Mi suegra, una auténtica maestra del sexo.
Encuentro sexual entre mis suegros termina de manera inesperada..
Era pleno verano cuando sucedió esta historia. Mi esposa y yo habíamos vuelto al pueblo de sus padres para visitarlos en vacaciones.
Una mañana en ese período mis suegros decidieron ir a pasar el fin de semana a su cortijo. Todo sucedía a pedir de boca, abundante comida, bebida, agradables conversaciones… hasta que cayó la noche. Ya pasaban las 2 de la madrugada cuando, sin poder aguantar más, me levanté para ir a mear. El baño estaba en el extremo opuesto del cuarto donde dormíamos mi mujer y yo, así que tuve que recorrer todo el pasillo en silencio para no despertar a mis suegros.
El cuarto de mis suegros quedaba a la mitad de distancia en el pasillo. Cuando pasé por delante vi que la cama estaba vacía, y no le di mayor importancia hasta que, estando ya de vuelta al dormitorio, escuché unos susurros que provenían de fuera del cortijo. Eran susurros entrecortados, como si el viento los difuminase.
Decidí asomarme -cuidadosamente- para ver qué era lo que estaba sucediendo. Salí por la puerta de atrás del cortijo, menos ruidosa y más discreta. Cada vez los susurros eran más reconocibles, pero aún sentía miedo de que pudieran ser un mal augurio.
Para sorpresa mía eran simplemente mis suegros charlando animadamente. No dejé que me vieran, pues no quería interrumpir lo que parecía una agradable conversación. Mi suegra llevaba el bikini puesto, fumaba un cigarro y reía ante su marido. Mi suegro, un hombre bastante seco -o al menos es la imagen que daba ante mí-, reía con el mismo entusiasmo, dando eventualmente sorbos a una copa de vino blanco que iba dejando entre las dos hamacas en las que ambos se encontraban.
Por puro morbo decidí quedarme ahí quieto, escondido, escuchando lo que ambos decían. Cuando ya habían pasado varios minutos, una frase de mi suegra a su marido me descolocó e hizo que casi se me escuchara. Oí perfectamente cómo ella le decía a media voz a mi suegro la siguiente frase: “ellos ya estarán dormidos, ¿quieres que te lama hasta dejarte seco?”. Tras oír aquello, yo no sabía dónde meterme. La situación era muy pintoresca. Si me iba, podría hacer ruido y mis suegros me pillarían allí fuera, mientras ellos estaban haciendo el amor. Así que decidí quedarme y echarle un poco de morbo a la situación.
Me acomodé como pude en la esquina, desde donde divisaba todo el patio, la piscina, y por supuesto a mis suegros en dos hamacas a escasos metros de mí. Era la típica noche de luna llena donde no se necesita apenas luz eléctrica para ver en la noche.
Con todo dispuesto para presenciar la escena, me centré en lo que decían y hacían. Mi suegra se puso de pie, lanzó el cigarro a escasos dos metros de mi presencia, miró fijamente a su marido y le lanzó una pícara sonrisa. Era una mujer de 60 años, pero su vitalidad la hizo parecer más joven ante mis ojos -y por supuesto ante su marido-. Tenía el pelo corto, apenas le llegaba al hombro. Pelirroja, ojos marrones azulados y buena talla de pecho. Mi suegro también tenía 60 años, era un hombre fornido, con el cuerpo de aquel que ha dedicado su vida a las labores del campo.
Respondió mi suegro a la sonrisa pícara de su mujer, y en un segundo ambos se lanzaron a besarse apasionadamente. Mi suegra le acariciaba la espalda, y mi suegro hacía lo propio con su torso y hombros.
Estuvieron así durante unos pocos minutos, hasta que mi suegra se acercó a su oído y le dijo algo ininteligible para mí. Acto seguido, mi suegra le besó el cuello apasionadamente, continuando por su pecho, barriga… hasta llegar al pantalón del bañador. Vi perfectamente cómo mordisqueaba por encima del pantalón el miembro de mi suegro. Se agachó, colocándose de rodillas, y con la boca le quitó el bañador.
Una vez el bañador estaba ya fuera, apareció el miembro de mi suegro en todo su esplendor. Un enorme pene de al menos 25 centímetros se mantenía desafiante frente a los labios de mi suegra, que miraba con sumo deseo el premio que su marido estaba a punto de ofrecerle.
En vez de comenzar a hacer lo que yo pensaba que haría, se levantó un instante y cogió algo de las hamacas. Pude ver que era un pintalabios rojo chillón, el cual comenzó a esparcirse por los labios, a la vez que acariciaba el miembro de mi suegro.
Comenzó entonces a mamarle el pene a mi suegro. Jugueteaba su lengua con el prepucio, miraba fijamente a los ojos de su marido, hacía garganta profunda, le lamía los testículos con pasión… yo no me podía creer lo que veían mis ojos. Me estaba excitando tanto o más que mi suegro viendo la escena. Nunca había visto a mi suegra como a una depredadora sexual, y me estaba empezando a poner demasiado cachondo viéndola así de dominante.
Continuaba la escena, mi suegra tenía el poder. Su marido gemía de placer, la elogiaba y apretaba su mano contra su cabello rojo a fin de que ella siguiera con ese ritmo infernal. Acto seguido ella comenzó a restregar el pene de mi suegro en su canalillo, en una clara alusión a que se avecinaba una cubana entre sus enormes tetas. Comenzó mi suegra a desabrocharse el bikini, y dejó a la vista de su marido -y de mi- unos pechos enormes que sobrepasaban con toda seguridad la talla 120. Los pechos eran redondos y algo caídos, la edad no perdona. Su aureola era perfecta, ni muy grande ni muy pequeña, y los pezones invitaban a ser chupados hasta dejar sus senos completamente secos.
Se escupió varias veces en su mano, esparció su propia saliva por el canalillo y el costado interior de sus dos enormes tetas, miró a su marido profundamente, le sacó la lengua y le indicó que su miembro era completamente bienvenido a entrar entre esos dos enormes globos humedecidos.
Con velocidad y cierta violencia, ambos se esmeraban en el ir y venir del pene de mi suegro entre los pechos de mi suegra. Ella los movía alegremente de arriba a abajo, de lado a lado, sonreía. Mi suegro apretaba cuanto podía para que el roce fuera extremadamente placentero.
Estuvieron en esta tesitura alrededor de 5 minutos. Poco después, mi suegra extrajo el miembro de entre sus dos glándulas mamarias, y comenzó de nuevo a lamerlo. Esta vez lo hacía con una velocidad que invitaba a pensar que deseaba que su marido descargase de una vez.
Cuando mi suegro no pudo aguantar más semejante demostración de placer hacia su miembro, agarró la cabeza de mi suegra y la extrajo de entre su enorme pene. La miró a los ojos y le dijo que se pusiera en posición. Mi suegra, obediente, se acomodó arrodillada de manera que mi suegro ahora tenía el rabo justo encima de su cara.
Comenzó mi suegro a masturbarse mientras mi suegra le lamía los testículos. Mi suegro emitió entonces un ligero grito, miró fijamente a mi suegra y comenzó a descargar todo el semen acumulado sobre la cara de su mujer. Eyaculó durante medio minuto, decorando los pómulos, la frente, los labios y la nariz de mi suegra de tal forma que ella gimió de placer ante semejante acto de masculinidad.
En ese punto yo seguía muy cachondo y con miedo de ser descubierto, pero no pude evitar acariciarme el miembro mientras veía la cara eyaculada de mi suegra. Era indescriptible poder haber visto algo como aquello. Ya me disponía a irme cuando vi que mi suegro se limpiaba su miembro y se recostaba sobre la hamaca. Supuse que tras semejante acto, ya lo había visto todo. Pero entonces giré la vista hacia mi suegra. Ella seguía pidiéndole guerra a su marido. Se puso de pie, relamiéndose el semen que quedaba alrededor de sus labios, y se esparció el resto del flujo de su marido por sus tetas. Dejó un movimiento final para indicarle a su marido que su semen debía estar también en su coño.
Comenzó mi suegra entonces a juguetear con sus dedos en la braga del bikini. Lo acariciaba por fuera y miraba sensualmente a su marido. Mi suegro, captando el mensaje, se acerca a ella y comienza a besarla apasionadamente. Comienza a besar cada vez más abajo, más abajo, más abajo… hasta que se topa con la braga del bikini. Al igual que hizo mi suegra con sus calzoncillos, mi suegro comienza a quitarle la braga con la boca.
Cuando su sexo quedó al descubierto, pude contemplar un coño de un tamaño considerable, depilado, con un clítoris con labios algo pronunciados. Estaba muy mojada. Mi suegro comenzó a lamerle de arriba abajo toda la raja, de vez en cuando metía el dedo y jalaba hacia sí mismo, haciendo que mi suegra gimiera poderosamente y su voz se metiese en mi cabeza para no poder sacarme ese placentero sonido nunca jamás.
Pasaron varios minutos en esa tesitura, yo ya comenzaba a tener ganas de correrme, pero no quería destrozar con ello la escena que mis ojos estaban viendo.
Eventualmente mi suegra consiguió correrse en la cara de mi suegro, regalándole en líquido el buen trabajo que su marido le acababa de realizar. Se miraron fijamente, mi suegra le comenzó a lamer el cuello y le pidió -de nuevo- algo al oído.
Se colocó mi suegra, entonces, a cuatro patas con su cabeza en dirección hacia donde yo me encontraba escondido. Sus enormes pechos caían magistralmente con la gravedad, moviéndose elegante y sensualmente ante las embestidas que mi suegro le procuraba con su enorme miembro.
Ella gemía, ya sin pudor ninguno a ser escuchada. Ahora eran unos gemidos más sensuales, mientras que los que emitía cuando mi suegro le comía el coño eran más escuetos a la par que desafiantes.
En esa tesitura mi suegra fijó la vista en la esquina donde yo me encontraba y, con los pelos revueltos y la cara desencajada tras recibir semejante placer, juré que me miró durante escasos segundos, aunque pareció no haberse dado cuenta a juzgar por su impasividad.
Cuando mi suegro le dijo que ya no aguantaba más, mi suegra se dio la vuelta, sacándose elegantemente el miembro de su vagina, y le indicó a su marido que quería que se corriera en cierta parte que no logré escuchar bien. Acto seguido mi suegra colocó sus piernas en alto en la hamaca contigua.
Hasta ese momento tampoco me había cerciorado de los preciosos pies y piernas que tenía mi suegra. Eran unos pies blancos, con las uñas pintadas de rojo intenso, sensuales que invitaban a ser lamidos, besados y mordisqueados. Sus piernas eran ligeramente rellenitas, blancas, con unos muslos que invitaban a sumergirse en ellos hasta ahogarse de placer en el desagüe que era su lubricada vagina.
Se dirigió mi suegro, miembro en guardia, hacia los pies de mi suegra. Comenzó a lamerlos intensamente, mordisqueando cada uno de sus diez dedos, disfrutando especialmente de los más pequeños, a los cuales daba pequeños besitos. Luego, con sus dos manos atrajo hacia su boca y nariz los dos pies juntos de mi suegra, los olió con un sonido muy fuerte y, al bajarlos, agarró su enorme miembro y empezó a masturbarse sobre ellos.
En máximo dos minutos su pene eyaculaba salvajemente sobre los blancos y sensuales pies de mi suegra, dejándolos empapados en semen, contrastando las tonalidades blancas de sus pies con las del flujo.
Mi suegra sonrió pícaramente a su marido, a la vez que éste, por fin, se sabía vencido y se disponía a abandonar la escena. Se levantó mi suegro y entró en la casa, dejando a mi suegra sola, con sus sensuales pies eyaculados por el flujo del miembro de mi suegro.
Una vez sintió que estaba completamente sola, se acercó los pies hacia sí misma tanto como pudo y comenzó a juguetear con el semen que había en ellos. Fue entonces cuando se dio la vuelta hacia la esquina donde yo me encontraba, y cogiendo con sus finos dedos un poco del flujo de mi suegro, se lo restregó por los pechos animada y sensualmente, mientras decía:
“Luis, sé que estás ahí desde que tenía el cigarro en la boca. Todo esto ha sido para mostrarte de qué es capaz una mujer de mi talla. Mañana a las 2 en este mismo lugar te toca a tí, te voy a lamer hasta la última gota de semen que me regales”.
Tras aquellas palabras me corrí sobre los calzoncillos, no pudiendo aguantar más la situación.
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