Profe: ¿Se puede embarazar una si hay semen en el agua de la piscina?
Colegiala | 13 añitos | pantymedias | Tabú | Le propuse a mi alumna de Octavo hacer un experimento. .
©Stregoika 2021
—Profe ¿Una puede embarazarse por meterse a una piscina si hay semen en el agua? —me preguntó Maryi.
Yo contuve la risa. En serio, si uno se burla de una pregunta inocente, lo único que va a ganar es que al alumno le de fobia preguntar, y yo era un buen profesor. Bueno, excepto por ese vicio de tener sexo con las estudiantes. Dada tal convergencia de condiciones, no le di una aburrida respuesta sino que le ofrecí comprobarlo por sí misma.
—Maryi ¿Te gustaría hacer un experimento para comprobarlo?
Ella abrió sus galácticos ojos grises. Tanto, que sus pestañas se separaron un poco entre ellas y pude verme a mí mismo en sus pupilas.
—Acaba de ocurrírseme una idea. Sabes que ya tienen que ir pensando en proyectos para la feria científica ¿No? Maryi, preciosa ¿quieres hacer el proyecto de ciencias más fantástico de la historia de este colegio?
Maryi, una preciosidad de grado octavo, de trece añitos, estaba perdiendo el año. Pero yo estaba dispuesto a ayudarla, ya que era muy bella y esa era justamente mi debilidad.
—Si haces este experimento y sustentas bien los resultados, voy a abogar por ti con todas mis influencias para que no pierdas el año.
Ella abrió ya no solo los ojos sino su preciosa boquita de labios delgados.
—¡De una profe! —exclamó— ¿Qué tengo qué hacer? ¿Usted va a ayudarme? ¿Usted haría eso por mí, profe Armando?
Diciendo eso último, separó los talones del piso y acercó su adorable humanidad unos centímetros hacia mí. Percibí la mezcla encantadora de su aliento, perfume y la esencia natural de su piel. Una señal se desencadenó desde mi cerebro y recorrió mi cuerpo hasta el falo. Maryi siempre me había gustado montones, y hablar de cerca y a solas con ella era demasiado afrodisíaco. Tuve instantáneas ganas de soltar mis manos, que tenía aburridamente unidas detrás de mi espalda, y agarrarle la cabeza a dos manos y besarle ese cuello blanco que parecía porcelana viviente. Pero tuve qué conformarme con imaginarlo apenas y dije:
—Claro que haría eso por ti. Mereces la oportunidad.
Ella brincó y giró dando una palma y celebrando:
—¡Uhy! Listo profe, ya va a ver cómo hago todo lo que usted me diga.
Su giro arrojó todavía más de su aroma sobre mi cara y no pude ocultar que aspiré a ojo cerrado. Un segundo después vi que ella me había sorprendido y me veía todavía sonriendo con las manitas unidas delante de la cara. Yo, solté el aire, así que aquello se convirtió en un suspiro. «Ay, Maryi» pensé.
Esa misma tarde nos pusimos a trabajar.
—Oye, y a todas estas ¿por qué la pregunta?
—¿Cuál, profe Armando?
—Que si una muchacha puede embarazarse por entrar a una piscina…
—Ah, pues porque Adela tiene un retraso y está asustadísima. Pero ella jura y per-jura que no ha tenido relaciones. Lo que pasó fue que en Chinauta vio a un pela’o de sexto haciéndose la paja en la piscina, y como ella estaba ahí metida, se asustó porque había oído una historia en Internet sobre eso y aparte tiene el retraso.
Yo sí había oído esa historia. El muchachito no debió aguantarse verles el culo a las de noveno y décimo en traje de baño y se tuvo que pajear en el agua. No lo culpo. Esos culos de esas chicas descontrolan al que sea.
—Mira —dije yo— yo puedo darte una aburrida explicación de porqué así no puede ocurrir un embarazo. Pero ¿no te parece mejor hacer el experimento?
—¡Claro! Y ¿Cómo lo hacemos? —preguntó ella, adorablemente.
Estábamos sentados a solas en el laboratorio de biología. Yo, como siempre dividía mi consciencia en dos partes, una para actuar y la otra para suspirar. ¡Eternamente enamorado de las mocosas pre-adolescentes! Ella estaba sentada en la butaca con la pierna elegantemente cruzada y se le veía un poquito de muslo, envuelto en ese nailon negro brillante que me hacía babear. Les diré que, una vez has superado cierto período de prueba en la convivencia con las niñas y jóvenes mujeres, ellas dejan de estar pendientes de si las miras o no. Basta con pasar dicho período de prueba sin mirar nada. Es muy duro. Puedes tener a una nena abierta de piernas frente a ti, pero si estás en período de prueba, ella va a fijarse en si la miras o no. Tienes que contenerte y dejar en claro que eres un caballero. Si no te aguantas y echas un vistazo, ellas quedarán prevenidas para siempre y cada vez que estés cerca, se arreglaran la falda, cerrarán las piernas y le avisarán a las demás. Pero si resistes y pasas el período de prueba, que dura un par de semanas; puedes disfrutar el resto de la vida.
Empecé a hablarle y mientras ella tomaba nota, no quité la mirada ni por un segundo de su piernecita sensual bajo su falda tableada de cuadros morados y rojos. Casi podía olerla. ¡Mamasita!
—Dime tú a mi. ¿Cómo comprobarías si una muchacha puede quedar en embarazo si hay semen en el agua?
—Ni idea —se encogió de hombros. Yo quería desnudarla y lamerla como a una paleta.
—Debes imaginar la situación controlada. ¿Cómo sería? —La insté a pensar.
—“¿Situación controlada?” —preguntó.
—Enumera las variables (o sea, las condiciones) e imagina cómo podrías ponerlas bajo tu control —expliqué.
—Ah… ya veo —se golpeó su boquita con el tope de su bolígrafo y dirigió sus felinos ojos al vacío para pensar—. Se necesita la piscina, el semen y una muchacha —propuso ella.
Otra vez contuve la risa.
—Sin ir tan lejos, mi vida; lo único que tienes que probar es si un espermatozoide puede sobrevivir en el ambiente del agua de la piscina, y si sobrevive, cuánto tiempo es.
—¿O sea que no necesito la piscina? —torció la boca.
Además, subió más la rodilla y mostró un poco más de pierna, casi hasta el glúteo. Las cosas se iban a empezar a poner calientes.
—Un espermatozoide es una célula. ¿Para qué una piscina?
—Ah, claro…
—Puedes coger agua de una piscina, o de la llave y ponerle un poco de cloro extra. La pones en una cajita de petri y pones allí al sujeto, o sea, al espermatozoide.
—¡Y lo miro cada cierto tiempo hasta que se muera! —añadió ella, dando un brinquito.
Descruzó la pierna y vi por un segundo sus 𝑝𝑎𝑛𝑡𝑖𝑒𝑠 blancos bajo el nailon estirado. El traingulito de la gloria, donde todos lo hombres queremos ir a vivir. Me contuve para no tirármele encima.
—Exacto, ¡ejem! —carraspeé, puesto que esta poniéndome nervioso—. Mides la motilidad y con el resultado calculas una probabilidad de que el espermatozoide llegue a la vagina de una nadadora cercana.
—¡CHEVERÍSMO PROFE! —saltó en celebración, pero se detuvo de inmediato—. Pero ¿de dónde voy a sacar un espermatozoide?
Esa era justamente la pregunta de ella a la que quería llegar. «Yo te doy todos los que quieras, mi amor, tres, cuatro veces al día. Sólo tienes que consentirme» casi babeo pensando. Pero lo que dije fue muy diferente:
—¿Tienes novio?
Ella volvió a sentarse y escondió un poco la mirada. También se acomodó la cortina lisa de pelo negro y, aún así sonriendo, respondió:
—Aunque tuviera, profe.
Se sonrojó.
—¿Cómo así? —pregunté.
—No… profe Armando eso está difícil ¿De dónde voy a sacar un espermatozoide?
«De acá, bebé» me imaginé sacándomelo y acercándoselo a la cara «Chupa hasta que salgan».
Me mordí los labios y con ligero temblor de voz, le dije:
—Acuérdate que estás perdiendo el año. Voy a ayudarte con todo lo que necesites. Por ejemplo ¿qué te parece si mantenemos el experimento bajo discreción y yo te pongo la calificación?
—¿Eso se puede? —levantó un lado del rostro.
—Claro. Sería para que nadie te vaya a incomodar con preguntas de dónde sacaste el espermatozoide. La gente es muy cavernícola aquí. Has cualquier otra cosa para mostrar en público, pero la nota que yo te ponga (y la que salve tu año) será por el proyecto del espermatozoide.
—Entiendo, profe Armando, pero sigo sin entender de dónde voy a sacar un espermatozoide.
—Un espermatozoide no, varios millones. Los vas a sacar de mí.
No lo pensé, lo dije. Tenía el corazón a mil y me temblaban las manos. Maryi ocultó una risilla tras su mano sin dejar de verme.
—¡Profe! ¿Usted sería capaz?
—Claro —afirmé, aparentando sobrades, pero estaba por infartarme. Claro, estaba acosando a una menor, jeje. Estaba ofreciéndole mi venida dizque para un experimento científico. Qué rico.
—Ay profe, yo no sé… —dijo, empezando dudar seriamente.
—0k, no hagamos nada. Nos vemos el otro año cuando repitas octavo —recogí mis cosas y me dirigí a la salida, desde donde añadí: —Yo creía que te preocupaban más tus papás y el esfuerzo que hacen para tenerte aquí.
No esperé respuesta y me fui. El efecto de la terapia llegó a la mañana siguiente:
—Profe ¿podemos hablar? —me dijo al final de la clase.
—¡Claro! Dime.
—Es sobre lo del experimento. Quiero hacerlo.
«Ya la hice» me dije.
—¿Todavía tengo su ayuda? —siguió ella— ¿No está bravo conmigo?
Lo dijo de manera tan tierna que casi le digo «Maryi, larguémonos de acá, casémonos y tengamos hijos».
—Mi amor ¿cuál bravo? Yo te ayudo con el mayor PLACER…
Horas después estuvimos otra vez en el laboratorio, solitos. La parte alta de las bolas me empujaba hacia dentro y fuera, como si más bien estuviese subiendo las escaleras al segundo piso de un burdel, viéndole el culo enmallado a la puta que había escogido, precediéndome. O sea, mi organismo estaba seguro de que iba a haber acción.
Todo estaba listo. Una cajita de petri con agua de la llave y unas gotas de hipoclorito, una cámara fotográfica, un microscopio con portaobjetos y una tableta con la que registraríamos datos. Ah, y un vasito de plástico, adivinen para qué.
—Listo profe. Solo falta el espermatozoide. Aquí te espero.
«¿”Aquí te espero”? ¡“Aquí te espero” ni qué nada! ¡Tú me vas a ordeñar con esa boquita, la más linda que he visto en mi vida!» pensé.
—Claro —dije—. Dime algo ¿Estás bien?
—Sí profe —respondió, viéndome a los ojos y asintiendo.
—0k.
Agarré el vaso y me fui al baño. Pero no hice nada. Solo aguanté cinco minutos. Luego salí y me senté junto a ella con el vaso vacío.
—Esto no va a ser fácil así no más —me lamenté.
Ella se asomó con recelo al vaso, a casi un metro de distancia.
—No hay nada —dijo.
—Mi vida, es que se necesita un estímulo.
Ella frunció el ceño.
—Los hombres necesitamos algo que detone el estado de excitación, la erección y mucho estímulo continuo para llegar a eyacular.
—No te preocupes, profe, tómate tu tiempo. Por mí no hay problema. Yo te espero lo que sea —dijo ella, tan acomedida que casi la beso.
Por experiencia (y tengo mucha), entre menos se presione una nena, más linda es cuando lo da. Y si no lo da, pues hay más nenas o hay paja, o putas. Entonces, regresé al baño e hice paro por otros cinco minutos. Al salir, volví a poner el vasito vacío en el mesón.
—¿Qué pasa profe? —preguntó ella a media voz cuando vio el vergonzoso resultado.
—Querida Maryi, voy a ser muy honesto.
—¿Sí señor?
—Necesito tu ayuda.
Ella solo abrió esos enormes y lindos ojos y se puso a escucharme.
—Sólo tú puedes decidir. Pero recuerda que es tu año el que está en juego.
—¿Cómo quieres que te ayude? —preguntó, ya sospechando.
—No voy a poder eyacular sin un estímulo femenino.
Ella retiró la mirada y se arregló el cabello.
—No será nada difícil para mí si me ayudas, puesto que eres la nena más hermosa y sensual de este colegio.
—¡Prooofe!
—Probemos. Déjame mirarte.
—¡PROOOFE!
—De sólo imaginarte ya tengo ganas. Si me ayudas tendré lo que necesitas muy rápido. ¿Qué dices?
—No sé.
—¿Quieres perder el año?
—¡NOO!
—Levántate la falda, entonces.
—¡Proooofe!
—¡Maaaryi!
—Está bien, pero solo mira.
—Sólo miro ¡solo miro! —tartamudeé y me lo saqué.
Qué bella experiencia es desenfundar frente a una alumna de 13 años. Ella se puso de pie y se subió el faldón. ¡Pero qué figura! ¡Qué locura! Para algunos hombres y para casi todas las mujeres, el 𝑢𝑝𝑠𝑘𝑖𝑟𝑡 no tiene mucho sentido como detonador de la lívido. Alguna chica me ha dicho «Pero ¿qué ven acaso? ¡calzones y ya!» Pero su comentario solo me prendió más. Sí, el solo comentario. Un fetiche es un fetiche, y un fetiche poderoso sumado a otro es una bomba atómica. O sea, el tener a Maryi ahí subiéndose la falda para mí, y que no estuviera solo en calzas y calcetas sino en pantymedias, no solo eso sino que estas ¡fueran negras y brillantes! Erección: 100%.
Cuando me lo saqué, Maryi quitó la mirada y así se mantuvo durante el primer minuto de pajeada. ¡Pero qué figura la de Maryi! Y lo sensual que se veía ese cuadadradito oscuro de nailon en su entre pierna, estirado y dejando pasar unos asesitos de luz para que se vieran sus calzas blancas. Las 𝑝𝑎𝑛𝑡𝑦𝑚𝑒𝑑𝑖𝑎𝑠 también se aclaraban en los muslos. Estuve por acabar, así que me la solté. Quería inventar que necesitaba aún más estímulo. No sabía si aspirar a penetrarla, pero una mamadita no estaría mal, y por supuesto verle todo ¡TOOODO! Esas nalgas jóvenes, las teticas limoneras y esa raja de ensueño.
—¿Por qué paras? —me preguntó.
—Eh… —no sabía qué inventar— déjame ver más.
—Pero si… ya casi salía ¿no?
«Mi amor, tú harías acabar a un caballo en un minuto» pensé. Pero no sabía qué decir. Probablemente era hora de ser honesto.
—Es que no quiero acabar todavía ¡déjame verte más, date vuelta, Maryi!
—Está bien —dijo, actuando mala gana.
Ahora: Si las 𝑝𝑎𝑛𝑡𝑦𝑚𝑒𝑑𝑖𝑎𝑠 se aclaran en las regiones más voluminosas dando un excitante efecto, pues en las nalgas… ¡Era casi traslúcido! Sentí una punzada. Mi sexo no se conformaría con mirar nada más. Maryi llevaba un ceñido 𝑝𝑎𝑛𝑡𝑦 tipo 𝑏𝑖𝑘𝑖𝑛𝑖, de color blanco. Tan ceñido era que parecía envolver cada glúteo individualmente. Sentí muchas ganas de hundírselo hasta por esa cola. Qué niña tan bonita. Me la volví a agarrar y me pajeé frenéticamente, pero al cabo de treinta segundos de verla ahí hincadita sosteniendo su falda de colegial en las alturas, no aguanté y di dos pasos hacia ella. Quería manosearla. Quería tocar ese culo tan lindo. Ella, solo esperaba pacientemente a obtener el espermatozoide que necesitaba, y ni siquiera me miraba. No se dio cuenta que me le había arrimado sino hasta que usé mi mano en forma de pinza para agarrarle una nalga.
—¡Profe! — gritó cuando sintió el contacto.
Al principio, su reacción fue como para quitarse o quizá correr, pero cundo bajó la mirada y me vio la verga tan gorda y con el cabezón brillante asomado hasta la mitad, viéndola como un cíclope arrecho, se quedó congelada. Sus manitas perdieron fuerza y su falda descendió unos centímetros.
—No te la bajes, mi vida; no te la bajes —dije y le subí otra vez el faldón.
Ella siguió congelada viéndome el miembro. Quizá no había visto nunca uno, al menos uno adulto y en plena erección. Las muchachas suelen ver muchos pitos de bebés y niños, y para ellas es objeto frecuentemente de burla. Sé de buena fuente que el pene les parece una tripa inútil, aunque no usen esas palabras. Pero cuando ven una verga adulta encañonada, ahí sí se saborean… ¿no? Se la pegué en medio de las nalgas y la sensación fue gloriosa. El glande descubierto e inflado tocando esa textura electrizante del 𝑝𝑎𝑛𝑡𝑦ℎ𝑜𝑠𝑒 y justo en la zona más tibia y bonita… 𝑤𝑜𝑤. Me corro de solo recordarlo.
—Te voy a hacer el amor, Maryi —balbuceé.
—Pero profe…
—Dime que no quieres… te escucho ¡dilo!
Mientras dije eso la atarreé con mi verga1, con buena fuerza.
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1Atarrear: Tocar en medio de los glúteos deslizando de abajo hacia arriba, generalmente cuando la dama aún está vestida.
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Eso la hizo gemir de impresión. Para no dejarle espacio de pensar e inundarla con sensaciones, le metí la verga entre las piernas y empecé a perrear. Se sentía calientita.
—Aprieta las piernas, amor —le dije.
Así lo hizo y la sensación fue exquisita.
—Entonces… ¿ibas a decirme que no quieres que te haga el amor? —la reté mientras seguía frotando.
A ella se le salió un resoplido.
—Tomaré eso como un “no”. No vas decirme eso…
La tomé de la mano y la giré. Me puse a besarla con pasión. A una de mis alumnas de octavo, de trece años. A Maryi, la más bonita. Quiero decirles que, puedes haber besado y culeado a muchas morras, pero cada una es como la primera. Son demasiado lindas y suaves.
Por cursi que parezca, el amor prohibido es lo más arrechador que hay. Por eso siempre las mimo y consiento como si fueran hijas mías (así o ¿más cachondo?). Mientras devoraba su piel tierna con la ternura que bien se merecía, le manoseaba el pecho y el culo. Ella me sostenía por la cintura, pues no sabía qué más hacer. Yo guié sus manos a mi falo. La puse a que me lo jalara mientras yo seguía bebiendo su joven feminidad a punta de suave besuqueo. Su aroma era una locura. Es algo que se pierde con los años y debe ser sustituido por químicos artificiales. Igual que se va la lozanía, la suavidad y el nivel de colágeno disminuye y las formas ceden aunque sea ligeramente a la gravedad. A los 17 están en lo último de esa máxima etapa frugal. Después de eso, empiezan a ser mujeres adultas y es un asunto completamente diferente. Lo sabían Louis Malle, Vladimir Nabokov y Mimmo Catarinich. ¿Han visto a Brooke Shields a sus doce años? Lo que se siente al verla debe ser lo que sintieron los ángeles del cielo para haber querido encarnarse y venir a procrear con las mujeres creadas por Dios.
Y ahí estaba yo. Un maldito afortunado quizá sin mérito. Haciendo el amor en el laboratorio de Biología con Maryi.
Mi experiencia me decía también que el sexo oral no era bueno en la primera vez con una morra. Tenía que aguantarme las ganas. Ya saben: Entre más agresivo, menos rico es para ellas y lo único que uno lograría sería que odie a los hombres. En cambio, a mayor gentileza, mayor cantidad de futuros encuentros.
En un momento me separé de su cara y la miré. Descubrí que estaba roja como un tomate, pero decidida. Otra vez la tomé de la mano y la giré. Le subí el faldón y contemplé ese pedazo de culo de fantasía. Se lo acaricié sin reserva. Le dí besos en las nalgas. Solo quedaba erguirme de nuevo y bajarle los cucos. Lo empecé a hacer y ella cooperó. Apunté. Le tomé la carita de medio lado y la acaricié. Empujé. Maryi gimió, y ese sería su último gemido de susto. El resto de gemidos en su vida serían de placer. ¡Al centro y pa’dentro! ¡Qué suavidad tan fuera de este mundo! Es tan rico que no puedes quedarte quieto, así lo intentes con fuerza. Perreas porque perreas. Y, si se sentía calientita por fuera, solo aparentando el coito, como hacía un ratito, por dentro… ¡uff!
Después, recordándolo, una idea vino a mi cabeza. ¿Por qué demonios en la educación sexual insisten en que se tome el sexo con seriedad? ¿Por qué lo más divertido, hermoso y rico del mundo tiene que ser tomado con seriedad? Que se tomen con seriedad la guerras, las finanzas, la corrupción… pero… ¿El sexo? Qué manía de arruinar lo agradable. Es como una conspiración para que los seres humanos no disfruten. En fin.
Después de unos minutos de vaivén, ella me sorprendió con una solicitud. Se estiró, así en cuatro como la tenía, agarró el vasito de plástico del mesón y se retorció para pasármelo. Me dijo:
—No se te olvide recogerla.
Sí, dijo «recogerla» y no «recogerlo». ¿A que se refería? ¿A la “venida”? O a caso a la “leche”? El caso es que me puse más a mil y le respondí, dándole más duro:
—¿La quieres? ¿Quieres que te la heche en el vaso? ¿La quieres toda, mi amor?
—Sí, profe, toda —dijo.
Me hizo venir. Ella se giró tan pronto lo saqué y se agachó a colocar el vaso. Se aseguró de no perder una gota.
—Uich —dijo, impresionada por la cantidad.
Yo estaba en otro planeta, temblando y sudando. Pero ella, en cambio, agarró la pipeta Pasteur y pasó una muestra de mi venida caliente al portaobjetos y otra a la caja de Petri con agua. Se puso a girar los objetivos del microscopio y a mirar a través de ellos, así, con la falda sosteniéndosele sola todavía a mitad de trasero gracias a los pliegues arrugados con violencia. También tenía las medias y las bragas por las rodillas. Se veía tan bonita haciendo ciencia así ¡medio desvestida y recién culeada! Yo, creía que con la folladita, todo lo del experimento había quedado atrás. Pero ella aún quería hacerlo. Saber si su amiga Adela podría estar preñada o no por aquél pajuelo de la piscina. Quería ser quien le diera claridad a su tormento. Tomé a Maryi por la cintura y la abracé y besé su cuello mientras ella luchaba por enfocar la cámara a través del ocular del microscopio. Qué morbazo tan rico ver cómo ella acababa de ordeñarme para hacer su experimentito. Ella tomó unos segundos de video y anotó datos en un formulario que teníamos preparado en la tableta.
—Ayúdame a vestirme, aunque sea —me dijo.
—Es que te ves bonita así.
No obstante me agaché y la subí los calzones y luego las medias. Lo mejor de todo fue cuando le alisé los pliegues de la falda. El tacto fue muy rico, es algo que todo hombre merece experimentar (con una de 12 o 13, claro). La estuve vistiendo mientras ella repetía la observación y toma de datos con mi corrida puesta en la caja de petri.
—¡Uhy, sí se mueven menos!
«He creado una puta-científica, literalmente!» me dije, con comicidad. Otra vez la abracé y le seguí dando besos en el cuello como si fuera mi mujer.
—Listo, profe Armando. ¿Cada cuánto miramos la motilidad?
—Cada diez minutos. Podrás probarle a Adela que su retraso es de puro susto. Le pasa a muchas mujeres. Se asustan tanto por el miedo a embarazarse que el miedo les provoca el retraso y más creen que están en embarazo y más se les retrasa, y así…
—Listo. Cada diez minutos hasta que se mueran tus espermatozoides —Me dijo Maryi, dejando el mesón y volviendo a sentarse en la butaca, cruzando la pierna y volviendo a mostrarme todo—. ¿Qué hacemos mientras?
—Yo ya me recuperé —le sonreí pícaramente.
—¡Ay, profe Armando!
FIN
Ojalá les haya gustado esta fantasía.
Todos mis relatos aquí:
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Y uno que está sin firmar
buen relato, las pantyhoses son una de las mejores cosas del mundo