«Amor, ¿me meas la conchita?»
..
Lo más emocionante que hemos hecho Darío y yo en el sexo es que yo le haga la paja en un cine. Y ni siquiera es tan emocionante porque no acabó.
Sentía que a nuestra vida sexual le faltaba algo. Ya lo he hablado con mis amigas, con él, con mi psicóloga y hasta con el perro. Pero no encontraba solución.
Y la verdad es que los dos teníamos vida muy ocupada y aunque el sexo siempre estaba, no lo veía como una emoción ya.
Mi psicóloga dice que es porque busco y quiero cosas más arriesgadas. Por ejemplo, esa vez en el cine estaba tan caliente por la sola idea de que nos pudieran atrapar, o porque era seguro que alguien estaba viéndonos.
La adrenalina, el morbo, eso es lo que me enciende.
Darío, aunque no es aburrido ni nada por el estilo, es más tradicional.
Un mañanero, el misionero, en cuatro, anal, en la ducha cuando estoy indispuesta, una que otra vez en la cocina y nada más que eso es lo más arriesgado que hemos hecho.
Ni siquiera lo hemos hecho en la camioneta nueva que nos compramos.
Necesito más. Necesitamos más.
Algo prohibido, tabú. Algo que nos dé emoción a los dos y no sabía que podía ser.
Ese domingo estábamos haciendo fiaca en la cama a las 10 de la mañana. Entre besos, manoseos y susurros, nos empezamos a calentar.
Darío es hermoso. Lo que más me gusto de él la primera vez que lo vi es ese parecido a Johnny Deep de joven. Me vuelve loca. Y tiene una pija hermosa. Me encanta chupársela. Podría pasar horas. Y a él le encanta acabarme en la boca y que me la trague.
Se acuesta ahí en nuestra gran cama con los brazos detrás de la cabeza mientras yo me pongo en cuatro entre sus piernas para que vea mi culo con una pequeña tanga blanca mientras le chupo la pija.
-Uf mi amor, que culo hermoso que tenes, Dios.
Lo hago como le gusta. Que el pete sea muy baboso y que me la mande hasta la garganta hasta que me den arcadas. Cuando escucha que estoy por vomitar, me la manda más profundo.
Me encanta.
Me lloran los ojos, pero me rio. Me acerco a besarlo y él me devuelve el beso. Me saca la tanguita y me sienta sobre él para que lo cabalgue. Lo hago. Cogemos en esa posición un buen rato. Le gusta que este arriba porque le gusta ver cómo me rebotan las tetas.
A mí me gusta era arriba porque su pija me llena profundamente.
-Ponete en cuatro, amor.
Lo hago. Le encanta jugar con mi ano mientras me la mete por la concha.
Maldigo no haber agarrado el plug anal.
Darío me escupe en el ano y comienza a pasar su dedo por ahí mientras entra y sale de mi concha.
-Ay amor, que rico. Dios. Me llenas toda.
– ¿Te gusta?
-Sí. Más rápido, cógeme más rápido.
Lo hace. Me agarra con una mano de la cadera y con la otra me mete dos dedos en el ano.
Le acabo la pija y él lo siente cuando lo aprieto. Él tampoco tarda tanto en acabar. Siempre me llena de leche y le gusta que me quede con el culo hacia arriba por varios minutos mientras me sigue penetrando. Dice que le gusta saber que me llena el útero de leche.
Y a mí me encanta.
Por lo general cuando terminamos de coger nos quedamos un rato en la cama y él sigue dentro de mí hasta que se le pone flácida.
-Amor, tengo ganas de mear.
-Nooo. No me la saques. Todavía siento la leche calentita.
-Si amor, pero me estoy meando. Posta.
-Amoooor…
-Dale, gorda. En serio te digo.
-No.
-Ana…
-Amor, ¿y si me meas la conchita?
Ni siquiera pienso en lo que digo. Las palabras solo salen de mi boca.
Siempre tuve curiosidad por la lluvia dorada. Solo mi mejor amiga sabe eso. Ni siquiera sé por qué nunca se lo conté a Darío si él sabe todo de mí. Supongo que me avergonzaba porque es algo… asqueroso. Aunque a mí no me lo parece.
Al decirlo, se me pone la piel de gallina y vuelvo a estar caliente. Darío parece notarlo porque a él también empieza a ponérsele dura dentro mío.
– ¿Qué decís, Ana?
-Eso. Si tenés ganas de hacer pis, meame la concha.
-Boluda… -se ríe. – ¿Qué te pasa amor? Es un asco eso. -él intenta salir de mí, pero yo lo retengo.
– ¿Por qué? Ay, Darío, literal después nos bañamos. No entiendo que tiene.
– ¿Por qué me estás pidiendo eso?
-Qué sé yo amor, se me ocurrió… No sé… mirá, la verdad es que a mí siempre me llamo la atención la lluvia dorada y eso y yo… no sé… no sé por qué nunca te lo dije.
Siento como la pija de mi novio se endurece por completo dentro mío. Nos miramos fijamente,
– ¿En serio me lo decís, Ana? -asiento. -Decime por qué querés que te mee la conchita por dentro.
-Yo… no sé.
-Yo sí sé. Ponete en cuatro.
Me vibra todo el cuerpo ante sus palabras y la forma en la que me mira. Dios. Esto era lo que buscaba.
Lo hago, me pongo en cuatro y miro hacia atrás buscando sus ojos. Él me mete la pija en la concha sin ningún cuidado. Esta tan dura, sus huevos se ven pesados.
– ¿Querés que te mee la conchita, Ana?
-Si amor, sí.
-Decime por qué.
-Yo…
-Decilo o no lo hago.
No sé qué quiere que diga, pero digo lo primero que se me pasa por la cabeza.
-Porque soy una puta. Soy tu puta enferma y quiero sentir como me meas la concha. Me gusta que me llenes de leche, pero ahora quiero sentir tu pis caliente dentro mío.
-Enferma de mierda, voy a darte lo que querés.
Tarda unos segundos, pero un líquido caliente, más caliente que su leche empieza a llenarme por dentro. Siento como si agua estuviera dentro mío pero es pis. Meo de mi novio. La idea de saber que estamos haciendo algo tan repulsivo para la sociedad común, me hace venirme con fuerza.
Los chorros de pis se filtran con mi orgasmo y caen por mis piernas haciendo un charco en toda la cama. Nos empapa a los dos, pero mi novio sigue cogiéndome mientras su desecho líquido nos salpica.
Cuando acaba, su leche se une al desastre que ya éramos.
El olor empieza a ser fuerte, pero a ninguno de los dos nos importa. Nos acostamos ahí abrazados, satisfechos y felices porque hemos descubierto un nuevo fetiche juntos que realizaremos mucho de ahora en más.
-Espero que no me pidas nada con caca, Ana.
-Mmm justo lo estaba pensando como un próximo fetiche a descubrir.
Él me mira asqueado, pero sonríe.
-Enferma. Te amo.
telegram: luvshelo 🙂
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