"A LOS PIES DE LA MARÍA"
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Aún recuerdo cómo mi hermosa noviecita de entonces, con sus once años de niña hermosísima y ya exuberante, hízome caer en el placer de lamerle los pies.
Estábamos jugando me acuerdo, y yo no lograba contrarrestar su arrolladora superioridad sobre mí en el juego, y sádicamente ella reía y de mí se burlaba, y súbitamente una extraña y rara sensación de erótico placer comenzó a invadir mi cuerpo preadolescente al ser así por mi hermosa y exuberante novia tan arrolladoramente dominado, y aquéllo aún más todavía se intensificó, cuando a ella se le ocurrió hacerme aquella apuesta de tener que yo lamerle sus pies que estaban completamente sucios de sudor y esa crema marrón de la mugre que tenía, si yo volvía a ser por ella derrotado.
Recuerdo, como si fuera hoy, aquel súbito ardor erótico que extrañamente sentí al hacerme ella, ese desafío. Aquella humillante prenda que debería yo cumplir de volver ella a derrotarme otra vez, recuerdo que me inundó de una ansiedad cargada de una pasión, que se insinuaba ya, contundente. Acepté, mirándonos los dos, con la más cómplice sonrisa. En ella, había una muy maliciosa picardía; en mí, una ya hirviente sensación de calentura sexual atróz.
Jugamos nuevamente, y en mí, un ardor monstruoso recuerdo que hasta nublaba mi visión y veía a mi novia como a una monstruosa cosa hermosamente dueña de lo que a pasarme presentía. La miraba, y nunca la había visto así tan sensualmente hermosa. Ella reía con una maliciosidad dominante, y me sacaba la lengua y hacía morisquetas de provocadora insinuación marcadamente erótica. Recuerden nuestra edad: once años!
De principio a fin, ella…me venció. Y en el fin, o sea en su victoria, sus brazos se alzaron, mostrándome aquella morisqueta que me anunciaba, lo que debía yo cumplir…mordiéndome los labios y ya cautivo en un ardor difícil de explicar, sonreía yo resignado, y presto a cumplir con lo antes acordado.
Riéndonos nos ubicamos cómodamente a llevar adelante lo que debía yo cumplir, y sentándose ella sobre una mesa, me ordenó a sus pies arrodillarme, al tiempo que yo mismo debía quitar aquellas sus sandalias plásticas que no permitían la respiración de sus pies, y que los mismos estaban completamente cubiertos por una gruesa capa de esa sudorosa mugre olorosa que mi lengua…comenzó a limpiar entre sus risas, y también las mías. Lamía y chupaba yo con un placer harto evidente, y María, que así se llama mi novia, reía y reía. Aquellos pies, quedaron impecablemente limpios; y en mi boca y paladar, por todo el resto del día, aquel intenso gustito a queso. Cómo reíamos cuando yo se lo decía!!! Y entonces, recuerdo, así la María me dijo: "A partir de ahora, ésto…lo haremos todos los días: lamerás mis pies, siempre!!!" Los dos, felices, celebramos la idea. Ah!, pero olvidaba contar que inmediatamente a eso ella me hizo varias pajas para coronar la cosa, y que éso…también comprendía lo de éso hacer todos los días.
Así pues, fué como entre la María y yo, comenzó la cosa. Hoy ya llevamos doce años de novios, y a la María le habré lamido los pies…no sé, pero creo que…miles y miles de veces. Y ríos de leche me ha hecho por la pija saltar en medio de las más despampanantes calenturas, haciéndome todo tipo de manoseos y cosas, en donde yo soy su juguete, y disfruto mucho siendo su esclavacho. Bueno, termino yá por aquí, porque oigo los pies de la María que viene a casa entrando, "y tengo que hacer"…se entiende, verdad?
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