Atendido por mi tía.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Por aquel entonces, tenía quince o dieciséis años. Los primeros días, la pasaba dormido por el efecto de las pastillas y los jarabes, de modo que casi no miraba a mi tía. Sin embargo, las pocas veces que alcanzaba a verla bien, me atraía lo suficiente y sin poder contener mí impulso, tenía una fuerte erección. Me cubría una manta calientita, de modo que aquello no lo podía notar.
Dos días después, me encontraba mejor, y por haber estado casi tres días en cama, tenía una fuerte comezón en mis partes. Creía que mi tía se había marchado, de modo que sintiendo una fuerte necesidad de masturbarme, tomé un par de guantes de cirujano que usaba mi tía, y colocándomelos, tomé un poco de vaselina a la vez que me frotaba el pene. La sensación del látex por mis partes me hizo gemir y jadear, mientras, fantaseaba con la idea de que un enorme falo me penetraba. Con mis dedos, surcaba y me penetraba, y continuaba frotando mi entrepierna. Por eso, y descuidado por mi propia calentura, fui incapaz de notar la presencia de mi tía. Hice alto inmediatamente cuando la miré. Y verla ahí con su uniforme de enfermera, además que usaba sus lentes lo cual aumentaba su sexy porte, me hizo expulsar un gemido de deseo. Mi tía guardó silencio, y sin hablar aún, extrajo de sus utensilios, un par de guantes los cuales se los puso, y puesto que le quedaban adheridos, escuchaba su atronador sonido al estirar el látex por sus antebrazos.
Eran transparentes y largos hasta el codo. Tomó un cubre bocas negro, de modo que con su mirada maliciosa aquello se me hizo la cosa más sexy. Se desabrochó un par de botones de su bata azulada, y en la parte superior, sus pechos se asomaron. Se puso a mi lado, y echando a un lado la manta, me tocó el erecto pene, como si me hiciera una inspección. Yo, por mi lado estaba más que caliente y las mejillas se me ruborizaban hasta que sentí su ardor. Retrocedió un poco, y tomó un pequeño hermético donde guardaba las medicinas, y sacó una jeringa a la cual puso un líquido cristalino. Mientras empuñaba la jeringa, y ponía en ella sus ojos con sombras negras en sus pómulos, no pude dejar de imaginar lo que sucedería; pero una sensación ardorosa me decía que lo disfrutaría. Se acercó a mí, y girándome de espalda arriba, supe que me inyectaría. No me asustó aquello, pero ella una vez que comenzó a pasarme el alcohol por uno de mis glúteos, dijo:
__ Esta solución te relajará. Te has portado mal, como un muchacho sucio, pero yo te ayudaré.
Sus palabras fueron un bálsamo a mi deseo, y ni siquiera sentí el piquete. Después, comenzó a tocarme el trasero, y noté como hacía gemidos que me ponía todavía más cachondo. Hizo alto un momento a su masaje, y con coqueta voz me dijo que no tardaría en regresar. Pero antes, me puso a gatas sobre la cama, y con sus dedos, me tocaba el ano, y bajando a la garganta su cubre bocas, paseo su lengua justo ahí. Me dejó solo, diciendo que no tardaría, pero que me quedase justo como estaba. Casi ni la escuché de lo caliente que me había puesto, y hasta sentía que reventaría. Pronto regresó, y ahora escuchaba el sonido inequívoco de unos tacones, pues calzaba unas zapatillas de aguja y suela alta, con lo cual aumentaba no solo su estatura sino también su lado sexy. Su bata estaba abierta y sus pechos al descubierto. Sus partes las cubría una minifalda azul y ajustada de látex. Su peinado estaba retocado con el sujetador con la insignia de la cruz roja. Con todo, avanzó hacia mí, y observé que cargaba una bolsa.
De esta, extrajo unas esposas, con las cuales me ató a las barras de la cama. Estaba como me había dejado, y noté que el trasero se me adormecía, pues la solución inyectada ya surtía efecto. Como pudo, me puso un delantal negro y unas sandalias transparentes de tacón alto. Yo, ardía de deseo, y ella notando esto, comenzó a masajear todo mi ano. Me impregnó con un líquido lubricante, y procedió a penetrarme con sus dedos. Aquello era delicioso. Además, para mayor placer, me ató de cara al espejo y yo podía ver a mi tía. Se veía sexy, con su conjunto de látex, con sus tacones y su cubre bocas negro. Sentía un ardor muy rico cuando su mano tocaba mi ano. Hizo alto, y alejándose un poco, tomó un dildo con testículos y con él me penetró, primero lentamente, rápido y fuerte después. Se colocó aquel miembro, en un arnés transparente, y una vez ceñido, procedió a montar sobre mí casi sentada en mi espalda baja.
Casi cinco minutos se movió sobre mí, dejándome sin fuerza. Y creí que aquel delicioso trato terminaría, pero no fue así. Puso una buena cantidad del resbaladizo lubricante en su guante izquierdo, y con él me hizo un fisting primero ardoroso, pero muy agradable después. Miraba yo por el espejo, y dejando parte de su antebrazo en mi cavidad, me metía los dedos de su enguantada mano derecha en mi boca. Yo estaba loco en deseo desmedido. Me desató mi tía, y me hizo sentar sobre el dildo, y teniéndolo todo en mí, yo le besaba los senos y después su lampiña vagina. Me puse un dildo hueco, y con él, la penetré por su trasero, lo cual fue una delicia, que deseo repetir.
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