Aliviando el estreñimiento de mi perro
Mi perro corriente necesita que le dilaten el ano para poder cagar.
Un día común y corriente caminando cerca de una secundaria una adolescente se me acercó y me pidió por favor que adoptará a uno de los cachorritos de una perra que vivía en su escuela y había parido hace casi 2 meses. Me dijo que ya era la segunda camada y le estaba costando mucho encontrarle hogar a todos, que yo le pareci un buen tipo y que cuando acabarán de amamantar podía entregarme uno.
La chica no era nada fea para su edad y me rogó de manera bastante tierna. La verdad, buscando un poco de carne fresca o una posible relación acordé encontrarme con ella regularmente cerca de su escuela ya que no aceptó darme su número de celular.
Semanas después me entrego al cachorro ya vacunado y todo por lo que me parecía muy mierda de mi parte no aceptarle el perro, a pesar de no conseguir ningún avance romántico con ella. Era un perro de pelaje totalmente blanco y parecía ser cruza de labrador con alguna raza pequeña de pelaje corto. No parecía que fuera a crecer mucho y siendo sincero un poco de compañía me hacía mucha falta en ese momento.
Todo fue transcurriendo con normalidad, el perro crecía sin mostrar signos de enfermedad o anormalidades típicas de perros que no son de raza pura. Hasta que por los 8 meses empezó a mostrar dificultades a la hora de hacer sus necesidades; caminaba mientras pujaba y gemía de dolor, apenas pudiendo cagar heces pequeñas y a veces con sangre.
Lo lleve al veterinario y luego de descartar una infección o parásitos le recetó una dieta especial que le aguadaba la caca pero no parecía funcionar del todo. El doctor veterinario me explicó que al ser una cruza callejera era probable que perros de tamaños dispares se hayan apareado generando una malformación en su intestino o aparato excretor. Después de un pequeño análisis manual detectó que el esfínter estaba muy estrecho y apretado, mi perro gimoteaba con la estimulación que le hacía con los dedos el veterinario.
«Al parecer el problema es físico. Hay que dilatar el ano como lo estoy haciendo hasta que tu mascota pueda evacuar sin tanto esfuerzo, puedes traerlo aquí un par de veces por semana o hacerlo tu mismo»
Cómo yo tampoco cago dinero le dije al doctor que lo haría yo mismo. Me explicó cómo hacerlo usando unos guantes de cirujano y un poco de lubricante. Tenía que introducir dos dedos hasta sentir la presión del esfínter trando de expulsarlos y en ese punto expandirlo lenta y firmemente con movientos de contratación por varios minutos. Para finalizar la explicación le saco un trozo de mojón verde y negruzco que tenía atorado y el perro soltó un pequeño pero sonoro chillido al instante.
«También pudes retirar las heces directamente si están demasiado duras. Procura sacarlo de un solo jalón para evitarle más dolor al perro. Una vez hecho eso un enema con agua a temperatura del cuerpo le vendría de maravilla para acabar la limpieza»
Apenas unos 2/3 días después de la visita al veterinario mi perro tenía dificultad para evacuar nuevamente. Podía ver la punta de un mojón firme y café asomandose por su ano con cada pujido pero nada más. Me puse los guantes de un paquete que había comprado sabiendo que era la hora de ocuparme del cuidado de mi mascota.
El veterinario la hizo ver mucho más fácil de lo era: el procedimiento fue sucio y frustrante, mi perro inquieto se movía para evitar que me acerque a su parte trasera mientras mi mano enguantada chorreaba aceite para bebé por todo el piso. Una vez que logré acorralarlo e inmovilizarlo con mi brazo, el penetrar con mis dedos ese diminuto agujero era difícil, cediendo muy poco a pesar del empeño que estaba poniendo en entrar.
Después unos 40 minutos aproximadamente logré dilatar su rosada donita y sacar parte de la mierda haciendo un gancho con mi dedo índice, método que me vi obligado a utilizar luego de ser incapaz de atrapar el mojón entero como lo hizo el veterinario.
Todo el pelaje blanco y corto que rodeado su ano quedo manchado de mierda, el olor y los constantes quejidos de mi perro eran desquiciantes pero entendía que era mi responsabilidad como amo. Me acordé de que tenía que hacerle el enema y decidí aprovechar para hacerlo mientras le daba un baño caliente.
Durante el baño le empujaba agua tibia en su recto con un bulbo de goma. A los pocos segundo el agua era eyectada de su trasero en un fino chorro de tono café. Era incomprensible la cantidad de suciedad que cabía en ese agujerito tan pequeño y cerrado. Ya mientras lo secaba con una toalla me estrese con la sola idea de realizar este procedimiento 2 o quiza hasta 3 veces por semana, incluso me vi tentado a regresarselo a la chica o regalárselo a quién sea en la calle, pero… un pensamiento intrusivo que tuve desde que vi ese agujero ya bien limpiezito y rosado ganó la batalla mental.
Saqué un condón que llevaba en mi cartera más tiempo del que me gusta admitir.
«Mira, no se me ocurre mejor manera de ayudarte. Te dejo bien abierto el orto y me quito estas ganas que traigo… los dos ganamos, ¿no crees?»
Por supuesto sin recibir respuesta alguna, me saqué la verga ya medio despierta por los pensamientos morbosos que cruzaban como relámpagos por mi mente. Me puse el condón y agarré a mi perrito para llevarlo a mi habitación.
Lo coloque con medio cuerpo al borde de mi cama con sus patas traseras colgando hacia el suelo y su trasero recién lavado a la altura casi perfecta para recibir una verga humana. Mientras lo sostenía en esa posición con mi mano él volteaba para mirarme sin entender el nuevo método para desconstipar su intestino que estabamos por probar.
Puse mi pene en la entrada de su culo como dándole un besito a ese entradita rosa y sellada, claro si no fuera por la delgada capa de plástico que los separaba. El condón estaba lubricado lo que facilitaría mi siguiente movimiento.
«Fuuu… ahora sí ahí te va toda la verga»
Lancé mi primera estocada en su ano arrancándole una especie de ladrido con chillido, apenas y había entrado la cabeza.
«Ya sé que duele, pero te prometo que después te va a gustar…»
El perro se retorcío sacando el poco progreso que conseguí en su culo. Además los chillidos fuertes me estaban poniendo nervioso, así que me quité los calcetines que tenía puestos e improvise un bozal metiéndole un calcetín hecho bola en el hocico y amarrando el otro alrededor para que no lo suelte. Tomé el aceite para bebé para lubricar su entrada masajeando el palpitante orificio con la yema de mis dedos a modo de disculpa.
«Segundo intento… uuf, ya no te muevas o te va a doler más. Lo tienes bien apretado»
A ritmo lento pero constante mi miembro se introducía en las estrechas paredes anales de mi mascota, el esfínter se contraía como tratando de masticarme el pene y comérselo entero.
–AUUMMmmmh Urf urf mmff…!
«Eso, ya casi entra toda… aguanta un poco más, putito»
Si bien nunca me he medido el pene diría que está entre unos 14 a 16 centímetros, la parte superior del tronco es más gruesa que la cabeza y la base dándole un aspecto «gordo» o pesado cuando está erecto. Una herramienta ideal para expandir esas apretadas paredes que tanto sufrimiento le habían causado a mi pobre perro.
Ya con toda mi verga rellenando cada pliegue dentro de ese agujerito de mierda traté de consolar a mi perro acariciando su lomo y hablándole bonito, al mirar sus ojos llorosos parecía entender perfectamente que su culo y su vida ya no serían lo mismo desde ahora.
La opresión que ejercía la cavidad anal en todo mi miembro era sofocante, sin siquiera moverlo podía sentir el calor y la intensa succión de su trasero.
Esos minutos de constantes espasmos anales me la pusieron durísima como nunca antes. Nunca había estado en un lugar tan apretado como el culo de mi perro.
La lucha entre sus apretadas paredes y mi dura casi dolorosa erección reclamando espacio en su interior me estaba volviendo loco
«Ah, sí, justo así… es como si tu culito tuviera hambre, y hay que darle rico de comer»
Ya con la verga a reventar empecé el bombeo duro y taladrante, jodiendole las entrañas con cada furiosa estocada directa a lo más profundo de su agujero de mierda. Podía sentir como se abrían y cerraban las paredes con cada mete y saca que le daba.
Las tremendas exprimidas que me daba su recto amenzaban con hacerme venir demasiado pronto, empecé a sacarsela por intervalos, la sensación de su donita queriando tragarme la verga de vuelta cada vez que la sacaba era increíble, casi tan increíble como la vista de su boquita trasera bien abierta por fin, como un pescado desesperado por respirar, contrayéndose, buscando cerrarse y recuperar su forma original.
Por supuesto no iba a permitir que eso pasará, después de unos segundos se la volvía a hincar de una, haciéndole soltar gemidos de dolor cada vez, obligando a su pequeño orificio a recordar la forma de mi pene erecto a la mala.
Podía sentir una carga espesa y cremosa subiendo por mi uretra, cosquilleando en el glande e inflandolo como un globo. La visión de esas paredes rosadas pegadas a mi tronco saliéndose con cada violenta arremetida me hicieron querer quitarme el condón y sentir esa carne viva directamente mientras escupo mi semen en lo más profundo de su ano.
Aún cuando el condón estaba visiblemente manchado de mierda y el viciado aroma no ayudaba, la excitación me pudo más y antes de darme cuenta ya me había quitado el forro y estaba cogiéndomelo a pelo.
El esfínter notoriamente cansado de tener dedos y penes humanos hurgando en su interior a juzgar por la facilidad con la que cedía a mis penetraciones ahora, se prenso a la base de mi tronco y al ducto palpitante que empuja el semen hacia un delicioso orgasmo envuelto en sus entrañas, devorando mi esperma caliente, absorbiendolo a lo más profundo de su agujerito con cada espasmo que daba.
Sobra decir que a partir de ese día los problemas de estreñimiento de mi perro se acabarían para siempre. De hecho, ahora caga más que nunca en su vida, especialmente la leche y orina de su amo, a veces incluso su propio recto se le sale. Y sí, en algún momento deje de usar agua tibia para los enemas y comencé a mear exclusivamente en su agujero de mierda para limpiar sus entrañas. Después de todo, no hay nada más cercano a agua a temperatura del cuerpo que la propia orina.
La última vez que visitamos un veterinario fue para remover sus cuerdas vocales; si bien me había acostumbrado a sus quejidos y lloriqueos durante nuestras largas sesiones, no quería molestar a mis vecinos con los cuidados especiales que requiere mi mascota.
Y cuando digo «la última vez que visitiamos un veterinario» tal vez sea literalmente la última vez porque el prolapso anal que tiene a día de hoy mi perro no creo que tenga arreglo o explicación para un profesional o para cualquier otra persona. Creo que tendré que ocuparme de él por el resto de su vida en mi casa, manteniendo su ano bien repleto y en su lugar.
Ahora siempre que regresó del trabajo me espera encadenado en el cuarto baño que es su lugar desde entonces. Ahí prácticamente su existencia se ha reducido a recibir sexo anal y cualquiera de mis fluidos corporales sin importar la hora. La verdad soy de los que suelen tener erecciones repentinas en la madruga y siempre es agradable tener un agujero caliente y entrenado para eyacular un par de cargas.
Cuando me lo cojo en las madrugas me gusta estimular sus testículos que suelen estar amarrados todo el día para hacerlo sentir como una verdadera hembra. Aunque últimamente he tenido la morbosa idea de dejarlo correrse por primera vez y utilizar su semilla para una nueva generación de perritos con culitos bien apretaditos.
Sinceramente, después de tantos siglos de convivencia con el hombre ¿qué tan loca es la idea de criar una raza canina especializada en recibir sexo anal sin descanso…?
Bueno, solo espero que mi querida mascota no sea estéril o tendré que repetir todo el entrenamiento con una nueva 😉


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