Mi novio es un guerrero mexicano (cuarta parte)
Alejandro se la pasa bien mientras su novio revela la verdad.
– ¿Y tiene que ser a fuerzas mi sangre?.
– Si no quieres deshonrar al dios, sí.
Tomé el cuchillo de obsidiana, cerré los ojos y me hice un corte en la muñeca. Me ardía como si hubiese puesto mi mano sobre el fuego y rápidamente la sangre corrió hacia la estatua del dios que me había escogido. Abrí lentamente los ojos y descubrí que en realidad no fue demasiada la sangre que escurría como yo me imaginé. Aun así tenía que dejarla brotar y complacer a mi nuevo señor. Cuando quedó satisfecho por mi ofrenda una serpiente brotó del charco se sangre y subió por mi pierna. Su piel era áspera y me hacía cosquillas al pasar por mi piel. Cuando llegó a mi mano se trasformó en un bastón extraño.
El bastón era pesado pero manejable. Una serpiente pintada de rojo oscuro recorría el mango y en la punta tenía una bola que al moverlo parecía sonar una sonaja y la punta asemejaba un par de rayos. De pronto mi cuerpo se volvió muy ligero y mi visión se tornó rojiza. Mis músculos dejaron de responder, mi cuerpo se había paralizado y un par de segundos después caí inconsciente.
. . .
– Despierta, mi amor – me dijo dándome un beso en la mejilla – ¿No quieres bañarte conmigo?.
No estaba dispuesto a rechazar el ofrecimiento y rápidamente me desvestí. Atzin me prestó una de sus toallas y juntos nos metimos a bañar. Aquel cuerpo que tantas fantasías había despertado antes de declarar nuestro amor hora estaba tan cerca de mí que no me resistí a acariciarlo suavemente. Con agua y jabón nos tallamos todo el cuerpo. Sentí sus suaves manos tallando con detalle cada rincón que podía caber en mi bóxer, tanto de enfrente como por detrás. Por mi parte me concentré en su firme espalda y sus bien trabajadas piernas.
– Quédate aquí unos cinco minutos más en lo que yo me cambio.
Me despidió con un beso y luego se envolvió en toallas. No pude evitar grabar bien cada minúsculo detalle de su cuerpo y al recordarlo mi entrepierna comenzó a calentarse. Rápidamente me moví y acabé con un par de chorros en la regadera. Al terminar no pude dejarme de preguntar en que clase de lugar podríamos hacer el amor sin ser vistos, pero mientras estuviera a mi lado nada podría salir mal.
Cuando salí del baño y entré a su habitación él no se encontraba ahí, pero mi ropa del día anterior estaba junto a la jacaranda que me había obsequiado al día anterior. No tardé en vestirme pero quise revisar nuevamente el armario aprovechando que no estaba ahí. La ropa que vestía saltaba inmediatamente a la vista, nada fuera de lo común. Sin embargo toda la ropa extraña que había encontrado días atrás se hallaba estratégicamente al fondo, como si quisiera ocultarme algo. Voltee hacia su cama y miré nuevamente la figura de aquella diosa. Una pequeña mancha café se asomaba a lado del pie.
– ¡Aquí estas, Ale!. ¡El desayuno esta listo!.
Ese día Atzin me llevó al parque. Caminamos juntos entre los frondosos árboles y compramos algunas tortillas para alimentar a los patos. Cuando el sol llegó a lo más alto del cielo compramos un par de helados de chocolate, nuestro favorito, y nos sentamos en un banco para degustar nuestro dulce postre. Súbitamente una mariposa se posó en su cabeza y extendió sus hermosas alas dejándonos maravillarnos ante sus hermosos y resplandecientes colores.
– Ale, tengo algo importante que decirte.
– ¿Si, mi amor?.
– Mi familia cree en los dioses antiguos, incluyéndome. Somos muy religiosos y a veces hacemos algunos rituales extraños.
– ¿Ofrecen sangre?.
– De vez en cuando. Entiendo si es mucho para ti…
Le coloqué mi dedo en sus labios para callarlo y le di un tierno beso.
– Yo también tengo algo que confesarte. Te vi ayer salvando una chica de dos rufianes, traías ropas extrañas pero acabaste con ambos. ¡Eso fue heroico!.
– ¿Me viste?. ¡Hay no!. ¡Que vergüenza!.
Su cara se puso roja como un tomate.
– ¿Como fue que me reconociste?.
– Abrí tu armario esta mañana y encontré el mismo traje que usabas. Con ese antifaz y la estatua de tu habitación no necesite ser un genio para terminar el rompecabezas.
– ¿No te asusto?.
– Contigo a mi lado me siento tan protegido como el mismísimo presidente.
Nos terminamos el helado y mi guerrero favorito me llevó por la calles de la ciudad hasta un pequeño edificio a la venta. No tenía mas de dos pisos y no parecía tener nada destacable además del clásico letrero “Se vende” y ventanas que parecían espejos, de forma que nadie podía ver su interior. Atzin sacó unas llaves y la introdujo en la cerradura, la puerta se abrió y reveló una especie de gimnasio. Algunas armas colgaban en la pared, listas para ser utilizadas. Habían sacos de boxeo, algunas pesas, mancuernas y hasta una diana, arco y flechas, todo en un mismo lugar.
– ¿Aquí es donde entrenas?.
– Si, pero es mejor cuando lo haces con alguien mas. Bueno, ¿Que te parece?.
– ¡Es increíble!.
– Jaja. Puedes venir aquí cuando gustes, mi amor.
Mi novio tomó una de las colchas y la colocó en el suelo. Ambos nos desvestimos con la velocidad de una flecha y procedimos a intercambiar el sabor de nuestras bocas en un intenso mar de placer. Nuestra masculinidad estaba lista dar batalla y nuestros cuerpos preparados para dar el siguiente paso. Sacó un condón y me lo dio para que se lo colocara. Lo abrí con cuidado y se lo coloqué suavemente alrededor de magnifico miembro.
Con un poco de lubricante masajeó gentilmente la entrada de mi hoyo. Sus dedos estaban fríos pero la sensación que me provocaban era tan nueva y excitante que poco me importó cuando introdujo un dedo adicional. De pronto la sensación desapareció y su virilidad comenzó a entrar en mi interior. Dolió un poco, pero me aguanté y lentamente fue excavando mi interior. Cuando me sentí mas seguro y el dolor se disipó alcé un poco la cadera para introducirme aquel pedazo de carne hasta el fondo.
Lentamente empezó a moverse mientras una extraña sensación en mi interior se manifestaba. Poco a poco fue acelerando sus embestidas y la habitación resonó con gemidos de placer. Nuestros corazones latían a toda velocidad mientras nuestros cuerpos se fusionaban en todo el amor y placer que que dos almas pueden llegar a sentir. Cuando llegó el momento sus embestidas se habían sincronizado con nuestros latidos y en un abrir y cerrar de ojos el condón fue llenado con todo el amor que sentía hacia mí. Retiro con suavidad su masculinidad y bajó hacia mi entrepierna para degustar el dulce néctar del amor. Tres chorros brotaron hacia su boca y mantuvo aquella carga unos segundos para deleitarse con el sabor.
– ¿Te gustó?. ¿No te lastimé?.
– ¡Eso fue lo mas maravilloso que jamás había sentido!. Deberíamos repetirlo otra vez.
Bajo los rayos del atardecer nuestro amor se consolidó y solo podíamos esperar con ansias nuestro próximo encuentro. Hasta entonces solo aquel pequeño árbol sería mi compañía.
Continuará…
Woo que chido relato muy bueno siempre me quedo picado espero la continuación