Las hijas de mi vecino
Mi historia REAL ee como me cogí a mis vecinita .
Primero de todo, soy el que cuida de las hijas de mis vecinos cuando ellos se van a trabajar o de fiesta, que suele ser casi a diario.
Una de las hijas se llama Andrea y la otra Ana, de 11 y 9 años respectivamente.
Su padre apenas las hace caso así que supongo que ese es el motivo por el que está tan apegada a mí.
Incluso me llaman papi, y eso al prncipio me hacía gracia hasta que poco a poco pensaba en aprovechar esa ventaja para hacer de ese par de tiernas niñas mis novias personales.
De esa manera, un día que sus padres se tenían que ir de viaje un par de días a otra comunidad me dejaron al cargo de las niñas, como era costumbre, y me dieron permiso para dormir en la habitación de invitados.
Si supieran.
Pues bien, la mañana transcurrió normal.
Las niñas se fueron a bañar a la piscinita de plástico que tenían en el jardín, ya que era verano, y así podía ver sus pequeños cuerpecitos desnudos, tapados únicamente por unos apretados bañadores de cría.
Lo que me sorprendió fue que cuando me vieron, Ana y Andrea se colocaron en una posición demasiado obvia para hacerla inocentemente.
Las dos se pusieron de pie, con el culo en pompa, y comenzaron a moverlos mientras se reían.
Aquello me pareció raro y no le di importancia.
De que acabaron de bañarse, les dije que fueran a la bañera para cambiarse y cuando salieron lo hicieron en braguitas, pues con el calor que hacía no querían ponerse nada más.
Les dije que no pasaba nada y así me deleitaba la vista con su preciosa piel.
Al comer, las dos se sentaban cerca de mi y me hablaban de sus cosas, de lo que habían hecho durante el curso y demás, como si fuese su padre.
Y justo eso fue lo que me sorprendió, cuando Ana, la más pequeña, dijo:
– Ojalá fueras tú nuestro padre.
Eres más bueno y nos haces caso.
Andrea asintió a lo que dijo su hermana, y añadió:
– A ti si te haríamos caso, no a él.
Él es un tonto.
Yo reía internamente ante la actitud de las niñas, pero en ese momento vi la oportunidad de sacar partido de esas inocentes niñas.
Así que sin más les propuse lo siguiente:
– Bueno, si queréis yo puedo ser vuestro papá.
Pero no podéis decirselo a nadie, nunca.
Sólo lo tenemos que saber los tres.
Si alguien se entera, me iré para siempre y tendréis que estar con ese papá tonto que no os gusta.
Ellas, asustadas, negaron con la cabeza y se abrazaron a mis brazos.
Luego les dije que me tenían que llamar sólo por mi nombre cuando estuvieran sus padres u otra persona delante, pero si no podían llamarme daddy o papi.
Cuando acabaron de comer, fuimos los tres al salón y bajamos las persianas, con toda la casa oscura pusimos la tele y vieron dibujos.
Y durante ese rato me dediqué a acariciarles la espalda y el vientre, haciendo que rieran.
Luego Andrea, un poco más espabilada que su hermana menor, me preguntó una cosa que sería el declive a mi diversión durante el resto del verano:
– Papi, ¿qué es eso que tienes ahí?
Y como es obvio señalaba mi miembro erecto en el pantalón corto que llevaba.
Lo cierto era que llevaba así desde la comida, pero no quise decirlas nada.
Pero ahora no había vuelta atrás.
– Pues esto es algo que los papis tienen reservado a las hijas que más quieren.
¿Vuestro otro papi nunca os lo ha enseñado?
Ellas negaron con la cabeza y se miraron la una a la otra, creyendose la mentira.
– Enseñaos papi, ¿tú nos quieres verdad? Pues enseñanos eso que los papis les dan a sus hijas más queridas.
Para no impacientarlas, bajé mis pantalones y mis boxers enseñando a las dos niñas mi dura verga, haciendoq ue abrieran los ojos como platos.
– Papi es muy grande y grueso.
Parece un tronco de un árbol.
Comentaba Ana, a lo que yo sonreí y le acaricié la cabeza.
– Pues es parecido, y las niñas buenas de papá siempre deben jugar con él y su «tronco» cuando el papá lo ordena.
¿Vosotras queréis a papi, a que sí? Si es así, tenéis que quitaros las braguitas y sentaros contra esto.
Se llama polla.
Andrea y Ana asintieron y rápidamente se quitaron sus pequeñas braguitas dejandome ver sus vaginas sin vello, sus firmes culitos y sus labios cerraditos.
Se sentaron de manera que ambas podían rozarse contra mi pene, y les dije como tenían que moverse.
La primera en notar placer fue Andrea.
– Papi.
Esto se siente.
muy raro.
La niña gemía de placer al rozar su pequeño clítoris, que poco a poco se iría poniendo duro, contra mi.
Lo mismo le pasaba a Ana unos segundos después.
Tras un rato frotandose, las dos se notaron húmedas, por lo que me miraron sorprendidas.
-Eso es normal.
Es una reacción que tienen sólo con su papi, así que no deben ir con otro chico que no sea su papi para sentir lo que vais a sentir hoy.
¿De acuerdo, mis pequeñas?
Las dos asintieron y eso me llenó de amor, pero ese era momento de entrar a la acción.
Ahora quería probar a una de las dos, y elegí a Ana para lamer su pequeña y suave vagina.
También le dije a la mayor que se pusiera entre mis piernas, y de esa manera, mientras Ana estaba tumbada boca arriba en el sofa con las piernas abiertas y yo lamiendo su vagina y escuchando sus dulces y pequeños gemidos, su hermana se encontraba lamiendo mi polla y chupandola, tratando de hacerme una mamada como le dije.
No quería forzarla mucho dentro de su boca, pues no creo que le cupiese, pero a veces empujaba y ella trataba de expulsarme pero le advertía que eso no lo hacen las niñas buenas y paró de intentarlo.
Luego cambiaron de lugar y tras darle placer a ambas con mi lengua, vino el momento esperado.
No quería quitarles las virginidad aún, pero, a modo de «castigo» por no obedecer a su daddy e intentar sacar mi pene de su boca, Andrea iba a ser penetrada por el culo.
Mientras Ana seguía mis órdenes.
Al ser más manipulable con el amor de un padre, se dejaba tocar y besar, así que la besaba en los labios y ella respondía muy bien.
Mientras, Andrea estaba en cuatro, con ese firme culito en pompa, con mis dedos y saliva rozando su culito.
Se estremecía cuando lo rozaba, pero le acariciaba suave para no dañarla, hasta que poco a poco el dedo empezó a entrar en su ano y al primero le siguió otro.
La niña lloraba un poco pero la calmaba diciendole que después papi le daría un regalo muy especial.
Y tras dilatar un poco su culo con los dedos, finalmente pude entrar con mi verga en ese culo virgen, reclamandolo para mi.
Andrea dió un pequeño grito de emoción.
Le decía que debía pedir más y que no podía gritar más de esa manera.
Por otro lado, su hermana Ana se acostumbró en seguida a los dedos en el culito, lo cual me extrañó.
– aaaah papi.
Ya no duele.
Se siente muy bien.
Andrea ya disfrutaba y a la hermana le gustaba que masturbara su culito, por lo que seguimos así hasta que finalmente acabé corriendome como nunca antes dentro del culito de la niña.
ufff que rico, ojala algun dia sea un papi como tu jeje
Neee
Uff que suertudo que bueno es aprovechar la inocencia de esas bebes te envidio jajaja
Rico estar cogiendo a una y metiendole los dedos a la otra, continua por favor
es el paraiso