Ana, la niña del rancho
En una lejana comunidad, el destino me hizo conocer a una niña que despertaría en mí un deseo pasional como ninguno. Relato Ficticio.
Siendo topógrafo de una constructora tenía un arduo trabajo en diversos lugares de obras como puentes y caminos, debía hospedarme en cualquier lugar para continuar día tras día.
En una ocasión estuve trabajando largas horas en un proyecto carretero, internados en el despoblado trazando nuevas rutas para una supercarretera, estaba tan concentrado en mi trabajo que al finalizar el día me di cuenta de que ya no había autobuses que regresaran al pueblo más cercano, mi única alternativa era dormir en la obra o buscar posada en alguna casa de la comunidad más cercana.
Pase varios negocios uno tras otro tratando de negociar un lugar donde dormir, todos me negaron alojamiento hasta que casi saliendo del ranchito donde poco a poco las casas comienzan a desaparecer, llegue a una pequeña tienda que era atendida por una anciana, casi no escuchaba por lo que tuve que hablar alto y muy claro, la anciana acepta y me pasó a su humilde casa; en realidad era una choza, de apenas obra negra, cuartos aislados, techo de lámina y puertas de tablones o sabanas de separación, su casa daba directamente al monte. Me llevo a un cuartito que por dentro que se veía tierno, de colchas y manteles rosados, muñecas viejas en el buró y una mochila de princesas.
La anciana me dice, – puede dormir aquí, yo le digo a mi nieta que se quede en el sofá, ¿quién sabe dónde andará esa chiquilla ahora? Cruzando el patio está el baño, puede bañarse si gusta. –
-Muchas Gracias señora- Agradecí nuevamente la amabilidad.
Me quité las pesadas botas que me torturaban y me recosté un momento, no tarde en levantarme y buscar el baño, yo traía mi propia toalla como buen viajero y me di un baño que tanta falta me hacía.
El baño apenas era un cuarto de tablas, entraba viento frio de entre las maderas y no dejaba de sentir que era observado, me bañe rápidamente y regrese a la habitación, ya era muy noche.
Apague la luz y me dispuse a dormir, era un lugar tropical acalorado por lo que me acobije desnudo solamente con una sábana, no sé cuánto tiempo habrá pasado cuando sentí una mirada helada que se clavaba en mi nuca, sentí un escalofrió y prendí rápidamente la luz, una niña de no más de 10 años, estaba parada junto a la cama mirándome fijamente con odio.
-Estas en mi cama- Me dijo…
-Ah, sí…- tu abuela me dijo que podía dormir aquí y que tú dormirías en un sofá en otro cuarto
– ¡Yo quiero dormir en mi cama, es mía! – Insistió.
La situación podría parecer cómica, pero tenía tanto sueño que para mí en lo personal se tornaba molesta. La niña me estaba cayendo mal.
A pesar de que pude observar que era bonita, de piel canela, cabello quebrado castaño oscuro, rolliza, no flaca y que vestía un solo camisón sin mangas que torneaba su silueta, no despertó ningún interés en mí, lo único que quería era que se fuera para poder dormir.
-Ya vete, déjame dormir- le dije desganado.
-No me iré, vete tuú!- Respondió de una manera infantil y quejosa.
-No me iré, hazle como quieras- le di la espalda y me cubrí con la sabana hasta el tope para ignorarla.
-Aasshh- Soltó la rabieta la escuincla.
Parecía que había sido el final de la discusión cuando sentí un bulto junto a mí que me empujaba, era la escuincla que sin importar nada se acostó junto a mí, reclamando su lugar.
Me voltee y la niña estaba acostada de manera fetal, quedamos los dos de cucharita. Pensaba molestarla para que se fuera de no ser ese maldito aroma que despertó al demonio que hay en mí, su cabello húmedo quedo frente a mi rostro y su camisón mostraba la silueta de una cinturita y unas caderas perfectas, mi corazón acelero y mi verga comenzó a levantarse hasta tocar suavemente ese camisón que lo separaba de sus nalgas.
Ella reacciono a esa sensación y sentí un brinco de su cadera.
Tenía que pensar en algo rápido para evitar que se fuera si sentía peligro. Un plan me cayó de inmediato.
– ¡Niña!, ¿Qué hiciste?, ¿sabes acaso lo que acabas de hacer?! – Le dije susurrando al oído.
– ¿Qué? – Me dijo de manera seca e incrédula.
– Cuando una mujer se acuesta con un hombre en la misma cama se convierte en su mujer, ¿no lo sabias? –
Peló los ojos y dejó escapar un pequeño sonido a manera de susto, del tipo de cuando te percatas cuando la cagaste en algo.
-Ahora ¿qué vamos a hacer tú y yo así? ahora ya eres mi mujer y vamos a tener que hacer cosas de novios en la cama, niña, y todo esto es tu culpa- Le dije de manera suave para no asustarla, pero firme para imponerme.
-No creo que ya estés preparada, pero ya que te metiste aquí conmigo ahora eres mi mujer y vas a tener que hacer cosa que hacen las novias si no te va a caer una maldición por no cumplir.
– ¿Qué tengo que hacer?, no quiero la maldición- dijo asustada, ella seguía de espaldas y volteaba un poco para mirarme con esos ojos de conejita asustada.
-Los novios cuando se acuestan juntos tienen que hacer cosas para conocerse, son juegos de cama, ¿nunca los has visto?
-No…- replicó
– ¿No has visto a tus papas que a veces se ríen cuando están acostados en la cama como si estuvieran jugando? –
-Mi papá está en el norte, mi mama se fue y vivo sola con mi abuela…
-Que lastima, – intenté parecer comprensivo, pero tenía bien presente que la anciana era sorda y jamás escucharía lo que estábamos hablando.
-¿Cómo te llamas?-
-Ana, y usted ¿cómo se llama?
-Dime Javier. –
-Bueno Ana, pues los novios se besan y se hacen cariños, cosas así, ¿me entiendes? –
Se encogió de brazos, parecía comprender la primera parte.
-Voy a enseñarte ¿va? – Solo asintió con la cabeza y apretó los ojos.
Pasé delicadamente mi dedo índice por su brazo en una caricia desde su hombro hasta su mano, vi como sus vellitos se erizaban con la caricia, al subir mi dedo pasando por sus muslos levanté su camisón poco a poco dejando descubrir unas nalguitas bien rosadas y esponjaditas, dejó escapar un leve suspiro y mi miembro se puso al 100 queriendo descubrir el interior de ese panquesito.
Acariciaba su hombro con mi dedo y le dije – Voy a darte un besito aquí para que veas que también puedo ser bueno contigo- le bese la nuca y sentí como se estremeció en un escalofrío, note que su respiración comenzó a ser más álgida.
Bien, pensé hacia mis adentros, se está excitando…
– ¿Te gustó es besito aquí? – le dije y le hice acaricié la nuca,
– Si, – me respondió con una risita. Bien, pensé, ya está aflojando.
-Te daré más besitos en lugares donde te van a gustar más, le dije – pude ver como peló los ojitos con expectativa.
Pasé mi dedo por su espalda y reaccionó con sobresalto, dejó escapar otro suspiro, su respiración era profunda, levanté un poco más su camisón hasta la cintura, sus nalguitas me volvían loco sin embargo debía esperar a comerme esa fruta. Su camisón tenía un cordón en la nuca que bajaba a media espalda, lo desamarré y descubrí su hombro, le chupé el cuello como un vampiro, y comenzó a jadear, sentía como apretaba sus muslos, se resistía a aflojar su tesorito instintivamente.
La coloqué boca arriba y seguí bajando un poco su camisón, seguí besando su cuello, exhalaba calurosamente, pero volteaba aun hacia un lado avergonzada como evitando ver lo que hacía por lo que antes de bajar su camisón y descubrir sus pechos la miré a sus ojos y le dije:
-Eres un angelito ¿lo sabias? Un angelito de verdad… –
– ¿Sí? – alcanzo a decir en un susurro…
– Si, y ahora que soy tu hombre te voy a dar muchos, muchos cariños como nadie, debes disfrutar lo que voy a hacer y quiero hacerte muy feliz en este juego, eres la niña más preciosa que he visto y te va a gustar mucho esto ¿ok? No te avergüences, disfrútalo.
-Está bien,- asintió con su cabeza y apretó los labios, esta ocasión mirándome de frente.
-Está bien, vamos a ver que regalito tenemos aquí- ella sonrió apenada mientras bajaba su camisón lentamente.
Unas preciosas perlitas infantiles salieron a la vista, era una niña, no tenía senos, solamente unas hermosas almohadillas suaves que portaban sus perlas como unos aretes sobre algodón.
Pasé delicadamente mi mano sobre sus perlitas y se endurecieron al instante, respiraba álgidamente y pude acariciarlas con mi lengua, su cuerpo estaba caliente, sin duda estaba muy receptiva.
Lamí su vientre y su ombligo, apretaba sus muslos muy fuertes, como si tuviera ganas de hacer pipí, pasé a relajarla para que me abriera sus piernitas y probar el néctar de su conchita…
Acariciaba sus muslos y sus piernas, y al interior de ellas, poco a poco separo las piernas dejando asomar una rajita abultadita y rosada, sin un pelito de puber, una tierna alcancía ya bastante húmeda para jugar con ella.
– Tienes un tesorito precioso, Anita, de toda muñequita, me gusta-
-¿Te gusta? ¿Por qué? si por ahí hacemos pipí-
-Es que aquí en su rajita las niñas esconden un secretito que tú estabas muy chica para saber, pero ya que estamos aquí ahora debo explicarte. – La niña no dejaba de poner atención.
-Ustedes las niñas tienen una cuevita muy suave escondida en su rajita, es lo que las hace mujercitas pues…, los hombres, los hombres somos distintos, y ahora que tú y yo somos pareja yo te tengo que acariciar ahí para que sientas lo más rico del mundo, es un juego solo tu novio puede hacerte.
-Está bien-, separó más las piernas
Acaricié su rajita y encontré su perlita bien mojadita, la froté con cariño y dejó escapar un quejido
-Que rico, que rico-, cerraba sus ojos y se mordía sus labios
Continué estimulando su panochita que no dejaba de brotar miel, la bese en sus tiernos labios y sentí que tocaba el cielo, tiernos, mojaditos, fue una maravilla exquisita.
La puse boca abajo y seguí masturbándola por atrás, levantaba su culito como una gatita, no dejaba de jadear, para este punto ya sudaba como una puta, su cuerpo estaba caliente y su boca exhalaba acalorada.
Me di la oportunidad de arrimarle mi pito parado y baboso, lo tenía a 100 cuando se lo unté entre sus nalgas y su panocha de arriba a abajo,
-Ay que rico, ¿qué haces?,
-Te unto la miel de mi pito… ¿te gusta?-
-Siento rico… y cosquillas, ¿¿¿porque esta tan duro??
-¿Ya le habías visto el pito a alguien?
– Sii, a los niños en el rio cuando nos bañábamos de chiquitos pero lo tenían pequeño y el tuyo lo siento grande y duro.
-Es que a los adultos nos crece para jugar con las chicas, con nuestro pito les hacemos cosquillas, a las mujeres les encanta.
-Sí, se siente muy rico.-
-A algunas les gusta tanto que agarran la verga y la chupan, les encanta chuparla.
– ¿y yo puedo chuparla?
– Si, si quieres
Ana se enderezó y se me quedo viendo la entrepierna, vio mi pito parado y baboso de excitación, no se veía entusiasmada ni excitada, solo una niña tratando de asimilar algo nuevo.
– Sé que no es rosita como tu puchita pero es porque ya soy un adulto, a las chicas de mi edad les gusta así; grande y fuerte. Ven, mira, tócala, acaríciala, vas a ver cómo te va a gustar-
Ana se acercó temblorosamente, e hincada acercó su mano a mi verga, yo estaba durísimo cuando sentí su suave mano agarrar el pescuezo de mi miembro, estaba baboso y palpitaba, ella lo tomó temblorosamente.
-Está muy huesudo y baboso- atinó a decir y miro su mano, frotaba sus dedos con la sensación de mi semen en sus manos.
-Frótalo y vas a ver como brota la miel-
Ana agarró suavemente mi verga y comenzó a menearla, sentí que explotaría, su mano era suave y tierna, como un ángel domando a un demonio, fue hermoso, la agarre del cabello y la hundí poco a poco en mi vientre.
-Chúpala, Anita como si fuera un helado… – Ana se acercó dócilmente a mi verga y cerró los ojos, toco con sus hermosos labios la punta de mi verga y poco a poco fue introduciéndosela en su boca, esa horrible serpiente fue desapareciendo poco a poco en la dulzura de sus rosadas mejillas, no pude soportar dejar escapar un gemido de placer por sentir tremenda ricura en mi verga, su lengua y su boca era más dulce que todas las panochas juntas que me monte antes.
-Eres una diosa mi duce niña, eres todo un ángel del paraíso… Ana no dejaba de mamar suavemente como una niña obediente, tuve que separarla suavemente, no quería venirme en su boca.
Ven pequeña, es momento de hacerte mujercita. Recosté suavemente a Ana en mi regazo y me monte sobre ella, la mire a los ojos y le unté un poco de mi verga en su panquesito.
Siento muchas cosquillas en mi rajita, cada vez son más señor son más, ya no puedo…
No te preocupes bebé, es el momento, voy a frotar mi verga en tu panocha Ana, pero va a ser por dentro bebé, voy a untarte mi miel por dentro, vas a sentirlo bien duro Anita pero vas a ver que te va a gustar como te unto, ¿ok?
-Ok- me abrazó del cuello y me miro a los ojos, empuje mi miembro y hundí poco a poco en su panquesito mi verga como un cuchillo en mantequilla, sentí lo más grandioso en mi vida en ese momento, Ana se ahogó en un espasmo, abrió los ojos y haló como si tragara todo el aire del mundo, su gemido se cortó en el aire y dejo de respirar, hundí mi verga un poco más y clavo sus uñas en mi cuello, comencé a menear y soltó el aire de sus pulmones, haló aire de nuevo y gimió como una gata, en cada meneo de mi cintura me acompañaba el gemido de su dolor y placer, su rostro mostraba una plegaria con ojos llorosos, pero su boca dejaba salir un jadeo de gozo, sus labios intentaban decir algo pero solo podían temblar sin parar.
De pronto sentí como se endurecían sus muslos y me apretaba la verga con su coño, sentía como su coño estrangulaba y chupaba mi verga en contracciones, no resistí más y me vine en torrentes de leche en su pastelito, tanto que se desbordó como un pastel de 3 leches, ella rasguño mi espalda como la gata más salvaje y dio un último grito que se ahogó en un escalofrió que percibí de todo su cuerpo, comenzó a temblar y retorcerse como una gatita en celo. Se acariciaba ella sola como el ritual de una zorra, Anita ya era una mujer y su retozo me lo decía claramente, abrazaba sus propios brazos y mordía sus labios… acaricie sus brazo y se retorció de excitación, estaba disfrutando su primer orgasmo al máximo. Saqué lentamente mi verga ocasionando un último quejido de su boca… quedé en silencio junto a ella esperando una reacción, Anita había desaparecido y solo podía ver en lo que se había transformado, una mujer que acababa de descubrir su sexualidad, jamás volvería a ser la misma.
Una alarma sonó a las 6 am, Ana dormía acurrucada en mí, la contemple toda la noche como dormía y retozaba a momentos, una silueta pasó frente a la habitación y con un bastón golpeó en la puerta de la habitación de unos pasos de donde yo dormía,
-¡Ana, ya levántate para la escuela!- Ana despertó automáticamente con una cara de susto que la dejó blanca como fantasma, Ana estaba ahí de nuevo, esa niña de rostro travieso estaba de vuelta, la felina que conocí esa noche se había esfumado, volvía a su jaula hasta nuevo aviso. Ana salto de la cama y corrió a la puerta, se asomó y al ver que la vieja avanzaba de espaldas a ella corrió a meterse a la otra habitación desapareciendo entre las sabanas que hacían de puertas.
Epilogo.-
El pago que le había hecho a la anciana incluía cuarto, baño y desayuno, entré al comedor listo para el trabajo, Ana estaba ya sentada desayunando vestida de escolar.
-Buenos días- comenté, la anciana que estaba calentando tortillas hechas a mano en un anafre, no se inmuto, la niña jalo su enagua y le gritó:
-Que buenos días dice el señor- Ana se volvió hacia mi con una mirada traviesa jactándose de que su abuela estaba más sorda que un murciélago.
-Buenos días joven- asentó decir la señora.
-Ya me voy abue, la niña se levantó, recogió su plato, le dio un beso a la anciana y salió con mochila en brazos, antes de salir me guiño un ojo y salió dela casa.
Termine de comer con la anciana en silencio junto a mí, un silencio incomodo hasta que ella soltó decir.
-¿Es usted casado?
-No señora, apenas soy pasante de ingeniero y aun no tengo familia- era cierto apenas estaba en mis 20s y mucha vida por delante.
-¿Le gustan los niños? Me quede helado, sentí que la vieja estaba por confrontarme de haberme cogido a su nieta, quede petrificado.
-Déjeme contarle-, la anciana continuo sin inmutarse – mi hijo murió en el norte y su esposa ya antes lo había dejado por otro, ya no tengo a más familia, más que a mi nieta y yo ya no tardo en colgar los tenis, yo quería pedirle un favor, se ve que usted es de buena casa, educado, yo no tengo más que esta choza y cuando muera mi nieta quedará en la calle, yo quería pedirle, que se la lleve con usted, es buena niña, educada y juguetona como las chiquillas de su edad. –Muy juguetona- pensé a mis adentros, no le dará molestias, se lo prometo, le puede hacer el quehacer de su casa de sus papás y ya cuando crezca pueque se la robe un chamaco de su edad y usted ya no tendrá más responsabilidad, usted ya habrá cumplido. ¿Qué me dice?-
Quede pensativo y estupefacto… me estaba dando a la niña en charola de plata, pensé en las maravillas que haría teniendo a mi muñequita personal, era soltero ya contaba con mi casa de soltero en la capital, me emocioné tanto que me costó mucho esfuerzo aparentar seriedad ante la situación y expresar que sería un gran sacrificio pero que noblemente lo aceptaba.
Acordamos que la niña viviría con ella para acompañarla sus últimos años, podrían ser pocos o muchos, yo le mandaría dinero para su educación y necesidades y cuando sintiera que ya no podría seguir me mandara llamar para recoger a Ana.
Aunque me resigné a pensar que podría no tener a Ana en años pensé que era lo mejor para ellas, nunca espere que el destino me llamaría antes de lo imaginado…
Uff que rico. Saber que es lo que le espera a esa pequeña putita personal en la gran ciudad a tus cuidados
Muchas gracias por tu interes!
Que rico….continua por favor
Que bueno que te gustó! Gracias por tu comentario!
Excelente excitante y con morbo, espero la continuacion.
Gracias por tus comentarios y tu tiempo de responder, que bueno que te gustó!
Sigue porfa excelente 👍
🤤Que excitante, me etiqueta la continuación por favor