yo, 12 años, mi vecina 38
Experiencia con una vecina cuando era púber, fue mi maestra durante un tiempo.
Este relato cuenta lo que me pasó con casi 13 años, hace 15 de esto pero fue tan intenso que me marcó para toda la vida.
Mi madre y yo vivíamos en una casa de campo, alejados de los vecinos. Yo era un saludable niño, de contextura mediana, una cabeza llena de rulos rubios y como me dejaba el pelo largo algunos bucles caían hasta mis hombros.
Hace poco había fallecido el dueño del campo de al lado dejando sola a su viuda. La conocía desde niño, muchas veces me invitaban a cenar porque no tenían hijos, eran muy amables conmigo
Mi madre me dijo, llégate a la casa de Paula, la viuda, y ofrécele tu ayuda para lo que sea necesario.
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Cuando llegué ella estaba saliendo del corral de las vacas.
– ¡Hola! ¿Cómo estas Lucas? Me dijo
-Bien, Paula, me manda mi mamá por si necesita algo.
– ¡Qué amable! No sé, eres pequeño. ¿Cuántos años tienes ya?
-Cumplo 13 en un mes.
-Bueno, casualmente tengo que ir a buscar 2 vacas que no regresaron al corral, si quieres me acompañas. A caballo.
Claro, será divertido.
Al cabo de dos horas y de mucho galopar, las vacas regresaron.
-Debes estar cansado. Pasa y te invito un refresco. Me dijo
Entre rengueando y con mis nalgas doloridas. Ella lo notó y me preguntó si me lastimé.
-Creo que sí, me duele la cola. Dije
-Si no te da vergüenza me puedes mostrar y te pongo una pomada para las paspaduras. Replicó
Si me daba vergüenza, pero la molestia era grande así es que accedí y pronto estaba en el sillón de bruces con los pantalones en la rodilla. Ella me examinó y me dijo que tenía una peladura.
-Apestas a caballo. Dijo –Será mejor que te des un baño y luego te pongo la pomada, mientras te bañas te lavaré el pantalón corto que traes y el calzoncillo para quitarle el olor a caballo y que no te vaya a infectar la herida, el sol y el aire secarán la ropa en media hora
Fui al baño y le dejé mi ropa en la puerta, salí envuelto en una toalla y ella me llamó desde su dormitorio.
-Espérame enseguida salgo del baño, yo también me estoy dando un baño.
Ella también salió envuelta en una toalla y me dijo que me ponga boca abajo en la cama. Así lo hice y sentí como ella retiraba mi toalla y con su dedo me untaba la crema en mis nalgas, muy cerca de mi ano. Me daba una sensación placentera, me había olvidado de mi bochorno. También me dijo que estaba muy ardido por el sol y que me pondría una crema humectante en todo mi cuerpo. Y empezó a hacerlo, ¡Qué delicioso se sentía! Sus manos dibujaban en mi cuerpo círculos y rayas, yo sentía un calor que me subía desde mis piernas al estómago.
Sentir esas manos acariciando mis piernas no tenía desperdicios. Y de repente su voz me sacó de ese éxtasis.
-Yo también me he quemado-dijo – ¿Me pondrías crema en mi espalda?
-Claro que sí. Contesté
Esta vez fue ella la que se tendió en la cama y yo me incorporé, acomodando la toalla para tapar mi intimidad. Comencé a pasarle mis manos encremadas por sus hombros y espalda. Ella alababa mis movimientos diciendo que tenía las manos suaves. En un momento se bajó aún más la toalla que solo le cubría, de la mitad de las nalgas hacia abajo. Me dijo que siguiera poniéndole crema más abajo. Ya había llegado al límite de donde emergían sus redondeadas montañas. Ella insistió que siguiera bajando mis manos. Hice contacto con sus nalgas y ella dejo escapar un prolongado suspiro. La toalla quedó en sus muslos y ante mis ojos quedó el más hermoso trasero que había visto, claro que era el primero que veía, pero era hermoso. Mi pene comenzó a despertar y sobresalía en la silueta de la toalla, ella me pedía que le apriete más las nalgas y hasta que le diera algunas palmadas, dijo que era para activar la circulación.
Yo estaba francamente caliente, nunca antes había estado así. Y todo estalló cuando sentí que la mano de ella entraba bajo la toalla y me recorría desde la rodilla hacia arriba, cuando rozó mis testículos sentí que mil alfileres se clavaron provocando una electricidad que ascendía hasta mi cabeza. Y por fin sus dedos llegaron a mi dureza y comenzó a acariciar y masajear mis huevitos y mi pito. Las sensaciones eran tremendas. Me quitó la toalla y dijo:
- ¡Qué hermosa herramienta tienes! De un tamaño más que aceptable y solo con esa pelusa fina y rubia decorando su comienzo. Chiquito nunca he deseado tanto algo.
Y sin más preámbulos, se lo llevó a la boca y comenzó a pasarle la lengua. Con su experta lengua recorría desde la punta hasta el nacimiento de mis huevos, aún más atrás acercándose peligrosamente a mi ano. Yo cada vez estaba más excitado y ya casi había perdido la noción del lugar y del tiempo y comencé a jadear porque sentía un calor a punto de estallar. Ella se dio cuenta del inminente orgasmo que yo tendría y se detuvo.
- Aún no quiero que termines. dijo. Y Se acostó en la cama boca arriba y me dijo que me subiera a la cama.
Me ubicó entre sus piernas y yo no paraba de mirar ese tajo lampiño que tenía enfrente, hizo que me acercara y tomando mi pene empezó a juguetear en la puerta de su cachucha. Las sensaciones me golpeaban en cada parte de mi cuerpo. Y así, sin previo aviso, acomodó el pene en la entrada de su conchita y me dijo que empujara. Fue fácil, entró como entraría un dedo engrasado en un anillo. Eso era delicioso, sentir todo ese calor rodeando mi verga. Empezó a moverse y yo seguí su ritmo, sus grandes tetas me golpeaban las mejillas. No duró mucho en muy pocos movimientos descargué toda mi energía en forma de dos o tres gotitas de semen. Me recosté sobre su pecho sintiendo sus manos que recorrían desde mis ondulados cabellos rubios, hasta el nacimiento de mis piernas. Me animé a tocarle sus pezones y como noté que lo disfrutaba los lamí, chupé y mordí en ese orden y varias veces.
Nunca mi pene había salido de su vagina y con tantas caricias y mordidas, lo sentí grande y duro de nuevo y comencé mi movimiento de vaivén. Ella deliraba, era un orgasmo tras otro, perdí la cuenta de cuantas veces se vino. Esta vez todo duró mucho más, yo también acabé una vez más.
Luego tendidos en la cama me confesó que con su marido jamás había gozado así. Y que yo era un excelente amante. Empezó de nuevo con las caricias y muy pronto estaba al palo de nuevo. Entonces se puso en cuatro patitas como un perrito y me dijo que se la meta por atrás. Con la misma crema que le había untado ella embadurnó mi pene y me dijo que lo hiciera.
Fui metiendo despacito, progresando pocos milímetros y ella gritaba como una loca. Empezó a decirme palabrotas que nunca antes me habían dicho.
-¡Cógeme , cabrón, soy tu puta… pégame en las nalgas (yo lo hacía) Así , así, métela más, que no quede nada afuera.
Y realmente no quedaba nada sentía una fuerza apretando mi pene en todas direcciones. Ella me pedía que le diera fuerte y ayudaba retrocediendo con fuerza contra mí. No pasó mucho tiempo y acabé por tercera vez. Estaba rendido, me llevó al baño me baño, me lavó el pito y tuvo tiempo de chuparlo un rato más.
Ya mi ropa se había secado así es que me vestí. Me despidió con un beso profundo donde su lengua entraba en la intimidad de mi boca.
Me dijo: -Las vacas se escapan casi todos los días, si quieres venir mañana…
Las vacas se escaparon durante 5 años hasta que me fui a estudiar a la ciudad.
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Me encantó tu relato me gustaría que escribieras más porfavor
Saludos