Aprendiendo IV
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por amaia.
Había tenido unos días con muchas sensaciones nuevas para mí, mi “Amo” seguía siendo un misterio, ya llevaba una semana viviendo en su apartamento en el este de la ciudad y poco tiempo me había dado para percatarme todos los cambios que había sufrido yo como persona, no me apenaba nada, quería probarlo todo y sexualmente me sentía en otro nivel.
La rutina era relativamente la misma, en las mañanas el, iba a su oficina y yo dormía, sabía que afuera estaban las empleadas de servicio pero no me provocaba “socializar” con nadie, él llegaba un poco más del mediodía, comíamos algo y casi de inmediato me hacía desnudarme, él trabajaba un poco y yo mientras tanto lo atendía, le servía el café, lo sorprendía con sexo oral, lo dejaba masturbarme mientras hablaba por teléfonos con clientes, éramos una pareja juguetona.
En las noches el cuento cambiaba, me convertía en su “sumisa”, llevaba collar y brazaletes todo el tiempo, sin embargo todas las noches no sucedía lo mismo.
La noche numero 8 fue fabulosa, luego de bañarme y asearme como sabía que a él le encantaba lo encontré en la habitación desnudo, su cuerpo me vuelve loca, se notaba tanto que es un hombre muy activo, me invito a acercarme a él y me pregunto si confiaba ciegamente en su criterio, le respondí: que si tenía alguna duda, inmediatamente me coloco un antifaz que estaba sobre la mesa auxiliar, en donde no había reparado a ver lo que me esperaba, solo pude ver de re filón una bandeja con lo que parecían muchas agujas.
Puso un tubo sujetando los brazaletes que estaban en mis muñecas y luego tomándome por el collar me hizo caminar hasta donde estaba una de las cadenas que guindaba del techo, el sonido de la polea y las cadenas me hacía estremecer, porque sabía que después de eso quedaba a su merced, luego abrió mis piernas y coloco el otro tubo que me hacía quedar en forma de estrella.
Yo, que últimamente estaba siempre excitada, no había tardado mucho en mojarme y mi entrepierna no dejaba de chorrear.
Sentí frío cerca de mis pezones, era un cubo de hielo con el que rozaba de forma intermitente, insistió, la sensación y todo el escenario, me tenían en aguas, pronto fue acercando más el hielo, en ambos pezones, lo que en un principio hizo que me dolieran un poco, pero luego el dolor desapareció y empecé a sentir como si estuvieran dormidos y muy endurecidos.
Pasaron unos minutos cuando el primer pinchazo me sorprendió, mi corazón, que ahora latía a mil por segundo evidenciaba la adrenalina que corría por mi cuerpo, no había penetrado más que unos milímetros, pero el hecho que la piel de mi pezón estuviera rompiéndose de esa forma me volvía loca, no me dolía, me excitaba.
Uso uno de los cubos de hielo como soporte, y afinco aquella aguja hasta que logro penetrar toda la piel y traspasó la punta hasta el otro lado, ya a estas alturas mi cuerpo temblaba y mi vagina era un manantial. Hizo lo mismo con el otro, luego coloco dos agujas más en cada pezón, formando un asterisco en cada uno.
Besó mi boca, y retiró el antifaz, frente a uno de los espejos de la habitación, pude observar mi cuerpo desnudo, abierto y las agujas en mis senos, adornadas con pequeñas gotas de sangre que rodaban ya por mi vientre.
Empezó a masturbarme con su mano, mientras con la otra “tropezaba” accidentalmente con las agujas, que ya pasado un rato, empezaban a doler, como en otras oportunidades sabía que lo que quería era hacerme acabar con su puño en mi vagina, así que esta vez, puse todo mi empeño para que lograra hacerlo de la forma más fácil, abriendo lo más posible mi cavidad, y dentro de lo que se podía me relajé hasta que el metió su mano completa.
Pedí permiso para acabar, y me hizo una seña para que lo hiciera, mientras tanto yo podía observar su verga venosa y erecta que me provocaba tanto, apenas empezó mi orgasmo saco el puño, y se ubicó detrás de mí, abriendo mis nalgas y tomando con toda sus fuerzas mis caderas embistiéndome de tal forma que mis rodillas cedieron y si no hubiese estado sujeta por la cadena, habría caído al piso.
Fue brutalmente intenso, su vaivén me levantaba literalmente y me elevaba, sentí cuando su leche estalló en mi entrañas.
La respiración volvió de a poco a normalizarse, el entró al baño a limpiarse y lavarse las manos, regresó y de a poco saco las agujas, para luego soltarme y con el amor de siempre limpiarme a mí, su sumisa, su niña como me decía.
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