistir. Luego pareció recomponerse y exigió, “no me dejes marcas”, “chúpame las tetas, pero no me las muerdas”, “apretame las nalgas con tus manos”, “no me toques el agujerito del culo”. Un par de segundos después de decir eso le lancé la carcajada en la cara y la miré con dureza diciendo, “las pavadas dejalas para tu marido o para algún pelele con el que te saques las ganas, si querés gozar, seguime y mantené la boca cerrada”.
Me cambió el chip en un instante, eso también me lo había enseñado mi primera “maestra sexual” cuando, aun siendo un chico, dejé de lado sus imposiciones pretendiendo que hiciera tales o cuales cosas en la cama e impuse mis ganas de hacer, “no le permitas nunca a ninguna mujer que haga de mandona en una cama, acabo de darme cuenta que esas formas y exigencias no le permiten gozar ni tampoco transmitir el gozo”.
Con sus razones o sin ellas, a mí siempre me había dado resultado ser el que “mandaba” en una cama. Sin gritos, sin violencia, sin autoritarismo machista, permitiéndoles hacer lo que quisieran, pero sabiendo que era yo quien lo permitía. Para mí la cama era un territorio para recibir y dar o para dar y recibir placer, tomar el acto como una descarga fisiológica o de demostrar que se podía me pareció siempre aberrante y de mediocres que denotaban una falta de respeto total por la pareja del momento denigrándola a la categoría de “paja”. No era la primera vez que me tocaba una mujer que procedía como Ángeles y mi temática siempre fue igual, allanarse a lo que yo pretendía o “puerta y su ruta”. Mi ego siempre estuvo bien con esta forma de ser y “algo” debí hacer bien porque nunca dejaron de intentar repetir.
Al llegar a la habitación le solté la mano y mientras terminaba de desnudarme subió a la cama mirándome con varios interrogantes en la mirada. Pareció tener un arrebato de “rebeldía”, igual me aceptó nuevamente los besos y ya no habló, pero era como si esperara por ver como yo me comportaba. No la dejé pensar en nada más porque abrí sus piernas con las dos manos y me zambullí de cabeza en su entrepierna, noté como se estremeció con esto contrayendo todos sus músculos y como, poco a poco, se fue aflojando, suspirando y emitiendo gemidos que ya no pudo disimular.
Su vagina que no estaba lubricada pronto comenzó a dejar fluir sus jugos y me ensañé con ella. Mi boca, labios y lengua se convirtieron en “dueñas” de su cavidad y hasta pude manejar sus contracciones productos de diversos orgasmos chicos que la asaltaban, comenzaba a temblar y se tomaba de mis cabellos con la punta de los dedos cuando dejaba sus labios íntimos y absorbía su clítoris mediano y erguido.
Fueron una, dos o tres veces así y gritando “sí, sí, sí, sí”, explotó en un orgasmo que dio la impresión de tener guardado desde hacía tiempo. “Por favor, Nacho, por favor, cogeme o dejame chupártela, necesito sentir tu pija”, -dijo y no sonó como una orden imperativa, decidí darle el gusto y me incorporé para presentar el miembro endurecido ante sus labios-.
“¡Ohhh, por Dios, no voy a poder!”, -expresó dejando de lado cualquier altanería-. Sonó a un pensamiento en voz alta y se dedicó a la tarea de pasarle la lengua y tratar de introducir el glande en su boca. Estuve tentado de decirle que, comparándola con Elena, su mamada era una porquería pues hizo precisamente lo que más me molestaba, con sólo el glande en el interior de su boca, movió su mano tratando de pajearme.
Jamás me sentí un “veterano consumidor de sexo pago” ni un “pendejo calentón de acabada rápida” o un “taxi boy que coge siguiendo directivas” y si, debo reconocerlo, algo me enojé, tomé su nuca con una mano y con la otra usé mis dedos para apretar fuerte uno de sus pezones.
Logré lo que quería, el “¡ahhhh!” que emitió dejó su boca libre para deslizarme hasta su garganta, no fueron más de tres veces de entrar y salir rápido y ni tiempo le di para las arcadas porque la saqué viendo que por el costado de sus ojos se deslizaban algunas lágrimas. “Así es como se debe dar una buena chupada”, -le dije-. Tampoco esperé a que me contestara, me moví y levantando sus rodillas puse sus piernas al costado de mi cuerpo apoyando el glande en su orificio vaginal, “despacio, Nacho, por favor, despacio”, -alcanzó a decir gimoteando, pero sirvió para que me controlara-, pensaba entrar de una y hasta el final, menos mal que no lo hice así…
Costó lo suyo entrar allí, sus paredes dilataban bien, pero la apertura de sus carnes no era fingida, el ariete se hizo sentir en todo su recorrido y al quedar pegados mis huevos a sus nalgas, me quedé quieto dejándola que se acostumbrara al “invasor”. Sus ojos abiertos como el dos de oro y su boca entreabierta dejando asomar un hilillo de baba, denotaban la sorpresa y el dolor de la penetración en ese lugar extrañamente estrecho. Mis manos acariciaron sus tetas, no tocaron ni apretaron, acariciaron y se notó su reacción al endurecer sus pezones y al comenzar a moverse casi imperceptiblemente.
“¡Qué terrible Nacho!, nunca tuve algo tan grande ahí adentro, no te muevas, por favor, no te muevas, dejame a mí, quiero tratar de disfrutarla, Elena se quedó corta”, -lo expresó de forma entrecortada-. Allí me di cuenta que toda ella era una fachada de “femme-fatal” que la práctica de la cama derrumbaba rápido y me lo aclaró más tarde, su único hombre, desde hacía tiempo, era su marido, pero escuchar a Elena hablar de mí tan entusiasmada y colmada de dicha, la había llevado a intentar una seducción para tratar de salir de la monotonía, sin pensar con la que le tocaba “bailar”.
Como fuere, eso me lo aclaró después, mientras tanto, la inmovilidad dejó de tener razón de ser, por mis ganas y por sus movimientos que comenzaron a darse con más naturalidad. Sus gemidos casi gritos no paraban y ya estaba lo suficientemente dilatada como para no sufrir dolores fuertes, pero sus gestos denunciaban incomodidad. Era la posición, ya no era una criatura de músculos elásticos y cuando salí de ella me pidió que lo hiciera estando en cuatro, que así se sentía mejor. Me llamaba a mi juego, esa posición me encantaba porque la penetración era distinta, más cómoda, más profunda y dejaba a mí vista sus nalgas prietas y su asterisco anal a merced de mis dedos.
A esa altura la lubricación sobraba y mi ritmo de entradas y salidas era constante provocando que golpeara sus manos en la almohada y temblara gimiendo y contrayéndose en orgasmos que no podía contener. Pedía más, gritaba un tanto descontrolada y de modo parecido en que le pasó a Elena, le salió el “arrabal” desde las entrañas… “Seguí cogiendo, haceme flecos la concha, más adentro, no te cortes, empujá, otro más, otro más, ahhhh, ¡qué cogida, por Dios, qué cogida!, no te prives, llename la concha de leche” … Se había convertido en la Ángeles que yo quería y eso me encantaba.
Como siempre me pasaba, me había aguantado al principio y, debido a esto, podría pasar un rato largo sin acabar y en eso estaba, entrando y saliendo a un ritmo cansino, disfrutando de la piel empapada de transpiración de Ángeles, acariciando su espalda y sus tetas que colgaban, sintiendo que sus jugos bajaban por sus muslos y los míos y que el interior de su vagina parecía hervir, hasta que decidí que era hora de llevar a cabo lo que me había prometido a mí mismo, el culo hermoso de la “veterana” me esperaba y pensaba inundarlo.
Comencé a jugar con mis pulgares en el asterisco, sabía que era la mejor forma de dilatarlo. Metí uno de los pulgares y se tensó, jugué con éste tratando de estirar las paredes del esfínter hacia los costados y cuando quise jugar también con el otro pulgar, torció la cara para pedirme en una especie de ruego sollozante, “el culo no Nacho, me duele mucho, no la voy a aguantar, el culo no, tengo miedo por ahí”.
No estaba por la labor de violarle el culo a lo bruto, me salí de ella, la hice girar y estando boca arriba me subí a besar su boca, su cara, su cuello y sus tetas de gusto salado. Una mano buscó su vagina y los dedos comenzaron a entrar buscando su punto “G”, se contorsionaba con esto y respondía a mis caricias y besos con una ternura que no había mostrado, los escalofríos cuando pasaba mi lengua por su cuello eran evidentes y le hablé bajito cerca del oído:
- Viniste a sacarte una duda cogiendo y te la estás sacando, pero no te vas a ir sin que te haga la cola, es el precio del placer que experimentaste hoy.
- Ni a mi marido lo dejo, es un dolor espantoso, no puedo Nacho, no puedo, entendeme.
- Yo te entiendo cielo, pero la cola te la voy a hacer.
A todo esto, el pulgar de mi mano acariciaba su clítoris, el índice jugueteaba en su vagina y los tres restantes, hartamente lubricados por los jugos, hurgueteaban metidos en su culo, estaba tan preocupada pidiendo que no se la metiera por la cola y pendiente de su negativa que a la par que gozaba de mis caricias y no se había percatado de esto. Le hice adoptar la misma posición que la primera vez, mantuve sus piernas con mis brazos debajo de sus rodillas y busqué su vagina con el glande, entré lo suficiente para lubricarme bien y luego fue salir moviéndome un par de centímetros hacia abajo.
El ariete estaba durísimo y yo no tenía necesidad de agarrarlo con la mano, apretarlo y endurecer el glande para penetrar en un culo “virgen” como hacían en los videos del porno y se mandaban con el “morcillón” en un agujero que de virgen ni mierda porque entraba de una, sin reticencias y sin pedir permiso. Empujé en el agujerito dilatado y cuando intentó moverse para impedirlo ya tenía una tercera parte adentro, apenas si esbozó un “ayy” que no se estiró y se quedó callada, ayudé quedándome quieto y esperé a que se acostumbrara al “pedazo”.
Me di cuenta que no valía esperar demasiado, se había endurecido y estaba pronta a gritar, entonces comencé a moverme muy despacio e hice que cada vez el ariete penetrara un poco más, ella, cogida por cogida, con más de la mitad adentro no tuvo más remedio que colaborar y movía sus caderas al mismo ritmo lento que yo. Estaba todo genial, pero… hacer un culo conlleva una cierta pizca de sadismo y este afloró cuando faltaban unos tres centímetros para que pelvis y nalgas se juntaran. ¿Fue ex profeso?, si fue ex profeso y guardé lo que faltaba de un empellón.
Allí sí que gritó, pensé que algo se había roto allí adentro y no me importó, mis movimientos se aceleraron, sin que el mete-saca se hiciera cargo de sus grititos de dolor, esperaba, como aconteció, que resignada, se pusiera a colaborar… ¡Qué joder con Ángeles! aún no me había contado lo del marido y yo creía que era una “veterana putita” que se hacía la remilgada. Como fuere, no se enloqueció moviéndose, pero no le disgustó el hacerlo, hasta que me pidió que la volviera a poner en cuatro. Lo hice y ya no fue tan despacito, sólo se escuchó un “uffff” al llegar al fondo y sus caderas se movieron de otra forma.
Estaba gestando un buen orgasmo porque una de sus manos estaba metida en su entrepierna y yo estaba listo para acompañarla en esa explosión. Comenzó con un “sííí” que fue in crescendo hasta convertirse en un grito y ya no se detuvo, yo me pegué a sus nalgas y, verdaderamente, la inundé, fue un enchastre pues al moverme con el resto que me quedaba logré que mi semen rebalsara y ella orinó la cama con un par de chorros que no pudo contener. Quedamos los dos estirados uno encima del otro, respirando agitados y tratando de recuperar el aliento, de pronto, la escuché reír, estaba feliz y me contagió.
- Sos de lo que no hay, me terminaste rompiendo el culo y nunca podré agradecerte ésta felicidad, una vez me lo rajó mal un tipo en una salida que tuvimos, fue de prepo y nunca más quise intentarlo. Tengo que pedirte disculpas, le sonsaqué a Elena de mentira verdad porque la escuché muy entusiasmada, pero si no lo hubiera hecho no hubiese conocido todo esto, ni me hubiera dado cuenta de mi inoperancia sexual…
- No lo tomes a mal, pero, por tu forma de ser, nunca hubiese creído la limitación que ponés de manifiesto.
- No lo tomo a mal, sucede que me desenvolví siempre en un ambiente de “fachadas constantes” y se te pega en todo, aunque, ya ves, siempre te llega la “horma del zapato” y bienvenida sea. -Allí me contó lo del marido-. Félix siempre me dio todo, pasamos momentos duros los dos juntos y aún con montones de oportunidades, nunca, al igual que estoy segura que lo hizo Elena, se me dio por joderlo. Me felicito por eso, pero viene bien que “a la vejez viruela” pudiera experimentar todo esto, ahora comprendo que antes de Félix fueron todas “pendejadas” de creída.
- Me alegro haber estado aquí, ahora puedo decir que sos una mujer maravillosa. Voy a tratar de levantarme para servirme algo, ¿qué querés tomar?
Serví un par de tragos y nos quedamos un rato charlando abrazados a un costado de la cama pues el centro de la misma era un asco. El aroma que impregnaba la habitación no era precisamente de lo mejor, por eso me levanté a abrir el balcón, aún con el aire acondicionado prendido.
Ella me felicitó por el departamento y me hizo un par de bromas del tenor de las que me había hecho Ivón, respecto a que era un lindo “lugar de citas”, festejé sus bromas y cuando quiso cambiar las sábanas le pedí que no lo hiciera, “si te querés quedar a dormir tengo otra habitación similar preparada”, -le dije-. Me contestó que no podía, aunque hubiese tenido ganas, pero me pidió que nos bañáramos juntos, accedí encantado y agua, jabón, caricias, besos y ganas renacidas derivaron en otros grititos de placer y un par de orgasmos extras, además, sin ningún tipo de remilgos para que volviera a perforar su culo con ella fuertemente asida de las canillas de la ducha.
Me dijo que entendía que cada cual tenía su vida, dándome a entender que no me jodería, pero me preguntó si le podía contar a Elena, le contesté que no tenía problemas y que las dos eran terribles, “algún día las encierro a las dos aquí conmigo y veremos que resulta”, -lo tiré como una gracia-…
- Ella y yo ya nos conocemos de jovencitas, no me tientes porque es una posibilidad que desde ahora ya camina por mi cabeza, voy a buscar la oportunidad cuando la rubia esté mejor de salud y no vas a poder negarte…
La acompañé hasta la cochera y nos despedimos con un beso apasionado antes de que subiera a su auto. Al final había resultado una tarde plena de variantes, pero definitivamente espectacular. Me quedaba regresar y ordenar un poco, antes de quitar las sábanas y el cubrecama, hacer un bollo con ello y junto con otras prendas colocarlo en una bolsa de plástico identificada con la “A” y el “10” que se mandaba por un conducto hacía el subsuelo para que se llevara al lavadero, llamé al restó para que me trajeran la cena, al rato cenaba en el balcón-terraza mirando las luces de los otros edificios y me sentí bien.
En la mañana pasó Julio a buscarme y recordé que no había hablado con el Subcomisario por el tema de los conductores-custodios y lo llamé pidiéndole disculpas por la hora. Llegué a un acuerdo con él por la conveniencia de tener a dos conductores para hacer 24 x 24 y los custodios en la casa harían 24 x 72, eso sí, como ya el trabajo era fijo, figurarían como honorarios de seguridad y cobraría mil quinientos dólares por mes, pagaderos en esa moneda extranjera, ninguno puso el menor “pero”.
Lo único que me planteó era que uno de los aspirantes al puesto de conductor era mujer, “si cumplimenta las mismas exigencias que los demás, no tengo inconvenientes, lo mío es sencillo, si cumple, genial, sino, la cambio, no voy a andar con vueltas, si pretenden igualdad porque son mujeres que se pongan a la altura y equiparen para arriba”. En la oficina me pasaron las novedades y se notaba en Leticia y en Ivón las ganas de preguntar por cómo me había ido en la charla con la esposa del ex Presidente, pero, no se animaron y no les dije nada.
Notaba que las cosas comenzaban a marchar, Ivón era un filtro excelente y sabía discernir cuando trasladarme problemas o inconvenientes o cuando solucionarlos ella en la medida de sus posibilidades. Leticia armaba su Dirección, se había decidido a tomar a tres Abogados recién recibidos (dos chicas y un muchacho) y pronto se había abocado al estudio de contratos y a “afilar” el tema de los transportes de cargas. Marisol también había contratado a dos programadores y estaba metida de cabeza en la restructuración del programa de Informática.
Todas las otras Direcciones parecían marchar sin inconvenientes, era evidente que las circunstancias de las detenciones y cambios en las distintas áreas de la empresa había puesto las “barbas en remojo” de muchos, sin descontar que los reemplazos estuvieron bien elegidos.
Hacía tiempo que había aprendido que el secreto de todo buen líder estaba en saber elegir a sus colaboradores y en saber cómo delegar, nadie puede estar en la misa y en la procesión, sin olvidarse de saber controlar porque no era el caso de que cualquiera de ellos hiciera lo que se le venía en ganas y para eso bastaba la reestructuración en el área de Informática, la cual implicaba un control de todo su trabajo. Cerca del mediodía recibí una llamada de Elena, la madre de Leticia estaba recuperada y con el mismo buen ánimo de siempre…
- Hola mi “salvador”, ¿cómo andan tus cosas?, me enteré que tuviste unos días complicados, aunque también me enteré que otros días la pasaste “muyyy biennnn”.
- ¿Cómo anda mi belleza, cómo te sentís?
- Bien, ahora estoy bien, un poco enojada con vos porque no pasaste a saludarme.
- No te enojes… Sucede que le tengo aversión a los hospitales, no sabés como me costó esperar en esa Sala por las novedades de tu estado de salud. Además, siempre estuve al tanto de tu evolución, Leticia y últimamente Ángeles me contaban de vos.
- Sí, lo sé, Leticia me contó como sos y que te tenía al tanto, respecto a Ángeles, disculpame, no pensé que iba a actuar así.
- No tengo nada que disculpar, ya pasó, además actuó más que bien, jajaja.
- Sos terrible, ya me contó de una idea que… bueno, bueno, no sé si aguantará mi corazoncito, jajaja…
- Vos recuperate bien y después lo charlamos, esas ideas de “compartir” me encantan.
- Mejor hablemos de Leticia porque con este tema me “caliento” y todavía no sé si debo o si mi “cuore” va a aguantar lo que mi cabeza piensa. Mi hija está entusiasmada y la veo genial con el trabajo y la posibilidad de estar a tu lado.
- ¿Qué le pasa “suegra” me está haciendo de “Celestina”?, jajaja.
- No seas tonto, aunque me encanta que me digas “suegra”, lo que pasa es que la veo “metida hasta los tobillos” con vos, más madura, más responsable, dedicada a su hijo, reconociendo errores.
- Yo también lo noté y no me disgusta la posibilidad, pero ya sabés como soy, me gustan todas y asumir esa responsabilidad para con una sola me trastoca todo lo que venía pensando y actuando, además está Peter de por medio y no querría ilusionarlo, los chicos suelen sufrir mucho las malas decisiones de los mayores.
- Sí, ya pensé en todo eso, si yo fuera ella, con tal de estar a tu lado, aceptaría una relación “abierta”.
- Jajaja y me decís “terrible” a mí… Te olvidás de algo que para mi modo de pensar no cuaja, mi machismo y mi egoísmo no permitirían que la relación sea tan “abierta”. No soy de permitir “deslices”, aunque yo los cometa, puede catalogarse de “hijoputismo” pero… es lo que hay.
- Creo que ella y yo lo tenemos claro, te podría decir como actuaría yo en estas circunstancias, pero no como actuaría ella, aunque… cuando una está enamorada acepta hasta lo imposible. Yo estoy “un poquito” enamorada de vos y te acepto todo, pero no conozco la intensidad de los sentimientos de mi hija.
- ¿Sabés que sucede “Celestina”?, el amor y las aceptaciones están geniales al principio, el problema es mantenerlo en el tiempo, suelen surgir celos, falta de confianza, tiempos que se exigen, protagonismos desmedidos, ¡qué sé yo!, hay muchas variantes negativas que se pueden presentar y yo no estoy para tolerar exigencias de ningún tipo. Me voy a sincerar con vos y espero que no seas “boca-suelta”, jajaja… Siento algo muy especial por Leticia y Peter y sé lo que les puedo brindar, mi duda grande es por ella y no quiero lastimar a nadie.
- Si tuviera veinticinco años menos no te me escapabas, lo hice con mi marido abandonando fama, vivencias juveniles y glamur mirá si no lo iba a hacer con vos que tenés el plus extra de una cama excelente. Bueno, cambiando de tema, ¿vas a ir hoy por la Escuelita?
- Sí, hoy voy a ir, tengo que resolver el tema de los trofeos y ver con Roberto para que, los martes, se haga cargo solo, no puedo ir todos los días.
- Me imaginaba que surgirían ese problema, cuando aparezcas algunas te van a querer violar, jajaja. Te mando un beso enorme.
Corté la comunicación con Elena pensando en lo que me había dicho y en lo que me había surgido y dije yo. Efectivamente, tenía unos sentimientos “especiales” por Leticia, pero me costaría mucho entrar en la variante de “tipo bueno” con mi pareja y andar “sacando los colmillos” a escondidas, no me parecía justo ni para ella ni para mí pues sería algo basado en el engaño. Decidí dejar pasar el tiempo, ya se vería, tetas, culos y cuerpos femeninos apetecibles me sobraban.
No habían pasado diez minutos cuando escuché que Leticia le decía a Ivón que quería verme, no esperé que me preguntara, le contesté por el intercomunicador que la dejara pasar. Entró en mi oficina y estaba radiante, el traje sastre, aunque no tenía puesto el saco, le quedaba “dibujado” y los pantalones resaltaban las bellas nalgas de la rubia…
- ¿Qué andabas necesitando Leticia?, perdón, ¡qué bonita que estás hoy!, lo primero es lo primero.
- Gracias, sos un adulador, ya me “compraste” … Quería preguntarte si hoy ibas a ir a la Escuelita y además informarte que hay posibilidades con el tema de los camioneros independientes, estuve redactando un contrato tipo para ellos que vas a tener que autorizar e hicimos con el Contador una evaluación de gastos, ¡es increíble el dinero que se ahorra la empresa!…
- Ya me lo imaginaba, después lo vemos bien porque parece que lo que más te interesa es lo de la Escuelita.
- Me interesan las dos cosas, pero el tema de la Escuelita te lo pregunto más por Peter, te extraña horrores y eso que te vio hace poco, bueno, no sólo los chicos te extrañan, algunas mamás me preguntaron qué te pasaba.
- Recién hablaba de eso con tu madre, me llamó para retarme porque no la iba a ver.
- Es una metida, ya le dije yo como eras con los hospitales.
- No hay historia, fue una broma de ella, aparte aprovechamos para hablar de Ángeles y de vos.
- De Ángeles, ni fu ni fa, es amiga de mi madre, me interesa lo que estuvieron hablando de mí, ¿se podrá saber?
- No señora, hoy te dije el nombre de los pecadores, pero no podrás hacerme contar sobre el pecado, jajaja.
- ¿Nunca te dijeron que sos muy malo?
- Sí, varias veces, seguramente a ti te dijeron que sos hermosa pero hoy estás más linda que nunca.
Se fue moviendo el culito de forma exagerada y riendo, pero más que agradecida por el piropo que, por otro lado, nunca venía mal si surgía en el momento justo. Faltaba como una hora para irnos y entró Ivón a mi oficina, “Nacho, ¿tenés un rato?, necesito hablar algo con vos”, el tono de la pregunta y la cara de Ivón me dieron a entender que tenía algún problema y ella no era de trasladar problemas “chicos”.
- Sentate cielo, se nota que estás bastante tensa, no te muevas, yo te hago unos masajes y me contás que está pasando.
- Dale, me vendrían muy bien, sucede que tengo problemas en casa con mi marido.
- ¿Qué le pasa ahora?, me imagino que sigue trabajando, ¿o no?
- Sí, sigue trabajando, pero, como ahora tiene un cargo ejecutivo se le subieron un poco los humos y discutimos feo por eso, me trató mal y me refregó en la cara que soy una simple Secretaria.
- Pero… disculpame… no puede ser más pelotudo tu marido, está claro que está en ese puesto gracias a vos.
- Es que precisamente, en la discusión surgió eso, así se lo hice saber y me trató prácticamente de puta diciendo que seguramente te debí pagar el favor entregándome a vos, no fueron precisamente esas palabras, fue muy ofensivo y no quisiera que vos tengas problemas.
- ¿Yo?, para nada cielo y si te jode lo puedo hacer dejar en la calle con un llamado telefónico, lo que sucede es que volverías al problema anterior y ahora agravado, ¿estás segura que no hay algo más?
- ¿Vos decís si tiene alguna otra mujer?… Puede ser, casi, casi te diría que sí, a nosotras no se nos “escapan” esas cosas, de hecho, cuando regresó del Congreso del fin de semana, ni me tocó, pensé que tendría que disimular porque había estado con vos, pero, él como si nada. Seguro que hay otra, lo que no podría decirte es si es anterior o del trabajo nuevo, pero su reacción es típica, ataca porque sabe que está en falta.
Ivón me contaba las vicisitudes que pasaba con el marido y yo estaba parado detrás haciéndole masajes en el cuello y los hombros y aun sin quererlo, lograba que doblara la cabeza para apoyarla mimosa en una u otra mano y siguió hablando…
- Te cuento esto porque no voy a permitir que me trate de esa manera y en cualquier momento corto todo, aunque eso implique estar unos días mal en el trabajo… Nacho, por favor, no pares con los masajes, necesito mimos.
- Sigo, sigo, pero te aclaro que me estás calentando…
- A mí me pasa lo mismo, me parece que hace mil años que no me tocás.
- Por el trabajo ni te hagas problemas, busca una chica de relevo sólo para el teléfono, el café y la agenda, de lo demás me ocupo yo y vos solucioná tranquila todo ese lío, salga pato o gallareta, vos tenés todo mi respaldo.
- Gracias Nacho, sos de lo mejor, -se levantó para darme un beso y cuando notó mi erección, se olvidó del marido y su problema-. ¡Por Dios Nacho, no te podés quedar así!, además me encanta hacer que se “duerma”.
El presunto beso de agradecimiento pasó a convertirse en uno de pasión, con labios, lenguas y toda la boca compenetrada en eso, una de mis manos se ocupó de recorrer y acariciar sus tetas y la otra se hizo dueña de sus nalgas, ¡cómo me gustaba el culo de Ivón! y ella lo sabía. “Nacho, te la chupo un poquito para que me quede tu gusto en la boca y después te dejo elegir el lugar, te necesito adentro, que sea un “rapidito” a dos puntas, ¿dale?… Me causó gracia la cara de Ivón pidiendo chuparla y que luego la partiera en cuatro eligiendo el lugar.
No se quedó quieta y no esperó mi respuesta, me empujó suavemente para dejarme sentado en el sofá, luego aflojó mi pantalón para bajármelo hasta los tobillos con el bóxer incluido y poniéndose a 90°, mientras se sacaba la tanga levantando su pollera, hizo “desaparecer” el miembro en su boca. El nivel tipo “desesperación” la hizo tener un par de arcadas, pero bastó que se calmara un poco para entrar hasta su garganta y salir apretándolo con los labios. Fueron unas siete u ocho veces y después, apoyando las manos en el respaldo y las rodillas en el asiento, me dejó elegir.
Para su culito necesitaba más lubricación y no me gustaba escupir, le hice los “honores” a su vagina que, a no dudar, también me encantaba y entré despacio sintiendo y haciendo que sintiera como las carnes se abrían al dilatar con el ariete el lugar, totalmente anegado, por cierto. Dejando unos cuatro o cinco centímetros afuera, entré y salí unas tres veces escuchando gemir a Ivón que, conociéndome, mordió el respaldo y ahogó su grito cuando empujé con fuerza para no dejar nada afuera, así me moví con ella acoplándose a mi ritmo y no fue por mucho tiempo porque pareció sollozar cuando contrajo todo su cuerpo y suspiró abandonándose al placer.
Sabía que ella lo esperaba porque sentirla en el culo se había convertido en algo “adictivo” pero no le di el gusto y le llené las entrañas de leche empujando en su conchita con todas mis ganas. Ella siguió temblando unos segundos más y giró la cabeza para decirme…
- Sos… sos… mejor no lo digo, la del culito me la debés, lo que me hiciste me encantó, pero ya sabés que tener tu carne abriéndome las paredes de ese agujerito, puede conmigo, lo tenés “embrujado” y a mí también, Nacho, ¿sabés que te quiero?…
- Yo también te quiero cielo, arreglá tus inconvenientes, contá conmigo para lo que sea porque ese pelotudo no te merece y agendá lo del culito, en cualquier momento retomo ese camino fantástico, viciosa”.
Nos reímos los dos con una complicidad que nos hacía sentir bien y nos preparamos para dejar el trabajo. Me fui con Julio manejando el auto y detrás nos seguía Leticia con su auto, la vuelta se hizo rápida y al llegar a las proximidades de nuestras casas, ella se fue a buscar a Peter y yo me dirigí a casa, aún quedaba tiempo para ir a la Escuelita y quería cambiarme de ropa. Además, el Subcomisario me había explicado que el muchacho y la chica que me había mandado estarían en casa para que los evaluara. En otras palabras, para ver si me gustaban porque yo no podría evaluar sus conocimientos sobre Seguridad, ya veríamos.
Al llegar lo liberé a Julio y me reuní con los futuros custodios. Andaban en los treinta años, la chica, de nombre Regina, era rubia natural, maciza, grandota de caderas anchas, pero que no desentonaban con su casi metro con setenta y cinco centímetros, de rasgos aniñados, pero de mirada un tanto gélida que atribuí a una pose laboral, aunque su pecho abundante no era de niña. Se asemejaba a una típica guerrera alemana de las que salían en los comics. El muchacho, de nombre Gustavo tenía más o menos mi altura y su cabello era de color castaño claro, de espaldas anchas y físico “trabajado” … No me desagradaron.
- El tema es así, creo que ya se los habrán explicado 24 x 24 y se trasladan conmigo a dónde yo vaya, salvo que yo decida lo contrario, quiero saber que están, pero no los quiero metidos en medio de nada, discreción absoluta y decisión a full en lo que les pida. Jeans, remera y zapatillas, si necesitan otra ropa yo les aviso, ya nos iremos conociendo mejor, decidan ahora por sorteo o por moneda quien se queda hoy conmigo, el relevo es a las seis de la mañana en dónde yo me encuentre y, en principio, tengo dos lugares para eso.
Se quedó Regina, por la moneda y le dije que estuviera lista porque me cambiaba y teníamos que salir. En el viaje hacia la Escuelita iba seria, concentrada en el manejo y se me dio por pensar que no quería un “hongo” para que viajara conmigo…
- Regina, vamos a ponernos de acuerdo en algunas cosas, conmigo podés hablar de lo que sea, en el supuesto de que no te quiera escuchar porque tengo otras cosas en la cabeza, te lo voy a hacer saber, me gusta “ir de frente” y no me gusta viajar con un “hongo” en el auto.
- Gracias señor, trataré de no defraudarlo y es bueno saber cómo piensa, pero trataré de no hablar mucho, si me largo a hablar puede llegar a arrepentirse de lo que dijo, jajaja.
- Ahora nos entendemos mejor, ¿por qué entonces esa cara seria de mirada dura cuando te presentaste?
- Porque algunos piensan que la capacidad o la discreción del custodio pasa por tener una cara de seriedad y la mirada acorde.
- Jajaja, tenés razón, pero, en lo que a mí respecta, no dudo de tus capacidades, sólo espero que nunca tengas que demostrármelas y la confianza en tu discreción te la otorgo, pero sos vos quien tendrá que mantenerla.
- Gracias, le reitero, no sólo trataré, haré lo mejor, aunque ahora mismo tengo una duda.
- Preguntá sin miedos.
- Usted me dijo que va a una Escuelita y tengo entendido que es un empresario exitoso, ¿todavía sigue estudiando?
- No, jajajaja, no estudio, enseño y, por lo menos es lo que pretendo. Es una Escuelita de Fútbol y surgió por un desafío personal conmigo mismo, es largo de explicar.
Regina no preguntó más y ya estábamos llegando al lugar. El recibimiento fue como si hiciera años que no me veían y generó las risas de padres y madres, con las mamás más íntimas estaba Leticia y también Elena que me dio un abrazo muy sentido, junto a varias a las que se le notaban los colmillos, bueno, eso es lo que yo pensaba, sin descartar los míos porque parecían brillar con sonrisas amplias que no podían disimular.
No bien me zafé un poco de los chicos, los mandé a practicar con Roberto y tuve una reunión con todos los padres presentes, les dije que por motivos laborales iba a tomarme un día más y que sólo daría clases los miércoles y los jueves, aunque iría a los partidos del sábado, independientemente de eso, los martes los cubriría Roberto. Les hice saber que quedaban una o dos fechas, luego la entrega de premios y que el año entrante veríamos lo que podía hacer, nadie puso la menor duda y me “atacaron” con el tema de los trofeos…
- Mamis, papis, esto no es complicado, yo les pedí que eligieran cuales iban a comprar, ¿lo hicieron?, ¿sí?, bueno, me dicen cuanto es lo que salen y les doy el cheque para que los adquieran. Sólo espero que hayan elegido los mejores, los chicos lo merecen, respecto al alquiler del salón y el sonido, me avisan y me hago cargo de los gastos, no puedo dedicarle tiempo a eso, pero con ustedes estoy salvado porque conforman un equipo excelente.
Quedaron todos conformes, hice el cheque acorde al presupuesto de los trofeos, más todo lo relativo a la fiesta y todos más que contentos. Se dispersaron y cuando iba a ir para el lado de las canchas, me “arrebataron” las “íntimas” y la que habló fue Diana, la morocha exuberante y extrovertida…
- ¡Nacho, a vos te parece!, jajaja, nos tenés abandonadas y ahora tenemos que festejar que Elena está recuperada, algo tenemos que hacer todos juntos, hay que reunirse.
- Chicas, no es para tanto, sucede que Leticia me tiene acaparado y no puedo despegarme de ella, está todos los días al lado.
- Sos terrible, pobre Leticia, ya nos dijo que vivís “explotándola”.
- Eso es mentira, es ella la que me explota la cabeza a mí, pero no se lo digan, ¿qué es lo que quieren hacer?
- Juntarnos en tu casa a tomar algo o pasar un día en la pileta.
- Claro, claro, no tienen compasión, seguro van a llevar todos sus culitos apenas tapados por tangas y yo voy a sufrir como un condenado, son muy malas, jajaja.
Todo terminó en risas y dijeron que se iban a poner de acuerdo. No me quedó otra que irme a ver a los chicos, la presencia de todas ellas juntas me alteraba un poco, lo sexual flotaba cuando me miraban de esa manera, además, ni sabía porque había dicho que Leticia me “explotaba” la cabeza, era cierto, pero tenía que contenerme con eso. Por otro lado, fue instantáneo, al decirlo nuestras miradas se cruzaron y echaron chispas, asimismo no pude dejar de notar que Elena apretaba el brazo de su hija en señal de beneplácito.
Interactué un poco con los chicos dejándolo a Roberto que siguiera dirigiendo la práctica y hablé con él para decirle lo de los martes, no tuvo problemas con eso y le ofrecí un aumento que aceptó con ganas. Había otra cosa más que no les había dicho a todas ellas, no estaba seguro de continuar al año siguiente con la Escuelita, mal que pesara, no era lo mismo dedicarle un tiempo a la empresa con mentalidad de Director a dedicarse de lleno a ella como Presidente, eran montones de frentes que se abrían y las complicaciones se planteaban todos los días, quizás no físicas, pero sí mentales.
Tenía pensado seguir ligado a ella como una especie de “Mecenas” pero ya no podía dedicarme a los chicos de la manera en que lo hacía hasta hacía poco. Lo de las madres era “otro cantar”, no cerraría ninguna puerta con ellas, pero… no tenía dudas de que lo de Leticia “rondaba” y de tener algo con ella, limitaría bastante el tema de las “mamás íntimas”, algo que no me pasó por la cabeza con Ivón, con Elena y Ángeles y/o con alguna otra que apareciera.
Después de las prácticas se me acercó Elena a decirme que las chicas querían ir a mi casa a tomar algo, le contesté que no había problemas y siguió diciendo: “Leticia y yo no vamos a ir, me “inventé” algo para llevármela a casa, ni sabe que las chicas van a ir a tu casa, báncate la que venga Nacho, después me contás, jajaja”. Me reí imaginando lo que querrían las que iban a ir, pero después de saludar a Elena, Leticia y Peter me giré para mirar a Diana, Sandra, Shui y Amina y ya no me causó tanta gracia, tenían cara de “violadoras en serie”.
Continuará… Por favor, valoren y comenten. GUILLEOS1 se los agradece.
Excelente muy excitante y con morbo.